Guerrilla Marketing para refrescarte la memoria


La Asociación para las Familias con Alzheimer (AFAL) lanzó una campaña en las calles, para promocionar su iniciativa “Regala Memoria“.

Este emprendimiento de recaudación se basa en la venta de una memoria USB de 1 GB a un costo de €10,25.

La idea de esta acción es hacerle sentir a la gente lo que siente un enfermo de Alzheimer.

Tragandose un sapo (Literal)

Comiendo el otro día con los chicos en “Los Tacheros”, nombre que le dimos al barcito donde almorzamos habitualmente, ojeaba el diario “Popular” cuando encontré esta noticia, que no pude resistir la tentación de fotografiar y compartir con uds.


Siempre que leo este tipo de noticias, me queda la duda si serán o no reales.

Si lo son, es porque la realidad supera la ficción. Si son inventadas, un aplauso para esas mentes fumetas por su creatividad sin límites y su falta de temor al ridículo.

Sarlo y la mirada sobre los intelectuales del kirchnerismo

Hoy Beatriz Sarlo publicó una interesante nota en La Nación donde analiza el rol de los intelectuales kirchneristas y lo relaciona a otras posturas anteriores de intelectuales del peronismo original.

En el país de los fiscales ideológicos

Lanzados a la ardua tarea de darles sustento a las políticas del Gobierno, los intelectuales kirchneristas, hijos de la llamada izquierda nacional, parecen reclamar para ellos el derecho a definir quiénes son los intérpretes válidos de la voluntad popular, quién es progresista y quién artífice de una nueva derecha, según se apoyen o no las iniciativas presidenciales. ¿Cuál es el debate posible si cada crítica es leída como una conspiración?

Por Beatriz Sarlo

No es la primera vez en la historia de los últimos setenta años que intelectuales peronistas juzgan quién es verdaderamente de izquierda y quién es de derecha en la Argentina. Carlos Altamirano recuerda que el tema del divorcio entre las elites culturales y el pueblo es todavía más viejo y que fueron los nacionalistas de los años treinta los que denunciaron a quienes, en palabras de Ramón Doll, fueron responsables de que “nuestra cultura haya vivido siempre desasida, desprendida del país”. El nacionalismo reaccionario transformó a la pequeña burguesía ilustrada en objeto de su desprecio o en explicación de un prolongado desencuentro con la nación. Pero la condena de los intelectuales por cosmopolitas e incapaces de comprender la fuerza transformadora del pueblo realmente existente también es ejercida por quienes llegaron al nacionalismo desde el marxismo o el trotskismo.

En 1960, Juan José Hernández Arregui publicó un libro denso y muy citado en los años que siguieron, La formación de la conciencia nacional. El título designaba el proceso secular durante el cual las masas criollas fueron expropiadas por la oligarquía terrateniente, el imperialismo británico y los hijos de la inmigración que despreciaban la cultura y el territorio donde habían prosperado. Sólo la llegada del peronismo, en 1945, habría permitido que una conciencia nacional en ciernes comenzara su largo camino aunque atada a los límites que el mismo Perón impuso a su movimiento.

Hernández Arregui es severo con la pequeña burguesía intelectual que, en su opinión, nunca entendió a la clase obrera ni tocó el basalto criollo de la Argentina profunda. Más culpable que Perón mismo, por lo tanto, en las inconsistencias del peronismo que quedó encerrado, por defección y dogmatismo de los intelectuales, dentro de las posibilidades ideológicas del líder. Por esos mismos años, Rodolfo Puiggrós publicaba los tomos de su Historia crítica de los partidos políticos , que condena no sólo al Partido Comunista, del que provenía Puiggrós hasta que encontró en su camino a las masas movilizadas por Perón, sino también a los socialistas. Otro fiscal de la izquierda fue Jorge Abelardo Ramos, que no puede ser más cruel con los socialistas a quienes acusa de todas las mezquindades: pequeña gente ilustrada pero irremediablemente tonta, extranjerizante y, como los comunistas y los gorilas, despreciativa de las masas populares. La gran pluma polémica del trotskista filoperonista Ramos ya era conocida porque, con el seudónimo de Víctor Almagro, había escrito cotidianamente en Democracia , el diario del gobierno, entre 1952 y 1955.

Si bien Hernández Arregui y Puiggrós no son mencionados por el nuevo secretario de cultura Jorge Coscia, es imposible prescindir de ellos para hacer la historia de las ideas del peronismo juvenil setentista. Coscia se limita a una línea de esa Gran Tradición que mezcla cantantes, poetas del tango, escritores y publicistas: Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Cátulo Castillo, Hugo del Carril, Rodolfo Walsh, Enrique Discépolo, Homero Manzi, el uruguayo Methol Ferré, Jorge Abelardo Ramos, Jorge Spilimbergo, Blas Alberti, Norberto Galasso. La mención de estos cuatro últimos, para cualquiera que conozca las fracciones de la izquierda de los años sesenta y setenta, significa una sobrerrepresentación del Partido Socialista de la Izquierda Nacional, fundado por Jorge Abelardo Ramos, compañero de ruta del peronismo hasta que su fundador terminó como embajador de Menem en México; ese partido fue también la primera estación política de Ernesto Laclau.

En ese comienzo de La formación de la conciencia nacional , Hernández Arregui sintetiza uno de los temas del debate de ideas que todavía hoy resuena en las esquinas donde Carta Abierta lee sus manifiestos. Define una posición clave “contra la izquierda argentina sin conciencia nacional y el nacionalismo de derecha, con conciencia nacional y sin amor al pueblo”. Es decir, una izquierda que no entendía la Nación y una derecha que decía entenderla pero despreciaba la Nación popular concreta. La alternativa podría reformularse hoy en los siguientes términos: un republicanismo sin conciencia popular y un populismo sin amor por las instituciones de la República. Como sea, un dilema para los intelectuales de Carta Abierta.

Mito identitario

Sin embargo, no se ha demostrado todavía que todos aquellos que reclaman más república lo hagan para impedir solapadamente que se expandan las reformas sociales de carácter popular que serían patrimonio del Gobierno. En primer lugar, porque nadie ha probado que esas reformas sean ni profundas ni eficaces ni duraderas. En segundo lugar, porque nadie ha demostrado todavía la insensibilidad de varias líneas radicales o de origen radical, ni de las líneas principales del partido socialista (excluyo a los socialistas que se pasaron al kirchnerismo). Tampoco podría afirmarse, sin más, que políticos que reivindican al gobierno, como Sabatella o Heller, sean automáticamente antirrepublicanos. Más bien, son claramente herederos de una vieja estrategia del Partido Comunista: la de criticar lo negativo y apoyar lo positivo, algo más fácil de decir que de hacer, y que Sabatella frasea exactamente como se fraseaba en el partido donde comenzó su experiencia de militancia.

El dilema descrito por Hernández Arregui es, sobre todo, la forma en que el peronismo de izquierda (es decir los peronistas que se sienten progresistas y peronistas, no el Partido Justicialista) elige designar sus dificultades. John William Cooke, en una temprana carta a Perón que todavía estaba exiliado en Caracas, ya afirma que “ninguna otra fuerza política argentina ha demostrado poseer la cohesión ideológica y social y la dinámica revolucionaria” del peronismo. La convicción expresada en 1957 recorrió un largo camino. Es más que una descripción política, un mito identitario. Diez años después, Cooke seguía convencido de que el peronismo es “revolucionario por esencia”.

Hoy se diría: el peronismo es democrático por esencia, porque allí están, o estaban o siguen estando, pero cada vez un poco menos, aquellos sujetos que pueden ser concebidos como los sujetos de la democracia: el peronismo es el pueblo. En consecuencia, si la revolución está a la orden del día, como lo estuvo para muchos de nosotros en el pasado, la revolución se llama peronismo y sólo se trata de que la burocracia peronista y, en ocasiones el mismo Líder, sean conscientes de este hecho ineluctable. Y si lo que está a la orden del día es la democracia y la redistribución, el peronismo lleva su nombre y no puede traicionarlas.

Por eso, la palabra traidor tiene un valor tan fuerte dentro del peronismo: se traiciona un mandato que viene desde las masas portadoras de una “esencia”, confiada en un momento a Perón, pero que sigue siendo su sustancia constitutiva. Contra esto no hay nada que hacer. Jorge Coscia, en su primer discurso como secretario de cultura, repitió lo que repiten los custodios de la esencia: nunca habrá reconocimiento suficiente para los que a su vez supieron reconocer en el pueblo la verdad de la Nación. Siempre se hablará poco de Scalabrini Ortiz o de Rodolfo Walsh, aunque la Argentina tenga centros culturales, avenidas, plazas y bibliotecas que se inauguren homenajeando la Gran Tradición.

Es alineada en esta Gran Tradición que la Presidenta no mide sus palabras: le contaron una obra de teatro sobre Dorrego, se le activa el pasado estudiantil revisionista y se identifica con Dorrego; le regalan un volumen con escritos de Sarmiento y responde que “ella no es muy sarmientina”. ¿Qué anécdota estará recordando, qué fogón estudiantil? Sin embargo, el peronismo habilita estas respuestas: en los años setenta, todos sabían que no había que ser sarmientino y que, en cualquier caso, Dorrego era preferible a Lavalle. Era el sentido común de la juventud radicalizada.

Producir un “sentido común”, en el sentido de Antonio Gramsci, es una victoria cultural posiblemente irrepetible, porque (y en esto coincido con los intelectuales de Carta Abierta) el sentido común hoy no circula por espacios autónomos de la esfera pública sino en los medios. En realidad el kirchnerismo nunca fue hegemónico en un sentido gramsciano, porque no tiene los medios intelectuales para construir una hegemonía cultural. El cualquierismo cultural que va de Nacha Guevara al nacionalismo visceral y macho de Coscia no es una hegemonía cultural.

El primer peronismo se implantó sobre la base del derecho a tener derechos. No todos los reclamos eran atendidos, pero, en la imagen que prevalecía para los peronistas, todos los reclamos sociales eran justos. Esto implica un “sentido común” que une transformación cultural y cambio en las condiciones materiales de vida. Fue la novedad del peronismo incluso cuando descabezaba un dirigente sindical retobado o reprimía una huelga. A su manera, el peronismo de 1945 a 1955 se sentía “revolucionario por esencia”.

Hoy esto no sucede. Carta Abierta avanza algunas explicaciones y señala entre los responsables a una Nueva Derecha. “No duda en reclamar para sí lo mejor de la tradición republicana y democrática; es una nueva derecha que no se nombra a sí misma como tal, que elude con astucia las definiciones al mismo tiempo que ritualiza en un mea culpa de pacotilla sus responsabilidades pasadas y presentes con lo peor de la política nacional, bendecida por frases evangélicas que llaman oscuramente a la vindicta de los poderosos que aprendieron a hablar con préstamos del lenguaje de los perseguidos”.

Una Nueva Derecha caracterizada de este modo existe como fracción de la política nacional y, si ha avanzado más de lo que podía preverse, es por la incapacidad del justicialismo de defender sus programas y de llevarlos a la práctica. Si actualmente hay tantos o más pobres que en el 2005, es trivial solicitar a cualquier sector que no se refiera a los pobres; esos favores no se piden ni se hacen en ninguna parte del mundo. Los intelectuales de Carta Abierta pueden defender sus banderas para que no se las arrebate la Nueva Derecha, pero lo primero que tienen que hacer es exigir a su gobierno que no las abandone en cualquier parte para que ésta decore sus propios palcos. Todos debemos denunciar el travestismo de los discursos políticos, pero también las condiciones que hacen que esos lenguajes travestidos sean escuchados y parezcan más verdaderos que los discursos que, hipotéticamente, no se han disfrazado de lo que no son. Quizás la batalla sea difícil, pero no se ganará solamente denunciando lo que la Nueva Derecha le hace al Gobierno, sino lo que el Gobierno deja de hacer y sus partidarios han tardado tiempo en señalar, aunque en la última Carta Abierta se lean los cimbronazos del desencanto con el gobierno.

Una nueva política

Los intelectuales de Carta Abierta denuncian de un modo con el cual no puede sino acordarse que “El descrédito de lo político comienza por destituir a las masas populares y sus imperfectas maneras, para hacer pasar por buenas sólo las supuestas movilizaciones pastoriles”. Muchos discutimos durante todos estos años la idea demasiado simple de un espacio público organizado geométricamente para que las manifestaciones de unos (piquetes urbanos y rurales) no obstruyan el derecho de otros. El espacio público es siempre un espacio en conflicto porque allí se enfrentan derechos igualmente legítimos pero momentáneamente incompatibles. En los peores años de la crisis, la ocupación del espacio público fue, en ocasiones, el único modo de hacer visible el reclamo de quienes estaban cayendo en la miseria. Ocupar fue la única forma de que acudieran allí la televisión y los diarios que, en esos momentos, no parecían los protagonistas satánicos que hoy son para Carta Abierta. Algunos dijimos que era posible criticar a D´Elía, separándolo de los miles de piqueteros que eran masa de maniobra sin poder aspirar a otra condición. Criticar el cúmulo de imperfecciones del kirchnerismo no es atributo de la Nueva Derecha sino de todos los que queremos una nueva política.

En realidad, si hay una Nueva Derecha de base rural, es menos probable que provenga de una conspiración destituyente que de la torpeza con que Kirchner manejó el conflicto, haciendo exactamente lo contrario de lo que habría aconsejado Perón y cualquier otro político sensato: dividir ese conflicto en varios frentes diferenciados por sus reclamos, negociar y conceder allí donde fuera posible, impedir la escalada, conversar como se lo aconsejaron desde Alberto Fernández hasta, en un momento inesperado, Hugo Moyano. El que azuzó a la reacción fue Kirchner, no la Iglesia ni el partido radical ni los intelectuales opositores.

Kirchner se guió simplemente por la temperatura que recalientan los medios audiovisuales, porque no tuvo claridad intelectual para manejar un conflicto complejo. Nombró a los ruralistas su enemigo principal, mientras que, con menos gasto, hubiera podido tener a algunas de las organizaciones de la Mesa de Enlace almorzando en el quincho de Olivos. Ideologizó el conflicto, pero no porque acertara en distinguir allí las líneas ideológicas y socioeconómicas y tomara partido, sino porque las emblocó creyendo equivocadamente que todos eran miembros de la restauración negra. Tuvo una visión conspirativa que siempre es la peor de las interpretaciones.

Los intelectuales de Carta Abierta insisten hoy con una interpretación que también puede ser pensada como conspirativa: “En una iglesia de Liniers, en los palacios vaticanos, en los palcos ruralistas y en los grandes medios se agitan hilos que provienen del mismo ovillo”. Por eso concluye: “Sin retenciones hay limosna. Con retenciones: debate público y politización”. Los partidos políticos han propuesto comenzar un diálogo sobre políticas sociales con soluciones distintas de lo que ha propuesto el Gobierno hasta el momento. El gobierno no ha querido escuchar. A esta ausencia de escucha los intelectuales de Carta Abierta la llaman “debate público y participación”. ¿En qué sujetos del debate están pensando? ¿Van a excluir a todos los que no se juramenten en favor de la política de retenciones del Gobierno? El debate es técnico además de político y los intelectuales de Carta Abierta harían bien en tomar en serio esa dimensión técnica sin apresurarse a responder (porque es sabido) que todo lo técnico es político.

Como los intelectuales de Carta Abierta, también me parece indispensable una mayor politización del debate. Para que sea más politizado y más denso culturalmente tiene que haber sujetos cuyo derecho al debate se reconozca. El debate no es algo que se acepta cuando falló lo demás ni un último recurso al que se llega porque no hay más remedio. No voy a pedir que la Presidenta responda con temperamento tranquilo, porque en política no se pide lo imposible. Pero creo posible que los dilemas sobre quién interpreta la verdad de la hora no vuelvan a repetirse. Afortunadamente el kirchnerismo no es nuestra última oportunidad.

Hitler y el Sida (Video)

Una jugada campaña sobre SIDA, la cual ha sido diseñada por Regenbogen e.V. junto con la agencia de publicidad “das comitee”.

El mensaje es muy fuerte y claro: “El sida es un asesino de masas”, dice el nuevo eslogan.

Además de Hitler la controversial campaña utiliza las figuras de Stalin y Saddam.

World AIDS Day Ad: Hitler from ANIMALnewyork.com on Vimeo.

¿Qué pasa con la Ley de Radiodifusión?

Miguel Jorquera, un excelente periodista y ex compañero en El Diario de Morón, escribió esta nota explicando lo que pasó ayer con la Ley de Radiodifusión al tratarse en varias comisiones.

Foto: Rob Mac

Y un día arrancó. Después de casi veintiséis años de democracia, el Congreso empezó a debatir ayer el proyecto oficial de Servicios de Comunicación Audiovisual que reemplazaría a la ley de Radiodifusión dictada por la última dictadura militar.

El plenario de las comisiones legislativas de Comunicación, Presupuesto y Libertad de Expresión de la Cámara de Diputados escuchó, realizó preguntas y propuso modificaciones sobre la iniciativa al titular del Comfer, Gabriel Mariotto, que se comprometió a “explorar” las propuestas para “hacer la mejor ley”.

El martes próximo comenzará una seguidilla de audiencias públicas “sin restricciones”, que en principio abarcaría hasta el jueves, aunque podrían extenderse aún más. El núcleo duro de la oposición al proyecto –el radicalismo, la Coalición Cívica, el PRO, el peronismo disidente y el cobismo– se abroqueló detrás de la propuesta de la Comisión de Libertad de Expresión, que preside la radical Silvana Giúdici, de extender las audiencias públicas a siete regiones del interior del país y amenazó con retirarse del debate si no se cumplía su exigencia. Ahora, la oposición ya piensa en convocar a audiencias paralelas, en pos de su objetivo de estirar todo lo posible el tratamiento del proyecto en el recinto.

Fue una extenuante jornada marcada por los vaivenes políticos en las más de ocho horas de discusión. Poco después de las seis y media de la tarde, el kirchnerismo y sus aliados más fieles se impusieron en una votación nominal del plenario, que convocó al inicio de las audiencias públicas a partir del martes próximo y que también están pautadas para miércoles y jueves. El viernes 11 por la mañana volverá a reunirse el plenario de comisiones para definir cómo continuará el recorrido parlamentario del proyecto por la Cámara baja.

Algunos legisladores kirchneristas especulaban que el viernes que viene ya podrían emitir dictamen de mayoría. Otros, en cambio, auguran que antes sería mejor repasar el porotómetro: “No somos suicidas. Vamos a bajar al recinto sólo cuando tengamos los votos”, precisaron a Página/12.

Los miembros de la conducción de la bancada oficialista ya están abocados, junto a técnicos del Comfer, a realizar modificaciones para darle mayor precisión al texto del proyecto e introducir algunos cambios en los temas más cuestionados por opositores y aliados: las características y composición de la autoridad de aplicación, ponerle límites al ingreso de las telefónicas al negocio de los medios de comunicación y modificar el artículo 40 sobre la revisión cada dos años de las licencias.

Estos reclamos unifican a todo el arco opositor. Pero también a algunos oficialistas y aliados que impulsan la ley: una lista que abarca a los peronistas chubutenses –como lo expresó en el plenario Juan Pais–, los radicales K y los bloques de centroizquierda que incluye a Solidaridad e Igualdad, Proyecto Sur, Libres del Sur y Miguel Bonasso.

Antes, el propio Mariotto fue quien abrió las puertas a las modificaciones en sus respuestas. El interventor del Comfer dijo que “no está en el espíritu del proyecto revisar cada dos años las licencias, sino aspectos que tienen que ver con la incorporación de nuevas tecnologías como la digitalización del sistema”, pero que estaba dispuesto a revisar la redacción del artículo para darle “mayor precisión y despejar dudas”.

Mariotto defendió que la autoridad de aplicación quedara en manos del Gobierno “porque no hay antecedentes en la legislación internacional, aun en los países más avanzados, que esta atribución se maneje con otros criterios”. Aunque se mostró más permeable y pidió los textos de las propuestas para modificar la composición de los organismos de control como el Consejo Federal y la Comisión Bicameral.

También explicó los “límites que el proyecto impone a los nuevos jugadores” que habilita la iniciativa: las telefónicas. Aseguró que tendrán las mismas restricciones que el resto de los operadores: “No podrán pasar más allá del 35 por ciento del mercado, el tope de 24 licencias y la composición del 70 por ciento de capital nacional”. Pero dejó abierta la recepción de otras sugerencias en la redacción del texto.

A propósito de este último punto, Eduardo Macaluse y Carlos Raimundi, de SI, advirtieron a Mariotto sobre el cuidado que debería tener la redacción final del artículo que establece la necesidad de una mayoría de capitales nacionales, por lo que establecen los Tratados de Protección de Inversiones (TPI), firmados con 54 países. Lo que podría exponer a la futura ley a reclamos judiciales en tribunales internacionales.

Pero la jornada de discusión se había iniciado con un revés para el oficialismo. La Comisión de Libertad de Expresión fue citada por Giúdici una hora antes del plenario y logró emitir una propuesta –que nucleó al grueso de la oposición– para prolongar el debate por dos meses en siete regiones del interior del país. La propuesta fue llevada al plenario como condición para iniciar el debate. Incluso, Giúdici insistió que había que discutir la metodología antes de escuchar a Mariotto y hasta amenazó con retirarse del plenario. La intervención de otros opositores lograron apaciguar los ánimos y encaminar la apertura del debate. Sólo la encendida intervención opositora al proyecto de Patricia Bullrich le dio pie a Giúdici para volver a la carga, sin suerte, con su reclamo.

“Fue una provocación política. Giúdici primero reclamó la incorporación de su comisión al plenario y después rompió el acuerdo. Sólo quieren prolongar indefinidamente el debate”, dijo el jefe del bloque K, Agustín Rossi.

La votación volvió a poner en discusión el insistente reclamo de la diputada radical. Giúdici cuestionó primero algunos aspectos de la votación –que terminó 34 a 24 a favor del oficialismo–, pero ya tenía en mente otra salida: convocar a audiencias paralelas. Habrá que ver qué sectores de la oposición deciden acompañarla en la confrontación.

Tudu bom, tudu legal

¿Se acuerdan de Don Carlos? Creo que a esta altura no hace falta mostrar la polémica publicidad de que realizo la AFIP para promover el blanqueo de personal. Mucho se hablo ya del tema, y la verdad no es para menos. Dicha publicidad es una vergüenza mire por donde se la mire. Básicamente habla de como Don Carlos “salva el boliche” teniendo durante ocho años a empleados laburando en negro, pero claro con el nuevo programa de la AFIP ahora esta “tudu bom, tudu legal” y “estamos contentos”.
Tan odiosa sera dicha publicidad, que incluso hay una página en facebook bajo el rotulo: “Don Carlos es un pelotudo“con mas de 60 mil fans.

Una salida bastante mas piola me pareció la que se utilizo en Rusia para comunicar el empleo de personal en “negro”. La compartimos con ustedes: