En estas últimas semanas la campaña para acceder al sillón de Rivadavia se ha puesto más agresiva. Cientos de militantes y simpatizantes de las dos fuerzas políticas que se disputan el triunfo electoral, han incrementado la virulencia y las discusiones entre personas que tenían relaciones afectivas pero diferencias ideológicas han tomado mucho calor, hasta llegar a romper amistades o provocar fuertes enfrentamientos entre familiares.
Ante esta situación, un ciudadano argentino, publicó la siguiente carta:
La mezcla de hartazgo y tristeza es una mezcla perniciosa para la salud física y mental. Bueno, eso me está ocurriendo desde hace varios meses.
Por razones que no viene al caso explicar, hace tres días que me encuentro en un especie de retiro, solo, sin nadie con quien hablar, rodeado de una generosa naturaleza que me recibe al alba con el canto de cientos de aves de apenas un par de órdenes y tres o cuatro familias, muchos árboles y plantas, la mayoría exóticos, y tres enormes y nobles perros que me acompañan todo el tiempo. En estos días no compré el diario, no encendí la TV, no tengo radio, y tan solo uso la computadora para escribir, como en este caso. Esta obligada soledad, de la que solo me da pena perderme las clases de Paleontología y Entomología, me dio la posibilidad de pensar y reflexionar.
Esto que escribo quizás y probablemente no le interese a nadie. La verdad que lo publico con la idea de que mis hijos quizás lo lean, y algún pequeño grupo de amigos, ya que la vida complicada y exigente de las ciudades da poco lugar a la conversación extensa y profunda.
Nací y me crié, como hijo único, en el seno de una familia de clase pobre, trabajadora y muy politizada. Mi abuelo era socialista, afiliado al partido desde los 14 o 15 años, delegado gremial toda su vida, militante hasta el tuétano. Mi padre, mi tío y mi padrino, de ideas políticas diferentes a las de mi abuelo, y aún entre sí. Vivíamos todos juntos, en una casa pequeña, con paredes de madera en un principio. Estas descripciones no tienen otro fin que la de definir un marco de convivencia y nada más.
Desde muy pequeño, desde que apenas asomaba mi cabeza por sobre la mesa, asistí a debates políticos, entre mi familia y con otras personas que ya ni recuerdo.
Se debatía durante horas, defendiendo cada uno sus ideas con firmeza, con convicción, aún golpeando algún puño sobre la mesa, con los rostros enrojecidos…. pero no de ira, sino de pasión… Jamás escuché un insulto, jamás una ofensa, jamas una ironía, jamás una amenaza. Pasó el tiempo y crecí. Y empecé a participar de los debates. Y siempre fue igual, siempre el mismo tenor en las disputas verbales.
Y con ellos aprendí. Sostenían sus razones con sus acciones cotidianas. Su vida era fiel a sus ideas, pese a la pena o el disgusto quizás, de sus esposas e hijos, pero que con el tiempo se irían transformando en algún grado de admiración.
Mi abuelo, el más batallador, vivió para servir al que lo necesitaba. Mi abuelo, era un gran orador ante sus correligionarios y aún ante los opositores… fue perseguido, y hasta pudo haber sido muerto. Claro eran otras épocas. Defendió siempre y a ultranza, los derechos de los trabajadores… pero me inculcó siempre la vocación del trabajo y del estudio, el respeto hacia mis empleadores y hacia mis educadores. Siempre utilizó como armas a las leyes… y si hacían falta algunas nuevas, o modificar las vigente, siempre trabajó desde los lugares que las propias leyes se lo permitían.
Ahora ya soy una persona mayor, y también soy abuelo. Y todos aquellos murieron. Y siempre fui fiel a aquellas enseñanzas, siempre fui fiel a lo que aquellos idealistas forjaron en mí. Paradójicamente, nunca milité políticamente, pero sí fui y soy, quizas un transmisor a mi modo, en quienes me rodean cercanamente, de esas ideas de concordia y tolerancia. De respeto mutuo. De saber escuchar.
Ni los gobiernos de turno son las panaceas, los dioses elegidos de un Olimpo, que llegaron para solucionar todo, ni los que piensan distinto son unos ineptos e incapaces. Y tampoco los gobiernos de turno son la desgracia de generaciones, ni los que se postulan son los sabios elegidos por los dioses para salvarnos de la catástrofe.
Una nación se construye con las buenas voluntades de todos sus integrantes, con el trabajo de cada uno, dando el ejemplo a los más jóvenes. Dando el ejemplo diariamente. El insulto, el agravio, la descalificación, no conducen a ningún buen puerto. Tenemos que respetar, y si el otro no nos respeta, no debemos recurrir justamente a la misma irrespetuosidad.Una nación la construímos entre todos. Ningún gobierno hizo ni hará nada él sólo. La construcción de una nación no es mérito de los gobernantes, sino de los ciudadanos que trabajamos, estudiamos, y aportamos nuestras obligaciones diariamente.
Nuestro buen diario vivir es el aporte. Nuestro buen diario vivir es el trabajo al que debemos abocarnos. Nuestra solidaridad sin espamentos es la conducta a seguir. El consejo al trabajo y al estudio es lo que debemos promulgar. Desde el lugar que cada uno pueda.
Esto es lo que quiero para mis hijos y mis nietos.
Me cansé, me harté, me entristecí, de tanta ironía, tanta descalificación, tanta mentira, tanta agresión, tanta arrogancia, tanto insulto… provenientes de cualquier color político, de cualquier estrato social…
Sé que este tipo de publicaciones puede generar polémicas. Pero definitivamente en ninguna de ellas participaré.
La publico a modo de catarsis, porque francamente, me duele el alma.
Ahora voy a intentar seguir disfrutando del canto de las aves, del verdor que me rodea, sea exótico o no, del olorcito a tierra mojada por el rocío, y de estos tres ocacionales y fieles compañeros, tan cariñosos, tan respetuosos, tan decentes, tan dignos.
Oscar. Un día algo triste de fines de 2015.
Acabo de leer su carta y me pareció un retrato fiel de mi familia y muchas otras ,también soy grande y en casa mi padre tenia su idea política ,pero nunca escuche discusiones ,si cambios de opinión En este momento estoy como usted lejos del carnaval político (Salta ) y como dice ,el bien vivir es porque mi esposo ,jubilado sigue trabajando por ese bien vivir ,deseo y espero que tanto como sus hijos y los míos y nietos lean su carta gracias
Muchas Gracias Carmen. La idea fue difundir un poco la carta de Oscar para que más personas nos pongamos a reflexionar. Usted puede ser parte también de esto, compartiendola. Saludos,
Oscar. Gracias. Tu catarsis fue mi catarsis al leerte. Abrazo.
Adhiero totalmente !