Occupy, Indignados, Estudiantes Chilenos ¿Asistimos al surgimiento de un nuevo movimiento de rebelión global?

La semana pasada, juntos con colegas de Greenpeace, estuvimos reunidos con activistas de todo el mundo entre los que se encontraban Giorgio Jackson, lider de los estudiantes chilenos que se movilizaron a su país para reclamar educación pública y gratuita, Max Berger, uno de los líderes de Occupy WallStreet y Diego San Juan, miembro del movimiento de los Indignados españoles.

La semana pasada, juntos con colegas de Greenpeace, estuvimos reunidos con activistas de todo el mundo entre los que se encontraban Giorgio Jackson, lider de los estudiantes chilenos que se movilizaron a su país para reclamar educación pública y gratuita, Max Berger, uno de los líderes de Occupy WallStreet y Diego San Juan, miembro del movimiento de los Indignados españoles.

 

Junto a Giorgio Jackson

Más allá de las diferencias de cada movimiento y de sus reclamos puntuales hay varios puntos que, en la mirada de sus líderes tienen en común y que permitirían hablar de un movimiento global de resistencia.

La principal coincidencia entre todos es el surgimiento (o resurgimiento) de una organización descentralizada de estos movimientos surgidos principalmente a través de las conexiones generadas en y por las redes sociales que lentamente fueron provocando un movimiento integrador hacia actividades offline, con la ocupación de espacios públicos claves para las sociedades en donde están insertos. Otra coincidencia es el diagnóstico común sobre el origen de los problemas de la sociedad moderna: el poder desmedido de las corporaciones económicas a quien buscan poner un límite y la falta de vocación de los partidos políticos existentes para hacerlo.

Estos líderes que no se describen así mismos como iluminados conductores de los participantes del movimiento, sino como los encargados de ser voceros fieles de los reclamos consensuados en ellos, entienden que la mirada atenta de los otros activistas se posa sobre ellos y que no les permitirán desviarse de los acuerdos previos.

Estos grupos aparentemente desconectados entre sí, llevan adelante el germen de un futuro movimiento global. Es la semilla del cambio.

Hoy las nuevas tecnologías permiten que las personas se vean entre sí. Y esta mirada puede generar comportamientos y relaciones que antes eran impensadas. A esto apela, Kony 2012, la (muy controvertida) campaña viral del momento que busca que el mundo conozca a Joseph Kony, y que de esta forma continue la presión internacional para que se logre su captura.

En la descentralización de las decisiones y de las acciones radica la fuerza de estos movimientos. Y esto puede resumirse en una frase de Giorgio Jackson: “Entregando el poder, se genera más poder”, en referencia al crecimiento de ideas y actividades de apoyo al reclamo de los estudiantes chilenos que nacían y se llevaban a la práctica sin ningún control, supervisión o censura de los “líderes” de la protesta.

La integración de las actividades online/offline ya parece una obviedad para quienes desean impulsar una actividad exitosa y esa diferenciación ya ni siquiera es comprendida por los nativos digitales.

¿Qué pensás de estos movimientos? ¿Creés que podrán estructurarse como un movimiento global?

 

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El futuro de los Indignados en la mirada de Manuel Castells

El pensador Manuel Castells reflexiona sobre el futuro de los “indignados”

¿Qué sucederá con el movimiento nacido de las redes sociales españolas y que llevó a las calles a millones de jóvenes en búsquedas de una nueva democracia distinta a la propuesta por los partidos mayoritarios? El abandono de las plazas y los campamentos para entrar en una nueva etapa de reflexión puede dar, en lugar de provocar su desaparición como desea el establishment sino, un nuevo camino para el pueblo español.

Indignados

¿Adónde van los ‘indignados’?

Por Manuel Castells.

El movimiento de indignados surgido en el 2011 en España, Europa y Estados Unidos es una bocanada de aire fresco en un mundo que huele a podrido. Plantearon en redes sociales y en acampadas lo que muchos piensan: que la crisis la crearon bancos y gobiernos y la sufre la gente, que los políticos sólo se representan a sí mismos, que los medios de comunicación están condicionados y que no hay vías para que la protesta social se traduzca en verdaderos cambios porque en la política está todo atado y bien atado para que sigan pagando los de siempre y cobrando los de siempre. Por eso durante meses decenas de miles de personas participaron en asambleas y manifestaciones y por eso la mayoría de la ciudadanía (hasta el 73% en España) compartió sus críticas. Y todo ello de forma pacífica, excepto la violencia resultante de cargas policiales excesivas, que han llevado a sus responsables ante el juez. El movimiento tuvo la madurez de levantar las acampadas cuando sintió que las ocupaciones se cocían en su propia salsa y que a las asambleas diarias sólo asistían los activistas.

Pero no desapareció el movimiento, sino que se difundió por el tejido social, con asambleas de barrio, acciones de defensa contra injusticias, como la oposición a desalojos de familias, y extensión de prácticas económicas alternativas tales como cooperativas de consumo, banca ética, redes de intercambio y otras tantas formas de vivir diferente para vivir con sentido.

Aun así, el acoso mediático, policial y político que ha sufrido el movimiento, que en algún momento llegó a asustar a las élites dirigentes por su posibilidad de contagio, ha conseguido crear la impresión de que el movimiento ha quedado limitado a algunos jóvenes idealistas o unos pocos exaltados. Basta con cerrarse en banda y dejar que se cansen. Los partidos de izquierda pensaron pescar en río revuelto para realimentar sus menguantes huestes, pero lo dejaron al ver que los nuevos rebeldes ya tienen claro que por ahí no va el cambio por el que luchan. Pese a la hostilidad de los poderes fácticos, el movimiento ha continuado, ha mantenido su deliberación en asambleas, comisiones y por internet, y sigue contando con respaldo popular cuando surgen iniciativas concretas donde sale a la superficie el trabajo cotidiano de quienes no se resignan a que todo siga igual.

Aun así, la determinación de crear nuevas formas de acción transformadora sin liderazgo formal y sin organizaciones burocráticas conlleva dificultades considerables en el desarrollo del movimiento. Por un lado, no valía la pena llegar hasta aquí para volver a reproducir un modelo de activismo que ya ha fracasado repetidamente. Por otro lado, lo esencial es un vínculo entre la deliberación y acción en el movimiento y la conexión al 99% que el movimiento quiere representar. Buscando nuevas vías, en el 15-M se está planteando un debate en profundidad sobre cómo mantener a la vez la acción y la innovación de formas de organización y elaboración estratégica del propio movimiento. El 19 de diciembre pasado, tras una discusión en asamblea, la Comisión de Extensión Internacional de la Puerta del Sol de Madrid decidió suspender su actividad y declararse en reflexión activa indefinida. “El espacio público que habíamos redescubierto ha vuelto a ser sustituido por una suma de espacios privados… El éxito del movimiento depende de que seamos de nuevo el 99%. Aunque no tengamos la respuesta de qué tiene que venir después, qué forma puede tomar el reinicio que necesitamos, entendemos que el primer paso para escapar de una dinámica equivocada es romper con ella: parar, detenerse y tomar perspectiva”, fue la argumentación.

Aunque esta actitud no necesariamente refleja el sentir de otras asambleas y comisiones del 15-M, es significativa porque evidencia la capacidad de autocrítica y autorreflexión que caracteriza este movimiento. Sólo así puede construirse un nuevo proceso de cambio que no desnaturalice sus objetivos de democracia real en las formas de su existencia. Porque adónde se llega depende de cómo se hace para llegar, cualesquiera que sean las intenciones. Si la cuestión es cómo se conecta con el 99%, ¿cómo se opera esa conexión? Lo esencial en todo movimiento social es la transformación mental de las personas. El poder imaginar otras formas de vida, el romper la subordinación a la manipulación mediática, el sentir que muchos piensan como uno mismo y en perder el miedo a afirmar sus derechos y sus opiniones. En ese sentido, hay múltiples indicaciones de que la gente está cambiando, de que el 15-M hizo visible la indignación y alimentó la esperanza, y que aunque haya menos participación en las asambleas de activistas, muchas personas en su ámbito están ocupando su espacio cotidiano y tratando de buscar vínculos con otras experiencias similares. Tienen claro que el cambio no pasa por elecciones como estas. El triunfo del PP, magnificado por una ley electoral no representativa del voto, no fue tal (400.000 votos más que en el 2008), sino una debacle socialista que ejemplifica el hastío con los supuestos representantes de intereses de los de abajo. Y también se tiene claro que la crisis va a peor sin que nadie sepa gestionarla. Frente a eso, la gente busca sus propias soluciones. Contando con redes de solidaridad cada vez más numerosas. Y apoyando acciones reivindicativas allá donde surgen. Esa transformación mental y esos múltiples cambios cotidianos pueden activarse a niveles más amplios, en formas todavía por descubrir, conforme se vaya quebrando la normalidad. No se trata del viejo mito comunista del súbito desplome del capitalismo, sino simplemente de saber que la economía europea se hunde en la recesión, que la cobertura social se diluye, que la política se enroca y que los ciudadanos siguen indignados y son cada vez más conscientes.

El 15-M existe en esa conciencia. Y, como el agua, irá encontrando sus propias vías hasta hacerse torrente conforme la situación se haga crítica. Afortunadamente, porque la alternativa a esa protesta pacífica y constructiva es una explosión violenta y destructiva.

Fuente Original La Vanguardia

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