Juan es un tipo que murió al revés. No murió ni boca arriba ni boca abajo. No murió de noche ni de día. Simplemente, murió al revés.
Siempre supe que Juan iba a morir así. Se lo dije hace unos años en un asado: “vos, de seguir así, vas a morir al revés”.
Juan se rió de mí, en verdad, todos se rieron de mí…. Pero lo cierto es que hace unas horas encontraron muerto a Juan, y claramente, estaba al revés.
Si me hubiera escuchado cuando se lo avisé, quizás ahora la historia sería distinta. Pero ya no hay vuelta atrás (ni adelante), es imposible enderezar a alguien que murió al revés.
Miren que experiencia no me falta eh… cómo muchos de ustedes sabrán, mi familia supo tener cocherías y velatorios. Así que algo del tema sé. Por eso, se lo avisé, de onda, de amigo. Pero no quiso escuchar.
Lo complicado, ahora, es encontrar un cajón para velar a Juan. No todas las funerarias están preparadas para alguien que muere del revés.-
Y después, el cementerio. Ahí la cosa se pone más fiera. Te quieren cobrar parcela doble, te empiezan con que no cuentan con el espacio suficiente, ni con la tecnología para darle reposo eterno a alguien que murió así.
Y la familia, desconcertada, opta por lo que parece algo más sencillo, pero que no es, cremar a Juan.
Y ahí, se vuelve a complicar todo. Horas y horas debatiendo si cremarlo o no, si las cenizas se las quedan o las tiran en la canchita dónde Juan jugaba a la pelota, o las llevan a Mar del plata, esa ciudad dónde Juan pasaba todas sus vacaciones. Y en el medio de toda esa discusión, algún cuñado mal habido, empieza a tirar frases cómo “mirá que venir a morirse al revés…éste Juan no te la hace fácil ni de muerto”, o la clásica “cómo hace alguien para morir y seguir complicándote la vida desde el más allá”. Y una tía de Juan, que no lo veía desde hacía nueve años, mira extrañada la forma del cajón y pregunta por lo bajo a su hija:
– che… ¿ Tan gordo estaba Juancito?
– No, mamá. ¿No entendés que murió al revés?
– Ah.- dice la tía que adopta una posición de yoga para lograr ver el cajón en toda su extensión.
En fin, mi amigo Juan murió al revés. Era un tipo común, pero, yo se la había vaticinado sin resultados.
Hoy, finalmente, creman a Juan, pese a la negativa del crematorio, ya que por la puerta del horno no pasa el cajón. Parece que decidieron hacerlo a la antigua… un colchón de madera, arriba el jonca y que arda todo en una hoguera.
La abuela de Juan no quiso saber nada con estar presente. Dijo que su nieto era Juan, y no Juana para que le anden prendiendo una hoguera.
La madre de Juan, por otro lado, me comentó que ella sabía que iba a terminar así.
Todos lloran a Juan, salvo su cuñado, que se está perdiendo el partido de Velez.
Yo me animo y me anoto para presenciar el asado, digo, el fuego.
Veo arder a mi amigo en su retorcida caja final y por dentro, pienso que debería haber sido más bueno con nosotros, con los suyos, y tener la delicadeza, al menos al momento de morir, de hacerlo del derecho. Pero que va, ya no importa mucho. Ya no. Chau, Juan.