Para LA NACION
Como consecuencia del alto grado de exposición pública que tiene el tema de las plantas de celulosa -actualmente con las que Uruguay levanta en Fray Bentos-, la pregunta recurrente es: “¿Y por casa cómo andamos?”. La respuesta es: andamos mal.
La Argentina tiene hoy una enorme deuda ambiental. Sin duda que la docena de plantas de celulosa hoy existentes en la Argentina son, cada una de ellas, y según sus especificidades, problemas ambientales que deben ser atendidos.
No existe curso de agua en la Argentina que no esté bajo un serio proceso de contaminación producto de vuelcos industriales y líquidos cloacales sin tratar. El Riachuelo es el emblema de la inacción en esta materia. La conservación de este vital recurso es una de las prioridades nacionales de acuerdo con las propias palabras del presidente Kirchner; sin embargo, la política en esta materia no difiere de la histórica prédica sin acción.
Las recientes y devastadoras inundaciones en Tartagal (Salta) y en el Chaco muestran con extrema elocuencia, como lo mostró también en Santa Fe unos años atrás, lo que significa la inexistencia del bosque que fue arrasado por las topadoras. Se conoce que perdemos bosques nativos como nunca antes, pero se mira para otro lado.
Estamos encaminándonos a una inexorable crisis en el suministro energético, el cual depende enormemente de recursos fósiles exiguos que no existirán en poco más de una década. Sin embargo, la pereza en la acción para poner en marcha de manera seria y robusta el uso intensivo de las energías renovables es un error estratégico descomunal. La demorada actuación del Gobierno sobre las plantas de celulosa es parte de una errática política ambiental que no alcanza a anticipar hasta los más evidentes conflictos.
Por más vehemencia discursiva que se les imprima luego a las decisiones, si éstas llegan tarde, carecen de coherencia con el resto de las acciones de gobierno y no poseen un objetivo claro, no alcanzan para suplir la ausencia de la dimensión ambiental en la gestión. Una ausencia que nos deparará más y mayores conflictos en el futuro.
El autor es director ejecutivo de Greenpeace Cono Sur
Me parecio excelente lo del sr. Prieto. El Riachuelo es un ícono de la falta de conciencia en política ambiental, para sanearlo se pidió un crédito de 250 millones en 1990, de los cuales solo quedan 86 y los argentinos no hemos visto ninguna obra.
muy sincero el comentario de Prieto, debemos primero mirar un poco adentro antes de hablar d los de afuera…
besos…