John McCain contra Eduardo Galeano

No se quién será el ignorante que actualiza el Twitter del Senador John McCain, ex candidato a presidente de los Estados Unidos.

Hace un rato leo que publica un tweet diciendo: Chavez’s book – best cure for insomnia!!


El comentario, nacido del desconocimiento de la historia y la literatura latinoamericana y de la soberbia de los marketineros digitales de Mc Cain, hace referencia al libro “Las Venas abiertas de latinoamerica” de Eduardo Galeano, que Chavez le regaló a Obama.

¿Será que no conocen este ensayo escrito hace casi 40 años porque relataba claramente como fue saqueada América Latina?

Si más norteamericanos hubieran leído y comprendido las ideas de Eduardo Galeano, otra hubiera sido la historia de ese y otros países del mundo.

Los que tengan cuenta en Twitter y quieran responderle al Senador “Papa Frita” pueden hacerlo anteponiendo a su mensaje @SenJohnMcCain

Por suerte no todos son como los muchachos que escriben por Mc Cain.

Compartí este artículo con tus amigos de Facebook

Lo Judio y el Estado de Israel: a cultura judía se niega a sí misma

Carlos Gabetta, Director de Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, publicó un editorial en su edición de febrero de 2009 repensando la realidad del Estado de Israel.

Comparto con uds el artículo completo:

El último y mortífero ataque del Estado de Israel sobre la franja de Gaza generó protestas y acusaciones contra Israel en todo el mundo, en muchísimos casos formuladas por judíos. El autor propone una mirada abarcadora sobre el tema, que desemboca en la responsabilidad de la civilización y cultura de Occidente en la resolución del problema de Medio Oriente.

La cultura judía –de la cual la religión judía ha sido hasta ahora parte esencial– ha marcado como pocas los mayores logros de la evolución civilizatoria. Ese aporte es medular porque universal; lo extraordinario de lo judío es su universalidad. La única cultura –no pueblo, ni mucho menos etnia; esto último se ha perdido en la noche del tiempo– que se ha asentado en casi toda la Tierra, sin un centro, como el universo mismo, hasta la creación del Estado de Israel en 1948. Una errancia planetaria de dos mil años desde la destrucción de Jerusalén y del segundo templo por el Imperio Romano en el 70 d.C. y una desértica errancia anterior definieron su particular otredad y su importancia.

¿De dónde entonces el odio inaudito que los judíos han provocado en casi todas partes y casi toda época? ¿De dónde el antisemitismo? “Término en cierto modo absurdo, puesto que surge en el seno del islam”, apunta George Steiner (1), quien luego de enumerar los abrumadores aportes filosóficos, políticos, productivos, artísticos, científicos de los judíos en la historia, despliega una brillante hipótesis sobre el origen del antisemitismo.

Para Steiner los judíos serían los culpables de introducir leyes, reglas, normas éticas, contrarias a la naturaleza humana: “Tres veces en la historia occidental los judíos han luchado por presentar ante la conciencia humana el concepto del Dios único y las consecuencias morales y normativas de ese concepto (…). Los dictados morales surgidos del monoteísmo (…) profético del Sinaí son sumamente rígidos. La prohibición de matar, de cometer adulterio, de codiciar, de fabricar imágenes, por inocentes que sean, de comerciar con los dioses domésticos, con los espíritus tutelares, con los santos, es, en sí misma, indicio de una exigencia aún mayor. Implica la transformación del hombre corriente. Debemos disciplinar el alma y la carne, hasta tornarlas perfectas. Debemos crecer más allá de nuestra propia sombra. (…) Ni un ápice de nuestra complacencia natural, de nuestra libido, de nuestra falta de atención, de nuestra mediocridad y sensualidad escapa a los dictados morales y legales. (…) El ‘conviértete en lo que eres’ de Nietzsche, es la antítesis del mandamiento del Sinaí. ‘Deja de ser lo que eres, aquello en que la biología y las circunstancias te han convertido. Conviértete, aun a costa de un terrible precio de abnegación, en lo que podrías ser’. Eso es lo que ordena el Dios de Moisés, de Amós, de Jeremías”.

El segundo de los “tres momentos de imposición trascendente que el judaísmo le impone al hombre” es para Steiner el del Sermón de la Montaña. Siendo el mensaje del judío Jesús “un compendio de órdenes minuciosamente estudiadas de la Torá, de los salmos y de los profetas (…) el rabino-prodigio y salvador de la fe de Galilea llega más lejos. Exige a los hombres y a las mujeres un altruismo, un dominio de sí mismos, ‘antinatural’, contrario a los instintos, ante todo aquel que nos injurie u ofenda. (…) Debemos además compartir o regalar nuestras posesiones terrenales, convertirnos en mendigos, si es necesario, en beneficio de los desposeídos (…). La petición de Jesús de que ofrezcamos la otra mejilla, de que perdonemos a nuestros enemigos y perseguidores, de que aprendamos a amarlos, es casi inconcebiblemente contraria a la esencia humana. (…) La víctima debe amar a su verdugo. Una proposición monstruosa. Pero una luz surgida de lo insondable. ¿Cómo pueden cumplir semejante precepto los hombres y las mujeres mortales?”.

La tercera “llamada a la puerta –prosigue Steiner– es la del socialismo utópico, principalmente en su vertiente marxista. Junto con el cristianismo, el marxismo es otra de las herejías primordiales del judaísmo. La aportación teórica, práctica y personal de los judíos al socialismo radical y al comunismo pre-estalinista es claramente desproporcionada: véase cuántos de ellos figuraban entre los primeros mencheviques y bolcheviques o entre los miembros de la izquierda utópica y de los movimientos revolucionarios en toda Europa central. El marxismo seculariza, convierte a ‘este mundo’ en una tierra donde prevalece la lógica mesiánica de la justicia social, la del Edén abundante para todos, la de la paz.

En sus famosas notas manuscritas de 1840, Marx, tan rabínico en su alboroto y en sus promesas, predica un orden en el que la moneda de cambio deje de ser la del lucro y las posesiones: ‘el amor se cambiará por amor, la confianza, por confianza’, dice. Es, literalmente, la visión de Adán y de los Profetas; es la visión del Galileo.

La gran furia desatada en contra de la desigualdad social, en contra de la estéril crueldad de la riqueza, en contra de la hambruna y la misère innecesarias que aguijonea a Karl Marx, es precisamente la de Amós (…). En su forma más pura, tal como se plasmó en algunos de los kibbutzim socialistas y comunistas del primer sionismo, no existe la propiedad privada.

A cada cual según sus necesidades. Los niños son atendidos por toda la comunidad. Pero aunque atenúa tales absolutos, el marxismo exige una subversión total de las prioridades de la intimidad, de la adquisición, del egoísmo. (…) En el núcleo de cualquier programa socialista o comunista consistente hay una mística del altruismo, de la maduración humana, hasta alcanzar la generosidad. (…) En tres ocasiones, el judaísmo ha situado a la civilización occidental frente al chantaje de lo ideal. (…) Tres veces, como un vigilante enloquecido en plena noche (Freud incluso sacó a los hombres del sueño inocente), le ha gritado a la especie humana que se transforme en humanidad plena, que reniegue de su ego, de sus apetitos innatos, de su tendencia al libertinaje y al capricho.

En nombre del inefable Dios del Sinaí; del amor incondicional hacia el enemigo; en aras de la justicia social y la igualdad económica. Estas demandas son, en su reivindicación de perfección, irrefutables. (…) Los ideales de Moisés, de Jesús y de Marx martillean en la psique de L’homme moyen sensuel que intenta continuar con su imperfecta existencia. Creo que esta presión engendra odio (…). Nada resulta más insoportable que el hecho de que se nos recuerde recurrentemente, se diría que perpetuamente, lo que deberíamos ser y, de un modo tan evidente, no somos (…). Confieso no encontrar mejor explicación para la persistencia del antisemitismo más o menos mundialmente extendido después del Holocausto (…) Hitler lo expresó sin ambages: ‘El judío ha inventado la conciencia’. Después de eso, ¿cabe mayor afrenta?”.

El judío Marx

“Todo Estado que tiene a la religión como principio no es todavía un verdadero Estado; un Estado real”, afirmó Marx (2). Seguramente porque no venía a cuento para su propósito puntual, Steiner no entra en consideraciones sobre el significado profundo de las propuestas del último enorme judío profano, aunque su afirmación, dicha como al pasar, de que Marx es “tan rabínico en su alboroto y en sus promesas”, sugiere que no lo tiene muy en cuenta (en este sentido, no es casual que no mencione a uno de los maître à penser de Marx, el judío Spinoza). Marx fue sin dudas un alborotador político, social y filosófico, en la medida en que sus teorías “alborotaron” radicalmente miles de años de meditación universal, pero jamás se presentó como un profeta y mucho menos hizo “promesas”, sino llamados. ¿A qué? A la emancipación humana; al desasimiento de todo Dios, de todo mito, del idealismo filosófico. Los llamados de Moisés y Jesús se basaban en una promesa mítica y en una relación de ciega sujeción a un ente abstracto: tanto, que para los judíos, es inefable. Pero el “chantaje” al que el judío Marx sometió a la civilización occidental no es “ideal”, como afirma Steiner, sino “material”, el primero fundamentado.

Marx puso al hombre, por lo tanto al judío, frente al espejo. Demostró que su propia evolución histórica permite al hombre ver, verificar a partir de un cierto momento de esa evolución, que su futuro no está escrito y que nadie sino él mismo lo decide, al menos hasta donde su significancia en el cosmos lo permite. Que la relación dialéctica entre sus trabajos en la naturaleza y su cerebro; entre ese todo él, su propia historia y el universo, le permite ver, comprender, que su relación con los otros hombres, sus relaciones sociales, son el horizonte que está obligado a adoptar para seguir avanzando. No hay dioses, sólo hombres, y a partir de ahora, una posibilidad concreta, material, de Humanidad.

Sin dejar de reconocer por un instante la significación social histórica de las religiones, en el escrito de juventud citado –erróneamente tildado a veces de antisemita (3)– Marx se limita a demostrar que ahora es preciso desembarazarse de ellas. De todas, por lo tanto también de la judía.

En escritos posteriores, principalmente en El Capital, Marx anuncia (y en esto no hay nada de profético, sino demostración material, histórica, dialéctica) el punto en que se encuentran hoy mismo las relaciones sociales (el reparto de la riqueza) del capitalismo, el modo de producción que desde Marx a nuestros días ha acabado por imponerse en todo el planeta, algo que para el historiador materialista dialéctico Marx sucedería inexorablemente. Marx no podía prever las armas atómicas, químicas y bacteriológicas que hoy acabarían probablemente con la especie humana, o el cambio climático debido al hombre, pero demostró que la irracionalidad social inherente al capitalismo lo lleva históricamente a resolver sus crisis mediante guerras. En este sentido, cualquier desarrollo científico o técnico cabe en la concepción materialista de la historia de Marx, del mismo modo que la destrucción, tanto como la superación humanas, están implícitas en su materialismo dialéctico. El judío Einstein es la encarnación de esa dialéctica del avance humano: la física, dominada por el hombre, tanto promete ventura como amenaza con destrucción. Del hombre depende, y no de algún dios.

La encrucijada

Aunque comparte las imperfecciones de cualquier Estado moderno, el de Israel es en Medio Oriente un lunar democrático en un mar de “Estados monárquicos y/o teocráticos y/o despóticos en los que la democracia y los derechos humanos tienen la misma vigencia que tenían en la Europa cristiana medieval” (4), con la única excepción del Líbano. Se pueden decir muchas cosas a favor de árabes y persas en el conflicto de Medio Oriente, salvo que en el presente representen a la modernidad. No ha sido siempre así, en particular durante el medioevo cristiano occidental, cuando de modernidad ni se hablaba, pero ellos representaban lo más “moderno” en muchos aspectos. Pero a menos que se comparta el multiculturalismo extremo y el relativismo posmodernos profundamente reaccionarios -al que por cierto adhiere cierto progresismo beato- el atraso actual del mundo árabe y persa respecto a Occidente es innegable.

Ante los Estados y sociedades de confesión musulmana, el Estado de Israel se encuentra hoy en la misma situación de conflicto religioso que enfrentó a la religión judía, a los judíos, con el Estado germánico cristiano de mediados del siglo XIX, época en la que Marx agregó sus reflexiones a las de Bruno Bauer sobre la “cuestión judía”. El judío Marx reclamaba a los hombres su emancipación de todas las religiones, de la religión, como requisito de la emancipación humana. Pero también sugería otras cosas. El joven Marx estaba ya orientado hacia El Capital…

Puede que la creación del Estado de Israel sea una decisión histórica errónea (hay más de una opinión razonable sobre eso), pero es una realidad histórica desde hace 60 años, algo que Marx no hubiese dudado en aceptar y que no se puede dejar de lado. Marx habría puesto hoy nuevamente el dedo en la llaga de los mitos y la religión, en la verdadera naturaleza del Estado de Israel, que seguramente no habría diferenciado de la de ninguno de los grandes Estados capitalistas democráticos de la actualidad. “Los acontecimientos posteriores a su fundación (del Estado de Israel) hicieron que el poder y el control de las cosas acabasen en manos del ejército, de sus generales más implacables y de la derecha política, por lo general aliada al fundamentalismo judío. Del ideal comunitario de los pioneros casi nada queda y hoy Israel es un país ultracapitalista y colonialista más, aliado incondicional de Estados Unidos”, se ha dicho aquí (5). Y tanto más habría puesto Marx el dedo en esa llaga cuanto que sus análisis sobre la evolución del desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas y el punto de contradicción “antagónica” con las relaciones de producción capitalistas, al que arribarían tarde o temprano, se manifiesta hoy en la realidad del mundo (6). Es por eso que en el actual contexto de crisis capitalista globalizada, el conflicto religioso entre judíos y árabes va camino de convertirse en un conflicto mundial entre todas las religiones que se reclaman de un único y exclusivo Dios. Basta observar el derrotero del Papa Ratzinger… (7). Las supercherías se disputan el planeta entre sí al ritmo de las disputas entre sí de los productos de consumo por los mercados mundiales.

Si es cierto que “Israel es el único país que no puede permitirse el lujo de aceptar una derrota militar” (8), también lo es que jamás podrá obtener una victoria militar completa, a menos que asuma el riesgo de que su territorio, la región y quizá el planeta entero devengan un páramo radiactivo y que antes de llegar a ese extremo la vida de los judíos de todo el mundo se torne insoportable.

En el Estado de Israel conviven “una legislación que en algunos aspectos es de las más avanzadas y modernas (…) y principios religiosos que datan de más de tres mil años” (9). De allí que hoy se reproduzca entre Israel y los Estados árabes la misma vicisitud que Marx analizó entre judíos y cristianos en la Alemania del XIX. Puesto que Marx no hacía más que una separación de método entre Estado y sociedad y que para él “todo Estado (aun laico) que tiene a la religión como principio no es todavía un verdadero Estado; un Estado real (y) que el Estado se emancipe de la religión no significa que el ‘hombre real’ se emancipe de la religión”, su exigencia de hoy sería que el Estado y la sociedad de Israel se emanciparan de los “principios religiosos que datan de más de tres mil años”…

Si el Estado de Israel y los judíos “reales” no abandonan el mito de la Tierra Prometida en el que fundan toda su estrategia de aprovechar o crear cualquier oportunidad para desplazar a los palestinos; si en definitiva no dan esa prueba de superioridad civilizatoria –que es al fin y al cabo la de Occidente– ofreciendo un Estado y una paz justa a los palestinos, se habrán traicionado a sí mismos; renunciado a sus mejores tradiciones y a los principios fundamentales de su cultura (10).

Se dirá, con toda razón, que los árabes deberán hacer otro tanto. Pero el hecho de que en Israel estén representados en Medio Oriente los instrumentos materiales y los conceptos de civilización más avanzados, es lo que deposita en sus manos la principal responsabilidad.

En Medio Oriente se encuentra hoy el punto de ignición del destino humano. Es en el desarrollo y en la cultura del Occidente histórico, del que los judíos tanto han participado, que la posibilidad real de superar las contradicciones actuales del planeta en una síntesis positiva tiene más base material y conceptual; al menos para empezar. La especie dispone hoy de ese “invento de la conciencia” que el mono Hitler atribuía a los judíos y que lo espantaba.

Sólo si se llevan hasta el final las “revelaciones” del judío Marx, ese antisemitismo de profundas raíces que describe el judío Steiner tiene todas las posibilidades de pasar al desván de la Historia. Pero la política actual de Israel lo lleva exactamente en la dirección contraria. La abrumadora mayoría de las acusaciones que hoy se hacen al Estado de Israel –suscritas por muchísimos judíos en el mundo, que sin embargo lo defienden como tal– no está dictada por el antisemitismo, sino por las injusticias y atrocidades que ese Estado comete, aun en su propia defensa, y por los fines colonizadores que persigue.

En el conflicto de Medio Oriente y en la resolución de la crisis capitalista, problemas indisolublemente ligados, se juegan su propia esencia la cultura judía y el Occidente de la razón, la universalidad, el progreso, la democracia y los derechos humanos económicos y sociales.

1 George Steiner, Errata; el examen de una vida, Siruela, Madrid, 1998.

2 Karl Marx, À propos de la question juive, en Philosophie, Folio-Essais, Gallimard, París, 1982.

3 Maximilien Rubel, quizás el más notable comentarista y traductor al francés de Marx, señala que esas críticas no tienen en cuenta pasajes de “judeofilia” y que la “judeofobia” atribuida a Marx es también “cristianofobia”, en el sentido de que Marx ataca a la religión judía, a todas las religiones, demostrando que éstas son el principal obstáculo para la emancipación humana, en tanto perviven como reflejo de las relaciones sociales que es necesario superar para ese fin. Ibid.

4 Esta columna, “Fundamentalismos”, Le Monde diplomatique, ed. Cono Sur, Buenos Aires, agosto de 2006.

5 Ibid.

6 En una importante reunión realizada el mes pasado en París, el director de la Organización Mundial del Comercio, Pascal Lamy, señaló con sorna que “el orden del día no contiene el examen de alternativas al capitalismo…”. Fue una broma, pero no hace falta un análisis freudiano para entender que la cuestión está en el aire. Mientras tanto, El Capital se ha convertido en un best seller… Hervé Kempf, “Le chemin du postcapitalisme”, Le Monde, París, 15-1-09.

7 Ratzinger, Papa preconciliar cuyo empleo anterior fue ocuparse del Santo Oficio, acaba de levantar la excomunión a varios obispos del cisma ultraortodoxo lefevriano. Uno de ellos, el británico Richard Williamson, se había ratificado pocos días antes en su posición de negar el Holocausto y de que no existieron las cámaras de gas… Mónica Andrade, “El Papa reabre la herida judía”, El País, Madrid, 26-1-09.

8 Carlos Mendo, “¿Qué se quiere de Israel?”, El País, Madrid, 21-7-06.

9 “Israel”, Enciclopedia Universalis, París, 1998.

10 Ari Shavit, “Esta guerra destruye el alma de Israel”, Haaretz, Tel-Aviv, reproducido por Clarín, Buenos Aires, 17-1-09.

C.G.

Protesta: La guerra de Irak llega a San Francisco (FOTOS)

En noviembre pasado, la organización IVAW (Veteranos de Irak contra la guerra) realizaron una protesta denominada “Operation First Casualty” en el centro de San Francisco interrupiendo a los transeuntes y mostrandoles lo que se habían “perdido” por no haber ido a Irak.

“Civiles” voluntarios fueron detenidos, esposados y encapuchados por veteranos de Irak en una reacreción de lo que significó y aún significa la ocupación norteamericana en ese país.











Fuente: Indibay

The Wall: ¿Hasta cuando?

El muro criminal que construyó Israel, es parte de un sistema de unos 550 controles y bloqueos que han levantado las autoridades israelíes para controlar a la población de 2 millones de palestinos dentro de este territorio.

En la foto un niño palestino cruzando. La foto fue tomada ayer en Shuafat.

¿Hasta cuando seguirá la infamia?

Compartir

Altísima tasa de retorno de la inversión (ROI) en Adwords para Obama

En E.politics encontré una nota muy interesante que analiza los resultados de la estrategia de SEM (Search Engine Marketing) de la campaña online de Barack Obama.

Según el artículo, en dos recientes debates públicos, los miembros del equipo de nuevos medios de comunicación han hablado de la eficacia de los anuncios de Google en la creación de listas de simpatizantes, voluntarios y donantes para la campaña.

El jefe del equipo de email marketing, Stephen Geer se refirió al tema en una presentación que dió en RootsCamp, donde explicó que la publicidad en buscadores tiene una tasa “ridículamente” alta de retorno de la inversión en relación a la construcción de listas.

Joe Rospars dió más explicaciones en un evento organizado por NOI, donde dió a conocer que la publicidad contextual y en motores de búsqueda (adwords) fueron la columna vertebral de la campaña online y mantuvo una efectividad constante durante todo su desarrollo.

La clave está en que, según los datos del artículo, si comparamos el costo para conseguir donantes este tipo publicidad online superó todas otras opciones usadas. El retorno de la inversión (ROI) fue de casi 15 a 1. (15:1).

El objetivo de la campaña publicitaria era lograr nuevos suscriptores a su sitio. El núcleo de la estrategia de campaña fue obviamente relacionarlo a las búsquedas de “Barack Obama” pero también usaron algunos temas y noticias relacionados como palabras claves.

El equipo de nuevos medios de comunicación compró mucho menos publicidad tradicional y la inversión se focalizó en publicidad en búsquedas. Su herramienta de medición pasó de ser “Influencia en la discusión” a estar centrada en medir variables más concretas como el crecimiento de la base de suscriptores.

Si bien no es la primera utilización de SEM en campañas polícias online, su uso efectivo y su colaboración importantísima para lograr la presidencia para Barack Obama, hacen que las palabras de su equipo sean importantes para quienes trabajamos en movilización pública asociada a causas sociales o políticas.

Compartir en Facebook

El Papa Benedicto XVI, El Holocausto y Juan Pablo II


A raíz de mi opinión sobre el Papa Benedicto XVI y su decisión sobre levantar la excomunión a un obispo que negó el Holocausto publicada el sábado pasado en Twitter, se inició una discusión en mi perfil de Facebook sobre el tema con casi 60 comentarios.

Entre ellos, hay uno interesante de Pío Romero Carranza, amigo muy inteligente con el que tenemos ideas muy diferentes de ciertos aspectos de la vida pero que respeto mucho: “respecto a este Papa, es igual al anterior solamente que no es hipócrita ni carismático. Es notable como la mayoría le compró la sonrisa al anterior y ni se preocupó por el mensaje.”

Coincido totalmente con Pio.

Justamente sobre este tema, recordé un texto de Eduardo Galeano que leí hace poco y que me gustaría compartir para pensar un poco más quién era Juan Pablo II.

El Nombre más Tocado

En la primavera de 1979, el arzobispo de El Salvador, Óscar Arnulfo Romero, viajó al Vaticano. Pidió, rogó, mendigó una audiencia con el papa Juan Pablo II:

– Espere su turno
– No se sabe
– Vuelva mañana.

Por fin, poniéndose en la fila de los fieles que esperaban la bendición, uno más entre todos, Romero sorprendió a Su Santidad y pudo robarle unos minutos.

Intentó entregarle un voluminoso informe, fotos, testimonios, pero el Papa se lo devolvió:

– ¡Yo no tengo tiempo para leer tanta cosa!.

Y Romero balbuceó que miles de salvadoreños habían sido torturados y asesinados por el poder militar, entre ellos muchos católicos y cinco sacerdotes, y que ayer nomás, en vísperas de esta audiciencia, el ejercito había acribillado a veinticinco ante las puertas de la catedral.

El jefe de la Iglesia lo paró en seco:
-¡No exagere, señor arzobispo!

Poco más duró el encuentro.

El heredero de San Pedro exigió, mandó, ordenó:

¡Ustedes deben entenderse con el gobierno! ¡Un buen cristiano no crea problemas a la autoridad! ¡La Iglesia quiere paz y armonía!

Diez meses después, el arzobispo Romero cayó fulminado en una parroquia de San Salvador. La bala lo volteó en plena misa, cuando estaba alzando la hostia.

Desde Roma, el Sumo Pontífice condenó el crimen.

Se olvidó de condenar a los criminales.

Años después, en el parque Cuscatlán, un muro infinitamente largo recuerda a las víctimas civiles de la guerra. Son miles y miles de nombres grabados, en blanco, sobre el marmol negro. El nombre del arzobispo Romero es el único que está gastado.

Gastadito por los dedos de la gente.

El texto es parte del libro “Espejos”

La guerra y los niños.



Obviamente, llegué a este video por la hermana de un amigo que está viviendo en Israel. La parcialidad allí es árdua de encontrar, pero desde acá, podemos ayudar difundiendo, al menos, la parte de la verdad que nos golpea la puerta. Ojalá podamos demostrar que los “bandos”, no cuentan cuando se trata de la vida humana.

Si tienen material para aportar, háganlo.

¿De qué lado estás?

Yo, del de la vida.

¡GIVE PEACE A CHANCE!