Una nota de mi amigo Rodolfo publicada en La Nación.
Algo huele mal en la Argentina
No es algo nuevo.
Convive con nosotros hace mucho tiempo. De tan próximo ya casi ni nos damos cuenta, lo hemos incorporado. Sin embargo está y cada vez que puede se hace presente. Es el fétido olor que surge de la putrefacción.
A partir del marco legal que establecen los hombres que están al frente de las instituciones políticas, de la ausencia de controles por parte del Estado, hasta la reciente auto amnistía impulsada por la corporación política al calor de un tecnicismo jurídico como es el cómputo de la prescripción de los delitos, a poco de iniciado el 2005 los argentinos podemos afirmar que… algo huele mal en Argentina.
Me viene a mi mente Hamlet. Y a partir de él surge en mi un interesante ejercicio como es el de tratar de hacer que ustedes puedan, al igual que yo, focalizar la atención por unos instantes, y en forma no profesional, sobre un pequeño paralelismo entre la genial obra de William Shakespeare y nuestro entorno. Como Hamlet en sus largos y profundos diálogos consigo mismo, la ciudadanía intuye un gran mentira armada y cobijada, frente a sus mismas narices.
No sabemos o no queremos darnos por enterados y menos aún reaccionar en consecuencia. Claro que existen sutiles diferencias: el personaje de Shakespeare contó con una invalorable fuente de información que lo puso en antecedentes de lo sucedido en el palacio, sede del poder.
El espectro de su padre, el Rey muerto, se le apareció en el patio de armas del castillo, y en este encuentro le reveló que había sido asesinado por Claudio su propio hermano, quien se quedó con el trono de Dinamarca y con la Reina Gertrudis, quien a su vez le había sido infiel con Claudio, en vida del Rey. Por el contrario, en la cotidiana tragedia política de nuestra argentina, carecemos de un buen informante.
Las denominadas fuentes fidedignas de información que comunican a través de sus medios qué es lo que realmente ocurre dentro del palacio no cumplen su función, dejando ocultas tras los pliegues del poder las reales motivaciones de las autoridades, como así también el curso de su acción.
Tanto los que deberían cumplir su rol de comunicadores, cuanto aquellos cortesanos que se benefician por la gestión del poder, están cegados por su ambición, su avaricia, y por que no, su cobardía, pasiones ellas que también se encuentran representadas en la monumental obra literaria inglesa.
Después de las trágicas muertes de Cromagnon, la reciente aprobación de la ley de auto amnistía (Ley 25.990) hará posible que la imputación de presuntos delitos de corrupción contra el Estado queden para siempre en el olvido, hayan sido realizados por personas tan distantes entre sí, (o no), como Menem, Santibáñez, o por el mismísimo actual presidente Kirchner con los famosos fondos desaparecidos de Santa Cruz provenientes de las regalías petroleras.
A partir de estos sucesos nadie en su sano juicio puede pasar por alto las palabras del príncipe de Dinamarca: Algo esta podrido en la Argentina.
La excelsa obra nos relata como y a través de su célebre frase “Ser o no Ser”, el protagonista busca la manera, los caminos y los diferentes modos de vengar a su padre para restaurar las cosas a su lugar, llegando por cierto a un trágico final que seguramente es ya conocido por todos.
La declinante dirigencia argentina, aprovechando el sopor en que vive la mayoría de la gente, hace posible que el mal olor sea parte de nuestro entorno. Hamlet urdió un plan. Pasó de la locura a la acción. No deseo, ni pretendo un trágico final para solucionar nuestros problemas.
Nosotros ¿estamos en condiciones de poder afirmar que en algún momento emprenderemos las acciones necesarias para eliminar los malos olores? ¿Hasta cuándo seremos víctimas de un destino construido por burócratas corruptos y saqueadores que sobreviven gracias al esfuerzo de 37 millones de habitantes? ¿Cuándo llegará la hora de convertirnos en protagonistas para armar nuestro propio futuro en base a los dictados que emanan de la Constitución Nacional y de los derechos individuales, sin que prevalezcan razones de Estado? Ante la ausencia de respuesta a los interrogantes previos, habrá que concluir que nos agrada vivir en medio del estiércol. Y ello es muy grave, porque .. .no es algo nuevo.
Convive con nosotros hace mucho tiempo. De tan próximo ya casi ni nos damos cuenta, lo hemos incorporado. Sin embargo, ahora se nos revela transparente frente a nosotros y nos envuelve sin que tomemos clara conciencia de donde proviene. Allí está.
Es el fétido olor que surge de la putrefacción.
La nuestra.
Rodolfo Guillermo Civitarese
analista político
abogado Universidad Católica Argentina
rgcivi@hotmail.com