Leticio vivía desde hacía diez años con su mujer, a la que amaba con la misma intensidad que el primer día y, quizás, todavía más, y con su suegra, a la que detestaba también con la misma intensidad con la que la había venido detestando todos esos años, o incluso más.
La única razón por la que no la echaba de la casa o no tomaba una medida más drástica, como hervirla en aceite, o no tirarla por el balcón cuando pasara el camión de la basura, era el amor que sentía por su mujer, para quien albergar consigo a su pobre madre enferma constituía un deber ineludible.
Además, como el matrimonio, a pesar de haberlo deseado con fervor, no había podido tener hijos, que, por otra parte no trabajaba, dedicaba todo su tiempo a cuidar de su madre. Pero un día, las cosas amagaron a cambiar radicalmente: Leticio llegó a su casa, luego de una ardua jornada de trabajo, y su mujer lo recibió diciéndole que tenía para darle dos noticias, una buena y una mala. -Voy a empezar por la mala, dijo. Leticio, esta tarde murió mamá.
Leticio corrió al dormitorio de la vieja y vio que, efectivamente, había quedado dura. Entonces, corrió a poner un disco de rock pesado, y se puso a bailar frenéticamente gritando: -¡Qué bueno! Si esa es la mala noticia, cómo será la buena. -La buena, le dijo su mujer, es que voy a ser mamá.
Leticio volvió a saltar de alegría. Hacía diez años que venía deseando tener un niño que alegrara el hogar, y ahora, sin la vieja que escorchara todo el día ese hogar iba a convertirse en un verdadero paraíso.
Pues bien, al día siguiente, después del entierro de su suegra, Leticio se fue a trabajar, y, cuando salió, antes de volver a su casa, fue a comprar ropa de bebé, para levantar el ánimo de su esposa. Pero, cuando llegó a su casa y se dirigió al dormitorio, donde creyó que encontraría a su mujer, encontró que la que estaba esperándolo era la vieja, su suegra. Y estaba viva.
El pegó un grito de horror. Entonces la vieja le dijo: Leticio, ¿qué te pasa? ¿No me reconocés? Soy yo, tu esposa. Yo te dije, ¿no te acordás? Te dije que iba a ser mamá, y no pensé que sucedería tan pronto… pero sucedió, Leticio. ¡Soy mamá!.
Leo Masliah es un genio!
Esto raya lo perverso, jajajaj
Excelente cuento, con un tipo de humor que admiro. El humor negro donde la sorpresa de una situación tan perversa e irreal se funde en la frontera con lo tragicómico… y será más trágico o mas cómico según cada oyente. No diré entre cuales me encuentro, solo diré que lloré de la risa por ese desenlace tan inesperado y surrealista. El humor negro es muy bueno y Leo Masliah, es un excelente ejemplo de ese humor… Si tengo que definir la felicidad, no sabría cómo, pero en esos instantes en que la risa aflora y se apodera de uno… no existe la pena, ni el dolor ni la preocupación, ni los problemas.
Los momentos en que uno ríe con muchas ganas son sin dudas pequeños instantes de pura felicidad…
Gracias a dios existen seres con el don de hacer reír.