Las provincias y ciudades argentinas que no sabés que existieron

Salvo que tengas más de 60 años, que te guste mucho la historia, o que seas muy peronista es probable que no conozcas las provincias y ciudades que homenajearon al líder del justicialismo y a su mujer, mientras Juan Domingo Perón estaba en el poder.

Salvo que tengas más de 60 años, que te guste mucho la historia, o que seas muy peronista es probable que no conozcas las provincias y ciudades que homenajearon al líder del justicialismo y a su mujer, mientras Juan Domingo Perón estaba en el poder.

Provincia Perón y Eva Perón
Las Provincias Argentinas Presidente Perón y Eva Peron

1- Provincia Presidente Perón

Chaco, la tierra del actual Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, se llamó “Presidente Perón”. Chaco fue declarado Provincia mediante Ley 14037, del 8 de agosto de 1951, y por Ley del 20 de diciembre de 1951 pasó a denominarse Provincia Presidente Perón.

La nueva constitución provincial aprobada por una convención que sesionó entre el 17 y el 21 de diciembre de 1951 introdujo una novedad en el sistema político argentino al establecer que la mitad de los miembros de la Cámara de Representantes sería elegida por votación popular y la otra mitad “será elegida por los ciudadanos que pertenezcan a las entidades profesionales que se rigen por la ley nacional de asociaciones profesionales, debiendo estar integrada la lista de candidatos con miembros de esas entidades”.

Luego de que la dictadura de la “Revolución Libertadora” tomara el poder, la denominación se dejó sin efecto por Decreto-Ley 4.145 del 17 de octubre de 1955 y volvió a llamarse Chaco.

  

2- Provincia Eva Perón

Un caso similar se dió en La Pampa que pasó a ser provincia por Ley Nacional Nº 14.037 del 8 de agosto de 1951, con los mismos límites de su anterior Territorio, el Congreso Nacional aprueba la Ley de creación de la actual provincia junto con la del Chaco a instancia de Eva Perón, razón por la que en enero de l952 al sancionar su primera Constitución, su nombre fue cambiado por el de «Provincia Eva Perón», hasta que en 1955 después del golpe militar volvió a su nombre original.

 

3- Ciudad Eva Perón 

Luego de la muerte de Eva Perón, la C.G.T. y el Partido Peronista de la Provincia de Buenos Aires le elevaron al gobernador Carlos Aloé el pedido formal para que la ciudad de La Plata adoptara el nombre de “Eva Perón”.

Haciendo caso a esta iniciativa, los senadores provinciales del Partido Peronista Oscar Lara, José Griolli, José Campano, Alberto David, Tomás E. Giordano y José Stupiello elaboraron un proyecto en este sentido.

Militantes peronistas frente a la legislatura provincial. 

El 8 de agosto a la mañana militantes de distintas unidades básicas se concentraron frente a la legislatura provincial para expresar su apoyo a la iniciativa.

Para tratar el proyecto tuvieron que realizar una asamblea extraordinaria, ya que las cámaras se hallaban en receso desde el día de la muerte de Evita. 

La sesión comenzó a las 16.15, y una gran cantidad de personas presenciaron la asamblea con consignas de adhesión.

Los fundamentos de la norma, que fueron leídos por uno de los senadores impulsores de la medida, y escuchados con atención por los presentes, destacaban que de contar con la aprobación “la provincia de Buenos Aires repetirá el gesto de 1882 (año de fundación de La Plata), dando el ejemplo al conjunto de la Nación de su amor a la confraternidad del país”. 

Tras estas palabras el recinto se llenó de aplausos y el legislador prosiguió: “si en aquel entonces contribuyó a la unidad política, ahora trasuntará la materialización de la unidad nacional”, haciendo clara alusión a los motivos que llevaron a que se fundara La Plata, luego de la federalización de la ciudad de Buenos Aires en 1880, cuando con la creación de la capital bonaerense se terminó con las disputas políticas que habían desangrado al país desde la época independentista.

A la hora de la votación no hubo oposición. Todas las manos se alzaron por la positiva y la iniciativa se aprobó por unanimidad. Inmediatamente pasó el proyecto a la Cámara de Diputados, siendo igualmente aprobado.

Conocida la decisión, nuevamente estallaron los aplausos, gente de la parte superior y legisladores se abrazaban, y la euforia del recinto se trasladó a los grupos que se encontraban en la calle.

Obviamente, al llegar la dictadura, la Revolución Libertadora, volvió a la ciudad a su nombre origina.

4- Ciudad Evita

CIudad Evita
Ciudad Evita: La Ciudad con forma de la Cara de Eva Perón

A oeste de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y a unos 6 kilómetros del Aeropuerto de Ezeiza se encuentra Ciudad Evita. 

Su historia comenzó 1947 cuando el presidente Juan Domingo Perón por Decreto 33221 expropia tierras para erigir en ellos una ciudad que debería contar con 15.000 viviendas.

La gran cantidad de viviendas ameritó también la inclusión en el proyecto de bibliotecas, escuelas, centros deportivas y templos, todo lo cual convirtió a este proyecto más en una ciudad que en un típico barrio obrero de la época, lo que se ve reflejado en el nombre mismo dado a la urbanización.

El culto a la personalidad de Eva Duarte quedó claramente reflejado en el plano elegido para la circunscripción original, que en lugar de seguir el habitual ortogonal de las ciudades argentinas, es el busto de perfil de “Evita” peinada con su clásico moño en forma de rodete, con su brazo en alto.

Algunos historiadores sostienen que en aquella época los vuelos de baja altitud de los aviones que salían y arribaban desde y hacia el cercano Aeropuerto Internacional de Ezeiza, permitían ver con claridad la figura trazada en tierra, cuyo brazo en alto saludaba a los viajeros, a modo de recepción y despedida.

Me pregunto como se verá ahora.

Vista aérea de Ciudad Evita

Provincia Presidente Perón

 

Fuentes:



Aramburazo: 40 años.

Cuarenta años se cumplieron ayer de la Operación Pindapoy, nombre referido al ajusticiamiento de Pedro Eugenio Aramburu, Presidente de facto de la Nación entre 1955 y 1958, y líder de la Revolución Libertadora que derrocó el segundo mandato democrático de Juan Domingo Perón tras el acérrimo bombardeo a una Plaza de Mayo rebalsada de civiles.

Cuarenta años se cumplieron ayer de la Operación Pindapoy, nombre referido al ajusticiamiento de Pedro Eugenio Aramburu, Presidente de facto de la Nación entre 1955 y 1958, y líder de la Revolución Libertadora que derrocó el segundo mandato democrático de Juan Domingo Perón tras el acérrimo bombardeo a una Plaza de Mayo rebalsada de civiles.

A veces, la intención de un primer párrafo clarifica más que un extenso documento. Las palabras elegidas, las parcialidades demostradas, los sentimientos connotados; todo habla, todo expresa intención. Pero aún así, confunde, eterna carencia del simbólico universo de la palabra. Estoy lleno de contradicciones al respecto, como creo que también lo estuvo la historia, y por eso me llamo a la reflexión conjunta con vosotros, apreciados lectores.

La mañana del 29 de mayo del 1970, un comando integrado, entre otros, por Fernando Abal Medina, Mario Firmenich y Norma Arrostito, caracterizados como militares leales al gobierno, ingresó al departamento de Aramburu con el argumento de una supuesta protección militar. Lo engañaron, lo metieron en un auto a punta de pistola, y lo trasladaron en cuatro autos diferentes –haciendo trasbordos constantes en plena Capital Federal- a la estancia La Celma en la localidad de Timote, provincia de Buenos Aires. Tres días después, a posteriori de la deliberación revolucionaria, se procedió al fusilamiento del ex Presidente de facto, ejecutado por Abal Medina en el sótano de la estancia. Se lo acusó por su participación en el levantamiento de 1955 y por su decreto que autorizó los fusilamientos de José León Suárez tras el levantamiento militar leal a Perón liderado por el General Juan José Valle el 9 de junio de 1956.

Un poco de historia, un poco de retórica. Párrafos. Y cuánto queda por escribir sobre el nefasto accionar de Aramburu, más allá del “Juicio Revolucionario” al que Montoneros lo sometió en nombre del pueblo. El que le roba a un ladrón, ya sabemos cuánto se le disculpa. ¿Pero qué pasa con quien asesina a un asesino? ¿Quién mira sin recelo a una organización, posiblemente confundida y enajenada en su lealtad al mayor líder que tuvo el país y que no se hacía gracia de sus métodos ni incursiones armadas, aunque proclamaran su subordinación? ¿Por qué insistió Montoneros con metodologías aborrecidas por el mismo Perón quien escribía pestes desde el exilio sobre la impertinencia militar de Valle? ¿Por qué creían que con ellos, la historia sería distinta? No olviden a los imberbes que gritan…

La verdad no tengo respuestas. Personalmente soy militante de la vida, condeno el asesinato y la pena de muerte, sea cual fuere el motivo. Pero aquí, una vez más, me veo frente a una contradicción, porque el fusilamiento de Aramburu no me provoca rechazo. Me da un no sé qué, el coraje imprudente y juvenil de esos chicos desbordados de ideales que fueron los denominados Montoneros, la concordancia absoluta con los movimientos armados que se sucedían en América y el líneamiento de medio planeta en defender ideales marxistas y revolucionarios.

Sólo recuerdo un hecho paradigmático en la historia argentina. Que quien las hace las paga. Que a veces podemos incurrir en un error por creer hacer lo correcto, y viceversa. Y más allá de la crítica o el halago, lejano y distante, exijo tu participación, errada o no, pero quiero que te involucres. No hables sin hacer, y cuando hagas, evitá el juicio vano del tercero. Mejorá lo erróneamente constituido, luchá contra lo que creas injusto, abrí la cabeza y escuchá consejos hasta de tu peor enemigo –siempre puede decirte alguna que otra verdad- y, por sobre todas las cosas, sé leal y consecuente con vos mismo. Permitite contradecirte, equivocarte, tropezar y caerte. Pero no dejes de participar.

“El Gran Inquisidor” por Orlando Barone

Gerardo Morales, sin túnica sacerdotal, sin capucha ni instrumentos de tortura, y sin otra demostración que una sentencia anticipada, le negó a la honorable acusada la más básica chance de absolución. Morales, contradiciendo moralmente a su apellido, demoliendo las ruinas populares de su antiguo partido, pisoteando la última evanescencia popular del entierro de Raúl Alfonsín, anunció la negativa de su bando a seguir escuchando a la acusada.

Lo hizo con la cara matona y sin máscara de un miembro del Ku Kux Klan ya lanzado a envanecerse de su mala condición y sin complejos de revelar su identidad llena de prejuicios. Tuvo, eso sí, una virtud gestual. Y se contuvo de amenazar a Marcó del Pont haciéndole con la mano la señal de la guillotina. O la del potro, aquel suplicio con que eran despachados los herejes. Pero la malicia le bailaba en sus ojos de insignificante intérprete del diablo, sin la calidad de aquel diablo de Al Pacino. La moralidad de Morales es desde ayer histórica. En un sentido de historia de bolsillo, de graffiti. Interpretó en el tribunal opositor y linchador del Senado, el feroz y triste papel del odiador medieval.

Algunos de sus aliados/as que lo rodeaban podrían personificar sin disfraz de época papeles de perseguidores. Pero el empeñoso ascenso de Morales, en la inmoral escala de los inquisidores, le permitió sentenciar a una mujer con un argumento de insuficiencia ideológica y de suspicacia machista.

Mercedes Marcó del Pont, femenina, lúcida y culta ,fue enjuiciada por su presunta mala actitud y su falta de humildad, por ese inquisidor al que el sismo de detrás de los Andes le debe haber repercutido corriéndolo más a la derecha. Si es que hay más hacia la derecha de Morales. Imagino que de llevar uniforme y botas procesistas hubiera lucido más democrático que con traje y corbata. Pero los tiempos obligan al mimetismo más correcto.

Y sobre todo en esta Argentina donde para cancelar ideologías inquietantes ya no se usan cañones ni mazmorras sino medios, jueces y constitucionalistas. No es fácil la faena de Gerardo Morales. Hay que tener lo que él tiene para poder ejercerla. No se crea que lo que tiene es eso de lo que todo varón se pavonea. No .Lo que él tiene es odio. A él le sale más natural que la inteligencia.


Esta polémica carta de Orlando Barone fue leída por él en Radio del Plata y publicada en su blog.

Sobre este mismo tema, Reynaldo Sietecase publicó un post titulado “Merceditas”


La actual pelea política en Argentina está vinculada a intereses sectoriales y conyunturales. Nada tiene que ver el bienestar de los argentinos. Si así fuese no se entendería bien porque el PRO o la UCR que aprobaron la reapertura del canje hace unos meses, ahora se opongan al pago de la deuda con reservas. El procedimiento utilizado por el gobierno fue torpe y prepotente. Un estilo que parece no abandonarán a pesar del repudio que cosechan con esos gestos. Es evidente que un proyecto de ley consensuado no hubiese sido difícil de lograr. Ahora bien, apuntado esto, la actual crisis política revela actitudes miserables que no dejan de sorprender. La oposición haciendo valer su número, surgido del triunfo electoral, se quedó con el control de la mayoría de las comisiones, y eso es legítimo. También lo sería eventualmente tumbar los DNU -aunque muchos legisladores exhiban contradicciones notables con su propio pensamiento y postura ideológica- pero el veto a la presencia de Mercedes Marcó del Pont esconde otras intenciones. La economista elegida por la presidenta CFK para dirigir el Banco Central es la primera funcionaria que no está vinculada al sistema financiero extranjero. Nunca fue operadora de intereses privados. En eso es una excepción notable. En general, desde el regreso a la democracia, los funcionarios que ocupan ese sillón tienen la bendición del establishment y, en muchos casos, sirvieron a esos intereses. Hasta hace una semana, la UCR la ponderaba, Luis Juez la elogiaba y Giustiniani destacaba su calidad intelectual y honestidad. Hoy van por su cabeza. Igual que el resto de las fuerzas de la derecha en el Congreso. ¿Están pensando en el país o en el 2011?

Dos miradas sobre la derecha macrista y su nuevo exponente: Abel Posse

Los dichos de Abel Posse siguen dando que hablar. En este post, dos artículos que analizan como este antiguo exponente de una derecha argentina que intentaba recrear su imagen pero cuyas caretas están cayendo rápidamente.


Abel Posse


El personaje del año es el enano fascista

Evolucionó. Se merece ser el personaje del año por las alturas que alcanzó siendo enano. Sobre todo porque durante la democracia se reprodujo sin parar aunque de un modo más imperceptible y enánico. El antepasado del enano fascista era frontal, impúdico: se pavoneaba de serlo y de ejercerlo. Tenía tanto orgullo que salía a flor de piel hasta vestido de militar.


En las dictaduras se sentía en plenitud. No necesitaba disfrazarse de demócrata como ahora. Pero en esa evolución hipócrita, y aún sin dejar de ser enano ni fascista, aprendió a reconvertirse a través de actitudes de apariencia y disimulo. La “Inseguridad” es el flamante y fértil territorio donde reaparece con ínfulas. Como no se pueden inventar guerrilleros ni terroristas hay que crear una nueva amenaza a nuestro estilo de vida.


La Inseguridad es ese nuevo señuelo con que la derecha demoniza. Lo que se lee, ve y escucha en los medios acerca de ella, es la nueva consagración del fascismo. Esta vez disfrazado de sujeto pacifista que solo quiere seguridad y orden. Así las víctimas y deudos tocados por el dolor se dejan ocupar por enanos fascistas y salen a refregarlos por micrófonos y cámaras. Cuentan con la alianza voluntaria u obediente de periodistas dispuestos a complacer al público como en el circo romano: allá con leones carniceros, aquí con clamores de castigo indiscriminado y represión preventiva.


Orden o caos grita el enano fascista acusando al voleo a portadores de paco, de tatuajes y pobreza, para sacarse las ganas de venganza. Como una epidemia de enanismo, el fascismo de acabar con la inseguridad recorre toda la sociedad argentina. Tanto desde los líderes de opinión y gobernantes, hasta los ciudadanos anónimos que se sienten acompañados en el miedo.
El enano fascista viene armado y decidido a desplegar sus tareas disciplinarias. De continuar esta reproducción en cadena está en camino de llegar a gigante.


El jueves en la nota publicada por el diario la Nación, con orgullo republicano en la tapa, el intelectual Abel Posse no se reveló un enano fascista. No, porque su tamaño se había superado y en él el enano es un gigante demasiado ostensible.


En el final de su texto Posse se agranda y se expande en si mismo, y dice: “¿Qué hacer ¿ Qué cantidad de poder tendría que tener el futuro gobierno democrático después de la demolición institucional de los K y de la anarquización y desjerarquización e indisciplina que van de la misma familia al colegio, a la universidad y que cubre tantos aspectos de la vida comunitaria?”. Imaginen ustedes qué poder sugiere Posse debería tener ese futuro gobierno disciplinario. Cuánta fuerza para sanear el ecosistema extraviado y desmilitarizado. Subsiste un error de llamar enano fascista al enano fascista: ya que es honrar la insignificancia de su tamaño como si fuera un enano estable. Y sin percatarse de que sigue creciendo.


Detrás de tantos enanitos que crecen en la farándula, en las voces asustadas de vecinos instigados por los medios, en rabinos y moralistas desinfectadores del Mal, en gobernantes arrastrados demagógicamente a la saga de los enanos, el fascismo se agiganta. La Inseguridad es el nuevo mal de la patria que hay que salir a aniquilar. Hace poco en Rusia se produjo el hallazgo de restos del cráneo de Hitler. Para qué irse tan lejos, si por aquí hay esparcidos más restos que en ninguna otra parte. ¿O cómo hay que llamarles a los enanos fascistas y a los fascistas gigantes que claman sedientos de seguridad con una bala en cada palabra? La democracia es paciente.

Carta abierta leída por Orlando Barone el 11 de Diciembre de 2009 en Radio del Plata.


Guerra fría en la ciudad
Por Jorge Sigal

Al cambalache nacional le estaba faltando una contribución de la derecha. Y entonces llegó Abel Posse. Como intelectual, resultó sólo un provocador rencoroso y poco original. La incontinencia verbal no es un mérito, generalmente es un síntoma.

La única ventaja de ser setentista en la Argentina es que el tiempo no pasa. Si no fuera por la imagen –a veces patética– que devuelve el espejo, uno podría imaginar que, como lo anunció el politólogo Francis Fukuyama, la Historia ha finalizado. Nada nuevo alumbra el porvenir.

Detener el paso del tiempo, se sabe, es una obsesión recurrente de la especie. Por eso, los viejos de alma suelen ser conservadores o francamente reaccionarios. Pujan, desesperadamente, por frenar el movimiento, para retornar a un mundo conocido, controlable, a un sitio más previsible. El cambio asusta porque es la constatación palpable de que la vida es un tránsito leve. Y, muchas veces, un inapelable certificado del fracaso.

Para confirmar que todo es eterno le estaba faltando al cambalache nacional una contribución teórica por derecha. Y entonces llegó Abel Posse. Debido al aporte del intelectual, reciclado funcionario por obra y gracia de la posmodernidad gerencial que gobierna la ciudad, se ha logrado que el círculo finalmente cierre. Ahora podremos decir, con comodidad, que la Guerra Fría no ha terminado, que los fantasmas de antes gozan de buena salud.

Ya llegamos al pasado. A partir de este momento, nos dedicaremos al juego que más nos gusta y mejor jugamos: decodificar el lenguaje de nuestra eterna juventud. Con un poco de suerte, a partir de las funciones que tendrá Posse como ministro de Educación porteño, los veteranos de guerra podremos ser convocados para explicarles a las hordas de la “indisciplina juvenil” en qué consiste “la visión trosco-leninista” que demolió las “instituciones militares” durante nuestra apacible adolescencia. Será, sin duda, un recorrido reconfortante para las nuevas generaciones, esas que hoy divagan, sin rumbo, por el alienado mundo de la internet, y que nada saben de patrias, banderas y otras glorias.

Volverán los bellos días de la “sinarquía”, “el trapo rojo” y “el mejor enemigo es el enemigo muerto”. Entonces, también veremos renacer el “cinco por uno, no va a quedar ninguno”, el “paredón, paredón” y otras creativas fórmulas de la vida simple. Un paraíso ordenado, donde los unos y los otros se alinean prolijamente. Como sucedía en los buenos tiempos.

La bravata de Posse ha recogido sólo dos tipos de adhesiones. Por un lado, la utilizada en su alegato final por el condenado Luciano Benjamín Menéndez, sentenciado a perpetuidad por aberrantes crímenes durante la represión ilegal. Por el otro, con pretendida sofisticación, la de aquellos que, esbozando la importante trayectoria intelectual del flamante ministro, lo hicieron en nombre de la “provocación”, supuesta cualidad de los rupturistas e innovadores. La primera fue descalifica por peso propio. La segunda es, como mínimo, una pobre justificación. ¿Qué aporte hizo el inefable Posse al debate de ideas? ¿Rescatar a las instituciones militares? ¿Cuáles? ¿Las del pasado reciente, las de la tercera guerra mundial? ¿Equiparar a la justicia con actos de venganza? ¿Descubrir una supuesta “persistencia gramsciana” del kirchnerismo? ¿Desempolvar la antigua amenaza de la revolución “socialguevarista”?

Posse como intelectual resultó, en esta oportunidad, sólo un provocador. A secas. Un detractor, apenas, rencoroso y poco original. Nada hay en su discurso de ruptura e innovación. La incontinencia verbal no es un mérito, generalmente es un síntoma.

No tenemos demasiados recursos para armar el futuro, sólo la experiencia y la creatividad nos aproximan a lo desconocido. Sin embargo, tanto los que proponen “archivar el pasado” sin más trámites como aquellos que sugieren volver a fórmulas “ya probadas”, ignorando nuevas realidades y viejos fracasos, se complementan en una perversa danza que atrapa y distrae. Son dos caras de una misma moneda. ¿No sería más creativo reconocer que estamos ante conflictos que no admiten soluciones simplistas? ¿Nada más hay para decir, a derecha e izquierda, que las mismas verdades reveladas de siempre? ¿Por qué el pasado es el único bien no renovable en la Argentina?

Tienen suerte los adversarios del macrismo. Si éste es el inicio de la batalla de ideas que desarrollará la derecha de ahora en más, sólo deben limitarse –como lo han hecho hasta el presente muchos de ellos– a desempolvar viejas consignas. Y echarse a dormir. No hay nada nuevo bajo el sol: la historia empieza a repetirse como farsa.

El tío Carlos tenía razón. Mal que le pese a Posse.