Un ecocida llamado Romero

El Diario Crítica publicó ayer una muy buena nota de Miguel Bonasso, donde analiza la conducta del ex gobernador de Salta, Juan Carlos Romero, quién autorizó el desmonte de un millón de hectáreas.

La desertificación amparada por el actual vicepresidente del Senado nacional en el territorio salteño supera a toda la tala realizada en un año en el resto del país. El permiso de Juan Carlos Romero a favor de grandes grupos económicos se produjo durante los meses en que se trataba la Ley de Bosques en el Congreso. La magnitud de la destrucción de bosques nativos alimenta el peligro de “cambio climático”.

En el curso de 2007, su año final como gobernador de Salta, el actual vicepresidente del Senado, Juan Carlos Romero, autorizó el desmonte de 478.204 hectáreas de bosques nativos.

Si se piensa que el total de lo desmontado en todo el territorio nacional alcanzó en 2006 la ya desbordada suma de 300 mil hectáreas, podemos afirmar –sin retórica– que estamos en presencia de un verdadero ecocidio. Que no sólo afecta a Salta sino al conjunto de la Nación, enfrentada a una verdadera emergencia forestal.

Lo que resulta altamente significativo es que el ex gobernador Romero (PJ-Frente para la Victoria) se apuró a otorgar estos permisos (en general a grandes grupos económicos) en el lapso que medió entre el tratamiento en Diputados de mi proyecto sobre Ley de Bosques (noviembre de 2006) y la sanción definitiva del Senado (noviembre de 2007). La ley, ya promulgada por el Ejecutivo en diciembre de 2007, establece la prohibición de realizar desmontes debosques nativos, en tanto no se lleve a cabo por parte de las provincias un proceso de ordenamiento territorial que establezca cuáles no se pueden desmontar por ningún motivo y cuáles podrían ser parcialmente desmontados previa audiencia pública, donde intervengan representantes de los campesinos y los pueblos originarios que los habitan.

En todos los casos se exigirán, además, estudios de impacto ambiental realizados por instituciones serias y neutrales, como pueden ser las universidades. El plazo de esta moratoria en los desmontes es de un año a partir de la sanción de la ley.

La cifra total de los desmontes autorizados por Romero y su correspondiente desglose, mes por mes, fue oficialmente suministrada a este cronista por la secretaria de Política Ambiental del actual gobierno de Salta, la antropóloga Catalina Buliuvasich, que fue decana de la Facultad de Humanidades de la universidad provincial y una tenaz opositora a la depredación forestal perpetrada durante la gestión del actual vicepresidente del Senado. La presencia de esta funcionaria en el nuevo gobierno del joven Juan Manuel Urtubey podría indicar que el ex diputado salteño –que hizo carrera durante los años de Romero y luego pasó a las tiendas del kirchnerismo– estaría dispuesto a cumplir el compromiso que asumió como candidato ante las organizaciones campesinas y de los pueblos originarios que se reúnen en el Foro Provincial de la Agricultura Familiar.

Pero nada se puede asegurar mientras no haya indicios claros de que se va a respetar, a rajatabla, la ley que el ex gobernador intentó burlar.

De momento proliferan protestas y amparos de quienes podrían ser directamente perjudicados por la maliciosa “previsión” de Romero, que en noviembre de 2007, cuando la ley era finalmente sancionada por el Senado (que la hizo dormir durante un año), otorgó permisos de desmonte por un total de 168.872 hectáreas y en diciembre autorizó que las topadoras derribaran 63.919 hectáreas adicionales de selvas originarias.

Puede que el lector no alcance a imaginar cabalmente lo que esto significa, de qué manera influye para que la Argentina, otrora uno de los países más fértiles de la tierra, sea crecientemente desertificada por el monocultivo (la fiebre de la soja) y contribuya, de manera protagónica, al proceso de “cambio climático”, a la destrucción cada vez más acelerada de nuestro hemisferio y del planeta.

Para medir la magnitud de la catástrofe que nos amenaza, basta recordar que a principios del siglo XX había 150 millones de hectáreas de bosques nativos y que hoy nos quedan, apenas, 31 millones.

El tema, por cierto, no es paisajístico. Además de perder árboles centenarios, se amenaza la biodiversidad (que comprende más de una especie animal en peligro de extinción) y se expulsa de sus tierras, a palos o a balazos (ya lo contaremos en alguna ocasión), a comunidades campesinas que han vivido muchos años explotando racionalmente el ecosistema.

El dato sobre el achicamiento exponencial de nuestras selvas nativas suele citarlo Greenpeace, una de las organizaciones ambientalistas que han luchado con mayor denuedo contra esta depredación de la riqueza forestal.

Según esta ONG, el gobierno de Romero se puso a la cabeza de otras administraciones provinciales deforestadoras, al autorizar desmontes que representaban cinco veces y media más que los permitidos en 2006 y que equivalen a 21 veces la superficie de la ciudad de Buenos Aires. Greenpeace no exagera, como dicen sus detractores norteños: ellos habían contabilizado permisos por un total de 425.958 hectáreas; las cifras oficiales suministradas a Crítica de la Argentina elevan el guarismo a 478.204 hectáreas, porque incluyen propiedades rurales de 300 hectáreas o menos.

El dato, sin embargo, no debe llamar a confusión: no estamos aquí ante un presunto plan de desarrollo agropecuario, destinado a favorecer a pequeños y medianos productores y generar empleo en el campo salteño, como afirmaron diputados y senadores obedientes a Romero. El desglose de las propiedades donde se desmonta –según Greenpeace– incluye más de un latifundio superior a las 30 mil hectáreas y el promedio general –contabilizando 68 propiedades– es de 6.254 hectáreas. ¿De qué pequeños productores hablaba la senadora Sonia Escudero (un apellido premonitorio) cuando atacaba la Ley de Bosques?

Sin embargo, la valiente actitud de campesinos, pueblos originarios y organizaciones ambientalistas a favor de la Ley de Bosques hizo retroceder a más de un gran propietario.

Es el caso de Arcor S.A.I.C. que, el 14 de marzo de 2007, desistió voluntariamente del permiso de desmonte que la cómica Secretaría de Medio Ambiente de Romero le había otorgado para sus fincas Don Tito y Las Maravillas, en el departamento de San Martín. Hablamos de 43.814 hectáreas.

Lo que se diría “un pequeño productor”. No es, en cambio, el caso de El Álamo, una finca de 30.962 hectáreas, que pertenece a los hermanos estadounidenses Paul David y David Kent Gabel, dueños de la firma Quebracho Colorado, que el año pasado compraron 10 mil hectáreas en Tolloche. Los hermanos texanos iniciaron el desmonte el 6 de febrero último, con cuatro poderosas topadoras, que hicieron caso omiso de la protesta presentada por la comunidad indígena El Traslado, a la cual no se le permitió participar en el trámite previo al otorgamiento del permiso, según denunció la organización ambientalista Asociana y el Instituto Provincial de Pueblos Indígenas (IPPIS). Las tierras de estos latifundistas extranjeros lindan con el lote fiscal 14, que utiliza la comunidad wichi, perversamente castigada con los desmontes.

Un dato adicional, aportado por el Nuevo Diario de Salta, viene a ratificar todo lo afirmado en esta nota con relación a la mala fe del ex gobernador Romero y sus secuaces: “Dos días antes de que se aprobara la Ley de Bosques, el ex secretario de Medio Ambiente, Gustavo López Asensio, los autorizó a desparejar (un desmonte con rollos que dejaría a salvo los árboles más grandes) 21.407 hectáreas, con el fin de habilitar el campo para la ganadería”. Sin embargo, como el mismo diario aclara a continuación, el desmonte “parcial”, que supuestamente preservaría a los árboles ancianos, no lo era tanto. “…

El proyecto abarca toda la finca, porque se prevé que se dejarán cortinas y un área de ‘conservación’ de apenas 1.664 hectáreas”.

El diario concluye informando que Asociana “tras recibir rechazos de parte de las autoridades salientes, presentó un recurso de reconsideración ante el actual ministro de Ambiente y Desarrollo Humano Julio Nasser, quien todavía no tomó una decisión al respecto”.

A lo mejor toma la decisión al ver las imágenes de las topadoras en esta nota.

Los texanos no están solos en la lista de “pequeños propietarios”: la generosidad de la era romerista incluyó a don Franco Macri, progenitor del jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y propietario de la estancia El Yuto, a la que –según Greenpeace– se le adjudicaron –entre 1997 y 2001– seis permisos de desmonte por un total de 4.506 hectáreas.

Más ilustrativo aún es el caso de Cresud S.A.C.I.F. y A., una de las empresas agropecuarias más poderosas del país, cuyo principal accionista es el señor Eduardo Elsztain, dueño de la mayoría de los shoppings del país, como Alto Palermo y el Paseo Alcorta, además, por supuesto, del Banco Hipotecario.

Según Cresud, en su finca de Los Pozos (que abarca 248 mil hectáreas) ya cuenta con 32 mil hectáreas desmontadas que serán dedicadas a la ganadería vacuna. Según datos catastrales de la provincia de Salta, la superficie desmontada por la empresa alcanzaría en realidad las 59 mil hectáreas.

Además, entienden lo que es el lobby parlamentario: junto con los ingenios Ledesma y El Tabacal (otros desmontadores importantes) conformaron la Fundación para el Desarrollo Sustentable del NOA (FUNDESNOA).

En abril de este año, mientras el senado de la Nación le suministraba barbitúricos a la Ley de Bosques, girándola a cinco comisiones, el senador salteño Marcelo López Arias presentó un proyecto de ley “De presupuestos mínimos de Protección Ambiental de los Bosques nativos y de los Servicios Ambientales que brindan”, que intentaba sepultar a la Ley de Bosques aprobada por la Cámara de Diputados el 14 de marzo anterior. El acto fallido contó con el aval oficial de FUNDESNOA.

Probablemente, por una de esas cosas simpáticas que tiene la democracia: los campesinos se movilizaron, los pueblos originarios se movilizaron y las organizaciones ambientalistas, con Greenpeace a la cabeza, lograron un millón y medio de firmas a favor de la ley de Bosques.

Los condenados de la tierra

El portavoz de los wichi sollozaba abrazado a mí, como si yo pudiera –por ser diputado– liberarlo de todas las humillaciones sufridas por él y por su pueblo. Unos minutos antes, durante la conferencia de prensa que habíamos organizado con el diputado Remo Carlotto (PJ-Frente para la Victoria), José Nicanor Molina, a quien no le gusta que lo llamen “cacique”, había protestado contra los desmontes, contra la prepotencia de los señores feudales de Salta, que habían llegado al extremo de arrasar con sus topadoras el cementerio de sus antepasados.

La conferencia se llevó a cabo en el salón José Luis Cabezas de la Cámara de Diputados y no pude menos que relacionar aquel crimen individual, aún impune y malversado por la pseudojusticia bonaerense, con estos otros crímenes colectivos –igualmente impunes– que la Argentina prohíja con siniestra regularidad.

Asistían funcionarios de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y representantes de pueblos originarios y comunidades campesinas como el MOCASE de Santiago del Estero. Fue el miércoles 21 de noviembre de 2007, mientras el Senado discutía y finalmente aprobaba la Ley de Bosques.

“Antes se llevaban el oro, ahora se llevan el oro verde, la vida misma”, dijo el portavoz de los wichis. Y recordé lo que me solía decir Fernando Benítez, el gran escritor mexicano, autor de Los indios de México: “Mantienen lazos con las cosas vivas que nosotros hemos perdido, una visiónÇ cósmica y adánica del Universo”.

Molina lo confirmó, acongojado, al hablar de los árboles, de cada árbol desgajado por las topadoras sojeras, con infinita ternura.

Pero las topadoras no paran. Las de la empresa Quebracho Colorado de los hermanos texanos Gabel destruyen a destajo en El Alamo, afectando directamente a la comunidad wichi de El Traslado.

En la reserva de la biósfera de las Yungas, echan a patadas a los activistas de las ONG que intentan frenar los desmontes.

Las audiencias públicas son una burla. Los estudios de impacto ambiental una farsa. Hay ya asesinatos cometidos por los desmontes y su vínculo perverso con el narcotráfico.

Como bien dijo la niyat de la comunidad wichi-guaraní, Octorina Zamora, reclamando la nulidad de una audiencia amañada por los señores de la tierra: “Ésta es una manera de liquidarnos, antes fue el Winchester, hoy es la soja”.

Amazonía, ecocidio anunciado

“No existe caña en la Amazonía. No tenemos conocimiento de ningún proyecto en la región, ni reciente ni antiguo”, afirmó Reinhold Stephanes, ministro de Agricultura, haciendo eco a la campaña oficial de que la caña se mantiene lejos de la selva (O Globo, 29-07-2007).

Datos oficiales revelan que la plantación de caña de azúcar avanza sobre la Amazonía, a pesar de las negaciones del gobierno federal. Proyectos azucareros y alcoholeros instalados en Acre, Maranhão, Pará y Tocantins pasan por momentos de expansión acelerada. La región no sólo es fértil sino también competitiva. Lula se equivocó al afirmar que la caña “queda muy lejos de la Amazonía”.

Según un informe de la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), vinculada al Ministerio de Agricultura, la zafra de caña de la Amazonía Legal -que abarca estados como Amazonas, Maranhão, Mato Grosso, Pará y Tocantins- aumentó de 17.6 millones de toneladas a 19.3 millones en el período 2007-2008.

Dicho cultivo en la Amazonía atrae incluso a inversores extranjeros. El fondo de inversión Cooper Fund, de jubilados estadounidenses, ahora es socio del grupo TG Agro Industrial/Costa Pinto, que produce alcohol en Aldeias Altas (Maranhão). En el municipio de Campestre del Maranhão el empresario Celso Izar, de la Maity Bioenergía, negocia con inversores extranjeros cuatro proyectos, cada uno estipulado en US$ 130 millones, para producir 1.2 millones de toneladas de caña. La empresa produce actualmente un millón de toneladas.

Greenpeace cree que el gobierno no reúne condiciones para hacer valer la prohibición de plantar caña en la Amazonía. Aunque haya leyes prohibitivas, ¿cómo las puede implementar el gobierno? No basta con prohibir, es necesario inhibir la plantación. Ya sería más que suficiente si el gobierno llevara a la práctica lo que anunció el presidente Lula: cerrar el grifo de los bancos públicos a los inversores y dejar de liberar financiamientos. Sólo así sería posible paralizar nuevos proyectos.

Otro grave problema en la región amazónica es la extracción ilegal de maderas preciosas: cedro, caoba, freijó, jataí. Cada día 3.500 camiones circulan por el interior de la selva cargando madera ilegal. Con la escasez de la misma en el mundo, el precio del metro cúbico de la madera sacada de la Amazonía es pagado por los madereros a los propietarios de la zona a una media de US$ 10; después, la sierran y la exportan en forma de planchas o bloques cuadrados.

En Europa esa madera es vendida por los comerciantes locales a los fabricantes de muebles o a los consumidores comunes a un precio cercano a los US$ 1.400 el metro cúbico. O sea, una diferencia del 1.280%. El Brasil es el segundo mayor exportador de madera del mundo, por detrás de Indonesia.

En los últimos 37 años, desde que la dictadura empezó la carrera hacia la Amazonía, fueron taladas 70 millones de hectáreas, de las cuales el 78% han sido ocupadas por 80 millones de cabezas de ganado. Mientras tanto, por la madera exportada el Brasil sólo recaudó US$ 2.800 millones. Menos de lo ingresado por las exportaciones de Embraer, fabricante de aviones, durante un año.

Los ganaderos deforestan para tener pastos. Basta con saber que los mayores productores de carne están exactamente en los municipios paraenses donde hay mayor deforestación: São Félix do Xingu, Marabá, Conceição do Araguaia… Y otro detalle: el 62% de los casos de trabajo esclavo se dan en las haciendas ganaderas.

Grandes empresas, que poseen vastas extensiones de tierra en la Amazonía legal, deforestan para plantar eucalipto y transformarlo en carbón vegetal destinado a sus siderúrgicas en la región. Echan abajo la selva tropical más rica en biodiversidad del mundo e implantan el monocultivo de eucalipto, sin ninguna diversidad vegetal, y lo transforman en carbón, que aumenta el calentamiento global. En tanto las empresas se agigantan, la nación se queda con el peso de la degradación ambiental.

La Amazonía es víctima de un ecocidio en función de la ganancia del capital. Si la sociedad no presiona y el gobierno no actúa, en el futuro habrá allí un nuevo Sahara, con graves consecuencias para la sobrevivencia de la humanidad y de la Tierra.

Autor: Frei Betto.

Sergio Federovisky también le responde a Clarín.

Parece que no soy el único enojado con la postura de Clarín en cuanto a los vecinos de Gualeguaychú. Hace un par de días, yo respondí a Ricardo Roa desde mi post “Estados Paralelos”

Sergio Federovisky, desde su newsletter “Ambiente y Medio”

Papeleras: se horrorizan por la “novedad” del peaje

Difícil será saber si se trató de una operación en contra de los asambleístas o de la habitual decisión de Clarín de hacer como que algo se descubre sólo cuando se publica en la tapa de ese diario. No obstante, sorprendió que el gran matutino argentino resolviera informar desde su portada, en condición de noticia exclusiva, que los asambleístas que mantienen cortada la ruta que una a Gualeguaychú con el puente que cruza a Fray Bentos desde hace catorce meses otorgan una suerte de pasaporte para que quienes precisan atravesar el paso por cuestiones laborales, principalmente, no tengan que explicarlo cada vez que enfrentan a los ambientalistas.

¿Qué suponía Clarín, que nadie jamás había necesitado sortear el corte? ¿Qué cuando esto ocurría los asambleístas prestos se disponían a escuchar una y otra vez la explicación de quien precisaba atravesar el corte?

Lo notable es que el gran diario argentino se horroriza con la “ilegalidad” que supone que los vecinos de Gualeguaychú que mantienen cortado el paso al Uruguay desde hace más de un año entreguen una especie de credencial que habilita el paso a quienes lo han justificado suficientemente. Más curioso es que el propio Clarín considere que “apenas” es ilegal ese pasaporte y no el hecho mismo del corte, que es el elemento que le da cabida a esa otra –y posterior- ilegalidad.

En realidad, miente aquel medio o aquel periodista que estuvo cubriendo el conflicto de los últimos tres años y no sabía que los asambleístas resolvían discrecionalmente quién atravesaba el corte y quién no (y en definitiva, de eso se trata ese “pasaporte”: de la decisión unilateral de hacer ciertas excepciones a la medida destinada a boicotear al Uruguay). El propio jefe de gabinete, Alberto Fernández, en una exposición complicada pues admitía una gruesa ilegalidad de origen, reconoció que “el asunto no es nuevo”, lo que no obstante, no explica por qué el gobierno no actuó antes.

Incluso Romina Picolotti, desde el exterior, señaló que “el reclamo es legítimo” y que los asambleístas “protestan a su modo”, configurando una nueva justificación oficial a una ilegalidad. Lo que no parece entenderse demasiado es por qué esos mismos funcionarios no razonan de la misma manera cuando la gente de Gualeguaychú pretende bloquear la salida de Buquebús: siempre las fuerzas de seguridad impidieron esa forma de lucha, y ningún representante del gobierno –ni siquiera Picolotti- salió a respaldarlo sosteniendo que “protestan a su modo”.

En todo caso, habrá que concluir una vez más que el encapsulamiento de la protesta frente a Fray Bentos, con la modalidad que se adopte, será tolerada por un gobierno que evaluó que sería mayor el costo de impedirlo que el que se paga por permitir el eterno corte sobre la ruta. En cambio, una protesta del mismo tenor de un corte de ruta en plena ciudad de Buenos Aires, destinada a impedir que la clase media porteña se desplace cómodamente hacia Punta del Este no es sopesada de la misma manera por el gobierno.

La novedad, si es que puede calificársela de tal, es el mensaje que la gente de Gualeguaychú le trasmitirá a la presidenta Cristina cuando finalmente se vean las caras esta semana. Demás está decir que los asambleístas no confían demasiado en la palabra de la presidenta y por eso viajan a Buenos Aires dispuestos a anticiparle que no acatarán el fallo de la Corte de La Haya en caso de que sea desfavorable para la Argentina (como todo parece indicar) y avale la permanencia de Botnia del otro lado del río Uruguay.

¿Seguirá Cristina diciendo que “todo se resume en La Haya” y que nada se podrá hacer si no se demuestra que Botnia contamina?

Junto con su desmesurado elogio a la metodología de lucha elegida por la gente de Gualeguaychú, Picolotti informó de la existencia de un monitoreo llamado “plan de vigilancia ambiental” que es de una “seriedad y aptitud inéditas”.

Sin embargo, no indicó si esa evaluación está indicando una alteración del ambiente por parte de Botnia desde su puesta en marcha, y puede inferirse que no, puesto que de lo contrario Picolotti hubiera sido la primera en afirmar que la pastera está vulnerando los estándares permitidos para los distintos contaminantes estudiados.

Botnia derramó al Río unas 200 toneladas de pasta de celulosa

EN EL SEXTO ACCIDENTE DESDE QUE COMENZÓ A PRODUCIR, LA COMPAÑÍA FINLANDESA SUFRIÓ UNA PÉRDIDA QUE NO SERÍA TÓXICA, PERO QUE VOLVIÓ A ENCENDER LA ALARMA SOBRE LA SEGURIDAD AMBIENTAL. YA HABÍA HABIDO OTRO DESPERFECTO. LA PASTERA PERMANECÍA INACTIVA.

–La gente jugó con la celulosa como si fuera nieve –dice el vocero.

–Perdón, pero no lo entendí. ¿Cómo?

–Por la avería del caño se derramó un poco de pasta de celulosa, que es parecida al algodón mojado… El caño está en altura y, al caer la celulosa, formó como un pequeño cerro de unos 20 metros por dos de alto. La gente se puso a jugar. Sé que muchos sacaron fotos con los celulares.

Esta imagen naïf, de tarjeta de Navidad finlandesa, fue el particular modo de informar de Botnia sobre el nuevo accidente en el interior de la pastera de Fray Bentos. El derrame ocurrió el martes y no sería tóxico, pero puso otra vez de relieve que en la megaplanta de celulosa se producen fallas con una frecuencia inquietante: éste es el sexto incidente desde que entró en la etapa de producción.

En las costas de Gualeguaychú la Prefectura tomó muestras del agua para verificar si hubo contaminación. La planta había tenido el lunes un desperfecto “en un instrumento de medición, lo que generó que se apagara la caldera principal, y por ende, toda la fábrica”, detalló Diego Muñiz, vocero en Buenos Aires de la compañía. Según el consultado, la situación se complicó cuando intentaron volver a ponerla en marcha “y se rompió una cañería que transporta la pasta de celulosa en estado semilíquido, en la etapa previa a su secado”. De acuerdo con los cálculos de los técnicos, se derramaron así unas doscientas toneladas de pasta de celulosa, que fueron recogidas y llevadas a una pileta de piedra caliza.

Por la noche, en Fray Bentos volvió a sentirse olor a huevo podrido. Botnia admitió que fue debido al intento de reiniciar la producción. La pastera quedó finalmente inactiva por 48 horas, pero volvería a encender sus calderas entre hoy y mañana, lo que augura una nueva incursión del famoso aroma a coliflor.

Los antecedentes de los problemas de la pastera se remontan a septiembre, cuando el Ministerio de Medio Ambiente uruguayo encontró “fisuras” en una de las piletas. En noviembre, once operarios terminaron en el hospital tras intoxicarse con sulfuro de sodio, lo que les provocó problemas en la piel y las vías respiratorias. La pastera estaba en su período de pruebas; ante las consultas, la compañía le echó la culpa al viento, responsabilizándolo por haber hecho volar por el aire el polvillo tóxico.

La fábrica comenzó a funcionar el 9 de noviembre y el día 22 los chicos de una escuela de Fray Bentos sufrieron náuseas y mareos por el mal olor. La maestra contó que seis nenas se habían descompuesto, además de ella. La empresa pidió disculpas a la población y en un comunicado de prensa argumentó que “la emanación de compuestos reducidos de azufre” se había debido “a un fallo en un sistema para minimizar olores”. El siguiente episodio fue muy parecido, pero en una escuela del otro lado del río, en las afueras de Gualeguaychú. Luego, a mediados de diciembre, cuatro obreros debieron ser internados por un derrame de cloro. Y ahora acaba de sumarse otro incidente de ese estilo, ya que el martes, en medio del último problema técnico, un empleado finlandés se quemó con licor negro cuando realizaba tareas en la caldera de recuperación. De acuerdo con lo detallado por la Jefatura de Policía de Río Negro (del departamento de Fray Bentos), el accidentado se quemó “los dos brazos y parte del cuello” mientras manipulaba “licor negro”, por lo que fue trasladado a un centro de salud de la zona.

Repasada así, la secuencia confirma lo que dicen los especialistas y el archivo: en las pasteras, los principales afectados son quienes trabajan en las instalaciones y la población más cercana. Así pasó, por ejemplo, con la planta de ENCE en Pontevedra, en España, que utilizaba una tecnología similar a la que emplea Botnia, donde ocurrieron numerosos accidentes. En Pontevedra también se sintieron los efectos de la contaminación, pero de una manera lenta y muchos años más tarde. ENCE fue finalmente condenada por afectar el ambiente y deberá relocalizarse.

Tras lo sucedido ayer en Botnia, el intendente de Gualeguaychú, Juan José Bahillo, dijo que el derrame podría haber llegado hasta el río, por lo que pidió a la Prefectura que realizara una inspección frente a la planta. Al mediodía, una embarcación de esa fuerza con personal de Salud Municipal y Obras Sanitarias recorrió la zona y tomó muestras del agua para su análisis.

La posibilidad de que el derrame haya llegado al río fue desmentida tanto por la empresa como por la Dirección Nacional de Medio Ambiente uruguaya. José Pedro Gómez, asesor de comunicaciones del organismo, aseguró además que la rotura de la cañería “no provocó un problema ambiental”. Ante la consulta de Página/12 Gómez admitió, sin embargo, que la dirección no había enviado una inspección al lugar, sino que se basaba en la información suministrada por Botnia.

Así las cosas, hasta anoche no había otra fuente de información sobre lo sucedido que la propia pastera. En Gualeguaychú circularon versiones señalando que las sustancias derramadas estaban siendo “enterradas” en el predio, según habrían contado algunos trabajadores, pero ninguno de estos denunciantes pudo ser ubicado.

Los especialistas consultados por este diario coincidieron en que el accidente no parece en sí mismo peligroso, pero señalaron en cambio la reiteración de desperfectos, a veces técnicos y a veces humanos, en una planta que por su tamaño puede provocar efectos de magnitud (ver aparte). “Esto confirma lo que venimos señalando: que la planta no es segura, y la posibilidad de que ocurra un accidente de dimensiones impredecibles es muy alto”, consideró el asambleísta Juan Veronesi. Gustavo Rivollier, también integrante de la asamblea, aseguró por su parte que un camionero que trabaja para la planta le reveló que la empresa les retuvo los teléfonos celulares para impedirles que tomaran fotografías.

Los camioneros están en conflicto. Se quejan de que Botnia les hizo grandes promesas de trabajo a cambio de que apoyaran el proyecto y hoy están trabajando a sólo un tercio de que esperaban. Al parecer, ésa fue la grieta por la que ayer se filtraron las primeras informaciones sobre el derrame, luego admitidas por la compañía. Al igual que con las denuncias anteriores, el vocero de Botnia también desmintió que haya retenido los celulares. “¿Podríamos tener entonces una de las fotos que la gente se sacó jugando con la nieve?”, probó Página/12. Parecía fácil, pero no hubo suerte.

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También un puerto minero

Otro proyecto empresarial en las orillas del río Uruguay podría sumarse a los conflictos ambientales provocados por la pastera Botnia. Esta vez, el gobierno uruguayo está estudiando una iniciativa de la minera angloaustraliana Río Tinto para la construcción de un puerto en la localidad de Agraciada, en el departamento de Soriano, a unos 40 kilómetros al sur de Fray Bentos. El proyecto pretende construir un puerto de carga y acopio del hierro que la empresa extrae en una de sus minas de Brasil. El organismo uruguayo encargado de analizar el riesgo ambiental, Dinama, le habría otorgado la “categoría B”, lo que implicaría un impacto mediano en la naturaleza. Sin embargo, cuando la multinacional finalice los trámites de solicitud de permisos ante la Dirección Nacional de Hidrografía y la Dirección Nacional de Medio Ambiente se le comunicará a la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU), integrada por ambos países. Se estima que la construcción de la terminal llevaría a una inversión de 205 millones de dólares y daría trabajo a unas 180 personas.

DOS OPINIONES

– Enrique Martínez, director del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI): “Por la poca información que manejamos, es muy difícil emitir una opinión objetiva. Considero que de los incidentes que hasta ahora se produjeron en la planta de Botnia, éste –el derrame de pasta de celulosa en las últimas etapas del proceso y a tanta distancia del río– fue el menos peligroso para las personas y el medio ambiente. Mucho más perjudiciales pudieron haber sido el escape de ácido sulfúrico o el derrame de cloro, que de haber llegado al río podría ocasionar graves daños. Reitero mi opinión sobre la necesidad de realizar un monitoreo conjunto de agua y aire –entre ambos países– por la buena relación que mantenemos con distintas instituciones de Uruguay. Pero para eso hace falta una resolución política que está pendiente, en donde la menos interesada es la empresa, que evitará someterse a mayores controles. Como ingeniero químico, y por haber trabajado en plantas de características similares, en la puesta a punto de una planta de esa magnitud y complejidad es lógico esperar que haya dificultades, que deberán ir ajustándose. Más preocupante es que la empresa les adjudique los incidentes a fallas humanas o impericia de los operarios, porque es la propia compañía la que tiene que formar y capacitar a su personal. Los argumentos que vuelca la empresa pueden ser opinables pero, de todas maneras, un incidente por semana me parece mucho”.

– Héctor Sejenovich, economista, especialista en medio ambiente y profesor en la UBA y la UNL: “El derrame no habría llegado al río, según la información que pude recoger, pero tampoco el incidente fue tan exageradamente pequeño como argumenta la empresa, porque si hubiera sido así no habría trascendido. Los finlandeses no están adaptados a manejar una planta de semejante tamaño, con una producción anual de un millón de toneladas, porque no existe una planta de similares características, ni en Finlandia ni a escala mundial, abastecida por agua de río. Sí las hay, pero a orillas del mar. Es muy difícil soportar un incidente cada semana, hasta ajustar ese monstruo operativo sobre el que no hay experiencia previa de manejo, y dejar expuesta a la gente como chanchito de Indias de una posible contaminación. Es cierto que en la etapa de instalación y puesta en funcionamiento se pueden producir una serie de desperfectos, como también es cierto que, si se produce un derrame importante, hasta que se pueda paralizar todo el proceso de producción ya estará contaminada la mitad del río. Un dato que con exactitud sólo maneja la empresa. Fui uno de los encargados de calcular el lucro cesante que tendría que desembolsar Botnia por la emisión de dioxinas (sustancias cancerígenas), según lo autorizado por los organismos ambientales uruguayos, pero sólo Botnia sabe qué cantidad emitirá su proceso productivo y siempre se negó a proporcionar ese tipo de información”.

Por Laura Vales
Fuente: diario “Página 12”
Más información: www.pagina12.com.ar

Estados Paralelos

Clarín continúa su cruzada anti asamblea de Gualeguaychú con toda la fuerza dedicandole la tapa de su edición de hoy.

Si bien, al comienzo de los reclamos, este periódico estaba muy cercano a los asambleistas luego cambió su postura cuando Ricardo Roa, editor general adjunto de Clarín los definió como “piqueteros ambientalistas”.

El mismo Roa, en su editorial de hoy, titulada “Pasaportes Truchos a Uruguay” ataca a los vecinos por su decisión de brindar “pases” especiales para aquellos que necesitan cruzar a Uruguay, como modo de ablandar sus reclamos.

Según este periodista, “La asamblea de Gualeguaychú se ha constituido en policía fronteriza de facto y se maneja con sus propias reglas, que incluyen emitir pasaportes. Algo que ocurre sólo en países donde el Estado claramente falla.”

Si bien puede estarse en desacuerdo, con alguna de las decisiones de los vecinos, lo que me parece que aterra a estos muchachos de Clarín, es la voluntad de los pueblos de determinar sus condiciones de vida. En Gualeguaychú, cientos de pobladores han decidido no aceptar el vivir en un ambiente contaminado y de exponer sus vidas y las de sus hijos, a contaminación directa que en unos años afectará a su salud, tal como pasó con los habitantes cercanos a plantas papeleras que estas mismas empresas tienen en Europa.

Estoy de acuerdo con Roa, en que lo que pasa en Gualeguaychú se debe a la falla del Estado. Pero que se culpe a las víctimas de las fallas de dos estados que no defienden y protegen a sus ciudadanos, en lugar de a quienes conducen los destinos de estas naciones, y a las empresas causantes del daño, no lo entiendo sino como una operación clara para desviar la atención de los problemas reales.

Si Roa quiere atacar a las fallas del Estado, le tiro algunas ideas de temas que puede tocar donde el Estado Argentino está en deuda con los ciudadanos.

  • La situación de las Papeleras en Argentina.
  • La situación de la Minería.
  • La Regulación de los Medios de Prensa (que siguen con una Ley de la Dictadura emparchada por Menem)
  • La desigualdad social, la pobreza y la marginación.
  • La corrupción. (Saludos a Julito D.)
  • La Salud Pública.
  • La educación Pública.

Creo que con este listado Roa podría entretenerse un rato haciendo editoriales mostrando las deficiencias de un Estado que no cumple con su función.

Por el momento, Ricardo, prefiere embatir contra un grupo de vecinos, que hubieran preferido nunca tener que salir en su medio, y que nunca hubieran visto la luz pública de no ser por esta empresa finlandesa que decidió instalarse frente a sus casas.

Maldita Bombita

Terminada ya la campaña del millón de votos por la Ley de Bosques, que gracias a la participación de más de un millón y medio de personas, logró una de las leyes más importantes en la lucha ambiental, estos días estuve trabajando en la campaña de Cambio Climático.

En el marco de esta campaña, comenzamos a trabajar tratando de maximizar las estrategias de eficiencia energética para así poder mitigar los efectos del cambio climático.

En ese sentido comenzamos a trabajar con la eficiencia en la iluminación. Las lámparas incandescentes gastan 75% más energia que las lámparas de bajo consumo y duran entre 4 y 10 veces menos.

Si bien el gobierno promueve la eficiencia energética, continúa iluminando sus edificios con miles de lámparas incandescentes. Por eso lanzamos una campaña online para que los ciudadanos puedan denunciar este doble discurso, subiendo al sitio fotos de lámparas incandescentes tomadas en edificios públicos.

Si querés participar o ver las fotos de personas que ya denunciaron hacé click aquí.

Energía: Cosa de Zonzos

En plena crisis energética en nuestro país, los gobernantes que hace 4 años que están en el poder se acuerdan de trabajar en una de los temas cruciales para nuestro futuro: La eficiencia.

En este sentido lanzaron un plan lleno de buenas propuestas y pocas seguridades. Esperemos que no queden en meros discursos para dejar contentos a todos a modo de excusa, por ejemplo, de los 50 mil cortes de luz que se produjeron ayer dejando a más de 5 millones de argentinos sin electricidad.

La eficiencia energética es el modo más rápido, efectivo y barato para disminuir el consumo de energía de un país, combatiendo de esta manera de una forma efectiva el cambio climático.

En la sección TRIBUNA del Diario Clarín, salió publicada una nota Enrique Martínez, presidente del INTI, muy interesante que reproduzco a continuación

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Cómo evitar zonceras en energía

Más allá del plan de uso racional de energía que se puso en marcha pocos días atrás en la Argentina, conviene reflexionar sobre la agenda que, sobre el tema, sostienen tres candidatos demócratas a las elecciones de EE.UU., el país más dilapidador.

Hace pocos días se ha puesto en marcha un plan de uso racional de la energía, con alcance más ambicioso que los anunciados en momentos anteriores. Nada justifica consumir energía en exceso por sobre aquella que racionalmente sea necesaria. No es crítico o deja de serlo; simplemente, como quizás diría Arturo Jauretche, se trata de “otra zoncera del iluminismo”.

No reemplazar las lámparas incandescentes por las llamadas de bajo consumo, teniendo los recursos económicos para ello, es una zoncera.

Estabilizar el aire acondicionado a temperaturas menores a 24ºC, sabiendo la gran diferencia de consumo eléctrico que representa cada grado de diferencia, es otra zoncera.

Comprar una heladera sin examinar su etiqueta de eficiencia energética, si no es ignorancia, también es zoncera pura. Pero hacer cualquiera de estas cosas en el sector público, donde se gasta el dinero de todos, ya no es apenas zonzo, es protodelictual.

Sin embargo, esta es sólo parte de la agenda. Después de asumir el uso racional, deberemos asumir el diseño racional del sistema energético argentino, tanto desde el lado de la oferta como desde la demanda de particulares, como del sector público o de las empresas industriales o del transporte.

Algunos de los títulos de esta agenda se exponen en el programa oficial difundido, para su ejecución en el mediano plazo.

Sin embargo, para hacer una comparación básica con el camino que el resto del mundo está recorriendo, he creído útil analizar los temas contenidos en las plataformas de los tres principales candidatos a la presidencia de Estados Unidos. Hillary Clinton, Barack Obama y John Edwards le dan mucha importancia al tema.

A continuación señalo sólo las acciones trasladables a una política sectorial en nuestro país.

Creación de un fondo estratégico para las energías alternativas, a ser financiado por las petroleras, las compañías eléctricas, las automotrices y el Estado, que apunte a aportar al menos un tercio de las inversiones necesarias en los próximos 10 años.

Establecer diez redes eléctricas inteligentes en otras tantas ciudades, que permitan mostrar cómo opera la microgeneración casa por casa que pueda ser entregada a la red, además de los sistemas de carga de baterías para los autos híbridos, que pueden funcionar con electricidad.

Llevar los estándares de eficiencia de consumo de combustible en vehículos a 25 km/litro en 2030 y transformar las fábricas de automóviles en esa dirección.

Capacitar a cinco millones de personas para que puedan trabajar en eficiencia energética de edificios, implementos, vehículos y sistemas públicos.

Modernizar veinte millones de viviendas económicas existentes para mejorar su eficiencia energética.

Establecer un programa de reducción de intereses hipotecarios para quienes compren casas con certificación de eficiencia energética.

Definir normas de construcción de nuevos edificios públicos que los hagan de eficiencia energética comparable a los mejores emprendimientos privados.

Establecer una auditoría de eficiencia energética del sector público y encomendarle la mejora de los edificios existentes.

Ordenar las grillas eléctricas para permitir que los particulares vendan a la red la energía que generen con implementos solares, eólicos u otros renovables.

Dar beneficios impositivos para la instalación familiar de paneles solares en techos o iniciativas similares.

Eliminar la fabricación y uso de lámparas incandescentes en cinco años.

Estimular la producción de vehículos híbridos, con carga de baterías domiciliaria. La mitad de los vehículos que circulan en Estados Unidos son conducidos 40 km. por día o menos. Por lo tanto, podrían funcionar sin combustible líquido alguno, recargando las baterías por la noche.

Todo lo antedicho es compartido casi totalmente por los tres candidatos. John Edwards, que tiene una mirada algo más popular, agrega:

Estimular la generación distribuida, eliminando los actuales obstáculos para que cualquiera pueda producir y entregar su energía a la red eléctrica.
Crear un fondo especial para estudiar formas futuras de generación de energía renovable a pequeña escala.
Todo esto es una fracción relevante, pero no toda la propuesta de quienes disputarán la candidatura demócrata en Estados Unidos este año.

Esto está dicho, vale la pena resaltarse, en el país más dilapidador de recursos del mundo. Todos y cada uno de los temas detallados pueden y deben ser discutidos y encarados en la Argentina.

Con la modalidad que corresponda a nuestra condición como país. Tal vez lo único que no podemos permitirnos es ignorarlos, bastardearlos o creer que son de otro mundo.

El mundo es uno solo y también es nuestro.

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Argentina además debería tomar el ejemplo de países más avanzados que están invirtiendo mucho en energías renovables para tener una matriz energética que cada vez dependa menos de los combustibles fósiles.

En este sentido España inauguró hoy la planta de energía solar más grande de Europa. Ojalá nuestro país tenga desarrollo de este tipo en los próximos años. Por lo pronto, a nuestro gobierno, solo se le ocurre terminar la obsoleta planta nuclear Atucha II.

Publicidades contra el cambio climático

Una buena campaña publicitaria de la filial de Kuala Lumpur de la agencia McCann Erickson.

Hacé click sobre las imágenes para verlas en tamaño más grande y para ver como se aplican sobre elementos cotidianos a modo de relacionar directamente el cambio climático con las actividades que realizamos en nuestra vida todos los días.



Director Creativo: Szu-Hung Lee
Director de Arte: Jules Tan, Sonny Low
Copywriter: Allison Kiew, Szu-Hung Lee
Ilustradores: Sonny Low, Jules Tan, Yien-Keat Wong