La vela alumbra al dedo que recorre mi espalda.
Juega sin detenerse.
Esos escalofríos chiquitos, tan sutiles y tan atrayentes para una piel que disfruta esos mimos.
“Such a rush” me come la cabeza y ella la boca.
La noche me puede.
Afuera, la luna que se había posado sobre los techos de Pompeya, se vino para casa, y majestuosamente ilumina la cancha de Velez.
Yo escribo y ella viaja. Pronto estará bastante lejos y probablemente hasta lea lo que escribo. Pronto el que estaré lejos soy yo.
Distancias…