Luis Alberto Romero
Club de Cultura Socialista. Argentina, julio del 2008.
Hablé por teléfono a su casa, Rafael me informó que estaba en el extranjero, entonces le escribí un correo electrónico. Está acostumbrada a dictar conferencias o clases en universidades de diferentes países. Se trata de una intelectual de dilatada y reconocida trayectoria. Más allá de las coincidencias o diferencias que despierta, su obra no puede ser obviada cuando se estudia la cultura argentina.
Beatriz Sarlo, de ella hablo, no sólo ha publicado decenas de libros de ensayos e investigaciones, sino que por treinta años dirigió Punto de vista, revista de crítica cultural. El primero de los noventa números de la misma apareció en 1978 y fue un espacio intelectual opositor a la horrorosa dictadura militar que entonces atacaba todo espacio de libertad. Sarlo siempre estuvo al frente de este hito de la crítica cultural argentina, a la par de ello es colaboradora habitual en diferentes revistas y diarios del país. No pocas veces sus artículos fueron traducidos a otros idiomas.
Le escribí preguntándole si podria comentar algunas cosas, vía email, acerca del villamariense José María (Pancho) Aricó para ser publicadas en El Diario. Responde de manera inmediata diciendo que sí. Aquí lo producido en ese intercambio.
-¿Puede describirnos cómo conoció a José María “Pancho” Aricó y la impresión que entonces le causó tanto él como su trabajo?
-Lo conocí en 1972 cuando Aricó era editor de Siglo XXI de Argentina. Con generosa y desprevenida confianza, que se sostenía en la idea de que no era necesario trabajar sólo con los más próximos, sino abrir las puertas a otros, Pancho me ofreció la traducción de El oficio de sociólogo de Pierre Bourdieu, trabajo que nunca le entregué. Pero antes de eso, a Aricó, de cerca o de lejos, lo conocían todos: era una de las figuras más destacadas, ya casi míticas, de la izquierda intelectual argentina. Todos habíamos leído Pasado y Presente y los Cuadernos de Pasado y Presente; todos sabíamos que él había impulsado la traducción de los Grundisse de Marx y que estaba trabajando con Pedro Scaron, de modo obsesivo y pasional, en la nueva traducción de El Capital. Aprendimos marxismo en los libros traducidos o editados por Aricó. Después, durante su exilio en México, lo visité junto a Carlos Altamirano. Y esperamos ansiosamente su regreso a la Argentina”.
-Nos enteramos de que se estaría preparando la edición de las obras completas de Aricó. Según usted, qué importancia tiene rescatar la producción de este intelectual argentino?
-“Aunque los libros de Pancho se fueron editando bien durante la década del 80, y Horacio Crespo coleccionó reportajes en un libro singularmente valioso, ya que Pancho era un hombre que se destacaba en la oralidad, mucho de lo escrito todavía está disperso, y lo que está recopilado merece una edición crítica. No se trata de un rescate, ya que no pienso que sus obras hayan desaparecido, porque Aricó es un hombre citado y comentado en el presente. Se trata, más bien, de que las obras completas suponen un ordenamiento más o menos definitivo, notas que indiquen la oportunidad de la publicación de los textos, todo un aparato erudito en el que Pancho, precisamente, se destacó cuando editaba a otros. La erudición bibliográfica de Pancho era simplemente asombrosa y sería un acto de justicia que sus obras completas fueran preparadas como él hubiera preparado las de otro intelectual. Perseguía datos, referencias, nexos, concatenaciones y conflictos. Quizá el mejor homenaje sería tomarlo a él como editor modelo para organizar sus obras”.
-Viendo el acercamiento a la producción de Antonio Gramsci y el papel que jugó en la difusión de ese autor, no es difícil advertir que Aricó, junto a otros “gramscianos argentinos”, mantenían una visión de los intelectuales que escapaba a lo establecido por la ortodoxia. Cómo describiría usted al Aricó intelectual, no sólo en relación con el compromiso con la realidad latinoamericana y su producción bibliográfica sino también en relación a la práctica política concreta en nuestro país.
-“Pancho era una extra o mezcla de practicidad y pensamiento crítico. Sabía cómo hacer materialmente una revista, la corregía, la editaba, suscitaba artículos. Se comportaba como un organizador de la cultura de izquierda y, en este sentido, era un gramsciano profundo y permanente. Para él no había tarea chica ni trabajo que no mereciera hacerse. Pero, además descollaba como organizador de grupos intelectuales, como punto de agregación de voluntades políticas y de vocaciones.Escuchaba tanto como hablaba, y hablaba mucho, es decir que también escuchaba mucho, especialmente a aquellos que acababa de conocer, especialmente a los jóvenes. Siempre pensó que un intelectual socialista debía tener contactos concretos con la política, incluso si carecía de partido. Se sentaba en reuniones interminables con militantes o con dirigentes. Quería convencer y no le resultaba indiferente el resultado práctico de una discusión de ideas. Era un organizador político en un momento donde ya comenzaban a cambiar por completo las formas de estructuración partidaria. No le importaba mucho contradecirse en cuestiones que no juzgara fundamentales. Le importaba más captar la dirección de una época.
-¿Podría comentarnos el papel que Aricó jugó en el Club de Cultura Socialista y su participación en la revista Punto de vista?
-En Punto de vista Pancho estuvo poco tiempo. Creo que venía de México con la idea de fundar otra revista, que fue la ciudad futura. Temperalmentalmente, Pancho hubiera preferido que las dos revistas fueran una sola, pero eso no era posible. El venía de una experiencia, el grupo de “Punto de vista”, de otra. Podían juntarse en el Club de Cultura Socialista, pero habría sido demasiado frágil y voluntarista la confluencia en una sola publicación. En cuanto al club, es imposible exagerar la importancia, la centralidad, la dinámica de Aricó. Era el corazón del proyecto, quien más confiaba en su necesidad, quien más se jugaba para hacerlo posible. Siempre pensó que el club debía ser un puente que vinculara diversos sectores socialistas y también a los radicales de inspiración social-demócrata, de los que se sintió cerca, o incluso, puede decirse que por momentos fue uno de ellos, sin dejar de considerarse a sí mismo un socialista. Tenía la rara capacidad para acercar posiciones y era, al mismo tiempo, un hombre de discusión y de síntesis. En la unión de esas cualidades, que no se dan juntas sino pocas veces, se definía la personalidad ideológica de Aricó, su temperamento”.