Roger Cohen, Director de Desarrollarme.com, nos envía su particular mirada desde su viaje de por Kenia a donde fue a llevar adelante un nuevo proyecto solidario. Aquí su mirada sobre una de las ciudades que más llamó su atención.
Tuve la suerte de conocer al fin una ciudad “verde”, donde prácticamente en cada detalle se practica la ecología; ya no como ideal o intención, sino como realidad cotidiana incorporada. Y pude verificar de esta manera, que es totalmente posible vivir ecológicamente. Es cierto, debo reconocerlo, que para vivir así es necesario un cierto nivel socioeconómico, que no puede replicarse si no en gran parte de las ciudades que conocemos.
Pero todos modos, vale la pena describir esta ciudad modelo, Sega Town. En esta ciudad hay épocas donde llueve muy frecuentemente, como en Bruselas, otra ciudad que conozco pero que aún está muy lejos en cuanto a ecología comparada con Sega Town.
En las casas instalaron sistemas de recolección del agua de lluvia, consistentes en desniveles y canaletas en los techos, que desembocan en tanques plásticos de 1.000 y hasta de 10.000 litros. Esta agua se utiliza para bañarse, lavar la ropa y las casas. Cierto es que para bañarse el agua podría resultar algo fría, pero eso lo solucionan calentándola en una hornalla de gas, o mejor aún, sobre carbón.
Para beber se recurre a agua de pozo, aprovechando la presencia de buena calidad de agua subterránea. Y simplemente se le agrega en cada casa, una cucharita de lavandina cada 20 litros de agua de pozo. Luego de media hora, pasa a ser el “agua mineral” para cocinar y beber.
Todo esto genera un ahorro importantísimo de energía ya que todo el transporte del agua se hace de manera natural: por simple efecto meteorológico y de la gravedad, por bombeo manual del pozo, y mediante el uso de bicicletas transportando varios bidones de 20 litros para las casas más lejanas. Nadie utilizó nafta ni electricidad en todo este circuito. El transporte de personas también está muy cuidado desde la ecología: la gran mayoría se desplaza a pie, otra fracción de la gente lo hace en bicicleta –como en varias de las ciudades principales europeas hoy en día-, y casi todos los demás en transporte público.
El uso de automóviles privados es casi inexistente en esta ciudad. Sí se utiliza, y mucho, la moto. Algunos tienen su propia moto, mientras que la gran mayoría de las motos que se pueden ver son en realidad taxis en dos ruedas. No se desplazan gastando combustible hasta encontrar pasajeros, sino que la gente sabe dónde encontrarlos: en la estación. O si no, los llaman por celular para que los vengan a buscar. En las motos va además del conductor, el pasajero con su carga y a veces más de un pasajero. Es cierto que las medidas de seguridad no son las mejores, pero por otro lado al no haber casi automóviles, esto se compensa. El otro medio de transporte de pasajeros muy utilizado es el bus. No se trata de buses gigantes, sino de pequeñas camionetas, todas iguales, que pueden llevar sentadas hasta 15 personas. Paran siempre en las estaciones, pero también uno puede tomarla –si es que tiene lugar para ir sentado- o descender donde necesite. Lo más interesante desde el punto de vista ecológico, es que las camionetas salen cuando se completan. Es decir, que optimizan el uso del combustible todo lo posible.
Si bien esto podría irritar a los pasajeros por las demoras, por un lado al haber tanto uso de este transporte público las camionetas se llenan rápido, y por otro lado, la población de esta ciudad debe de ser muy consciente desde lo ecológico, aceptando este sacrificio en pos de un planeta menos contaminado.
La basura no es recolectada por camiones, sino que en las propias casas se reutilizan los desechos. La última palabra la tienen los nenes, que son quienes suelen armar juguetes de los potes de plástico o pelotas de fútbol de algunas bolsas y telas. Si los nenes mismos ya no encuentran un uso posible, las gallinas se encargan de los últimos rastros de alimento, y luego el dueño de la casa termina quemando lo poco que queda. No es lo más ecológico, pero convengamos en que tampoco lo es la acumulación de basura de manera concentrada como se hace en otras ciudades, o el enterrarla sin un previo trabajo de reutilización, reciclaje, tratamiento, etc.
Algo aún más llamativo, si dejamos de lado el hecho de que los vegetales se cultivan y consumen localmente, es lo que sucede con la carne. Para evitar el desperdicio de energía eléctrica, la carne de vaca o de cerdo se compra directamente en la carnicería donde tienen 1 o 2 reses, no más, para el día. Se compra cuando se va a consumir. Y en cuanto al pollo, es algo aún más impactante para quienes venimos de grandes ciudades: en lugar de hacer circular gases refrigerantes malgastando energía eléctrica en heladeras y freezers, confían la conservación de esta carne en la propia naturaleza: las aves siguen vivas, al aire libre, hasta el día en que se la va a consumir.
Reconozco que en este punto hubiera preferido la hipocresía de la cadena de frío, seguir creyendo que el pollo congelado del súper en realidad no fue matado para mí o inclusive que no tiene nada que ver con esos animales que andan corriendo por el campo de un lado a otro.
Hay muchos otros ejemplos que tiene Sega Town para ofrecer a quienes estén dispuestos a aceptar que la ecología puede ser una forma de vida natural, factible, cotidiana. Pero como dije al inicio, para esto es necesario un cierto nivel socioeconómico y ello excluye hoy en día a muchas ciudades centrales. Será necesario tal vez que las crisis sean mucho más profundas o prolongadas para poder alcanzar ese nivel socioeconómico de Sega Town, pequeña ciudad desconocida en el oeste de Kenia, en el cual la ecología es cotidiana y totalmente inconsciente. Algunos dicen que por falta de recursos no pueden darse el lujo de pensar en la ecología. Sin embargo, acá vi lo contrario: el hablar de ecología es un lujo de ricos; el vivirla es una necesidad para los demás.
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