No soy de postear mucho sobre futbol, pero hoy haré una excepción.
Comparto con uds una entrevista que al técnico de Huracán, Ángel Cappa.
Gracias a Hernán G., fanático del Globo que me pasó este material.
Una brisa fresca recorre Buenos Aires a la caída de la tarde. No es el otoño tardío, son las palabras de Ángel Cappa. Profesor de filosofía y psicopedagogía, el hombre es más conocido por su oficio de director técnico. Su equipo es Huracán. Y Huracán juega de maravillas, gane o pierda, por lo que ha devuelto la esperanza de que el juego de la pelota no ha muerto.
–¿Con qué temas nos quedaríamos hablando hasta la madrugada: fútbol o política?–¡Con cualquiera de los dos!
No le gusta el vértigo de Buenos Aires; prefiere la pausa riquelmista de Bahía Blanca, el lugar donde nació hace 62 años. De ahí debe venir la frescura. Cappa tuvo que dejar Villa Mitre, su barrio, con la llegada de la dictadura militar. Lo recibió Madrid, como a tantos exiliados. Desde allí, siguiendo el manual de estilo menottista, se construyó el entrenador. En el camino, no abandonó ni una pizca de él mismo. Ahora Cappa está sentado a una de las mesas del bar Líber, en Libertador y Libertad, una esquina que es coqueta pero debió de anarquista. Habla de Huracán, de fútbol, de gambetas; de la izquierda, la derecha, la militancia; de los medios, las ideas, el barrio. Habla de todo. Algo extraño en un fútbol de tantos silencios.
–¿Huracán tiene un sabor especial?
–Sí, claro. Huracán encarna valores que son restos de nuestra identidad. El barrio, el tango, lo que podríamos llamar el romanticismo, que tampoco es así, pero no encuentro otra palabra. La bohemia, quizá.
–El porteñismo.
–El porteñismo. ¡Eso es lo que encarna Huracán! Lo que pasa es que yo no sé cómo hacer, porque hay una falta de propuesta de esta naturaleza que a una insinuación, como es Huracán, ya se le da carácter de realidad. Una realidad es Lanús, que lleva tres años o más.
–Lo que derriba el discurso único: no se han acabado las ideas.
–Eso es, eso es bueno. Yo hice una pretemporada distinta a la que se usa en la Argentina y me acusaron enseguida de atentar contra la lógica. Como si yo hubiera empezado a entrenar ayer, como si detrás de esto no hubiera un argumento. Porque esto no es un romanticismo trasnochado.
–¿Cuánto tuvieron que ver los medios en imponer el discurso único?
–Muchísimo. Los medios predominantes del fútbol son los que determinan el pensamiento de la gente. En el fútbol y en todo lo demás. Te forman una opinión. Pero también hay una paradoja: aparece Huracán, hace tres pases seguidos, y la gente se olvida de lo que le estuvieron diciendo los medios durante treinta años.
–¿Cuál es la idea de este Huracán?
–Un equipo que juegue bien al fútbol. Ahora, ¡uno tiene que ser Sócrates para explicar qué es jugar bien! El tipo cuando va a la cancha sabe qué es jugar bien. Todos lo sabemos, de chiquitos: mirá a España, el Barcelona, Zidane, el Arsenal y Platini. Un entrenador, en un congreso, dijo que había hecho una encuesta acerca de qué es jugar bien, y que la gente no se puso de acuerdo y por lo tanto él concluyó que jugar bien es ganar. Entonces yo dije que había hecho una encuesta preguntando qué era una puerta. Y como no encontré una definición precisa llegué a la conclusión de que las puertas no existen. Es jodido definir qué es una puerta; ahora, vos sabés lo que es.
–¿Hay un cappismo?
–Noooo, noooo, ni mucho menos.
–Pero hay una identidad.
–Yo soy fiel a todo lo que me emocionó. La emoción es la puerta del conocimiento en el fútbol. Y soy fiel a eso. Desde Eduardo Villar, que fue el primer crack que yo vi en Villa Mitre, a otros jugadores, incluso algunos que tuve en contra. Ramos Delgado, por ejemplo. O Grillo, que era mi ídolo de pibe. Y Menotti le puso nombre a esa corriente porque fue una figura destacada y salió campeón del mundo. Pero antes de Menotti estaba Sastre, De la Mata, Erico, Moreno, Pedernera, Tucho Méndez.
–A sus jugadores les dijo: “Crean en ustedes”. Esa frase ocurrió en un mundo donde los técnicos tienen más protagonismo que los futbolistas.–Porque el producto se vende a través de una persona. Pero uno cumple las funciones de un maestro. Yo estoy con la pedagogía de Paulo Freire: el maestro no enseña nada, ayuda a aprender al alumno. Y yo también. Transmito lo que he aprendido.
–¿Y cuánto aprende de los jugadores?
–Muchísimo. Lo que yo soy es un alumno muy aplicado. Todos los jugadores te enseñan cosas. Y aprendo con mis hijos también. Porque tengo otro concepto de la autoridad. Soy un tipo muy cercano. Y mis hijos me cuestionan cosas permanentemente.
–Su hijo Bernardo es director de teatro, ¿qué tiene en común con un técnico?–Hay muchísimas cosas en común. Porque se levanta el telón y él no existe. Se levanta el telón y yo tampoco existo. El entrenador está en lo que hace en la semana, en lo que prepara; en lo efímero de lo que se crea. El fútbol crea una belleza efímera: hace paf y desapareció. Y el teatro también. Él tiene la ventaja de que no tiene rivales que le tratan de arruinar la obra.
–¿Sigue reivindicándose como un hombre de izquierda?
–Por supuesto, soy un tipo de barrio, he vivido las penurias y la humillación de la clase trabajadora. Mi abuelo era cochero, mi papá era peluquero. Igual, habría que definir qué es la izquierda hoy.
–¿Y qué es la izquierda hoy? ¿Qué diferencia hay con su militancia en los 70?–Ha cambiado la sociedad. El concepto de clase obrera es otro. El concepto de socialismo es otro, como también el del capitalismo. El capitalismo ha estallado. Pero soy de izquierda, de la gente de abajo, de la gente oprimida, de la gente explotada, de la gente humillada. Yo pertenezco a eso.
–¿No se sentía un extraño en el fútbol?
–Para nada. En el fútbol están todos los compañeros de mi barrio. Y yo nunca hablé de política con ninguno. Porque además entiendo que el fútbol es un momento de esparcimiento que uno necesita para vivir, como el teatro.
–Usted militaba en el peronismo de base, ¿cómo recuerda aquello?
–Como una esperanza emocionante de una sociedad diferente, como si estuviéramos construyendo algo más justo, más humano. Lo que decía el Che, un nuevo hombre, fuera del egoísmo, fuera de lo que la sociedad llama el éxito. Y con una gran inocencia, porque no sospechábamos lo que finalmente ocurrió.
–¿Qué significó el exilio?
–Muy feo, tremendo, te sentís impotente. Yo llegué y tenía doscientos dólares, lo que yo cobraba jugando al fútbol en Bahía Blanca y dando clases en Coronel Pringles. Y yo decía, ¿por qué carajo tengo que estar acá? Y también, al mismo tiempo, decía, yo puedo estar acá, otros tipos los están torturando o los mataron. Pero es duro. A pesar de que en ese momento la gente en España tuvo una solidaridad extraordinaria. Alquilamos una casa vacía: tenía un teléfono en el suelo, nada más. Pero la gente del barrio nos consiguió colchones, mantas, nos trajo comidas.
–¿Participó del boicot a la Copa del Mundo?
–Bueno, era un movimiento que no sé si tuvo algún tipo de repercusión. Se hacían charlas, publicábamos cosas en los diarios. Era una forma de denunciar a la dictadura. Porque estábamos esperando el Mundial como cualquiera y cuando había partidos los mirábamos desesperadamente.
–¿Nunca le resultó una contradicción que en el medio estuviera la Selección de Menotti?
–No, porque hacía su papel. Y el equipo le daba un motivo de alegría a la gente. El boicot era una denuncia, aprovechar eso para denunciar a la Junta.
–¿Cómo recuerda su regreso?
–Jugaban River y Boca en la cancha de River. Kempes y Alonso en River; Maradona en Boca. Mi papá me estaba esperando en el aeropuerto, y me dijo: “Tengo entradas para la cancha”. Sentí una alegría extraordinaria.
–¿Existe un fútbol de izquierda?
–Si uno es estricto, no. Es una manera de hablar. Las gambetas no son de izquierda o de derecha. Pero se dice un fútbol de derecha a aquel fútbol especulador, al que sólo le interesa ganar, como al tipo al que sólo le interesa la guita y que no le importa el contenido. A la izquierda sí le interesa el contenido, la ilusión, la emoción. A la derecha no le importa la emoción, le importa ganar guita y punto. Y para ganar guita, destruyen el planeta, destruyen a la gente. Es el “pisalo, pisalo”.
–Hay un traslado de valores.
–Claro, la historia de Huracán, no la del actual sino toda su historia, sería la de un fútbol de izquierda. Porque el del Estudiantes de Zubeldía es un fútbol típicamente de derecha, basado en que hay que ganar, no importa cómo. El fútbol de izquierda, en cambio, es emocional.
–¿Cómo le gustaría que termine esta historia?
–Con Huracán campeón y jugando bien. Ése sería mi sueño. En este campeonato seguro no, va a tener veinte partidos. Pero si los dirigentes mantienen el equipo, y si los representantes nos dan una mano, seguro que vamos a estar entre los primeros en el próximo campeonato.
–Y con Fatiga Russo al lado, una gloria del Huracán del 73.
–Fatiga es una parte de Huracán. En los últimos diez minutos con Lanús estaba llorando en el banco. Se le caían las lágrimas porque esa corriente emocional lo implicó también a él. Y juntos compartimos el sueño. ¿Sabés lo que sería para mí salir campeón con Huracán? ¡Ahí sí que me retiro!
Los millones que giran alrededor de la redonda y la Ley deRadiodifusión–¿En qué afectó el negocio de la televisión al fútbol?
–Si es cierto que la televisión gana 9.300 millones de pesos por año y le da al fútbol 180 millones, menos del 2 por ciento, me parece una tremenda injusticia. Habría que llegar a un acuerdo para que el reparto sea más equitativo y el negocio resulte positivo para ambos. En España, hay varias ofertas y tengo entendido que el fútbol se lleva el 25% aproximadamente. La diferencia con Argentina es abismal.
–¿Le resulta interesante la propuesta de reforma a la Ley de Radiodifusión?–En general, me parece excelente, al menos en intenciones. Y no sé por qué no se abre un debate de nivel en los medios más poderosos para que todo el mundo sepa de qué se trata. Eso sería un ejercicio práctico de democracia. Ojalá se pueda pensar en que todos tengan acceso a ver los partidos, y no sólo los que tienen el dinero suficiente. No nos olvidemos de que el fútbol nació y nace todos los días en los barrios más pobres del mundo.
–¿Le gusta este Gobierno?
–Tiene actitudes positivas y otras que no corresponden con su discurso. En las palabras va más allá que en los hechos. Y así y todo le cuestiono las palabras. Este Gobierno cree que si no va más allá la derecha le va a perdonar. Y la derecha no le perdona nada. Si vos le quitás un peso, te arranca la mano y te quita los ojos. Las retenciones me parecen lógicas y normales a quienes se llenaron de dinero en esta Argentina. A mí me parece que ésta es una actitud positiva del Gobierno. Pero no veo que se defina. Hace un paso para acá, y tres para el otro y uno para allá, y eso termina siendo una ambigüedad.
–¿Le entusiasma esta situación política en Latinoamérica?
–Es lo que queda de esperanza en el mundo. Las corrientes, digamos de izquierda, que hay democráticas, además, son muy alentadoras. Creo que hay que hacer una democracia participativa, en la que podamos debatir, con honestidad. Hoy los que debaten son siempre los mismos: son Tinelli, Susana Giménez y Moria Casán. Tienen derecho a opinar, pero si en la Argentina, donde hay una cultura desarrollada, donde hay intelectuales, donde hay teatro, son esos personajes los que generan el debate sobre la pena de muerte o no, algo no está pasando.
–Tampoco la sociedad tiene que esperar.
–Claro que no. Y tendría que exigir el derecho a la información. No tiene que permitir que un diario le mienta. Y lo hacen, descaradamente, para defender sus intereses. Que el diario ponga la información, por ejemplo: “Ganó Evo Morales por el 68 por ciento contra el 32 de la oposición”. Y no como puso El País: “Empate técnico”. ¿Cómo empate técnico? Eso decís vos. Poné la información y después poné interpretación. Pero la información tiene que ser limpia.
“Riquelme es uno de los jugadores más rápidos”
–¿La Selección de Maradona le gustó?
–Es poco tiempo, hay que darle más tiempo.
–Pero le entusiasma.
–Me entusiasma por la presencia de Diego, porque a mí me parece imposible que Maradona haga jugar otro fútbol que el que él jugaba. Es el mejor jugador de la historia del fútbol entonces yo estoy entusiasmado con esa posibilidad.
–¿Le apenó que Riquelme renunciara?
–Sí, un símbolo de nuestro fútbol. No me meto en la discusión porque son cuestiones de dos personas mayores. Pero es uno de los mejores jugadores que yo vi en los últimos años. Y uno de los más rápidos junto con Laudrup, que era un gordito que si me corría a mí en aquella época del Real Madrid por ahí salíamos parejos. Porque la velocidad en el fútbol es otra historia; es pausa. Si no hay pausa, no hay velocidad. Riquelme es pausa. Y es ver la jugada antes: mira, hace la pausa, pim, y te dejó solo. Esa es la velocidad. Y Riquelme es uno de los jugadores más rápidos que hay en la actualidad.
–Y se está yendo al fútbol sin pausa.
–Claro, y la sociedad también. Un filósofo español decía que la frivolidad es precisamente la falta de tiempo, la falta de pausa. Nadie tiene pausa para sentarse a charlar, para tomar un café, nadie tiene tiempo para eso.
Esta por cumplir 67 años el 6 de setiembre de 2010. Se saca años el viejito.