“Goering y Hitler están en un barco, hay una tempestad y el barco zozobra. ¿Quién se salva primero? Respuesta: Alemania.”
Los nazis también hablaban del renacimiento del hombre ario que sería “delgado como Goering, rubio como Hitler y grande como Goebbels”, todo lo contrario a la realidad.
Estos chistes son algunos de los que hacían los alemanes durante el nazismo y fueron recolectados en el libro “Heil Hitler, el cerdo ha muerto”, del realizador cinematográfico Rudolph Herzog, hijo del también cineasta Werner Herzog.
En general olvido lo hablado en sesión apenas salgo del consultorio. Sin embargo esa tarde, mientras me dirigía a cumplir con uno de los encuentros terapéuticos pautados para la semana, volvió a mi memoria cuando, en febrero de este año, expresaba mi enojo con Bush y con el gobierno de los Estados Unidos —el país que genera más de un tercio de la producción total de los gases de efecto invernadero— por su obstinación en ignorar el Protocolo de Kyoto o cualquier medida que, con el fin de evitar el recalentamiento global del planeta, pudiera poner algún límite al crecimiento de su industria.
Veía entonces a Bush como una especie de necio, conduciendo al suicidio a su pueblo y a la misma industria que decía defender. Algo así como un De la Rúa todopoderoso, al que los hados jamás iban a abandonar.
Sin embargo, esta semana lo abandonaron: el huracán Katrina arrasó Nueva Orleans y provocó diez mil muertos, convirtiendo la zona en un caos con saqueos, disturbios, cientos de miles de refugiados a la espera de algo para comer desde hace varios días y —lo que más le preocupa al presidente norteamericano— daños económicos por encima de los cien mil millones de dólares.
Según muchos entendidos, el cambio climático tuvo mucho que ver en la furia del huracán. El prestigioso Boston Globe en su editorial expresó: “El verdadero nombre de Katrina es calentamiento global”. Por su parte Kerry Emanuel, meteorólogo de Massachussets, destacó cuánto creció el poder destructivo de los huracanes en la última mitad del siglo: más de un 50%. Y la situación tiende a empeorar en intensidad y en frecuencia.
De todas maneras —dije a modo de puntapié inicial una vez ubicado en el diván— no estoy orgulloso con mi acierto en el vaticinio. Prefiero la toma de conciencia al castigo divino, el cambio de actitud al escarmiento.
Además, no nos engañemos, los que lo padecen son siempre los mismos. Ya sea en Haití, Africa o en Nueva Orleans, los más pobres, los negros, los sumergidos, los que no tienen ni fuerzas, ni recursos, ni salud como para salir sin ayuda, conforman la casi totalidad de las víctimas.
Quizás eso explica la lentitud en la respuesta del gobierno central o, peor aún, por qué no se hizo nada cuando cuatro años atrás, antes del 11 de setiembre del 2001, la Oficina Federal de Administración de Emergencias, al enumerar las tres catástrofes más probables en los Estados Unidos, mencionó un huracán en Nueva Orleans como la más trágica de las posibilidades.
A lo mejor —reflexionó mi terapeuta— Bush es de los que creen que la mejor manera de combatir la pobreza es acabar con los pobres.
No lo sé —respondí—. Sí sé que mientras el alcalde de Nueva Orleans, Ray Nagin, pedía ayuda al gobierno de la manera más gráfica —”Muevan sus culos y hagamos algo para solucionar el peor desastre de la historia de este país”— y el cineasta Michael Moore le enviaba una carta abierta al presidente preguntándole “¿dónde están los helicópteros?” —esperando la respuesta obvia que jamás llegaría: “en Irak”—, el periódico The Sun Herald, de Biloxi, Mississippi, consignaba cómo, mientras en los refugios la gente clamaba por ayuda, algunos periodistas habían visto en la zona norte a efectivos de la fuerza aérea norteamericana jugando al básquet.
De todas maneras, Bush, por fin, después de tantas críticas, llegó a la zona del desastre y aseguró: “Vamos a restaurar el orden en la ciudad”. Porque, como siempre, le preocupan más los disturbios que los miles de evacuados que, de sobrevivir, no saben cuándo podrán volver a sus casas. No es mala voluntad. Es que tan preocupado como está por una política de ataques preventivos, poco sabe de prevenir de otra manera.
Por eso, allí, en sesión, volví a pensar en De la Rúa y se me ocurrió que qué lindo sería ver un helicóptero posándose sobre la terraza de la Casa Blanca, George subiendo a él y, luego, ambos perdiéndose para siempre.
Muchos se han quejado de Obama o de Clinton, pero nadie supera a Bush en sus declaraciones. Aquí las más disparatadas frases de un tipo que crean o no fue presidente de los Estados Unidos de América
Para sus detractores, para quienes lo critican, acá estan las frases del gran filósofo y estadísta contemporaneo, el Sr. Jorgito.
SUS GRANDES REFLEXIONES FILOSOFICAS:
• «Si no hacemos la guerra, corremos el riesgo de fracasar» • «No es la contaminación la que amenaza el medio ambiente, sino la impureza del aire y del agua» • «El futuro será mejor mañana» • «Un número bajo de votantes es una indicación de que menos personas están yendo a votar» • «Personas que son realmente muy extrañas pueden asumir posiciones clave y provocar un terrible impacto en la Historia»
SUS PALABRAS HACIA LOS PERIODISTAS: • «Debería preguntarle al que me hizo la pregunta. No tuve oportunidad de preguntarle al que me hizo la pregunta. ¿De qué pregunta se trata?» • «Pienso que si usted sabe lo que cree, será mucho más fácil responder a su pregunta. No puedo responder a su pregunta» • «La mujer que sabía que sufrí dislexia. ¿Cómo lo sabía, si yo nunca me entrevisté con ella?» • «Cuando me preguntaron quién provocó la revuelta y las muertes en Los Angeles, mi respuesta fue directa y simple: ¿A quién debemos culpar por la revuelta? A Los revoltosos. Los revoltosos son los culpables. ¿A quién debemos culpar por las muertes? Los que mataron son los culpables»
SUS TEORIAS POLITICAS: • «Una palabra resume probablemente la responsabilidad de cualquier gobernante. Y esa palabra es estar preparado» • «La ilegitimidad es algo de lo que tenemos que hablar en términos de no tenerla» «Creo que estamos en un camino irreversible hacia más libertad y democracia. Pero las cosas pueden cambiar» • «Estoy atento no sólo a preservar el poder ejecutivo para mí, sino también para mis predecesores» • «Estamos empeñados en trabajar con ambas partes para llevar el nivel de terror a un nivel aceptable para ambas partes» • «Sé que en Washington hay muchas ambiciones. Es natural. Pero espero que los ambiciosos se den cuenta de que es más fácil triunfar con un éxito que con un fracaso» • «La cosa más grande de América es que cada uno debería votar». • «Queremos que cualquiera que pueda encontrar un trabajo sea capaz de encontrar un trabajo» • «Es importante entender que hay más intercambios comerciales que comercio» • «Nosotros vamos a tener el pueblo americano mejor ilustrado del mundo» • «Nosotros estamos preparados para cualquier imprevisto que pueda ocurrir o no»
SUS IDEAS SOBRE LA EDUCACION: • «Francamente, los enseñantes son la única profesión que enseña a nuestros niños» • «Quiero que se diga que la Administración Bush está orientada al resultado, porque creo en el resultado de focalizar la propia atención y energía en la educación de los niños en la lectura, porque tenemos un sistema educativo atento a los niños y a sus padres, más que mirar a un sistema que rechaza el cambio y que hará de América lo que queremos que sea, un país de gente que sabe leer y que sabe esperar» • «El sistema de educación pública es uno de los fundamentos de nuestra democracia. Después de todo, es donde los niños de América aprenden a ser ciudadanos responsables, y aprenden las habilidades necesarias para aprovechar las ventajas de nuestra sociedad oportunista»
SU VISIÓN DE LA CIENCIA: • «Marte está esencialmente en la misma órbita… Marte está más o menos a la misma distancia del Sol, lo que es muy importante. Nosotros tenemos fotos donde existen canales, pensamos, es agua. Si hay agua, eso significa que hay oxígeno. Si hay oxígeno, significa que podemos respirar» • «El gas natural es hemisférico. Me gusta llamarle hemisférico en la naturaleza, porque es el producto que podemos encontrar en el vecindario» • «Sé que los seres humanos y los peces podrán coexistir en paz» • «Para la NASA, el espacio aún es alta prioridad» • «Es tiempo para la raza humana de entrar en el sistema solar»
SU POLITICA DE ASUNTOS EXTERIORES: • «Hemos perdido mucho tiempo hablando de Africa con justicia. Africa es una nación que sufre una increíble enfermedad» • «He hablado con Vicente Fox, el nuevo presidente de México, para tener petróleo que enviar a Estados Unidos. Así no dependeremos del petróleo extranjero» • «El problema de los franceses es que no tienen una palabra para entrepreneur». • «¿Ustedes también tienen negros?» (Al presidente brasileño Fernando Cardoso) • «Después de todo, hace una semana, Yasir Arafat estuvo asediado en su palacio de Ramala, un palacio lleno claramente de pacifistas alemanes y de todo ese tipo de gente. Ahora, se han ido. Ahora, Arafat es libre de mostrar su liderazgo, de gobernar el mundo» • «Muchas de nuestras importaciones vienen de ultramar» • «Entiendo que la agitación en Oriente Próximo crea agitación en toda la región» • «Mi viaje a Asia comienza en Japón por una razón importante. Comienza aquí porque desde hace siglo y medio América y Japón han formado una de las mayores y más duraderas alianzas de los tiempos modernos. De esta alianza salió una era de paz en el Pacífico» • «La gran mayoría de nuestras importaciones vienen de fuera del país» • «Nosotros tenemos un firme compromiso con la OTAN. Nosotros formamos parte de la OTAN. Nosotros tenemos un firme compromiso con Europa. Nosotros formamos parte de Europa» • «El Holocausto fue un período obsceno en la Historia de nuestra nación. Quiero decir, en la Historia de este Siglo. Pero todos vivimos en este siglo. Yo no viví en ese siglo»
SUS GRANDES DECLARACIONES: • «Yo mantengo todas las declaraciones equivocadas que hice» • «El pueblo americano no quiere saber de ninguna declaración equivocada que George Bush pueda hacer o no» • «Todos somos capaces de errar pero yo no estoy preocupado en esclarecer los errores que puedo haber cometido o no»
Entrevista: Modesto Guerrero, periodista venezolano, residente en Argentina
Los medios de comunicación masiva de Venezuela están bajo la lupa internacional en especial por el rol que jugaron en la crisis institucional de 2002, cuando el presidente Hugo Chávez fue sacado del poder por 48 horas. Por el contrario uno de los fenómenos más interesantes es también menos visible y se da en la explosión de medios comunitarios de ese país. De este tema habló Periodismo Social, con el periodista venezolano Modesto Guerrero, quien participa activamente en medios alternativos.
-Anteriormente usted escribió para Clarín y La Nación, pero ahora sólo lo hace para medios comunitarios … -Esos medios me servían para comer y la verdad que sólo me censuraron una vez. Incluso en La Nación me permitieron opinar en contra del golpe militar en Venezuela, a pesar que ellos lo apoyaron. Eso se acabó cuando comencé a hacer cosas que no gustaban, como participar de la Asamblea Popular del barrio de Caballito en Buenos Aires. Además, fui vocero hasta el año pasado de la Revolución Bolivariana y represento a la Unión Nacional de Trabajadores Bolivariana. Creo que por eso dejaron de pedirme artículos. Es justamente el golpe de estado en Venezuela el momento que me reconecto con los medios llamados alternativos, que nosotros llamamos comunitarios.
-¿Cuál es la diferencia? -Que son expresiones de movimientos sociales, y no al revés. No están separados de los movimientos comunitarios del barrio, son expresiones barriales; las televisoras alternativas venezolanas son del barrio, no se hicieron para. Son producto de la gente del lugar, no son periodistas que vinieron a hacer. A veces pierden un poco de calidad porque hay poca profesionalización, pero tiene a favor ese otro elemento. Y los medios web también son de la comunidad, entonces tienen carácter comunitario. Eso no le quita lo de alternativo, al revés, en Venezuela se lo da. Pero tienen la marca del proceso político específico de Venezuela, que es ampliamente comunitario, de comuna, colectivizado. Y los medios expresan eso y los que no lo hacen desaparecieron o comenzaron a ser financiados por organismos oscuros.
-¿Y estos medios comunitarios después convocaron a periodistas? -Sí, sí claro. Y no sólo eso, se están especializando. Ha habido hasta ahora 322 talleres organizados por el Ministerio de Información y Comunicación con los medios. En conjunto, no es que el Ministerio viene a dictar talleres, se hacen conjuntamente con los medios: Aporrea.org; Antiescuálidos, CatiaTV, son algunos ejemplos. En Venezuela no se separó como se hace en Argentina. Allí es multimediático como comunidad, comunidad multimediática que ve cine, hace radio, lee prensa y va a las marchas.
-¿Cuántos medios comunitarios existen? -Son 323 agrupados en una organización llamada ANMCLA (Asociación Nacional de Medios Comunitarios, Libres y Alternativos). Para que no se escape nadie, se metieron todos los medios ahí.
-¿Están relacionados políticamente con el gobierno? -Sí, políticamente aunque sin ser servidores. Hacemos trabajos al gobierno y nos pagan por eso. No entregamos un gramo de independencia del medio, a pesar de que apoyamos al gobierno en todo lo que hace bien, pero cuando hace algo mal, cuando mete la pata, se lo decimos igual
-¿Se lo dicen? -Y no nos ponen cortes en los subsidios o en los apoyos técnicos. El Consejo de la Cultura da subsidios a casi todos los medios alternativos en Venezuela, primero para que puedan mantenerse. Está todo muy controlado, no por las autoridades sino por el barrio a través de la contraloría social: cuánto entró, cuánto se gastó, cuánto falta, cuánto queda. Hasta ahora no conocemos un solo caso donde el gobierno dijo no digas esto y sí di esto.
-¿Reciben otros ingresos aparte de la subvención la estatal? -No, si bien algunos tienen relaciones con organizaciones internacionales, por ejemplo Vía Campesina que recibe ayuda de organismos del sector, o de ONGs ambientalistas. Pero los medios que expresan el proceso social: radio Perola, radio Ali Primera por mencionar algunas de las radios comunitarias más poderosas del país no reciben apoyos internacionales. Algunas han hecho acuerdos a través de Internet, pero eso no da plata, son redes con emisoras que tampoco tienen dinero. Se sobrevive con muy bajo costo, trabajando cinco o seis personas, en equipo. Uno de los más grandes es Aporrea (sitio web) que cuenta con 16 personas que se han especializado.
-¿Y se puede vivir trabajando en este tipo de medios? -Sí, cosa muy complicada dentro del periodismo comunitario.
-¿Cómo reaccionaron los medios comerciales? -Están aterrorizados desde el 2002 para acá cuando se produce la revolución que vuelve a colocar en el poder a Chávez. En ese momento había solo tres medios alternativos web, dos canales de televisión, uno que llegaba a medio millón de personas en Caracas, Catia TV, y 22 radios. Hoy hay 323 en la ANMCLA y otros 24 agrupados en otra organización. Se creó una nueva opinión pública en Venezuela, a partir del fenómeno de los medios alternativos. Cosa muy difícil, porque podes existir como medio comunitario, pero de ahí a crear una opinión pública. Hubo un corte histórico político que lo permitió.
-Se dieron las circunstancias históricas… -Claro. Allá se hizo en marzo del año pasado la primer huelga de televisión. Consistió en no ver TV comercial. Once millones de televidentes dejaron de mirar por seis horas.
– ¿Hay libertad de prensa y expresión en Venezuela? -Es natural que se pregunte eso, porque hubo una campaña multimediática, muy bien hecha por el Grupo Cisneros, a través de las 744 emisoras que tiene en América Latina, diciendo que en Venezuela no solo no hay libertad de expresión, sino que hay una dictadura. Cómo explicar en pocas palabras que hay exactamente lo opuesto. Primero, no hay un solo perseguido, detenido, censurado. El único momento que Globo Visión fue sacado del aire, es cuando violó el reglamento de la misma empresa y pagó la multa, aceptó su cargo. Durante las 47 horas que gobernó Carmona, (NdR: Pedro Carmona, ocupó el ejecutivo venezolano por dos días, sucediendo a Hugo Chavez, quien volvió a asumir) entre el 11 y el 12 de abril de 2002, Catia TV fue destruida, le rompieron los transmisores, solo salvaron uno que estaba escondido. Ningún medio alternativo pudo funcionar, salvo en clandestinidad. Cuando vino el proceso revolucionario que derriba al golpe, desde la noche del 12 hasta el 13 de abril, las televisoras comerciales hicieron huelga, suspendieron las transmisiones habituales. No hubo noticias, solo música y dibujos animados. Si esto no muestra lo que es la libertad de prensa en mi país… Otra manera de verificarlo es ANMCLA, que es autónoma, crítica, está más a la izquierda de Chávez. Se lo critica. Por ejemplo, Aporrea que es uno de los medios web mas leídos, junto con Rebelión, jamás fue censurado y siempre tiene críticas hacia el Gobierno. La única vez que salimos de línea, fue cuando la empresa telefónica nos sacó durante el referéndum, durante el intento de golpe de febrero del año pasado. Ahora el Gobierno decretó una devaluación del 12%, que en el salario del trabajador significa un 20% por ciento de disminución de su salario y Aporrea está haciendo una campaña contra esto y la central sindical, que yo represento en Argentina, se manifestó también en contra. Es más, denunció al gobernador chavista de Maracaibo por reprimir a trabajadores que se manifestaban.
-Hay entidades, como la SIP que cuestionan la libertad de prensa en Venezuela… -La SIP no pudo demostrar con un solo caso que exista censura en mi país.
El mundillo online sigue conmocionado por el resultado de las elecciones. Republicanos y demócratas continúan la batalla en la red, aunque en el mundo real, ya hubo un ganador.
Todo comenzó con James Zetlen, un joven de 20 años que se deprimió profundamente cuando ya era un hecho que George Bush se quedaba en la Casa Blanca. “Pasé de la pena, a la negación, la furia, la lastima, la resignación y la aceptación, en ese orden y muy rápido”, dijo. Acto seguido, abrió un sitio web, www.sorryeverybody.com , para pedirle disculpas al mundo por no impedir la victoria de Bush.
“Mucha gente sentía que tal vez podría haber hecho algo más para evitar el triunfo de Bush y se sentía responsable, ante el resto del mundo, por el resultado de la elección”, dijo. El resto es asunto conocido: publicó una foto de él mismo sosteniendo un papelito que decía: “Lo siento, mundo, lo intentamos –firmado: la mitad de Estados Unidos” e invitaba a otros norteamericanos a hacer lo mismo.
Mitad en broma, mitad en serio, la idea prendió rápidamente. Dos semanas, 50 millones de hits y más de 15.000 imágenes después, el proyecto resultó ser tan exitoso que ahora James está pensando en convertirlo en un grupo de lobby político.
“Tenemos que tener cuidado. No queremos usarlo para beneficio personal”, dijo el joven, un estudiante de neurociencia de la Universidad de Southern California. “Pero estamos pensando en transformarlo en un comité de acción política o en una entidad de caridad para intentar promover un discurso más civil”.
A juzgar por las respuestas que tuvo el sitio, James tiene mucho trabajo por delante. Más de las dos terceras partes de las imágenes que se recibieron, algunas de republicanos, fueron rechazadas por ser demasiado ofensivas. Otras eran de demócratas acusando a los votantes de Bush de ignorantes. “Hay mucha furia, la gente está muy agresiva, pero no vamos a aceptar presentaciones que resulten ofensivas”, dijo.
Como casi todo en la política norteamericana, una iniciativa política inevitablemente genera consecuencias a favor y en contra. En respuesta a Zetlen, nacieron varios sitios web a favor de los republicanos: notsorryeverybody.com, sorryeverybodymyass.com, kissmyamericanass.com y wearenotsorry.net, son algunos de ellos. Paralelamente surgieron un puñado de sitios web que apoyan la iniciativa de Zetlen, como apologiesaccepted.com. “La verdad es que estoy muy sorprendido”, dijo el joven. “Esperaba que lo usaran mis amigos, pero hubo gente que nos mandaba fotos y mensajes de todo Estados Unidos, del polo sur, de Sudáfrica, de China, de todas partes. Los mensajes del exterior, en general, nos apoyaban”.
Jay Rayner, un periodista británico y autor de la novela “The Apologist” (El que pide perdón), no se muestra tan sorprendido. El creó un sitio web, the-apologist.co.uk, para promover su libro sobre un hombre que se disculpa por todo lo que hizo mal y es nombrado el principal “pedidor de disculpas” de las Naciones Unidas. Su sitio generó más de 8.000 disculpas. “Internet es, verdaderamente, un vehículo único para pedir perdón”, dijo Rayner. “El sitio se convirtió en una especie de confesionario masivo donde todos escriben sin importar si la persona ala que uno le está pidiendo disculpas lee el texto o no”.
Sorryeverybody es uno de los muchos sitios que los demócratas abrieron en un intento por levantar la autoestima desde la derrota electoral. Uno tiene un “sello oficial” falso del partido demócrata con la cara de un bebé que llora. E otro varios canadienses le proponen matrimonio a los norteamericanos que quieran huir hacia el norte durante el segundo mandato de Bush. En una página típica de sorryeverybody.com los usuarios pasan de la beligerancia a la risa. A un hombre se lo ve sosteniendo un cartel que dice: “Perdón a todos. El centro de Mississippi no es todo rojo. Yo soy uno entre el 40 por ciento que votó por Kerry. Por favor, perdónennos”.
La primera vez que me topé con el ejército Mahdi de Muqtada al-Sadr fue el 31 de marzo en Bagdad. El jefe de la ocupación de Estados Unidos, Paul Bremer, acababa de enviar hombres armados para cerrar el periódico del joven clérigo, Al Hawza, acusando que en sus artículos se comparaba a Bremer con Saddam Hussein e incitaban a la violencia en contra de los estadunidenses. En respuesta, Sadr convocó a sus partidarios a protestar ante las puertas de la zona verde, exigiendo la reapertura de Al Hawza.
Cuando supe de la protesta, decidí ir, pero existía un problema: había estado visitando fábricas estatales todo el día y no iba vestida adecuadamente para una muchedumbre de fieles Chiítas. Pero, razoné, ¿no se trata acaso de una demostración en defensa de la libertad de prensa? ¿Rechazarían realmente a una periodista en pantalones flojos? Me eché una mantilla encima y me puse en marcha.
Los manifestantes habían escrito pancartas en inglés que decían: “dejen a los periodistas trabajar sin terror” y “dejen a los periodistas hacer su trabajo”. Qué bueno, pensé, y me puse a trabajar. Sin embargo, un miembro del ejército Mahdi vestido de negro enseguida me interrumpió: quería hablar con mi traductor acerca de mi vestuario. Un amigo y yo bromeamos que íbamos a hacer nuestra propia pancarta diciendo: “dejen a los periodistas usar pantalones”. Pero la situación en seguida empeoró: Otro soldado de Mahdi agarró a mi traductor y lo empujó contra una pared de concreto, lastimando su espalda gravemente. Mientras tanto, una amiga iraquí llamaba para avisar que estaba atrapada dentro de la zona verde y no podía salir: había olvidado traer una mantilla y tenía miedo de toparse con una patrulla Mahdi.
Fue una lección ejemplar sobre quién es realmente Sadr: no un liberador antimperialista, como alguna gente de la izquierda lo califica, sino que él desea expulsar a los extranjeros para subyugar y controlar él mismo a gran parte de la población Iraquí. Pero Sadr tampoco es el bandido unidimensional que muchos describen en los medios, una representación que ha permitido que muchos liberales permanezcan callados cuando a aquel se le excluyó de participar en los comicios y hacen la vista gorda mientras Estados Unidos bombardea cada noche la población civil de Ciudad Sadr, donde un reciente ataque produjo un apagón durante un brote de hepatitis tipo E.
La situación requiere una actitud más ecuánime. Por ejemplo, los reclamos de Muqtada al-Sadr por una libertad de prensa pueden no incluir la libertad de cobertura para mujeres periodistas. Sin embargo él tiene derecho de publicar su periódico político, no porque él crea en la libertad sino porque supuestamente nosotros lo hacemos. Paralelamente, las peticiones de Sadr exigiendo elecciones justas y un fin a la ocupación exigen nuestro apoyo incondicional; no porque estemos ajenos a la amenaza que él plantearía si realmente lo eligieran sino porque el concepto de autodeterminación dictamina que los resultados de la democracia no se deben manipular.
Estos tipos de matizadas distinciones son comunes en Iraq: mucha gente que he conocido en Bagdad condena fuertemente los ataques contra Sadr, lo cual evidencia que Washington nunca se propuso defender la democracia en el país. El público apoya el reclamo de Sadr por el fin de la ocupación y elecciones inmediatas. Pero cuando se les pregunta si votarían por él en tales elecciones, la mayoría de la gente simplemente se ríe.
Sin embargo aquí en Norteamérica, la idea de que es posible apoyar el reclamo de Sadr sin apoyarlo como futuro primer ministro de Iraq ha resultado más difícil de asimilar. Por plantear dicha alternativa, Nick Cohen, en el London Observer, me ha acusado de “inventar excusas para los teócratas y misóginos”. Frank Smyth, en Foreign Policy in Focus ha escrito que “he sido víctima de la ingenuidad a favor del ejército de Al-Mahdi”, mientras que Christopher Hitchens, en la revista electrónica Slate, me califica como una “socialista-feminista que ofrece un incondicional apoyo a los teócratas fascistas”.
Toda esta varonil defensa por los derechos de la mujer basta para que una muchacha se ruborice. Pero antes de que Hitchens se lance al rescate, es digno recordar la manera cómo él racionalizó su apoyo a la guerra, lo cual arruinó su reputación: aunque las fuerzas estadunidenses realmente estuvieran allí para acaparar el petróleo e instalar bases militares, escribió, la liberación del pueblo iraquí conlleva un efecto secundario tan espléndido que los progresistas en todas partes deberían aplaudir los misiles. Mientras que el feliz desenlace de la liberación continúa siendo una broma cruel en Irak, Hitchens ahora propone que la actual Casa Blanca, con sus preceptos en contra de la mujer y de la homosexualidad, es la mejor alternativa con que cuenta el pueblo iraquí, en comparación con el fanatismo religioso de Sadr y sus preceptos en contra de la mujer y de la homosexualidad. Una vez más se nos sugiere festejar el paso de los Bradleys, apretarnos las narices y elegir el mejor de dos males.
No existe duda alguna que los iraquíes enfrentan un caso extremo de fanatismo religioso, pero las fuerzas de Estados Unidos no lograrán proteger a las mujeres iraquíes ni a las minorías de tal amenaza, tomando en cuenta su notorio papel en Abu Ghraib y los bombardeos en las ciudades de Faluja y Sadr. La liberación nunca derivará de esta invasión ya que su objetivo fue siempre la dominación. Aun considerando el desenlace más propicio, la actual coyuntura en Iraq no radica en elegir entre el peligroso fundamentalismo de Sadr y un gobierno laico y democrático compuesto por sindicalistas y feministas. La elección es entre elecciones libres (con el el riesgo de conceder el poder a los fundamentalistas, pero permitiendo que las fuerzas laicas y religiosas moderadas se organicen) y unas elecciones fraudulentas diseñadas para otorgar el poder a Iyad Allawi y sus secuaces entrenados por la CIA y el Mujabarat, completamente subordinado a Washington en cuestiones financieras y de poder.
Esta es la razón por la cual se está buscando a Sadr, no porque él sea una amenaza a los derechos de la mujer, sino porque él es la única y la mayor amenaza al control militar y económico de Estados Unidos en Iraq. Incluso después de que el gran ayatola Alí Al-Sistani, temiendo una guerra civil, echara marcha atrás en su lucha contra los planes del traslado de poder, Sadr continuó desafiando la constitución dictada por Estados Unidos, continuó exigiendo el retiro de las tropas extranjeras y continuó impugnando los planes de Estados Unidos de designar un gobierno interino en vez de llamar a elecciones. Si se resuelven las exigencias de Sadr y se deja en verdad el futuro del país en las manos de la mayoría, las bases militares de Estados Unidos en Iraq estarán en grave peligro, así como todos los estatutos impulsados por Bremer en favor de la privatización.
Los progresistas deberían oponerse a los ataques de Estados Unidos en contra de Sadr, ya que no constituyen una ofensiva en contra de un hombre, sino en contra de la posibilidad de un futuro democrático para Iraq. Existe también otra razón para defender los derechos democráticos de Sadr: es la mejor manera de luchar contra el auge del fundamentalismo religioso en Irak.
Lejos de reducir la atracción del extremismo, las agresiones de Estados Unidos en contra de Sadr lo han consolidado ampliamente. Sadr se ha cimentado hábilmente no como un austero portavoz de los Chiítas radicales sino como un nacionalista iraquí que defiende su país entero contra el invasor extranjero. Por eso, cuando el ejército estadunidense lo atacó con ferocidad y él se atrevió a defenderse, se ganó el respeto de millones de iraquíes que viven bajo la humillación y la brutalidad de la ocupación.
Los brutales intentos de subyugar a Sadr también han servido para confirmar los peores temores de muchos Chiítas: que están siendo traicionados una vez más por los estadunidenses, los mismos estadunidenses que apoyaron a Saddam durante la guerra de Irán contra Irak, que costó las vidas de más de cien mil iraquíes; los mismos estadunidenses que los incitaron a la insurgencia en 1991, para luego abandonarlos a su suerte. Ahora, de nuevo bajo sitio, muchos se están refugiando bajo las certezas del fundamentalismo y acuden a recibir servicios sociales de emergencia en las mezquitas. Algunos incluso conjeturan que hace falta un caudillo feroz y fundamentalista que haga frente a los otros cabecillas que intentan controlar Iraq.
Tal cambio de actitud es evidente en todas las encuestas. Una encuesta de la Autoridad Provisional de la Coalición en mayo, después del primer embate estadunidense en Nayaf, demostró que la opinión sobre Sadr había mejorado entre el 81 por ciento de iraquíes sondeados. Una encuesta del Centro para la Investigación y Estudios Estratégicos de Iraq calificó a Sadr, un protagonista marginal apenas seis meses antes, como la segunda figura política de mayor influencia en Iraq después de Sistani.
Lo más alarmante es que los ataques parecen aumentar la prominencia no solamente de Sadr personalmente sino de la teocracia en general. En febrero, un mes antes de que Paul Bremer cerrara el periódico de Sadr, una encuesta de Oxford Research International encontró que la mayoría de los iraquíes deseaba un gobierno laico: solamente 21 por ciento de los encuestados declararon preferencia por un “estado islámico” y solamente 14 por ciento se alinearon en apoyo de “políticos religiosos” como sus favoritos.
Volviendo a agosto, con Nayaf bajo sitio por las fuerzas estadunidenses, el Instituto Republicano Internacional (IRI) divulgó que un alarmante 70 por ciento de los iraquíes desean que el Islam y la Shariah (Ley Islámica) constituyan las bases del Estado. La encuesta no distinguió entre la interpretación inflexible de la Shariah de Sadr y otras versiones más moderadas practicadas por otros partidos religiosos. Con todo, está claro que algunas de las personas que me dijeron en marzo que apoyaban a Sadr pero nunca votarían por él están comenzando a cambiar de opinión.
Naomi Klein es autora de No Logo y Vallas y Ventanas
Umberto Eco nos propone releer el Manifiesto del Partido Comunista, publicado por Marx y Engels en 1848, desde el punto de vista de su calidad literaria, o por lo menos, de su extraordinaria estructura retórico-argumentativa.
Por Umberto Eco
No se puede sostener que algunas bellas páginas puedan solas cambiar el mundo. La obra entera de Dante no logró restituir el sacro Emperador romano a las comunas italianas. Sin embargo, el Manifiesto del Partido Comunista, publicado por Marx y Engels en 1848, y que ciertamente ha influido en los acontecimientos de dos siglos, debe ser releído desde el punto de vista de su calidad literaria, o por lo menos, de su extraordinaria estructura retórico-argumentativa.
En 1971 apareció el pequeño libro de un autor venezolano, Ludovico Silva, El estilo literario de Marx, publicado en Italia en 1973 por Bompiani. Creo que está ya agotado, y valdría la pena reeditarlo.
Refiriéndose a la historia de la formación literaria de Marx (pocos saben que escribió también poemas, muy malos en la opinión de los que los leyeron), Silva analizó toda la obra marxiana.
Curiosamente, dedicó sólo pocas páginas al Manifiesto, quizás porque no es una obra estrictamente personal.
Es una lástima: se trata de un texto formidable que alterna tonos apocalípticos e ironía, eslogans eficaces y explicaciones claras, y que —si realmente la sociedad capitalista quiere vengarse de los fastidios que estas no muy numerosas páginas le han causado— debería ser religiosamente analizado hoy en las escuelas para publicistas.
Reléanlo, por favor. Empieza con un formidable golpe de timbal, como la Quinta de Beethoven: “Un fantasma recorre Europa” (no olvidemos que estamos cerca ya del comienzo prerromántico de la novela gótica, y los espectros son entidades que se deben tomar en serio).
Sigue inmediatamente después una historia a vuelo de pájaro de las luchas sociales, desde la antigua Roma hasta el nacimiento y desarrollo de la burguesía, y las páginas dedicadas a las conquistas de esta nueva clase “revolucionaria” constituyen su poema fundador, todavía válido para los sostenedores del liberalismo.
Se ve (quiero decir exactamente “se ve”, en sentido casi cinematográfico) esta nueva fuerza irrefrenable que, impulsada por la necesidad de nuevas salidas para sus mercancías, cruza todo el orbe terráqueo (y a mi parecer aquí el judío y mesiánico Marx piensa en el inicio del Génesis), trastorna y transforma países lejanos porque los bajos precios de sus productos son una especie de artillería pesada con la que derrumba cualquier muralla china, hace capitular a los bárbaros más endurecidos en el odio contra el extranjero, instaura y desarrolla las ciudades como signo y fundamento de su propio poder, se multinacionaliza, se globaliza, hasta inventa una literatura ya no nacional sino mundial…
Al final de esta apología (que convence porque es sinceramente sentida) llega de improviso el viraje dramático: el nigromante se halla impotente para dominar las fuerzas subterráneas que ha evocado, el vencedor se ahoga en su propia sobreproducción y genera en su propio regazo, de sus mismas entrañas, a sus sepultureros, los proletarios.
Entra ahora en escena esta nueva fuerza que, en un primer momento dividida y confusa, se empeña con furia en la destrucción de las máquinas y se deja usar por la burguesía como masa de choque, obligada a luchar contra los enemigos de sus propios enemigos, y absorbe gradualmente la parte de los adversarios que la gran burguesía proletariza: artesanos, negociantes, campesinos propietarios.
La revuelta se vuelve lucha organizada, los obreros están en contacto recíproco por medio de otro poder que los burgueses han desarrollado para su propio provecho: las comunicaciones. Y aquí el Manifiesto cita los ferrocarriles, pero piensa también en las nuevas comunicaciones de masas (no olvidemos que Marx y Engels, en La Sagrada Familia, supieron usar la televisión de la época, es decir, la novela de folletín, como modelo del imaginario colectivo, criticando su ideología pero al mismo tiempo utilizando lenguaje y situaciones que ella había popularizado).
En este punto entran a escena los comunistas. Antes de decir de manera programática quiénes son y qué quieren, el Manifiesto (con un movimiento retórico soberbio), desde el punto de vista de la burguesía, plantea que los teme y levanta algunas aterradoras preguntas: ¿pero ustedes quieren abolir la propiedad privada?,¿quieren la comunidad de las mujeres?,¿ quieren abolir la religión, la familia, la patria?
Aquí, el juego se hace sutil, porque a todas estas preguntas el Manifiesto parece contestar de manera tranquilizadora, como para ablandar al adversario, pero luego, con un movimiento repentino, lo golpea en el plexo solar y obtiene el aplauso del público proletario… ¿Queremos abolir la propiedad privada? ¡Qué va!, las relaciones de propiedad han sido siempre objeto de transformación: ¿Acaso la revolución francesa no ha abolido la propiedad feudal a favor de la burguesa? ¿Queremos abolir la propiedad privada? Que tontería, no existe, porque es una propiedad de un diez por ciento de la población en contra del 90 por ciento. ¿Nos acusan entonces de querer abolir “su” propiedad? Si, es exactamente lo que queremos hacer. ¿La comunidad de las mujeres? ¡Pero, vamos, lo que nosotros queremos es más bien quitarles el carácter de instrumento de producción! ¿Creen realmente que queremos comunizar a las mujeres? ¡Pero si la comunidad de las mujeres la han inventado precisamente ustedes, que además de usar a sus propias esposas aprovechan a las de los obreros y como mejor pasatiempo practican el arte de seducir a las de sus iguales! ¿Destruir a la patria? ¿Cómo se puede quitar a los obreros lo que no tienen? Nosotros queremos más bien que, triunfando, los proletarios se constituyan en nación…
Dos slogans memorables
Y así sucesivamente, hasta aquella obra maestra de reticencia que es la respuesta sobre la religión. Se intuye que la respuesta es “queremos destruir esta religión” pero el texto no lo dice: antes de enfrentar un tema tan delicado, que pasa por alto, da a entender que todas las transformaciones tienen un precio, pero mejor por ahora no abrir capítulos demasiado candentes…
Sigue luego la parte más doctrinaria, el programa del movimiento, la crítica a los varios socialismos, pero en este punto el lector está ya fascinado por las páginas anteriores. Y si la parte doctrinaria resultara demasiado difícil, he aquí el golpe final, dos eslogans que cortan la respiración, fáciles de retener en la memoria, destinados (me parece) a una fortuna fabulosa: “los proletarios no tienen nada que perder (…) salvo sus propias cadenas” y “¡Proletarios de todos los países, uníos!”.
Además de la capacidad poética para inventar metáforas memorables, el Manifiesto permanece como una obra maestra de retórica política (y no solamente) que debería ser estudiada en las escuelas, junto con las Catilinarias y el discurso shakesperiano de Marco Antonio ante el cadáver de Julio César. Porque, dada la amplia cultura clásica de Marx, no hay que excluir que haya tenido presentes estos textos.
Entre Bush como versión tejana de Hitler y Kerry haciendo la venia para fijar el recuerdo de sus presuntos actos de arrojo en la aventura vietnamita, lo que hay en el medio no son antagonismos ideológicos, sino diferencias de marketing imperialista.
Ningún periodista ni analista político pueden obviar como centro de atención lo que acaba de ocurrir en el país más poderoso de la Tierra. Aun cuando su especialidad no sea la información internacional.
La victoria de Bush deja enseñanzas (o, mejor dicho, ratificaciones históricas) que son imprescindibles para comprender y juzgar el comportamiento de los pueblos.
Una mayoría mundial, podría decirse sin dudas, asiste entre perpleja y horrorizada a la consolidación de algo que está muy por encima de la imagen encarnada por el terrorista que preside los Estados Unidos.
Porque, justamente, la figura de Bush es la representación de lo que el politólogo Federico Schuster define como “la cultura autocentrada norteamericana, que pone en primer lugar la voluntad hegemónica y se antepone a cualquier dimensión que pretenda incluir al resto del mundo más que como una comparsa turística relativamente exótica; la escenografía que rodea al imperio” (Página/12 del último jueves).
La primera pregunta es si acaso había que esperar el resultado de las elecciones para corroborar esa etiología del pueblo norteamericano, siendo que el híbrido candidato demócrata no significaba nada siquiera diferente en la concepción del ombligo imperial.
Lo que triunfó electoralmente en Estados Unidos es la más repugnante de las imágenes, no la más distinta de las propuestas. No había el Bien contra el Mal sino, y gracias, el monstruo ostensible contra el águila idéntica disfrazada de modosa.
Si se lo ve desde una mirada emocional, es comprensible lo que se siente al haber ganado el mejor vocero del diablo. Pero si se lo advierte desde la frialdad analítica, también está claro que quien perdió fue sólo la copia del original y que, como empezaron a admitirlo por lo bajo los responsables de la campaña demócrata, tomaron nota tarde de que a los tibios los vomita Dios.
Entre Bush como versión tejana de Hitler y Kerry haciendo la venia para fijar el recuerdo de sus presuntos actos de arrojo en la aventura vietnamita, lo que hay en el medio no son antagonismos ideológicos, sino diferencias de marketing imperialista.
Y demasiada gente presuntamente ducha en esto del análisis político parece haber pedido de vista que no se trata de inclinar la observación hacia cómo es posible que haya perdido el más simpático.
La comparación puede parecer bizarra, pero tienta asemejar lo sucedido con este sufragio yanqui y el argentino de 1995: el voto licuadora por Menem y la opción de lo mismo pero sin corrupción.
Cuando se dice que la elección norteamericana era en realidad un referéndum sobre la gestión de Bush, se vierte una verdad a medias. La mitad correcta es que se optaba por continuar o no con la forma en que este criminal de guerra encara las batallas contra lo que se define como el enemigo conjunto de Washington (es decir, más o menos todo el mundo).
Y la mitad ocultada es, precisamente, que no había ni hay más que una cuestión de formas. Los yanquis no votaron sobre una marcha atrás u otra adelante respecto de creerse el centro del universo a costa de lo que fuere. Votaron, divididos, acerca de cuál les parece el mejor modo para seguir siéndolo. Y la ratificación histórica consiste en que la alucinación de las masas persiste en mostrarse como hecho factible, si se conjugan determinados elementos que van desde la psicología social hasta la manipulación política.
Un imperio como el norteamericano, con rasgos crecientes de decadencia en su economía, ha recibido el respaldo del voto popular para defenderse de sí mismo contra todo el resto de la humanidad que no lo entienda así. Un país que debe el equivalente a casi el 70 por ciento de lo que produce, que se sostiene financieramente gracias al apoyo asiático, que conserva el poder de la religión del dólar en paralelo a que el dólar es cada vez más un papel pintado, que importa el grueso del petróleo que consume, necesita expandirse por el orbe por vía de su infernal maquinaria bélica.
Conquistar más recursos naturales, más territorio, más regiones. Les cuesta, porque pasaron a vivir aterrorizados. Pero votan por el terrorismo contra los demás (e inclusive a favor de un estado policíaco contra sí mismos, que es quizá la única diferencia apreciable entre republicanos y demócratas porque los segundos son algo más contemplativos de las libertades civiles y los primeros, directamente, una banda de cazadores de brujas).
También en Página/12, un ex subsecretario argentino de Asuntos Latinoamericanos, Alberto Ferrari Etcheberry, manifestó dudar de que “el pueblo alemán esté del todo recuperado de sus responsabilidades por haber llevado a Hitler al poder”, y cree que “algo similar puede pasar con el estadounidense”. En cualquier caso, es de vuelta evidente que los pueblos sí se equivocan. Y gravemente.
Que la civilización avanza y retrocede en forma cíclica y que tanto los avances como los retrocesos son producto de la correlación de fuerzas entre la conciencia de las masas, el resultado de sus luchas y la capacidad de vanguardia de sus clases dirigentes.
De tal conjunción puede dar, por ejemplo en el paraje uruguayo del Río de la Plata, que el pueblo intenta recuperar utopías de solidaridad y justicia social. Y en lo que se cree el núcleo planetario, que es capaz de retroceder hasta los estadíos más salvajes.
Que no hay destino, que nada está escrito, que el hombre choca contra la misma piedra todas las veces que le parezca, que tanto puede alguna vez no haber retorno como conseguirse un escalón superior de la comprensión humana.
Los Estados Unidos terminan de mostrar uno de los rostros más espantosos del hombre, pero eso no quiere decir que algo esté definitivamente dicho. Ningún imperio de la historia fue capaz de perpetuarse, y éste no será la excepción.
En Latinoamérica, los pioneros en la migración de sistemas del Estado hacia el Software Libre fueron los brasileños de la mano de Lula. “Ya el Brasil lo ha anunciado y Venezuela va por el mismo camino”, dijo, fiel a su propuesta de integración en la región, el venezolano Hugo Chávez.
El presidente anunció que están trabajando en un decreto “para establecer de manera oficial y obligatoria para la administración pública, el fomento y la adopción del Software libre”. Esta alternativa cuenta con una serie de ventajas frente al propietario, mayormente asociado a su principal proveedor mundial, Microsoft.
A saber: uno es gratuito, el otro paga licencias por la instalación del programa en cada computadora; con uno se tiene acceso al código fuente (lo cual permite comprenderlo, mejorarlo, compartirlo), el otro tiene su receta bajo estricto secreto; finalmente, y como contraparte, hay que aclarar que uno requiere gente capacitada para su manejo, y el otro es un paquete cerrado listo para ser usado. A raíz de esta necesidad de capacitación, los funcionarios venezolanos están realizando “seminarios, de carácter nacional e internacional, para abrir caminos hacia lo que es el Software Libre”, según explicó, Yadira Córdoba, titular del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
“No hemos querido que esto se imponga abruptamente porque significaría hacer un cambio de cultura y de visión; por el contrario, queremos ir incorporando el software libre progresivamente y creo que con el trabajo que realizamos en el último año, hay condiciones suficientes para dar este paso”, sostuvo Córdoba. El objetivo es “lograr la independencia científica nacional, para no seguir dependiendo del software de propietarios.
Si el conocimiento no tiene propietarios, la propiedad intelectual es una trampa del neoliberalismo”, justificó Chávez. Una de las metas es llegar a fin de año con 343 infocentros en el país. Esto requerirá una fuerte inversión estatal, ya que cada uno implica un desembolso de 100 mil dólares. Al igual que en cualquier inversión en capacitación y educación, más allá de la suspensión del pago de patentes, los principales frutos del proyecto, se verán a lo largo de los próximos años traducidos en capital intelectual.
Sin duda, uno de los más cotizados del mercado. En Argentina, mientras tanto, hay una enorme comunidad que pregona los ideales del Software Libre, y propone hacerlo el sistema de arranque de cada computadora del Estado. Aunque, por ahora, más allá de las buenas relaciones con Venezuela y Brasil en la “Era K”, no hay consenso concreto por parte de todos los actores para hacer de la propuesta un hecho concreto.
Un muy buen artículo de Juan Gelman publicado en Página 12 hablando de los miedos américanos y las justificaciones reales sobre porqué son tan odiados.
“Impresiones de Estados Unidos” se titula el informe del Instituto árabo-estadounidense (AAI, por sus siglas en inglés) de Washington sobre la encuesta que realizó con Zogby International en seis países árabes. Se dio a conocer el viernes 23 de julio y no son muy halagüeñas las impresiones ésas: las de 3268 personas de diferentes grupos étnicos y religiosos entrevistadas en Jordania, Líbano, Marruecos, Arabia Saudita, los Emiratos Arabes Unidos –todos aliados de Washington en la llamada guerra antiterrorista– y Egipto manifiestan que la poca simpatía pronorteamericana existente antes de la invasión a Afganistán e Iraq declinó abruptamente en los dos últimos años. Las opiniones favorables a la gran potencia mundial, que en el 2002 oscilaban entre el 11% en los Emiratos y el 38% en Marruecos, son hoy del 2% en Egipto y el 20% en Líbano, el índice más alto.
No parece que W. Bush haya ganado las “mentes y corazones” árabes que pensaba ganar con el derrocamiento de los talibanes y de Saddam Hussein.
“No sé por qué nos odian tanto”, se lamentó alguna vez el mandatario estadounidense. Ese porqué puede hallarse en los resultados de esta encuesta (www.aaaaiusa.org), seguimiento de la que el AAI realizara dos años atrás.
En las seis naciones se aprecia mucho la ciencia, la tecnología, los productos, las películas, la educación y al pueblo de EE.UU., pero se condenan las políticas que su gobierno propina a los árabes en general, y a los palestinos y a los iraquíes en particular.
En el primer caso, los juicios desfavorables van del 85% en Arabia Saudita al 90% en Marruecos; en el segundo, del 89% en Jordania al 95% en Arabia Saudita, lo que entraña obviamente una clara censura al apoyo que Washington presta a Israel; el rechazo a la invasión de Iraq varía del 91% en los Emiratos al 98% en Marruecos.
El antiyanquismo árabe no se origina entonces en el meneado “choque de civilizaciones y culturas”, o en “el odio árabe a los valores estadounidenses”, sino en las prácticas colonialistas que padece el mundo árabe.
El cual tampoco cree en el ejercicio “antiterrorista” de W. Bush: lo impugna del 76% en Jordania al 96% en Arabia Saudita.Para Shibley Telhami, titular de la cátedra Anwar Sadat de la Universidad de Maryland (www.bsos.umd.edu/sadat), “colapsó la confianza en EE.UU.” respecto del Medio Oriente y ha caído a un nivel tan bajo que aunque John Kerry ganara las elecciones de noviembre le sería muy difícil remontarlo.
Esta afirmación sintetiza las conclusiones de la encuesta centrada en la cuestión iraquí que esa instancia universitaria llevó a cabo en mayo de 2004 en Jordania, Marruecos, Líbano, Arabia Saudita y los Emiratos Arabes Unidos.
El entonces anunciado “traspaso de soberanía” a un gobierno provisional iraquí fue considerado “un mero cambio cosmético” por el 60% promedio de los 2586 encuestados, “otro factor de caos” por el 22% y sólo del 2% de sauditas al 16% de libaneses pensó que era “un cambio positivo”.
Cuatro de cada cinco de los interrogados tienen al parecer ideas muy diferentes de las de Bush en materia de soberanía.La Casa Blanca reitera una y otra vez que ahora el mundo es más seguro. El agredido mundo árabe no comparte tal voluntarismo: a la pregunta de si la guerra de Iraq aumentaría o reduciría las actividades terroristas contra EE.UU., casi el 80% promedio respondió que las incrementaría. Se vio en Madrid. La mayoría se muestra escéptica ante las perspectivas democráticas que tanto celebra W. Bush: del 57% de libaneses al 82% de marroquíes entrevistados previó que habría menos democracia en Iraq, como las tropas ocupantes y las autoridades iraquíes instaladas por Washington no tardaron en demostrar.
Para esa mayoría tampoco es verosímil que EE.UU. invadiera Iraq para librarlo de la opresión husseinita y llevar paz y estabilidad al Medio Oriente: pondera que los móviles “extremadamente importantes” y “muy importantes” fueron otros. Del 45% de sauditas al 88% de marroquíes opinó que la verdadera razón es el petróleo; del 47% en Arabia Saudita al 73% en los Emiratos, que el objetivo fue debilitar el universo musulmán; del 44% en Arabia Saudita al 82% en Líbano y Marruecos, que es una acción destinada a proteger a Israel; del 43% en Arabia Saudita al 77% en Marruecos y los Emiratos, que EE.UU. busca dominar al Islam. “¿Le parece que el pueblo iraquí está mejor o peor después de la guerra, o las condiciones son más o menos las mismas que antes de la guerra?”, preguntaron los encuestadores. Respuestas: peor que antes, el 83% promedio; mejor que antes, el 2%; más o menos como antes, el 12%.
Y una pregunta clave que confirma lo registrado en el sondeo del AAI: “¿Diría usted que su actitud hacia EE.UU. se debe sobre todo a los valores estadounidenses o a las políticas estadounidenses en el Medio Oriente?”. Sólo del 9% en los Emiratos al 18% en Marruecos dijo que sí a lo primero.
El 80% promedio indicó lo último. “Es la política, estúpido”, declaró el director ejecutivo del AAI, James Zogby, cuando presentó los resultados de la encuesta. Repetía una frase hecha que circula en los ámbitos políticos de Washington y no la dirigía a nadie en particular. ¿O sí? A W. Bush le gusta repetir que los sentimientos antinorteamericanos del mundo árabe expresan su hostilidad a los valores morales y culturales de EE.UU., a ser “quienes somos”. Pero esos sentimientos también recorren América Latina y –que se sepa– no lo hacen en camello.