Silvio Rodriguez presentó su nuevo disco


“Sigo debiendo muchas canciones”
Johanna Puyol y R. A. Hernández •
La Habana

“Sigo debiendo muchas canciones”, afirmó en conferencia de prensa el trovador cubano Silvio Rodríguez, con motivo de la presentación de su último disco Érase que se Era.

En una vuelta a sus años más prolíficos, anteriores a su primer disco en 1975, Días y flores, el cantautor ha sacado a la luz “todas esas canciones que se me fueron quedando en esa etapa inicial”. La fuente es rica y la selección fue trabajosa y delicada. Así lo reconoce Silvio cuando recuerda que “en esa fecha hacía 10 años que estaba componiendo y ya tenía cientos de canciones escritas”. El resultado ha sido un disco doble de 25 temas —con excelente diseño de Eduardo Moltó e ilustraciones del pintor Roberto Fabelo— entre los que se encuentran algunos que nunca fueron grabados con anterioridad como “El barquero”, “La canción de la trova”, “El matador” y “Terezín”, entre otras.

Sin embargo, a una pregunta de La Jiribilla sobre la actualidad de los temas afirmó que “todas las canciones de este disco tienen cierto grado de vigencia, alguna forma de afianzarse a la realidad actual”, como se corrobora en el caso de “Terezín” (1868), canción dedicada a los niños judíos asesinados por el nazismo que encuentra un doloroso reflejo en los niños libaneses que mueren cada día o “Fusil contra fusil” que, inspirada en las enseñanzas del Che, habla sobre la toma de las armas cuando no existe “otra manera de resolver las cosas”, “no porque nadie quisiera matar a nadie, sino porque esta fue la única forma que nos dejaron. Mira lo que pasa en el Líbano, lo que le siguen haciendo a Palestina…”

El prestigioso autor, que cumplirá 60 años el 29 de noviembre, al ser interpelado acerca del próximo cumpleaños de Fidel, afirmó que no solo le regalaría su música: “le regalo hasta mi persona”, y reveló que existe una canción en particular que identifica con la figura y la personalidad del Comandante: “Rabo de nube”, y añadió: “Veo a Fidel y me parece que es parte de esa canción, porque Fidel es una especie de rabo de nube que barre con todo lo feo”.

El artista también comentó sobre las reacciones de los extremistas miamenses en los últimos días, los festejos de la “gente con mal gusto”, animada por los medios que se alimentan de este espectáculo, “lo estimulan y posiblemente les pagan a muchos de los que se paran ahí a hacer payasadas”.

Al respecto, dejó clara su posición ante las provocaciones de los que están “del otro lado”: “Sigo de este lado y me parece que voy a seguir aquí”. Declaró también que ha pensado mucho en los Cinco Héroes cubanos prisioneros en EE.UU. y en las noticias que han podido recibir en su aislamiento. Al conocer que solamente pueden escuchar la radio, propuso dedicar “un programa de radio especial para ellos, donde yo comentaría mis canciones”.

Silvio prepara actualmente una gira internacional que comenzará este mes en España y que comprenderá 15 conciertos en varias ciudades de ese país. Luego viajará a Londres, donde tendrá oportunidad de tocar con el notable guitarrista John Williams. Lo acompañarán en su itinerario el Trío Trovarroco, grupo de cuerdas de Villa Clara; Niurka González en la flauta y el clarinete y Oliver García en la percusión.

Como buena noticia para los incontables admiradores de su música confesó que prepara un nuevo repertorio en el que incluirá “todas esas canciones que siempre me piden y nunca canto” con los números más célebres que le han ganado la admiración internacional y lo han hecho una de las figuras insignes de la Nueva Trova y de la música cubana de todos los tiempos.

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Encuentro – Pirulo de Pagina 12


El general retirado Norman Schwarzkopf mostró un sentido del humor por lo menos peculiar. Entrevistado en vivo, le preguntaron qué opinaba de enfrentar a un grupo que se autotitula “Partido de Dios” (Hezbolá).

“Bueno –dijo el militar–, si es así, ellos hablarán con Dios y el ejército se encargará de hacer lo de siempre: arreglarles el encuentro.”

Un blogger en la cárcel por no entregar un vídeo


Josh Wolf, blogger y periodista independiente ha sido encarcelado este martes por desacato al no querer entregar a la justicia el vídeo de una manifestación anti-G8.

En el blog del chico: http://joshwolf.net/blog/ su madre pide fondos para el proceso judicial. Un claro ejemplo de campaña personal de Fund Raising.

Más info en Reporteros Sin Fronteras

Mis fotos copadas de Europa del Este



Plaza Principal.
Varsovia, Polonia.
Warsaw, Poland.

Hotel en Bratislava, Eslovaquia.

Fuente.
Viena, Austria.

Museo de Arte contemporaneo.
Viena, Austria.
Viena, Austria.


Montañas.
Rumania.

Roşia Montană
Rumania.

Tumba en el cementerio.
Roşia Montană
Rumania.

Castillo de Vlad Tepes (El verdadero Drácula)
Transilvania, Rumania.

Palacio de Gobierno.
Bucarest, Rumania

Polksa – Varsovia


Algunos ya saben donde estoy. Para los otros les cuento que estoy en Varsovia, Polonia.
Vine por trabajo una semana, y la verdad que es una experiencia increible.

Es un país muy diferente al nuestro.

Al menos en Varsovia, los polacos tienen una mezcla rara de nostalgia por los tiempos comunistas, un odio hacia los rusos y alemanes que aún persiste y cierta simpatía pro-americana que en algunos es casi idolatría.

La gente tiene mucha onda. Si bien el idioma es un problema porque pocos hablan ingles, me las estoy rebuscando y hasta aprendí alguna que otra palabra que es igual al castellano.
Lo interesante es que si bien las palabras son muy distintas, la acentuacion en las palabras y las frases se parece bastante al espa;ol con lo cual, puedo asegurar sin equivocarme que los latinos aprendemos polaco mas facilmente que los gringos.

Una cosa impresionante para ver en Varsovia es el museo de la Guerra, donde se pueden encontrar objetos e imagenes de la Segunda Guerra como por ejemplo, elementos de la Resistencia Polaca y algunas cosas que sobrevivieron del Ghetto de Varsovia.

Bueno gente, ya escribire mas pero ahora tengo que seguir laburando.

Un abrazo para todos.

Alfombra boliviana – Por Sandra Russo

Moles, Bourdieu, Morin, Barthes y Eco aterrizaron en el baño de mi casa. Me di cuenta después de una ducha, cuando en lugar de pisar la alfombra negra a la que estaba acostumbrada, pisé esa otra, la que Norka nos trajo de recuerdo a mi hija y a mí hace unos años, después de un viaje a Bolivia para visitar a su familia.

Norka trabajó en casa cuidando a la nena durante bastante tiempo. Había venido a la Argentina en los años del uno a uno, buscando hacer diferencia en dólares para ayudar a pagar deudas familiares. Ella estaba con nosotras cuando nos mudamos del PH de Boedo al dúplex de Palermo, donde dejamos atrás el ladrillo a la vista y las azaleas y optamos por las paredes blancas y los papiros. Ya vivíamos allí, en esa casa limpia de adornos, cuando Norka volvió de uno de sus viajes y nos trajo la alfombrita: un rectángulo de lana blanco con el dibujo de una llama y la leyenda “Bolivia” en un costado. En su momento, se la agradecí efusivamente, pero la alfombrita quedó por ahí perdida, en el living, y solamente la usábamos cuando faltaban sillas, para que alguien se sentara mullidamente en el piso.

Supongo que la alfombra negra fue para el lavadero y la alfombra boliviana la reemplazó temporariamente en el baño. Pero cuando la vi, la vi distinta. La alfombra, naturalmente, no cambió. Cambió Bolivia. Cambió el contenido simbólico del nombre de ese país cuyos pulóveres solíamos usar muy jóvenes, en la modernidad de nuestras vidas, antes de que la posmodernidad nos impusiera los básicos sin etiquetas ni estampados ni leyendas de ninguna especie.

Cuando la vi en el piso de mi baño, me dio no sé qué pisar la parte que decía “Bolivia”, y desde entonces muy cuidadosamente me controlo para ubicar mis pies arriba de la llama. Y por supuesto, no puedo dejar de sentirme ridícula haciendo eso, pero tampoco puedo obviar el fermento de significados y símbolos que exhala mi alfombrita y que me tomaron por sorpresa.

Todo este relato viene a cuento de cómo puede ser que en poco tiempo y sin que uno lo registre, las piezas cerebrales y sensitivas catadoras del buen y del mal gusto hayan sufrido alguna mutación. ¿Qué hace que algo nos guste o no nos guste? ¿Hasta qué nivel de sentido penetramos cuando sencillamente miramos una mesa, un vaso, una remera, una lámpara? ¿Por qué me empeñaba en no pisar la leyenda “Bolivia” si precisamente esa leyenda era la que delataba a ese objeto-alfombra como destinado a alguien como yo, a alguien lejano, a un Otro consumidor de souvenires, esos retazos artificiales de identidades pretendidas?

“Aún está por constituirse una sociología de los objetos”, advertía hace treinta años Abraham Moles, uno de los más agudos estudiosos del Kitsch, después de señalar qué bien vendría una “psicología de las copas de vino burdeos”. En su ensayo sobre ese estilo que estalló al mismo tiempo que la sociedad de masas, Moles establece algunos principios que lamentablemente no fueron retomados y que me hubiesen sido útiles para explicarme la inquietud, la sensación entre culpable y gozosa de redescubrir en mi casa la existencia de esa alfombra boliviana, ahora ya cargada con las connotaciones post Morales, eje del mal, no al ALCA, sí al ALBA, Chávez, Mercosur ampliado, gasoducto, en fin, como se ve: mi alfombra boliviana era un dechado de significados que estallaban abajo de mis pies, pero sobre todo en mi cabeza.

Moles enfatiza el interés por la vida cotidiana como elemento de estudio de transacciones de sentido y como piedra angular de una posible “ciencia de lo próximo”. Habla de la importancia del marco material de esa vida cotidiana, como “testigo y mensaje que la sociedad envía al individuo”. Y habla además de la “universalidad física de lo artificial” en relación con lo que antes de la sociedad de masas era aceptado como “natural”. Con la irrupción de un estilo de vida seriado, la sociedad de masas cambió la relación de los sujetos con los objetos que los rodean y especialmente con los que lo acompañan en su vida cotidiana. Al opacar gran parte de la vida de hombres y mujeres destinándola a ocupaciones asalariadas (Moles las llama “impuestos temporales”), surge un tiempo vacío de obligaciones que plantea situaciones novedosas: el tiempo libre y el espacio privado, entonces, suponen para los individuos las “verdaderas elecciones”, los definen como sujetos “libres”.

De ahí, dice Moles, que no sea inocente en absoluto qué copa de vino y qué vino se toma en una casa cualquiera un domingo, o qué sillón es el favorito del dueño de casa, o qué hace en él, si dormir, si mirar televisión o si leer. Las paredes de cualquier hogar urbano hablan, gritan, escupen significados. Un dormitorio matrimonial describe, con su tipo de cama y el color de sus cortinas, la relación entre los cónyuges. ¿Pero cómo leer ese idioma en el que hablan los objetos? ¿Con qué oídos se puede prestarles atención? ¿Qué nos dicen nuestros propios objetos a nosotros? ¿Qué me dice esa alfombra boliviana que se abrió paso, sola, hasta instalar su discurso viscoso y libertario en el baño principal de mi casa?