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Un viejo cuentito mio…
I
Tres horas había caminado por la noche porteña. Saliendo de su departamento de Corrientes y Esmeralda notó que la avenida ya no era como antes.
Su antiguo esplendor transformado en una triste soledad.
Parejas saliendo de teatros, grupos de amigos comiendo en algún restaurante habían mutaron en vagabundos pidiendo limosna y cartoneros juntando en cada esquina papeles y cajas.
Sobre una de las paredes, un cartel medio despegado mostraba la sonrisa ensayada de aquel que antes pedía que lo sigan y ahora, a pesar de haber despedazado el país, insistía con que lo voten para su tercer período.
Ya no había marquesinas, ni luces, ni risas. Corrientes opaca y triste no hacía sino reflejar la desaparición de la alegría de la ciudad.
– Estamos matando a Buenos Aires – pensó, consolándose de compartir, al menos, sus sentimientos con la ciudad.
Después de tanto deambular sin rumbo fue a parar a ese bar. Nunca había estado allí, pero el cartel lo invitó a entrar: “Los mareados”, decía. Su tango preferido como nombre de un café.
Entró serenamente al lugar. Eligió una de las tantas mesas desocupadas y se sentó. Los murmullos de rigor y los acordes de una milonga saliendo de un viejo Winco.
Se acercó el mozo. Vestido de blanco, con un repasador colgado de su brazo, le preguntó que se iba a servir. Siempre que salía con ella tomaba lo mismo. Como no podía ser de otra manera, pidió una ginebra.
La mesa elegida daba cuenta del pasado. Sus anteriores visitantes habían dejado escritos sobre ella algunas declaraciones de amor, escudos de fútbol, símbolos políticos y hasta algún chiste.
Pocas mesas ocupadas, y un tipo que lo miraba sin mucho interés.
Sacó un paquete de cigarrillos, tomó el único que quedaba y lo encendió. Disfrutó cada una de las pitadas, que fue turnando con tragos a la ginebra que le habían servido. Pidió dos más. Aún con la cabeza perdida en alcohol no podía dejar de pensar en la charla con Pamela que había tenido esa tarde.
– Basta. No te quiero más. ¿No entendes? No me jodas. No te quiero volver a ver.
No.
No entendía. Miró su reloj. Las tres de la madrugada. Se dio cuenta que había estado sentado por más de dos horas. Metió la mano en el bolsillo y lo vació sobre la mesa. Unos billetes, un peine y un anillo.“Sobre tus mesas que nunca preguntan lloré una tarde el primer desengaño”. Cansado, dejó caer su cabeza contra la madera gastada. Cerró sus ojos y se durmió.
A pesar de la situación alcanzó a soñar algo.
El mozo lo despertó. Sólo recordó parte de un sueño: la cara de Pamela al momento de rechazarle el anillo de compromiso.
El bar cerraba y era él, el último en irse.
Estaba amaneciendo y le dolía la cabeza.
II
Paró en una farmacia a comprar aspirinas. Compró un paquete, masticó tres y guardó el resto. Siguió caminando. Ahora con un destino: la casa de Pamela.
Sus pies pesaban y su frente le dolía. Metió las manos en los bolsillos de su gabán y siguió. Al pasar frente a una vidriera descubrió que el reflejo que su rostro no difería mucho del de los pordioseros de Corrientes.
Pensaba una y otra vez en lo que iba a decir. Imaginó mil respuestas frente a cada una de las posibles preguntas y reproches de Pamela. Ensayando conversaciones, llegó a la esquina de la casa y lo que vio lo detuvo.
Pamela estaba en la puerta, besándose con un hombre. No podía ver sus caras, pero estaba seguro que era ella. Lentamente, fue saliendo de su inmovilidad. Y caminó hacia ellos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para hacer notar su presencia, dejaron de besarse y se miraron.
Ella trató de hablar, pero el hombre se le adelantó. -¿Qué haces acá?- preguntó. Era Sebastián, su mejor amigo. El que lo llamaba hermano.
-¿Qué haces hijo de puta?- Contestó.
Todos callaron. Observó a Sebastián y Pamela tomados de la mano. Sintió ganas de vomitar. De su bolsillo sacó las aspirinas. Estiró el brazo y se las ofreció a Sebastián.
-Tomá gil, agarralas. Las vas a necesitar.
Cerró su campera y se fue cantando:
“los favores recibidos creo habértelos pagado
y si alguna deuda chica sin querer se me ha pasado
a la cuenta del otario que tenés se la cargas”.
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cuanto mas dificil es olvidar y perdonar cuando todavía quedan palablas y acciones en el palno de la intención…
mano a mano… así debería ser…porque una despedida si no tiene algún tipo de ritual no se considera despedida…
Un cuento lleno de imagenes, olores, nostalgia y musica… muy bonito Hernan. Gracias. Maru
El túnel?? El túnel??? jajaja!!!, claro, el Túnel es tan malo como el mismo Sábato.
Ahora, con respecto al autor que nos atañe: un poquito menos en el que y un poquito más en el como.
(te lo digo bajito: la literatura contenidista ya nos aburrio a todos).
Desde el principio parecia un ejercicio de lengua del secundario, lo calificaria de “un tanto primitivo” (para no resultar grosera)y “un poco mas aburrido en cada renglón” , (para no resultar academicista).
Mejor nos dedicamos a salvar animalitos!!!!!!!!!!!!!!! y dejamos de escribir al pedo!!!!
entré a este blog por accidente, en búsqueda de información sobre buenos aires y me asombro encontrar este cuento que no es realmente muy bueno, con tales críticas… me da mucha pena pensar en lo bajo que han caido estas generaciones que con algunas palabras consideran hacer arte y no valoran el trabajo de aprendizaje a través del cual debe pasar un artista para consagrarse como tal… por eso sábato es sábato, a pesar de que no es uno de los mejores escritores argentinos, por lo tanto escribir como tal no es un gran mérito, ni mucho menos hacerlo con baja calidad. espero que continues en tu etapa de aprendizaje. saludos,
teresa
Es cierto lo que me dicen en ciertas críticas. No creo qeu se parezca mucho a Sábato.
Ademas considero a Sabato un excelente escritor.
Es un cuento viejo, casi del secundario creo y si, era el comienzo de mi aprendizaje, que nunca finalizó ni finalizará.
A mi Sábato me encanta, siempre me gustó. Sin embargo cuando leí tu cuento no me hizo recordar a “El Túnel”, Pero eso depende de las personas que lo lean, porque uno al interpretar lo hace no sólo con la razón, sino también con la experiencia que dejan las vivencias, quizás a Carla le recordó a Sábato por algo en particular y no está mal.
Lo bueno de esto es que la diversidad de interpretación lo hace interesante.
“Sobre gustos no hay nada escrito” rezá el dicho popular, aunque yo diría que sí, es más hasta demasiado escrito, me atrevo a asegurar…
A mi me encantó tu cuento Hernán, y me parece genial la idea de que quieras seguir aprendiendo, aunque sea como objetivo personal…
Besotes impares y sin sal amigo!
Dani.-
Gracias Dani..
De verdad por tu palabra demasiado elogiosa para mis letras.
Casi cumpleanhero me ha dejado asombradamente bien asombrada como quien diria……….loco …..ahora se porque estas linkeadito en mi casita……..jejejeje….solo que yo a vos ……vio como es eso.ud nome leeeeeee……se que si lo hace.le mando un abrazo enorme desde los brasiles
A mi también me gustó lo que escribiste.
Con respecto a la amiga literata que critica desde la Academia, avisale que a ella no la podés salvar…porque las vìboras no son una especie en extinción…
PD: Feliz Cumple
FELIZ CUMPLE MENINO!!!!!!!
Hernán
a mi me gustó el final,
el tema de las aspirinas
q las iba a necesitar…
(como sutil venganza verbal…)
Que cada uno vea
diferentes cosas
en un mismo cuento
eso es lo bueno!
Estamos en esta tierra
para aprender
es asi…
un beso
Marian
Virulazo nacio en la matanza, lo era para el sitio que hablamos de La Matanza, lo visitaba siempre el actor yanki Robert Duvall (El padrino)
Bueno viendo tu blogg, es tan buenisimo, tus aportes me gustaron mucho.
Es cierto podemos escribir mucho mas y mostrar al mundo lo que hay en la Argentina.
Un abrazo
pablo