La Existencia Destino

Amigos y Amigas:

El Maratón Blumberg se fue calmando. Los diputados ya no sesionan a toda velocidad y sin saber bien que votaban porque la mirada atenta del abanderado de la clase media ya no estaba sobre ellos, y con el los medios de comunicación. Sin embargo, sus huellas sobre el código penal están presentes y sus reformas a punto de concretarse casi en su totalidad.

Tratar de pensar la situación de nuestro país enlazada con la guerra de Irak puede sonar muy dificil, pero los puntos de encuentro entre nuestra historia, y nuestro lamentable presente, con lo que pasa en Oriente Medio de la mano de la administración Bush son muchisimos.

En este sentido, les acerco un excelente artículo publicado este domingo en la contratapa del diario Página

12<>.

Saludos,

Hernán Pablo Nadal (Tao)

msn: hernannadal@hotmail.com

Menem – Bush

 

La existencia-destino

Por José Pablo Feinmann

La infancia es el tiempo de la iniciación perpetua, todo lo que sucede sucede por primera vez, todo lo que sucede es iniciático. De ahí el peso formativo que adquiere esa etapa en toda existencia. De ahí que hayan surgido filosofías que postularon su precedencia a todo, en especial a la noción de “esencia” en su sentido religioso.

Si el hombre hubiese sido creado por Dios sería una criatura, tendría una precedencia, tendría las virtudes y defectos que el buen Dios le habría dado. Pero no. Y en beneficio de ambos: del buen Dios y del hombre.

Varias cosas pueden ocurrir con Dios: que exista o no. Que haya creado al hombre o no. Que intervenga en la historia humana o no. En Su beneficio (obsérvese que mantengo la tradición del uso de la mayúscula al mencionarLo) vamos a establecer una incerteza y dos certezas. La “incerteza” es que uno no puede saber si Dios existe o no.

Es imposible “probarlo”, de aquí la eterna posibilidad de ese “salto” que llaman “fe”.

Las dos certezas que estableceremos (insisto: en beneficio de Dios) son las que siguen:

1) No creó al hombre; 2) No tiene intervención alguna en la historia humana. Si Dios hubiese creado al hombre habría creado a un ente capaz de ser –en alguna de sus facetas– Hitler.

Pero, no seamos torpes. Otra vez con Hitler. ¿Para qué recurrir a él una vez más si la historia humana no cesa de ofrecernos el espectáculo de la recurrencia del horror, de su infinita perdurabilidad?

La pregunta de hoy es: ¿cómo es posible que Dios haya “creado” a un ser capaz de tomar la forma de la marine estadounidense Lynnie England? ¿Cómo, al crear al ser humano, no le incluiste, Dios, un dispositivo que obliterara por completo la posibilidad-Lynnie England? Entonces, por Tu bien, vamos a liberarte de todo eso. Sólo un monstruo podría crear monstruos. Sólo un monstruo podría crear un ser tan monstruoso como Lynnie England.

Imaginen si a la pregunta del bueno de Robert Fisk (“¿Quién enseñó a Lynnie y a los otros sádicos estadounidenses

de la prisión de Abu Ghraib a hacer esto?”) respondiéramos: Dios. No, Fisk tiene respuestas (o, al menos, las tenía) más tranquilizadoras: “En otros tiempos solía yo preguntar quién enseñó a la policía secreta siria e iraquí a hacer tales cosas. La respuesta es simple: la policía secreta de Alemania Oriental”. De donde deducimos que los hombres buscanpatéticamente tranquilizarse.

Para Fisk, antes de Lynnie England, las cosas eran claras: los perversos sirios e iraquíes practicaban atroces torturas porque los perversos comunistas de Alemania Oriental los entrenaban. Ahora todo se le ha trastocado. Ahora su pregunta es: ¿quién entrenó a Lynnie England?

Sin querer incomodar ni menos aún ofender a Robert Fisk, nos permitiremos señalarle que nosotros, aquí, en América latina, territorio arrasado por todo tipo de indescriptibles torturas que hacen de Lynnie England, cuanto menos, una princesita a lo Grace Kelly o un cisne etéreo a lo Audrey Hepburn, siempre supimos quiénes entrenaban a nuestros torturadores. Que, ellos, no eran sirios ni iraquíes.

Ni sus entrenadores pertenecían a la policía secreta de Alemania Oriental. Los torturadores argentinos (que instauraron un reino de la tortura a partir de 1976) fueron entrenados por los paracaídistas franceses de la OAS y arribaron a la más alta sabiduría del horror en la Escuela de las Américas, Escuela sita en los Estados Unidos de América, de donde es oriunda Lynnie England.

No hay que buscar demasiado lejos dónde aprendió su oficio esta señorita: en su país, en un país que sostenía instituciones de alta eficacia dedicadas por entero a la ciencia del martirio, la vejación y, por fin, la muerte de los hombres bajo el propósito de “obtener información”, trabajo al que suelen llamar “de inteligencia”.

Los torturadores de la Argentina precedieron a la Srta. England en el matiz “civilizatorio” de su Cruzada pues se consideraron defensores, no sólo del territorio “nacional”, sino de la civilización Occidental y Cristiana en una guerra a la que llamaban Tercera. Hoy, no paradojalmente, la marine England defiende esa “civilización”, no contra el “marxismo apátrida y ateo”, sino contra el Islam fanático, barbárico y terrorista. En suma, y en descargo de Dios, cabe afirmar que El no creó al hombre, que El no pudo arrojar sobre un planeta tan hermoso como éste un ser que tenía en sí la posibilidad de convertirse en Lynnie England.

Y el tercer punto se desprende del segundo. ¿Cómo plantear que Dios tiene intervención en la historia humana? No, este absoluto desastres obra de los hombres, de ellos solamente, que carguen ellos con su creación, la historia, ese relato impiadoso que avanza –según el dialéctico Hegel– por su “lado malo”.

Concluyendo:

Dios no creó al hombre ni tiene intervención en la historia.

¿Qué puede importarnos si existe o no? Acaso usted Lo necesite cuando abre un diario y le dicen que el telescopio Hubble atrapó imágenes de una galaxia ubicada a unos 2300 años luz de la Tierra.

Acaso ahí usted se marea, se le cae encima el entero Universo, las infinitas preguntas sin respuesta que el maldito telescopio Hubble sigue alimentando y usted, sofocado, exclama: “¡Sí, hay Dios, tiene que haber un Dios!”. Y bueno, quién le dice, por ahí sí,hay. Y hasta por ahí, cualquier mañanita de éstas, el Hubble se lo fotografía y tiene la cara de Groucho Marx, muerto de risa.

Al no ser una creatura divina, el hombre no tiene “esencia”. Surge al mundo existiendo, en tanto “existente”. De aquí la centralidad de la infancia. Si (según la célebre fórmula) “la existencia precede a la esencia”, el hombre empieza por ser nada y luego empieza a ser “algo”.

Un pensador nacional, Carlos Menem, habló de la niñez y la dividió en dos. Hay dos clases de niños, dijo: “Niños pobres con hambre y niños ricos con tristeza”. Para él eran igualmente desdichados y se proponía gobernar para ambos.

Sin embargo, el hambre y la tristeza no marcan del mismo modo. La tristeza suele solucionarse. De hecho, en pocos meses de gobierno, Menem cumplió el 50% de su promesa: los padres de los niños ricos empezaron a ganar tanto pero tanto dinero que hasta pudieron comprar para sus hijos la alegría que les venía faltando. La pobreza (por medio de las dos carencias que la definen) destina al niño pobre, le quita la libertad, sus posibilidades, la apertura del futuro.

Hay dos carencias definitivas en la pobreza: la carencia de comida y la carencia de educación.

El niño pobre tiene una existencia-destino. El niño rico tendrá tristeza pero tiene libertad, proyección, posibilidades. El hambre y la falta de educación condenan al niño pobre. Y ésta no es sólo una cuestión social o económica, sino antropológica. Una existencia-destino es una existencia ya decidida, trazada, sin retorno. El hambre debilita –estrechándolo sin piedad– el horizonte de la inteligencia.

El pibe pobre puede ser pillo, vivillo, pícaro, pero jamás inteligente. Hay que comer para tener neuronas sanas y frescas en la cabeza. Así de simple. El pibe pobre no come y no se educa. No podría, además, educarse porque el hambre le debilitó su capacidad racional. El pibe pobre está condenado a ser el pibe pobre. Podrá “ser” lo que su contexto-destino le ofrezca: mandadero, peoncito, adicto a las drogas impuras e infames que consigue, escolar con frío, escolar indiferente, ratero empedernido, inculto irredimible y –por supuesto– delincuente.

La experiencia extrema de la marginalidad y la exclusión social que el (neo)liberalismo instauró en América latina tiene temibles lecturas filosóficas: el hombre no es libre. Y no porque lo preceda el lenguaje, tampoco porque surge en un modo de producción y en unas relaciones de producción ya establecidos, o por el inconsciente. No (o no sólo por eso): el hombre no es libre porque hoy más de la mitad de la humanidad está hundida en el hambre.

Hundida (no en la existencia que se arroja a sus posibles para darse el ser, no en el estado de arrojo temporalizante que abre el horizonte) sino en la existencia-destino.

Que sólo puede llegar a ser lo que empezó siendo: una cosa, un desecho.

Una existencia-condena.

Pueden estar tranquilos quienes piden llevar la imputabilidad a los catorce, a los ocho años. El pibe pobre, el pibe hambre, el pibe ratero sin escuela ni maestros ni pizarrones ni manuales nació imputable.

Cuando, al fin, la sociedad educada lo mete entre rejas sólo está cerrando un círculo que los orígenes ya habían trazado.

 


“Tenemos que estar junto al pueblo” de Pagina 12 por Por Washington Uranga

 

ASESINATO DEL CURA CARLOS MUGICA

“(José) López Rega me va a matar”, le había anticipado el cura villero Carlos Mugica a su gente. Y no se equivocó. Una ráfaga de ametralladora terminó con su vida el 11 de mayo de 1974. El jefe de la Triple A había ordenado acabar con ese sacerdote tercermundista que concientizaba en las villas.

Carlos Mugica

Ahora tenemos que estar más que nunca junto al pueblo”, le dijo Carlos Mugica a una enfermera del Hospital Salaberry de Buenos Aires, poco antes de morir, la noche del sábado 11 de mayo de 1974. Minutos antes, en la puerta de la parroquia de San Francisco Solano, en Flores, el cura villero, el mismo que se había convertido en un obstinado defensor de los derechos de los pobres y en emblemática figura del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), había recibido cinco impactos de la ráfaga de ametralladora de la Triple A. El propio cura había adelantado su suerte días antes en una reunión con vecinos de la villa de Retiro (la misma que hoy lleva su nombre), donde eligió vivir. “(José) López Rega me va a matar”, dijo refiriéndose al siniestro jefe de la organización terrorista.

Mugica era un “cura villero” que, a pesar de su origen en una familia tradicional y acaudalada de Buenos Aires, hizo una radical opción por el servicio a los pobres, fundó una capilla en medio de la villa Comunicaciones de Retiro, se comprometió socialmente a través del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, y políticamente optó decididamente por el peronismo, considerando que las mejores opciones en favor de los pobres y excluidos se daban en el marco de ese movimiento político. Junto a otro cura, Jorge Vernazza, Mugica fue una de las personalidades que ocupó un asiento en el avión que trajo de regreso al país a Juan Perón el 17 de noviembre de 1972, después de su prolongado exilio. Junto al también asesinado obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, Mugica es reconocido por amplios sectores de la Iglesia Católica y también del cristianismo como una de las figuras más simbólicas del compromiso cristiano con los pobres y excluidos y como “mártir” de la justicia.

El asesinato de Mugica se produjo en un momento de gran agitación política y confusión institucional en el país. Mugica había sido asesor del Ministerio de Bienestar Social cuyo titular era el propio López Rega (1973), pero renunció por discrepancias con el ministro. El 7 de diciembre de 1973, al celebrar una misa en memoria de dirigentes montoneros muertos, el sacerdote expresó su discrepancia con la estrategia establecida por la dirigencia guerrillera: “Como dice la Biblia, hay que dejar las armas para empuñar los arados”. Producido el asesinato en la puerta de la iglesia de la que era párroco su gran amigo, el también tercermundista Jorge Vernazza, todos los sectores trataron de deslindar responsabilidades en su muerte. El entierro fue una gran manifestación popular, donde predominó la presencia de los villeros, aquellos a quienes había acompañado durante toda su vida.

Carlos Mugica había nacido en Buenos Aires el 7 de octubre de 1930 y su padre, Adolfo, fue diputado por el conservadurismo (1938-42) y ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Arturo Frondizi (1961). Estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires e inició la carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires. En 1952, después de viajar a Roma, decidió ingresar al seminario. Según cuenta el sacerdote Eduardo de la Serna, actual coordinador del grupo de sacerdotes comprometidos con la opción por los pobres, durante el paso de Mugica por la Facultad de Derecho “fue notable su enfrentamiento con el entonces titular de Derecho Agrario, José Alfredo Martínez de Hoz”, quien luego fuera ministro de Economía de la dictadura militar encabezada por Jorge Rafael Videla (1976).

Ordenado sacerdote en 1959, profundizó su compromiso social e hizo cada vez más ostensible su compromiso con el peronismo, llegando a visitar al propio Juan Domingo Perón en su exilio en Madrid. Su vinculación como asesor de la Juventud Estudiantil Católica (JEC) le dio también una estrecha vinculación con muchos de los que luego se constituyeron en dirigentes de Montoneros, con los que siguió manteniendo relación personaly política, pero también muchas discrepancias en torno de la metodología y el modo de actuación. En el marco de la Iglesia, sus constantes pronunciamientos sociales, sus relaciones con otros movimientos sacerdotales y políticos de América latina también le trajeron aparejados problemas con las autoridades eclesiásticas: primero con el cardenal Antonio Caggiano y luego con quien lo sucedió, el arzobispo Juan Carlos Aramburu. Según testimonios de otros sacerdotes, este último llegó a proponerle a Mugica que abandonara su condición sacerdotal, algo a lo que siempre se opuso. Acompañando el tiempo político y preocupado por los temas sociales, Mugica fue uno de los que alentó el diálogo y la colaboración entre cristianos y marxistas y a finales de la década de los sesenta llegó a viajar secretamente a Cuba para interiorizarse sobre el modelo socialista liderado por Fidel Castro.

En junio de 1972, en una entrevista concedida a la revista Siete días, el cura Mugica definió su compromiso con el pueblo diciendo que “debo actuar desde el pueblo y con el pueblo, vivir el compromiso a fondo, conocer las tristezas, las inquietudes, las alegrías de mi gente a fondo, sentirlas en carne propia”, justificando de esta manera su directa inserción en la villa de Retiro. En el mismo reportaje y ante la pregunta de si un cristiano tiene derecho a matar Mugica contestó “no lo sé. Lo que sí está claro es que tiene la obligación de morir por sus hermanos. (…) De repente nos escandalizamos porque alguien puso una bomba en la casa de un oligarca, pero no nos escandalizamos de que todos los días en las villas miseria o en el interior del país mueren niños famélicos porque sus padres ganan sueldos de archimiseria. La idea fundamental me parece ésta: el cristiano tiene que dar la vida por sus hermanos de una manera eficaz”, subrayó.

Treinta años después de su asesinato, el cura Carlos Mugica sigue siendo un símbolo de compromiso cristiano con los pobres. Así lo testimonian muchos dirigentes sociales y políticos que lo conocieron y gran cantidad de comunidades eclesiales que lo siguen invocando como referente

Periodismo Antiguo – Enseñanzas Nuevas

Rescatando textos, para que no queden en el olvido. Para que vivan nuevamente después de mucho tiempo. Para que vivamos otros tiempos.

Un texto del gran periodista argentino Roberto Arlt.

Nos vemos.

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Marruecos, 1935

“El Mercader oriental, y las Mil y Una Noches” por Roberto Arlt

El libro de cuentos “Las mil y una noches”, es el calco perfecto de las actividades psíquicas de los mercaderes de los pueblos de Oriente. Así como los cuentos verdes de Boccacio, recopilados en un período de peste, nos pintan las relajadas costumbres de la sociedad florentina, “Las mil y una noches” se explican observando de cerca la vida del comerciante oriental.

La obra, a pesar de su multitud de personajes y aventuras es un libro quieto, estático. Sus pájaros vuelan, pero siempre os conducen a palacios encantados. Podría afirmarse que la imaginación del oriental gira siempre en torno de un diván. Sale de una ciudad sentado en cuclillas sobre una alfombra encantada y se mete en otra. Los límites de su imaginación (no confundir imaginación con fantasía) son tan estrechos como los límites de su tienda, donde sentado todo el día, aguarda la llegada de los compradores.

Mientras que el griego en la Ilíada y la Odisea y, el nórdico en las Sagas y los Nibelungos, dan cuenta de esforzadas hazañas y trabajos infinitos de héroes en lidia con dioses y hombres, “Las mil y una noches”, semejante a un tapiz árabe de mil colores, refleja en la trama de sus hilos de oro y plata, la vida casi inmóvil de sus creadores.

¿Y dónde transcurre la vida del mercader árabe? En su tienda. Pero su tienda es totalmente desemejante al establecimiento de comercio occidental. La Tienda del mercader árabe de Tánger, Tetúan, Fez, Xexsauen, Damasco, es una cueva de un metro y medio de ancho, a veces menos, por dos metros de altura y otros dos de profundidad. Los muros de esta cripta están revestidos de estantes donde carga su mercadería. En el suelo, una estera. Allí permanece sentado o recostado, indolentemente, todo el día, con una mejilla apoyada en la mano y el codo en el mostrador a ras del suelo. En este reducidísimo recinto, nuestro mercader engorda, echa caderas inmensas. Enumero en un pequeño patio hasta dieciséis de estas, tiendas. A la entrada, un bereber, en su caldera de cobre, mantiene caliente el agua para servir té verde cuando los comerciantes se lo piden.

Cualquiera supondría que después de este ocio forzado, nuestro hombre está ansioso de desentumecerse. Pues no. Si sale de allí es para dirigirse a su casa donde otros cómodos tapices divanes le ofrecen el mismo reposo, o se dirige al café, dispuesto de la misma manera que su tienda, con mesitas a ras del suelo, esteras o cojines.

En esta inactividad voluntaria, la imaginación del cuentista árabe se ha desarrollado escogiendo la línea de menor resistencia, es decir, la de la fantasía. a su antojo y capricho. Ejemplo: la puerta de la caverna de los cuarenta ladrones se abre cuando Alí Babá profiere la palabra mágica. Un cuentista griego o nórdico, desarrolla en este mismo caso, siguiendo los impulsos emotivos y sociales de la época, un combate frente a la caverna con dragones, monstruos, tentaciones y guerreros. El comerciante árabe, inerte de naturaleza se contenta con hacerle pronunciar a su protagonista la palabra de “Sésamo ábrete” y, henos aquí con el menor de los esfuerzos posibles a desarrollar en presencia de un prodigio.

Otro mercader vende una alfombra mágica para volar. Un cuentista o novelista occidental, hubiera inventado un disparatado aparato para volar (Icaro con las alas de cera) pero al fin, una máquina absurda, índice de la actividad mental que busca en la ciencia utópica horizontes para escapar a la estrechez de la vida cotidiana. El cuentista árabe, al revés, se conforma con que su alfombra sea mágica y de consiguiente, siendo mágica no solo puede volar, sino acometer las empresas que se le antojen al narrador. Nuevamente nos encontramos en Presencia de la línea de menor resistencia.

Y cada cuento es por el estilo en “las mil y una noches”. Analizando seriamente y sobre el terreno, la llamada imaginación oriental, descubrimos precisamente que lo que caracteriza la imaginación oriental es su falta de horizonte y de imaginación. Y es lógico. Un hombre que permanece todos los días de su vida recostado en un diván, esperando que se acerquen a su tienda los compradores, rechaza, aunque sea imaginativamente, el terrible esfuerzo de derribar una puerta de piedra con sudores, escalofríos y trabajos. En cambio se deleita imaginando que puede encontrarse en presencia de las riquezas más fabulosas mediante el único sencillísimo, cómodo y, simple trabajo de pronunciar dos palabras: “Sésamo ábrete” . Lo mismo digo de la alfombra voladora.

Se me argüirá que no existen en Oriente únicamente mercaderes, de acuerdo, pero he aquí que los babucheros trabajan sentados, los hiladores sentados, los notarios, sentados, los fabricantes de ajorcas, los fundidores de plata, los estereros, los carpinteros y fabricantes de muebles, los alfareros, los cocedores de chilabas, los tejedores de gorros, los sastres, los caldereros, todos trabajan sentados, en cuclillas, en cuevecitas que mueven a gran sorpresa, con los tornos a la altura de los pies, con los hornillos y sopletes en el suelo. Son raros los trabajos que se efectúan de pie. El oriental como si estuviera tullido de las dos piernas, ha descubierto el modo de trabajar en la postura más cómoda y descansada. No discuto la inteligencia de esta actitud propia de los tiempos medioevales, pero la consigno para corroborar lo antedicho. Únicamente podemos conocer la Edad Media del artesanado europeo, visitando a Oriente.

LEVANTARON UNA PRESENTACIÓN DE “VALE TODO” EN LA FERIA DEL LIBRO

Buenos Aires, 22 de abril (ANC-Utpba).-

El periodista Javier Romero, quien junto con Romina Manguel, es autor del libro “Vale Todo”, una biografía no autorizada del empresario periodístico Daniel Hadad, denunció que los responsables de la editorial Ediciones B de Argentina levantaron la presentación de la publicación, que se iba a realizar el próximo sábado 24, en el marco de la 30 edición de la Feria del Libro.

Romero explicó que el pasado martes 20 “el representante de la editorial en América latina se comunicó telefónicamente para informarme que habían decidido suspender la presentación debido a las presiones que recibieron de Hadad”. “Durante esa comunicación, también me avisaron que iban a levantar todos los ejemplares que se estaban comercializando en el stand que la editorial tiene en la Feria del Libro”, agregó Romero.

Este libro ya había sufrido un episodio de censura antes de su publicación, cuando Editorial Planeta, con el libro impreso, decidió rescindir el contrato con los autores.

Tanto Romero como Manguel son periodistas de una dilatada trayectoria profesional, y actualmente trabajan en la revista Veintitres, entre otros medios.

Vale Todo apareció el 26 de enero pasado y ocupó durante varias semanas el primer lugar en las ventas de la categoría “no ficción política”.

La Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (Utpba) manifestó su repudio por este nuevo acto de censura, al tiempo que le acercó su solidaridad a los periodistas Javier Romero y Romina Manguel (ANC-Utpba).

El sábado 24 a las 18.30 hs vamos a presentar el libro en la puerta de la sala Alfonsina Storni y denunciaremos las amenazas y presiones recibidas desde la decisión de publicar un libro que relate la forma en que Daniel Hadad se trasformó de modesto conductor a poderoso empresario multimedios. Los esperamos.

Javier Romero 155-328-0375 – Romina Manguel