LA REALIDAD ES QUE MÁS ALLÁ DE CONSEGUIR TRABAJOS MUY BIEN PAGADOS PARA ALGUNOS INÚTILES QUE LE SON FIELES, EN LA FIFA GRONDONA ES UNA SILLA QUE ALGUIEN DEBE OCUPAR.
El círculo de aduladores del jefe de la AFA suele defenderlo con el argumento de que si no fuera por él, el fútbol argentino no tendría peso en la FIFA. Lo dicen en los discursos, cuando lo señalan con el brazo extendido como alguien que diserta ante una estatua que se va a descubrir al público presente. “Gracias a Dios tenemos a este hombre para que nos defienda”.
Y miran desafiantes cual guapo que relojea a su entorno después de amenazar con el facón que brilla en la penumbra de un boliche. Se la juegan por Grondona.
Cuando a Boca le roban al juvenil Sebastián Nayar, lo justifican. “Qué puede hacer él, si sólo es uno de los ocho vicepresidentes de la FIFA”, dicen. El pobre Grondona resulta que no es tan poderoso. Eso funciona hacia adentro, para el consumo interno, cuando alguien de la política husmea en la estafa de la televisión, o la violencia le pone al fútbol una espada como la de Damócles. Entonces sí, cuidadito con tocarlo a Grondona.
La realidad es que más allá de conseguir trabajos muy bien pagados para algunos inútiles que le son fieles, en la FIFA Grondona es una silla que alguien debe ocupar. Un puntero político eficaz en América del Sur. Un señor que firma papeles escritos en inglés sin entenderlos para mantener la formalidad de un organismo que debe integrarse con representantes de todo el mundo.
Si se busca la ficha de Grondona en la FIFA, aparece como “hombre de negocios”. Será por eso que la misma televisión que les roba a los clubes argentinos desde hace años, consigue la venta directa de los mundiales. Blatter es un hombre agradecido y la ponchada de votos que Grondona ha conseguido tiene su precio. Otro logro es el tema de los boletos para los partidos de los mundiales. Eso lo maneja él para la Argentina. Y la hace bien Grondona: en vez de imitar al inescrupuloso vicepresidente Jack Warner de Trinidad y Tobago que quiso venderlas en su propia agencia de viajes, Grondona se permite ser generoso con los amigos de siempre y simplemente se las da. Un hombre de negocios, que ni siquiera los hace para él, puede decir, y dice. Ahora se presentaron los espinosos asuntos de Oscar Ahumada y de Martín Bravo, algo que puede tener una continuidad muy peligrosa para los exhaustos clubes profesionales. Se abre una puerta para que muchos contratos abusivos sean ignorados por los jugadores. A la venta de decenas de futbolistas por temporada, se le suma el riesgo de perderlos sin obtener nada por esas transferencias. A Nayar, una promesa de Boca, le pagaban tres mil pesos por mes. Vino un clubeito de España y se lo llevó con la naturalidad con la que los emisarios hicieron compras en el free shop del aeropuerto. Grondona sabe que Boca podría tener contratos menos leoninos con los que son parte de su futuro, si la televisión no pagase la décima parte de lo que vale el fútbol. (¡La tele sí que sabe lo que es quedarse con las retenciones!).
¿Qué hace el buen hombre? Envía un telegrama a la Federación Española donde un empleado toma el papel y lo estruja en una sola mano y mete un triple en la papelera mas alejada.
Hablando en una radio del establishment que lo protege, Grondona -frente a los casos de Ahumada y Bravo-, clama con la energía de un astrólogo que anuncia el fin del mundo, que habló a la FIFA: “Espérenme que voy para allá -‘allá’ es Beijing- y no tomen ninguna medida hasta que yo llegué”. Mala suerte. Un rato después, la voz de Blatter anuncia con marcado acento marxista que está a favor de los jugadores y en contra de esta “esclavitud moderna” a la que los clubes quieren someterlos. Tarde pió Grondona. Piensa también darse una vueltita por Agremiados, apunta conciliador, como un padre que resuelve en familia a dónde ir de vacaciones. ¡Lo que faltaría! Que Agremiados se ponga en contra de sus propios asociados. Pero es el único lance que le queda. Es capaz hasta de ir a la sede de los futbolistas, en lugar de citarlos a su propio escritorio de la AFA. Si los hace sentir importantes, por ahí los ensarta. Cuando más podría demostrar que para algo le sirven al fútbol argentino sus años de FIFA, Grondona tropieza ante un nuevo orden y se expone a exhibirse más inútil que nunca.
“Allá”, le van a traducir lo que dijo Blatter y a qué se está jugando hoy en día. Le servirán unas masitas, le pondrán un vaso en la mano y le harán entender al vicepresidente del mundo cómo viene la mano. Mientras, los clubes hacen lo que pueden vendiendo jugadores hasta en ramilletes, despojándose de lo poco que tienen. La Justicia investiga pases truchos y la nota más positiva es una tregua que se darían las barras bravas. Grondonalandia a pleno funciona lo más bien. La B Nacional de Primera está por iniciarse. De lo que roba la tele oficial del fútbol, ya ni se habla. Sus medios entrevistan y defienden a Don Julio. Algunas veces los jugadores cobran sus salarios. Y a veces se cansan y se van. Y todo pasa.




