Leyendo El viaje de Odisea encontré un link a una nota de Vanity Fair en donde denuncia los manejos de Montsanto.
Esta investigación estuvo a cargo de los periodistas Donald L. Barlett and James B. Steele. A continuación mi traducción de la misma. En días del piquete ruralista y con el conflicto del campo en una tensa espera, quizás a muchos le suene conocido lo que cuenta el artículo.
Sin duda al momento de decidir nuevas políticas agropecuarias en nuestro país, sería importante incluir en la discusión el tema de las patentes.
Monsanto: Cosecha de miedo
Monsanto ya domina la cadena alimentaria de Estados Unidos con sus semillas genéticamente modificadas. Ahora que su próximo objetivo es la producción de leche. Sus despiadadas tácticas de batallas legales en contra de los pequeños agricultores son tan aterradoras como la historia de contaminación tóxica que acarrean sus prácticas desde hace décadas.
Gary Rinehart recuerda claramente el día en el verano de 2002, cuando caminaba en el extranjero y publicó su amenaza. Rinehart estaba detrás del mostrador de “Square Deal”, su “viejo almacén de campo”, como él lo llama, en Eagleville, Missouri, una pequeña comunidad agrícola 100 millas al norte de Kansas City.
”Square Deal” está en Eagleville, y es un lugar donde los agricultores y los pobladores pueden ir para comprar linternas, tarjetas de felicitación, elementos de caza, helados, aspirinas, y decenas de otros pequeños objetos sin tener que conducir a una hasta una gran tienda en la ciudad de Betania a 15 millas del lugar.
Todo el mundo conoce Rinehart, quien nació y se crió en la zona y es el propietario de uno de los pocos negocios que sobreviven en Eagleville.
“Bueno, Soy yo”, dijo Rinehart
Rinehart recuerda que el hombre comenzó a atacarlo verbalmente, diciendo que tenía pruebas de que Rinehart había plantado soja genéticamente modificada por Monsanto violando la patente de la compañía. También le dijo que era mejor negociar con Monsanto que enfrentar las consecuencias.
Rinehart no podía creer las palabra que escuchaba perplejo junto a los clientes que esperaban y los empleados de la tienda. Como muchos otros en las zonas rurales de Estados Unidos, Rinehart sabía de la feroz reputación de Monsanto para hacer cumplir sus patentes y demandar a cualquiera que presuntamente las violara.
Pero Rinehart no era un agricultor. No era un distribuidor de semillas. No había plantado ni vendido semillas. Era dueño de una muy pequeña tienda de campo en un pueblo de 350 personas. Estaba furioso de alguien entrara en su negocio y lo avergonzará delante de todos. “Me hizo quedar mal a mí y a mi negocio”, dice
Rinehart. Entonces le dijo al intruso, “Tenés al hombre equivocado”.
El extraño insistió y Rinehart lo invitó a retirarse. Mientras se iba el hombre siguió amenazandolo. Rinehart dice que no recuerda las palabras exactas, pero fueron algo como “Monsanto es grande. Usted no puede ganar. Lo vamos a hacer pagar”
Escenas como esta se ven todos los días en muchas zonas rurales de Estados Unidos.
Monsanto persigue a agricultores, cooperativas rurales, comerciantes de semillas y cualquier persona que sea sospechosa de haber infringido sus patentes de semillas genéticamente modificadas.
Entrevistas y documentos judiciales revelan que Monsanto se apoya en un ejército de investigadores privados y agentes que llevan temor al corazón rural de EEUU.
Estos agentes llegan a los campos agrícolas y secretamente filman y fotografían a agricultores y propietarios de tiendas, se infiltran en reuniones de la comunidad, y reúnen información acerca de las actividades agrícolas.
Los agricultores dicen que algunos agentes de Monsanto se hacen pasar por encuestadores. Otros se enfrentan los agricultores en sus tierras y tratan de presionar a firmar documentos que dan a Monsanto acceso a sus registros privados. Los agricultores los llaman “La policía de las semillas” y utilizan palabras como como “Gestapo” y “mafia” para describir sus tácticas.
Cuando se le preguntó por estas prácticas, Monsanto se negó a dar detalles y solo aclaró que empresa está simplemente protegiendo sus patentes. “Monsanto gasta más de $ 2 millones al día en la investigación para identificar, probar, desarrollar y llevar al mercado nuevos e innovadores semillas y tecnologías que beneficien a los agricultores” declaró el portavoz de Monsanto, Darren Wallis, en un correo electrónico enviado a Vanity Fair.
“Una herramienta en la protección de esta inversión es patentar nuestros descubrimientos y, en su caso, defendernos legalmente en contra de los que podría optar por violarlos”. Wallis dijo que, si bien la gran mayoría de los agricultores y comerciantes de semillas siguen el acuerdo de licencia, “Existe una pequeña fracción que no lo hace” y que Monsanto tiene la obligación de hacer valer sus derechos de patente sobre los que “que pretenden aprovecharse de los beneficios de la tecnología sin tener que pagar por su uso.” Sin embargo dice que “solo un pequeño número de casos llegan a juicio”
Algunos comparan la postura de Monsanto con los esfuerzos de Microsoft para proteger su software de piratas. Por lo menos con Microsoft, el comprador de un programa puede usarlo una y otra vez. Pero los agricultores que compran las semillas de Monsanto ni siquiera pueden hacer eso.
El control de la naturaleza
Durante siglos, los agricultores han guardado las semillas de una temporada a otra: se plantaba en la primavera, se cosechaba en otoño, luego preparaban las semillas durante el invierno para volver a plantarlas la siguiente primavera. Monsanto ha provocado que esta antigua práctica desapareciera.
Monsanto desarrolló y patento las semillas transgénicas que resisten a su propio herbicida (Roundup), ofreciendo a los agricultores la opción de fumigación los campos matando a todas las malezas sin afectar los cultivos.
Durante casi toda su historia, la oficina de Patentes y Marcas de los Estados Unidos se habían negado a conceder patentes sobre las semillas ya que consideran formas de vida con demasiadas variables para ser patentadas. “No es como describir un widget”, dice Joseph Mendelson III, el director legal del Centro de Seguridad Alimentaria, que tuvo a su cargo el seguimiento de las actividades de Monsanto en las zonas rurales de América durante años.
Sin embargo en 1980 la Corte Suprema de los EE.UU., en una votación con cinco jueces a favor y cuatro en contra aceptaron el patentamiento. En su decisión, el tribunal amplió el derecho de patentes para abarcar a ” microorganismos vivientes creados por el hombre”.
En este caso, el organismo ni siquiera una semilla. Se trataba de una bacteria “Pseudomonas” desarrollada por un científico de General Electric para limpiar derrames de petróleo. Pero el precedente quedó establecido, y Monsanto se aprovechó. Desde los 80´s, Monsanto se ha convertido en el líder mundial en semillas modificadas genéticamente y ha obtenido 674 patentes de biotecnología, más que cualquier otra compañía, según datos del Departamento de Agricultura de EE.UU.
Los agricultores que compran semillas patentada por Monsanto Roundup Ready están obligados a firmar un acuerdo prometiendo de no guardar las semillas producidas después de cada cosecha para volver a plantarlas, o de vender las semillas a otros agricultores. Esto significa que los agricultores tienen que comprar semillas nuevas cada año. Ese incremento en las ventas, junto al combo de venta con el desmalezador Roundup generó millones para Monsanto.
Este cambio radical respecto de la antigua práctica ha creado disturbios en las granjas. Algunos agricultores no comprenden que no se permite guardar las semillas de Monsanto para una futura siembre. Otros lo saben pero no comprenden porque desperdiciar un producto perfectamente utilizable. Algunos otros dicen que no utilizan semillas genéticamente modificadas de Monsanto, pero las semillas han sido llegado a sus campos por el viento o depositadas por las aves. A simple vista ambas variedades son idénticas, y sólo un análisis de laboratorio pueden mostrar la diferencia.
Incluso si un agricultor no compra semillas transgénicas y no las quiere en su tierra, seguramente recibirá una visita de “los policías de las semillas” de Monsanto si se descubren rastros de sus semillas en sus cosechas.
La mayoría de los nortamericanos conoce Monsanto porque compra sus productos para el jardín pero no tienen idea de que está involucrado en la producción de los alimentos que llevan a sus mesas cada día.
Durante la mayor parte de su historia, Monsanto fue conocido como un gigante de los productos químicos, culpable de la producción de algunas de las sustancias más tóxicas jamás creadas generando residuos y convirtiendo regiones enteras en algunos de los más contaminados de la Tierra.
Sin embargo, durante la última decada, la compañía ha tratado de borrar su pasado tratando de mostrarse como algo muy diferente. Ahora se muestra como una “empresa agrícola” dedica a hacer del mundo “un lugar mejor para las generaciones futuras.”
Aún así, más de un cientos de webs describen las semejanzas entre Monsanto y la empresa ficticia “U-Norte” en la película Michael Clayton, un gigante de la agroindustria demandados por varios miles de millones de dólares acusados de vender un herbicida que causa cáncer.
Las semillas transgénicas de Monsanto semillas han transformado la empresa y están alterando radicalmente la agricultura mundial. Hasta el momento, la empresa ha producido semillas transgénicas de soja, maíz, canola, y algodón.
Muchos más productos se han desarrollado o están en fase de preparación, incluidas las semillas de remolacha azucarera y de la alfalfa.
La compañía también está tratando de ampliar su alcance en la comercialización de la producción de leche artificial incorporando en las vacas la hormona del crecimiento que aumenta su producción, y que está tomando medidas enérgicas para poner a los que no deseen utilizar la hormona de crecimiento en una situación de desventaja comercial.
Aún cuando la empresa está impulsando su programa de trasngénicos, Monsanto también está comprando las empresas de semillas convencionales. En 2005, Monsanto pagó $ 1,4 millones por Seminis, compañía que controla el 40 por ciento del mercado de los EE.UU. para la lechuga, los tomates, otras semillas de hortalizas y frutas.
Dos semanas más tarde anunció la adquisición de la tercer mayor empresa de algodón del país, Emergent Genetics, por 300 millones de dólares. Se estima que las semillas de Monsanto representan en la actualidad el 90 por ciento de la producción de soja de los EE.UU. Las adquisiciones de Monsanto han impulsado su crecimiento explosivo, transformándola en la compañía de semillas más grande del mundo.
En el Irak, el trabajo se enfoca en en proteger las patentes de Monsanto y otras empresas de semillas transgénicas Uno de las últimas actividades de Paul Bremer como jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición fue una orden que estableció que “los agricultores tienen prohibida la reutilización de las semillas de variedades protegidas.” Monsanto ha dicho que no tiene interés en hacer negocios en Irak, pero en caso de que la empresa cambie de opinión, la ley americana está en su lugar.
Cada vez más las empresas agrícolas y los agricultores están utilizando semillas transgénicas de Monsanto. En 1980, no existían los cultivos modificados genéticamente en los EE.UU. En 2007, se plantaron un total de 142 millones de acres. En todo el mundo, la cifra fue de 282 millones de acres. Muchos agricultores creen que las semillas transgénicas aumentan el rendimiento de los cultivos y les hace ahorrar dinero. Ademas mediante el uso de semillas de soja Roundup Ready, un agricultor puede pasar menos tiempo atendiendo a sus campos. Con las semillas de Monsanto, los agricultores siembran, y luego se fumiga con Roundup para matar las malas hierbas reemplazando el trabajo intensivo que requería el control de la maleza.
Y el control de las semillas no es una abstracción. Quien provea las semillas que se plantan en el mundo controlará el abastecimiento mundial de alimentos.
Bajo Vigilancia
Después de que el investigador de Monsanto enfrentara a Gary Rinehart, la empresa presentó una demanda federal alegando que Rinehart “Había plantado a sabiendas, intencional, y voluntariamente en violación de los derechos de patente de Monsanto”
Durante la temporada de siembra del 2002, el investigador Jeffery Moore, al vigilar la finca del Sr Rinehart, observó al demandado con una bolsa marrón plantando semillas de soja. Moore luego de observar esta tarea localizó dos bolsas vacías en una zanja en ubicada al lado de uno de los campos plantados por Rinehart, en las que quedaban algunas semillas. Moore recogió una pequeña cantidad de estas semillas de sojas que quedaban en la bolsa. Estas muestras tomadas dieron un resultaro positivas al realizárseles una prueba de Monsanto Roundup Ready.
Ante la demanda judicial federal, Rinehart se vio obligado a contratar a un abogado. Monsanto finalmente se dio cuenta de que “el investigador Jeffery Moore” había apuntado al hombre equivocado, y se retiro la demanda.
Rinehart más tarde se enteró de que la empresa había realizado una investigación de los agricultores de su zona. Rinehart nunca fue escuchado nuevamente por Monsanto: no le mandaron una carta de disculpa, no admitieron publicamente que la empresa había cometido un terrible error, ni le ofrecieron pagar los honorarios del abogado. “No sé cómo logran salirse con la suya”, dice. “Si yo hubiera tratado de hacer algo como que eso me hubiera salido muy mal. Me sentí como si estuviera en otro país. “
Gary Rinehart es, en realidad, uno los más afortunados objetivos de Monsanto. Desde la introducción comercial de sus semillas transgenicas en 1996, Monsanto ha puesto en marcha miles de investigaciones y presentó demandas judiciales contra cientos de agricultores y comerciantes de semillas. En un informe de 2007, el Centro de Seguridad Alimentaria, en Washington, DC, se documentan 112 demandas en 27 estados. Además, Bill Freese, un investigador de este centro dice: “El número de casos registrados es sólo la punta del iceberg”.
Los abogados que han representado a los agricultores demandados por Monsanto afirman que las acciones intimidatorios de las empresas son moneda corriente.
La mayoría se rinde y paga a Monsanto cierta cantidad de dinero por daños y perjuicios, y los pocos que se resisten se enfrentan contra la fuerza jurídica de la empresa semillera.
Para seguir leyendo el informe (en inglés) hacé click aquí.