Los intentos actuales por comprender la Responsabilidad Social Empresaria (RSE) nos llevan a debatirnos entre el optimismo y la incredulidad, lo cual es bastante lógico porque estamos hablando de un nuevo paradigma que viene y aún falta definir.
Los intentos actuales por comprender la Responsabilidad Social Empresaria (RSE) nos llevan a debatirnos entre el optimismo y la incredulidad, lo cual es bastante lógico porque estamos hablando de un nuevo paradigma que viene y aún falta definir.
Ese contexto de construcción presente nos impide poder afirmar si los últimos 10 años representaron una década ganada o una década perdida. El tema creció mucho, sin dudas; mas no sabemos cuál fue su grado real de impacto. Y esta incertidumbre es tal que al statu quo de los sectores público y privado le cuesta aún hoy visionar los desafíos que deberemos afrontar en los próximos 20 y 50 años.
El Voluntarismo fue sin dudas el valor que identificó a las acciones empresariales de este período, en su mayoría mal utilizadas como un simple maquillaje del marketing y la filantropía. Pero es cierto que comienza a vislumbrarse un quiebre que deja en evidencia la falta de adaptación a la verdadera crisis, la que pone en tela de juicio la manera en que producimos y consumimos, cómo tomamos las decisiones, cómo se estructura y maneja el poder, tanto en las organizaciones como en los sistemas políticos, sociales y económicos.
El valor de la Responsabilidad viene ganando lugar pese a que el reduccionismo de ciertos actores los lleva a insistir solo con parches -y balances sociales- como métodos para paliar la crisis del sistema. Se trata de un estado de conciencia que llega para remarcarles a los amantes del pasado y del orden establecido que no hay organización/órgano sino en razón de su existencia armoniosa y servicial al Otro. Toda organización/órgano debe servir al Otro para formar un cuerpo o sistema que lo contenga, lo cuide y retroalimente con Servicio. Los agentes que resulten disfuncionales a esta lógica, aquellos que “no sirvan”, deberán descartarse para salvaguardar la salud de este cuerpo mayor.
La Responsabilidad es, hasta aquí, un imperativo. Descartar “Lo Que No Sirve” implica demandar mayor transparencia, menor impacto ambiental, más compromiso con las cuestiones de interés público, un mayor foco en el interés del consumidor y una integración de dignidad y la felicidad del Otro a nuestra estrategia. ¿Y qué más?
En este nuevo paradigma, la RSE es condición necesaria, pero ya no suficiente. Parece tan solo una entrada en calor para “la maratón de la sostenibilidad planetaria” que se correrá de acuerdo a los términos de las generaciones venideras.
El rol de esas nuevas generaciones, como pocas veces en la historia, estará inmerso en una gran complejidad contextual y por ende cargado de incertidumbres. Requerirán innovación, pero también prudencia. Sentido de la inmediatez, pero también estrategias a largo plazo. Deberán promover el bien común, así como las libertades individuales. No habrá lugar para el no compromiso, para la no participación; pues todo el sistema de definirá de manera colaborativa, crítica y constructiva, reactiva y proactiva.
En esta entrada en calor que estamos viviendo como antesala de una carrera planetaria sin reglas definidas, la RSE y el concepto de Sostenibilidad promovido desde el sector privado son meros antígenos del sistema. Pero como ya sabemos que no alcanzan, deseamos que al menos sirvan para catalizar el devenir de los cambios necesarios.
SANTOS, Martín y SEINELDIN, Federico (@MartinSantosB y @FedeSei) – Bajo Licencia Creative Commons
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