Pelotudos hay en todos lados.

De las palabras a los hechos

Unas diez obras del artista plástico fueron destrozadas anoche por cinco fanáticos. La sala fue momentáneamente clausurada, pero la muestra reabriría hoy. Detuvieron a los agresores.

Por Mariano Blejman

Al grito de “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey, carajo!”, intempestivamente uno de los cinco –¿o tal vez más?– devotos que habían hecho la cola como cualquier mortal para ingresar a la muestra de León Ferrari comenzó los destrozos. Por lo menos otros dos lo acompañaron en la acción: tomaron varias de las obras de arte (la mayoría botellas) que pertenecían a la retrospectiva de Ferrari montada en el Centro Cultural Recoleta, y comenzaron a romperlas contra el piso (o contra ellas mismas) y a amenazar a los 80 espectadores que recorrían el lugar, hiriendo a una de ellas, llamada Silvia Ibarra, quien también comparecerá como testigo.



Unas ocho o diez obras de la valiosa retrospectiva trabajadas con vidrio –algunas de las cuales tenían preservativos con la caricatura del Papa– fueron destrozadas aproximadamente a las 20.20 de ayer. La muestra tiene unas 400 obras. Ayer a la noche, el secretario de Cultura porteño Gustavo López llamó a la paz: “Se trata sólo de una obra de arte”, dijo en el lugar. Los cinco agresores, señalados por los testigos, fueron detenidos por efectivos de la comisaría 19, a cargo del subcomisario Souto.



Según testigos consultados por Página/12, la policía tardó más de cinco minutos en ingresar desde la puerta del Recoleta hasta la sala Cronopios, ubicada a 50 metros. Una vez detenidos, los cinco hombres –cuyos nombres no trascendieron– fueron trasladados esposados a la comisaría ubicada en Charcas y Anchorena. Los acompañaron numerosos testigos dispuestos a prestar declaración. La sala fue momentáneamente clausurada, aunque autoridades del Recoleta aseguraron que la muestra seguiría hoy en pie.

El día había sido demasiado tranquilo, según la propia directora del Centro Cultural Recoleta, Nora Hochbaum, contó a este diario. No había habido desmanes, ni provocaciones, a pesar de la diatriba del cardenal Jorge María Bergoglio, que había instado a repudiar la obra de Ferrari, a la que se sumaron varios prelados. Uno de los implicados, de camisa celeste, dos o tres de camisas negras y uno que vestía una remera blanca habían ingresado haciendo la cola normalmente. La testigo Silvia Ibarra llegó a eso de las 18.15.

Había aguantado una media hora de cola, y después de un rato de dar vueltas por la sala Cronopios escuchó a sus espaldas ruidos fuertes. “Uno de los hombres de camisa celeste rompía las botellas y amenazaba a la gente con vidrios rotos. Cuando quise detenerlo me tiró contra una estructura de vidrio, que cayó al piso y me lastimó el pie.” Uno de ellos, de camisa blanca, dijo ser periodista aunque Ibarra declaró que había defendido a los atacantes. Laura dal Poggetto estaba en la cola para entrar detrás del grupo de hombres, de gran porte, y escuchó cuando comentaban: “así que ésta es la famosa muestra”.

Pocos minutos después, Dal Poggetto vio cómo los hombres se ensañaban contra la obra de Ferrari al grito de “Viva Cristo Rey”.

También estaba el periodista Manuel Vetrone, que vio al hombre de camisa celeste ensañarse con las botellas. Curiosamente, un abogado salió a defenderlos.

Juan Carrillo, en ese momento a cargo de la seguridad privada de la empresa Protection Search, contó que había tres guardias dedicados al cuidado de la muestra pero sólo uno estaba en la sala propiamente dicha en el momento del incidente.

Es Jorge Boesing –quien ya el día de la inauguración sacó de la sala a otro que intentó romper una de las botellas–. “Cuando intenté detenerlos, uno quiso atacarme con la botella”, contó.

También estaba Liliana Piñeiro, jefa del departamento de Artes Visuales del Recoleta, quien al escuchar los ruidos en la sala corrió a la puerta buscando a la policía. Los detenidos fueron abucheados por los testigos, aunque se escuchó a un hombre de barba decirles por lo bajo: “Quédense tranquilos que ya está todo arreglado”.

AMIGOS

El ex cavallista Guillermo Cantini fue el encargado de pedir anoche una acción de privilegio contra el abogado Ricardo Monner Sans, con el argumento de que había agraviado al cuerpo en su conjunto.

El letrado, en realidad, había denunciado sólo a los 71 diputados que pidieron el juicio político contra un camarista que desbarató una maniobra judicial de Raúl Moneta. Desde las bancas, sus colegas denunciados lo acompañaron con aplausos y la mayoría acompañó a mano alzada la iniciativa. Quedó claro que el ex banquero no sólo tiene amigos en Tribunales.

Subte D

Por Sandra Russo

Subte D, viernes, ocho de la noche. No mucha gente. Ya pasó la hora pico. Todos los asientos están ocupados, pero no son tantos los que van parados. Entre ellos hay un pequeño grupo de turistas norteamericanos muy jóvenes, cuatro o cinco. Hablan muy fuerte su lenguaje gomoso que parece extraído de HBO.

En la estación Tribunales suben tres nenas pobres y desarregladas, aunque a ninguna de las tres les faltan sus trenzas. ¿Qué querrá decir una trenza en la cabeza de una nena pobre? ¿Qué mano y con qué propósito la habrá hecho? ¿A qué hora? ¿Habrá, esa mano, acariciado esa cabeza después de terminar de hacer la trenza? Dejan este tipo de dudas estas nenas. Una de ellas empieza a cantar una canción de Ricky Martin. Canta muy mal, pero su voz aflautada llena el vagón y, apenas termina, comienza su recorrido para recolectar monedas.

Las otras dos nenas la siguen, como excéntricos guardaespaldas. La nena estira la mano ante un oficinista con cara de agotado. El mete la mano en el bolsillo y extiende cincuenta centavos. La nena agarra la moneda, pero en lugar de embolsarla y seguir su recorrido, agarra también la mano del oficinista, que se pone ligeramente en guardia. La nena se estira hacia la mejilla de él. Estampa un beso ahí. El oficinista sonríe. Dice: “De nada”, porque la nena después del beso le dijo: “Gracias”. La nena sigue el recorrido en la misma fila de asientos. Todos los pasajeros dan monedas y con todos se repite el rito. Gracias, de nada, beso.

“Increíble”, dice uno de los norteamericanos. No les resulta increíble la pobreza, ni la mendicidad infantil, sino el contacto físico al que ninguno de los pasajeros de ese asiento se ha resistido. Les resulta increíble que mejillas oficinistas, tribunalicias o universitarias –ya vamos por la estación Facultad de Medicina– se ofrenden para esa ceremonia que, a juzgar por las caras de todos, les resulta, se diría, hasta reconfortante.

“¿Acaso soy el guardián de mi hermano?”, le dice Caín a Dios. El filósofo Emmanuel Lévinas, en Filosofía, justicia y amor, analiza esa frase. “No hemos de interpretar la respuesta de Caín como si él se burlase de Dios, o como si respondiese como un niño: ‘No he sido yo, ha sido otro’. La respuesta de Caín es sincera. En su respuesta falta únicamente lo ético; sólo hay ontología: yo soy yo y él es él. Somos seres ontológicamante separados.”

El sociólogo Zygmunt Bauman, en Etica posmoderna, toma a Lévinas para explicar cuáles son los supuestos que tras la caída de la modernidad unen a las personas, y cuáles son los lazos ante los que presuponemos debe emerger cierto tipo de responsabilidad. La nena es la nena, el oficinista es el oficinista. Ontología pura. “¿Dónde está tu hermano?”, le preguntó Dios a Caín. “¿Soy acaso el guardián de mi hermano?”, es una respuesta que no da cuenta de ningún lazo, de ningún contrato, de ninguna responsabilidad. Dice Bauman: “La filosofía es una ética… la ética es antes que la ontología… la relación moral es antes que el ser”. La ética, en otras palabras, implica “descomponer identidades”, implica que Caín sea menos Caín, no tan Caín. La ética implica superar el ser hasta llegar a un mejor ser: la ética, en fin, implica sentir cierta responsabilidad por el prójimo, implica emparentarse incluso con una nena pobre que canta una canción de Ricky Martin en el subte.

La responsabilidad hacia el otro es, de acuerdo con estos filósofos de la ética, no el producto de un compromiso ni de una decisión personal sino más bien una convicción y una disposición al acto que nos viene de lo más profundo de esa identidad que se descompone. Se descompone el individuo para dejar aflorar lazos entre individuos. “La responsabilidad ilimitada en la que me encuentro proviene del otro lado de mi libertad”, dice Lévinas.

Los filósofos hablan difícil. Creo entender, esta noche en el subte, que la mejilla del oficinista puesta en contacto directo con la mejilla de la nena pobre dice algo sobre la parte blanda de la condición humana. La piel tempranamente áspera de la cara de la nena ha encontrado en el roce rápido contra la mejilla del oficinista un eco perdido de una respuesta que no es la de Caín sino la de alguien que de alguna manera vaga y misteriosa se siente responsable de su hermano.

Los responsables de la revista Barcelona insisten: "no somos humoristas"

Pablo Marchetti, Ingrid Beck y Mariano Lucano aparecieron anoche en la TV. Los creadores de una de las revistas más ácidas y originales del mercado hablaron del humor, el atrevimiento y los límites.

Guadalupe Diego. De la Redacción de Clarín.com.

Siguiendo desde aquí con la ausencia total de novedades y primicias, mantendremos la línea mencionando en este caso la aparición de la revista Barcelona, una publicación que, si bien para muchos es todavía novedosa y otros ni siquiera saben que existe, llegó a los kioscos porteños en abril 2003.

Es decir, la revista ya tiene su buen tiempo de vida. De todas formas, el acontecimiento destacable –siempre hay que tratar de encontrar un hecho medianamente noticioso y que haya ocurrido en la TV– fue la presencia televisiva de los sujetos, digamos, responsables. Responsables al menos de la revista Barcelona.

Ellos son Pablo Marchetti (el director), Ingrid Beck y Mariano Lucano, anoche entrevistados por Marcelo Zlotogwiazda y Ernesto Tenembaum para el programa “Periodistas, la era del hielo” (domingo 22 hs, Plus Satelital).

Quienes alguna vez hojearon, ojearon, o incluso hasta leyeron Barcelona habrán visto con buenos ojos –y con los únicos que tienen- la posibilidad de conocer, por fin, los caretos de estas plumas lisérgicas. Tampoco podríamos asegurar que a sus lectores esto les quitara el sueño, pero lo cierto es que daban ganas de saber quiénes eran los que estaban y están detrás de esto. ¿Qué es esto? Esto es básicamente una revista de humor, de política y de actualidad.

Es de humor porque su lectura necesariamente invita a la carcajada (aunque inmediatamente después, y seguramente por tanto realismo, invita a cierta depresión); y es de humor a pesar del trío entrevistado, que anoche no lo dudó ni un instante: “no somos humoristas -dijeron-; nos ofende que nos digan humoristas”.

Estuvo bien la salvedad. Ellos no se ríen de los tópicos que los políticos dejan en bandeja a los humoristas (peluquines o picaduras de avispas, por caso) sino que se ríen, en general, de la más absoluta realidad. Y por eso la incomodidad que provoca muchas veces su lectura. Eso por un lado.

Por el otro, el zarpe, los límites. O la ausencia de límites, mejor dicho. Y aquí estuvo interesante otra reflexión que se escuchó al respecto, que los distinguía de cualquier otro “humorista profesional”, y fue el hecho de asegurar, una y otra vez, que el humor no tiene límites, que no hay tema posible que por no herir susceptibilidades o por respeto pudiera quedar fuera de Barcelona.

En este sentido se podría mencionar ahora más de una tapa (y más de una contratapa) que ha sacado la revista; o repasar ciertos temas y chistes que, además de graciosos o creativos, impresionarían por su atrevimiento y osadía. Pero es como casi todo: contarlo no es lo mismo. Mejor en todo caso es darse una pasadita por su sitio web. Ahí se publican las tapas de Barcelona.

Para ver las contratapas, les recomendaríamos la muestra en el Palais de Glace; pero acaba de terminar, así que ni modo.

Finalmente, y para darse una acabada idea del contenido de la revista (que salió sola, que salió luego con la revista TXT y que volvió a salir otra vez sola; que se parece mucho a un diario, que titula mejor –y con igual fórmula- que muchos periódicos y que hasta es más honesta que muchos matutinos) podríamos ahora compararla con la revista Humor o Satiricón.

Y lo haríamos; pero para qué si otros ya lo hicieron antes; y hasta incluso generaron buen debate. A ellos entonces nos remitimos, reforzando así lo que ya va siendo nuestro rasgo característico más potente: la ausencia total de cualquier primicia.

Destino inexorable, por otra parte, para estas crónicas; ya que todo lo que pueda aquí leerse se ha visto antes -con seguridad, diría Cacho Fontana- en la TV.

Argentina – Espiados por decreto

Desde el pasado 8 de noviembre, por decreto presidencial, los servicios de inteligencia están autorizados a scanear nuestras comunicaciones privadas (mails, chats y lllamados que se realicen por Internet). La medida se tomó a pedido del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que el 31 de julio del año pasado envió a nuestro país dos delegados, junto con los proveedores que vendían los programas espías, para instruir a las autoridades sobre esta técnica “antiterrorista”. Se trata de lo que en el mundo se conocen como Echelon o Gran Oreja, un sistema de espionaje electrónico que en solo media hora puede scanear mil millones de mensajes. Eso sí: ya fue usado en la Argentina. Fue en 1999 cuando los servicios norteamericanos interceptaron los teléfonos del entonces ministro de Economía, José Luis Machinea, en plena renegociación de la deuda.

Se trata de lo que en el mundo se conocen como Echelon o Gran Oreja, un sistema de espionaje electrónico. Las computadoras de este programa permiten reconocer palabras, teclas, números y hasta timbres de voz, de comunicaciones telefónicas, de fax o de correo electrónico a través de Internet. Este decreto destruye los derechos civiles garantizados por la Ley de Protección de Datos Personales, entre otras graves consecuencias.

Echelon fue desarrollado en el marco de un acuerdo de espionaje entre Estados Unidos y Gran Bretaña en 1948, al que más tarde se unieron Australia, Nueva Zelanda y Canadá. La existencia de este acuerdo, bautizado UKUSA, fue reconocida en marzo de 1999 por el gobierno de Australia.

También Francia y Alemania, pero en menor medida, tuvieron participación en el programa espía. La “Gran Oreja” fue programada para alertar cuando en una comunicación se detectan palabras “peligrosas” para la seguridad nacional de los Estados Unidos o de los otros países participantes en el proyecto.

Las grandes cantidades de datos recogidos por el sistema son luego filtradas por potentes computadoras.

El programa permite interceptar en sólo media hora hasta cerca de mil millones de mensajes, que luego son filtrados para extraer los datos de interés para cada país.