La problemática del agua es uno de los temas que más causa preocupación en la población mundial. En la edición de Junio de la revista Wired salió publicado un artículo “Peak Water: Aquifers and Rivers Are Running Dry. How Three Regions Are Coping” que traduzco a continuación.
Que esta noticia sea familiar no la hace menos alarmante: 1100 millones de personas, aproximadamente una sexta parte de la población mundial, carece de acceso al agua potable. Los acuíferos que corren bajo Beijing, Delhi, Bangkok, y docenas de otros ubicados en zonas urbanas de rápido crecimiento se están secando. Los ríos Ganges, Jordan, Nilo, y Yangtze – durante gran parte del año reducen su caudal a la mínima expresión. En la antigua Unión Soviética, el Mar de Aral se ha reducido a una cuarta parte de su antiguo tamaño, dejando tras de sí una corteza de salitre como residuo.
El agua ha sido un problema importante en los países en vía de desarrollo durante tanto tiempo que apenas se le presta atención a los actuales informes de la calamitosa escasez en el registro de El Cairo o de Karachi. Pero la escasez de de agua dulce ya no es solo un problema restringido a los países pobres.
La escasez está alcanzando niveles preocupantes, incluso en las más regiones más desarrolladas. Los cultivos se están desmoronando, las aguas subterráneas está desapareciendo, los ríos no alcanzan a llegar al mar. Es lo que se denomina “picos” del agua, y se da en el punto en que el suministro renovable es siempre superado por la demanda insaciable.
Esto no quiere decir que el mundo se este quedando sin agua. Existe la misma cantidad hoy en día que hace millones de años – alrededor de 360 trillones de galones. Se evapora, se condensa formando nubes, cae como lluvia, se filtra en la tierra, y surge para alimentar ríos y lagos, un interminable ciclo hidrológico ordenado por leyes inmutables de la química. Pero el 97 por ciento del agua del planeta se encuentra en los océanos, donde es inutilizable a menos que se pueda quitar la sal (un proceso que consume enormes cantidades de energía). El agua potable para tomar, para riego, ganadería y otros usos humanos no siempre se encuentra donde las personas lo necesitan y transportarla es difícil y costoso. Al igual que el petróleo, el agua no está equitativamente distribuida ni respetuoso las fronteras políticas; alrededor del 50 por ciento del agua dulce del planeta se encuentra en muy pocos países afortunados.
El agua dulce es el recurso renovable más importante, pero la humanidad está utilizandolo y contaminandolo más rápidamente de lo necesita para reponerse. El desenfrenado crecimiento económico, más casas, más empresas, más procesos de fabricación más demandantes de agua, el incremento del nivel de vida, simplemente ha superado a la oferta, especialmente en las regiones históricamente secas. Para agravar el problema, el ciclo hidrológico es cada vez menos previsible ya que el cambio climático altera los patrones de temperatura establecidos en todo el mundo.
Una barrera para conseguir una mejor gestión de los recursos hídricos es simplemente la falta de datos, donde está el agua, por dónde se va, cuánto se está utilizando y para qué fines, y sobre todo cuánto podría ser salvado si las cosas se hicieran de otra manera. En este sentido, la temática del agua se basa en gran medida en un problema de la información. La información que pueda reunirse tendrá una gran influencia en cómo hacer frente a un mundo en el que falta agua.
Cerca del aeropuerto internaciona Sky Harbor en Phoenix, una interminable red de calles y vías hogares se graba en el desierto, como si fuera la superficie de un microchip.
Y Phoenix crece a un ritmo que parece competir con la ley de Moore. En la década de 1990, el área metropolitana creció a un ritmo de un acre cada tres horas. Se prevé que la población se duplicará en los próximos 20 años. Sin embargo, las ciudades, a diferencia de los microchips, no duplican su eficiencia cada 18 meses. Un informe del gobierno realizado en 2007 señaló que el crecimiento asombroso en el suroeste de Estados Unidos, “conducirá inevitablemente a un cada vez más costoso, controvertido, e inevitable proceso para lograr una disminución del abastecimiento de agua.”
El principal origen de las aguas de la ciudad son el Salt River Project y el Proyecto Central de Arizona, dos enormes sistemas de abastecimiento de agua que tomaron un siglo de esfuerzo y que buscaban hidratar la región. El Salt River Project comenzó en 1903 con la represa Roosevelt.
Hoy en día, la SRP es una vasta red de embalses, represas hidroeléctricas, y canales. En cuanto a la Central Arizona Project, es uno de los mayores y más caros acueductos en los EE.UU., concluido en 1993 a un costo de U$S 3600 millones.
Las 336 millas de la PAC canal desvían 489 mil millones de galones al año desde el Río Colorado, permitiendo el riego de más de 300000 hectáreas de tierras agrícolas en Phoenix y Tucson.
Chandler, una ciudad en el borde sureste de Phoenix, representa el dilema regional. Fundada en 1912 para dar cabida a los agricultores que se aventuraron en el desierto de Sonora, hoy Chandler alberga una población que se ha triplicado en los últimos 20 años a 250.000.
En las afueras de la ciudad, donde las últimas granjas se desvanecen en la maleza, la empresa Intel posee tres plantas de fabricación de semiconductores que ocupan un espacio equivalente a 17 campos de fútbol. Intel es el principal impulsor de la economía local. La compañía emplea a 100.00 personas y ha invertido 9 millones de dólares en Chandler; sus trabajadores, en promedio, ganan cuatro veces el salario promedio de Arizona. Sólo un problema: Estas fábricas son el mayor consumidor de agua de la ciudad.
La fabricación de chips es un proceso “sediento”. Las obleas de silicio se deben enjuagar después de cada una de las varias decenas de capas de semiconductores que se les aplican. En consecuencia, las instalaciones de Intel fueron diseñadas para aprovechar al máximo cada gota de los 2 millones de galones diarios que utiliza. Intel, no explica demasiado sobre sus secretos de fabricación. Afortunadamente, el sistema circulatorio de la planta es visible desde el exterior. Len Drago, que se encarga de la instalación de la seguridad ambiental, se ofrece a mostrarme más. A medida que caminamos por el perímetro del edificio, me explica cómo el agua fluye a través de la planta.
La imperfección más pequeña puede inutilizar a sus productos por lo cual, todo el agua que ingresa es pasada por una serie de filtros. El agua utilizada se lleva a un tanque ubicado sobre una torre que parece un cohete lunar de Julio Verne, donde se destila y mediante unas bombas se las regresa nuevamente al inicio del sistema.
El lodo salado va a un estanque de evaporación. El agua purificada, mientras tanto, se utiliza para lavar los chips. Luego el agua se depura y se envía a otras partes del campus: los depuradores de aire que filtran las emisiones de la planta, las enormes torres de enfriamiento que mantienen a los trabajadores protegidos del sofocante calor del desierto. Incluso las resistentes plantas del parque del estacionamiento se riegan con aguas residuales.
Pero Intel no reutiliza todas sus aguas residuales. Todos los días, la empresa bombea 1,5 millones de galones a una planta desalinizadora de ósmosis inversa que costó U$S 19 millones y que fue construida por Chandler. Esta agua, según las normas, potable, se bombea a 6 millas de distancia y se inyecta 600 pies hacia abajo en un acuífero de arenisca por debajo de la ciudad.
Hasta la fecha, Intel tiene ha acumulado en estos bancos más de 3 mil millones de galones. Según dice Drago, las instalaciones reciclan el 75 por ciento del agua que traen.
Intel no está simplemente tratando de ser un buen ciudadano corporativo. Tampoco es simplemente para ahorrar dinero. La ejecución de una operación sostenible sirve para aceitar los mecanismos de reglamentación en un momento en que la empresa piensa en ampliarse. Dado que Intel dice respetar las normativas del gobierno en materia de medio ambiente su nueva fabrica no necesitó un nuevo permiso para utilización de agua.
No siempre ha sido de esta manera, Drago admite que “a comienzos de los 80´s se manejaban de otra manera.”. Además dice: “Es mucho más fácil hacer las cosas de manera correcta. Especialmente cuando se piensa a largo plazo.”.
El largo plazo, sin embargo, estará marcado por dos realidades que se darán en paralaleo: la explosión de la población y un clima más caliente y más seco.
Chandler tiene plan inteligente para almacenar agua de los ríos bombeandola al acuífero local para usarlas posteriormente. Dave Siegel, el zar del agua en Chandler, sostiene que aunque se cumplan hasta las predicciones más apocalípticas, la ciudad podría soportarlo. “Aunque no pudieramos acumular más agua”, dice, “podríamos durar hasta 100 años con lo que ya tenemos”. Las proyecciones incluyen un gran crecimiento futuro, entre ellos dos nuevas fábricas de Intel.
Sin embargo, muchos científicos dicen que acumular agua del río no es suficiente. Gary Woodard, un experto en recursos hídricos del “Sahra Center” perteneciente a la Universidad de Arizona en Tucson, basó su carrera en estudiar los problemas con el agua que enfrentan distintas regiones del mundo. Si bien admira los esfuerzos de Intel, advierte que el consumo de agua directo es sólo la mitad de la historia. Para describir la otra mitad, él invoca la idea “nexo agua-energía” que se basa en que se necesita agua para producir energía, y energía para acceder al agua. Es decir, los suministros de agua y electricidad son interdependientes.
“Intel está haciendo todo lo posible”, dice Woodard, “pero para lograr una alta calidad de reciclado, es necesario bombear el agua hacia arriba y hacia abajo haciendola recircular, utilizando así una cantidad increíble de energía.” El campus de Intel utiliza la energía equivalente de 54000 hogares. Intel obtiene una considerable porción de esa energía de la planta nuclear Palo Verde ubicada en las afueras de Phoenix, y esto significa que se utiliza muchísima más agua para hacer un microchip que la que circula a través del sistema de reciclaje de la empresa. “No existe ningún sistema de generación de energía que utilice más agua que planta nuclear en el desierto” dice Woodard. Palo Verde utiliza 20 mil millones de galones al año para enfriar sus turbinas.
El agua se emiten en forma de vapor de agua que sale de sus torres de enfriamiento, para caer como lluvia en algún otro lugar. Nada de esto figura en las mediciones de huellas hídricas de Intel. Tampoco los empleados, las nuevas viviendas construidas en el desierto, y los coches que vendrán junto a las nuevas fábricas de Intel. Más estacionamientos que absorberán más radiación solar, lo que contribuirá a la isla de calor que se forma en Phoenix. Para refrigerar todo esto será necesario más energía y más agua.
Otros expertos comparten la preocupación de Woodard. Peter Gleick es presidente del Instituto del Pacífico en Oakland, California, un importante grupo de reflexión sobre temas relacionados con el agua. Él no está sorprendido de que Intel y Chandler sean optimistas sobre el futuro. Su actitud alegre, según él, refleja su confianza en que las prioridades sociales y económicas están a su lado. “Esto demuestra hasta que lejos iremos para asegurarnos agua para usos de alto valor usos”, afirma Gleick. “La verdad es, Intel siempre estará en condiciones de pagar más que nadie por el agua. Pueden actuar como si no fuera un bien escaso, porque para ellos posee un costo relativamente pequeño.”
Si los intereses económicos pueden determinar el curso de agua, a la larga van a quedar miles de usuarios que no pueden pagar por tenerla. Esto afectará directamente a la agricultura y especialmente tendrá efecto sobre los derechos sobre el agua para las comunidades más pobres. Intel seguirá impulsando la economía de Chandler, lubricando el proceso reglamentario y desgastando su imagen, mientras que las ciudades pequeñas en otros lugares a lo largo del Colorado se marchitan. Si esto parece un Darwinismo sin piedad, es cierto también que Intel tiene un papel crítico que desempeñar en la solución de los problemas del agua. Microprocesadores cada vez con mayor capacidad están en el centro de los esfuerzos en todo el mundo para mantener el agua fluyendo.
Mirando los jardines de Kensington en Londres, donde fuentes ornamentadas brillan al sol, es difícil imaginar que esta famosa y húmeda ciudad tiene menos agua por persona a su disposición que Dallas, Roma o Estambul. Pero es verdad, y el problema está empeorando. Estoy sentado en un restaurante junto a los jardines con John Rodda, un hidrólogo del Centro de Ecología e Hidrología de Gran Bretaña. Saca un mapa de Gran Bretaña y señala hacia el sureste del país, donde unas zonas sombreadas en rojo indican la escasez de agua. “Estamos muy por debajo del standard per capita del Banco Mundial, para una región con problemas hídricos”, dice.
En el verano del 2006, Londres fue golpeado por la peor sequía en tres décadas. Después de dos inviernos secos consecutivos (la época del año cuando las lluvias generalmente reponen el suministro de agua), la ciudad impuso restricciones para regar el césped, llenar las piscinas, y otros usos no prioritarios. Columnistas de diarios locales retrataron a miles de alineados para recibir raciones de agua de camiones hidrantes. Buscando desesperadamente poder mantener los suministros, las compañías de agua consideran medidas extremas: la siembra de nubes, transporte a granel en cisternas, o incluso remolcar icebergs desde el Ártico.
A diferencia de Arizona, donde la industria y la agricultura utilizan la gran mayoría del agua, en Londres el agua se destina principalmente a las personas que viven allí. Pero son demasiados: 7,5 millones de habitantes, y se espera que superen los 8 millones para el 2016. “Tenemos un gran número de personas que viven en una pequeña isla donde no llueve tanto como la gente piensa”, dice Jacob Tompkins, director de Waterwise, una ONG de Londres dedicada a la eficiencia del agua, “nosotros vivimos en la zona más seca de todas”.
El 2006 la sequía dejó en claro que algo un poco más grave, como un largo período de inviernos secos, empujaría al sistema hacia el colapso.”Sería cerrar la economía”, dice Tompkins. Luego está el cambio de patrón de las precipitaciones. Después de la sequía 2006, el verano de 2007 fue uno de los más lluviosos de la historia. Pero en lugar de caer con la frecuencia habitual cayó todo de golpe, causando inundaciones devastadoras. “Antes llovía la misma cantidad cada año”, continúa Tompkins. “En el pasado contruímos algunos algunos embalses y estaba bien. Pero la intensidad de las lluvias se ha duplicado, y la lluvia llega en forma de fuertes tormentas. En términos de infraestructura, estamos con un problema”.
La infraestructura de Londres tiene otro problema fundamental: Su antiguedad “Charles Dickens era el autor más vendido cuando fue instalada la mayor parte de nuestras tuberías”, dice John Halsall, director de los servicios de agua de “Thames Water”, la compañía privada que provee de agua ala mayor parte de Londres. Thames Water mantiene más de 300 embalses, 99 plantas de tratamiento, y más de 20000 kilómetros de tubería. El sistema de agua de la ciudad fue un triunfo de la ingeniería del siglo 19 la ingeniería, pero una tercera parte de la red tiene más de 150 años durante los cuales sufrió varios problemas como las bombas de Hitler y la corrosión de un suelo ácido. El sistema de Thames tiene problemas de filtraciones: se pierden 180 millones de galones al día, 30 por ciento del flujo total. Para arreglar una fuga, algo que la empresa hace unas 82.000 veces al año, tiene que cerrar el tráfico y excavar la calle en una de las ciudades más congestionadas en la Tierra.
Sustituir todas las tuberías victorianas costaría aproximadamente de U$S 3600 millones. El dilema que enfrenta Thames Water como mejorar el sistema sin convulsionar a la ciudad y sin que quiebre la empresa. Existen dos tipos de soluciones: Por un lado están los pequeños proyectos de alta tecnología locales. Por otro lado los tradicionales proyectos de ingeniería civil de gran escala de ingeniería civil. Tompkins prefiere los primeros. En particular, le gusta la medición. No hay forma de medir el agua que fluye a través de gran parte de la infraestructura subterránea, lo que hace que sea difícil identificar las secciones con fugas. En el mismo sentido, ni quiera una cuarta parte de los hogares de la ciudad tienen medidores del consumo de agua con lo cual se hace difícil estimular la conservación. Si los consumidores entendieran bien, lo mucho que están utilizando, Tompkins razona, que tal vez cambiarían su comportamiento.
El problema de la medición da cuenta de la falta de información sobre el sistema del agua. Y ahora hay una manera de hacerlo más eficazmente que nunca. En el gran salón de té de un elegante club de negocios conocido como el Instituto de Directores, entre los enormes retratos de famosos lores, Michael Tapia me muestra un dispositivo llamado iStaq. Tapia es director general de Qonnectis, empresa que fabrica iStaq. Apenas del tamaño de un libro de tapa dura, la unidad puede ser escondida bajo una boca de inspección cubrir y transmitir las mediciones de nivel de agua, presión, flujo, y otras variables. “El sistema en sí es inteligente”, dice Tapia. “Se te enviará un correo electrónico o de texto diciendo: Usted tiene una pérdida de tuberías.” Qonnectis tiene un contrato de 400.000 dólares con Thames Water para ayudar a detectar fugas.
Electricidad, gas, agua y todos los otros servicios públicos esperan beneficiarse con una medición inteligente. Hasta ahora, los medidores inteligentes de agua se han utilizado, en su mayoría en ricos países petroleros de Medio Oriente en ciudades como Doha y Abu Dhabi, donde el agua es preciosa y la infraestructura relativamente nueva. Sin embargo, la simple medición del flujo es sorprendentemente. La investigación muestra que la instalación de un contador en una casa para que la gente pueda ver la cantidad de agua que está utilizando puede reducir el consumo en un 10 por ciento. Tompkins estima, que el 70 por ciento de los hogares de la ciudad podría ser medido en poco más de una década. “La gente necesita sacarse de la cabeza que puede abrir la canilla y que toda el agua que necesita va a estar ahí”, dice.
Si bien los medidores inteligentes son muy prometedores, a los gigantes de los servicios públicos les gusta pensar en grande, y para ellos la medición es sólo una gota en una piscina olímpica. Thames Water esta trabajando en grandes diseños.La compañía espera excavar un tune de drenaje de 20 millas, llamado el Támesis Tideway, por debajo del río y hacia su planta de tratamiento de aguas residuales. La estructura sería un escudo contra el cambio climático, destinado a prevenir las inundaciones en la ciudad que se producirían por la intensificación de las tormentas.Y para hacer frente a la capacidad de almacenamiento, planean construir un nuevo embalse de gran envergadura en Oxfordshire. Pero los proyectos de esta magnitud pueden tardar 20 años en completarse, y la compañía se encuentra bajo presión para encontrar nuevos suministros antes de esa fecha.
Uno de los proyectos más polémicos de Thames Water son unas plantas de desalinización que tendrían un costo de U$S400 millones llamadas “Thames Gateway”. El servicio propuesto podría tomar agua de mar, filtrar la sal, y entregar 35 millones de galones de agua potable al día durante sequías. Según la compañía, la desalinización convertiría a la ciudad en resistente a las sequías. Esto parecería ser una solución interesate. El océano es prácticamente ilimitada, y la planta funcionaría en base a biodiesel, para darle una cara “verde”. El proyecto se estaba moviendo a través del proceso de aprobación en 2006, cuando Londres el alcalde Ken Livingstone lo bloqueó.
Livingstone argumentó que la planta era demasiado cara y que la desalinización requiere un uso muy intensivo de energía. Extraer sal del agua es un medio caro para obtener agua dulce, rentable sólo para usos como beber, pero no para bañarse o regar jardines. Y el alcalde puso en duda la propuesta medioambiental: El biodiesel emite carbono, y la desalinización del super-salado subproducto es tóxico para la vida marina. Thames Water debería invertir, insistió, en reparar el decrépito laberinto de tuberías de Londres. Con la planta de desalación desactivada, Londres se está quedando sin tiempo. “Los grandes proyectos que hacemos tardan más y más tiempo para obtener la aprobación, y no cuesta demasiado sacarlos fuera de pista”, dice Halsall. “Mientras estamos debatiendo, el riesgo aumenta”.
Australia siempre ha sido seca. Es el continente más árido después de la Antártida. Si bien tiene una baja densidad poblacional, tiene muchos problemas con el suministro de agua. El país fue fundado durante la segunda peor sequía de su historia, porque la peor sequía es la que se está desarrollando en estos momentos. Se prevee que las precipitaciones, que ya han disminuido al 25 por ciento del promedio, disminuyan otro 40 por ciento para el año 2050.
Hay tres factores que están trabajando para la falta de agua. Uno de ellos es simple sobreexplotación de los recursos existentes. Se retira más agua, para usarse en agricultura, la industria y las ciudades, de la que el sistema puede manejar. Otro ejemplo es el fenómeno de El Niño, un patrón de clima que cambia periódicamente las precipitaciones. La tercera es el cambio climático. Las temperaturas en Australia son cada vez mayores, incrementando así los otros dos problemas de consumo y la evaporación.
La convergencia de estos factores podría tener resultados catastróficos. Cada ciudad importante en Australia restringe el consumo de agua, pero la mayor parte del agua del país, mas de dos tercios, se destina a la agricultura. La economía de la producción de alimentos se ha basado siempre en un fácil y barato acceso al agua. El precio de la cerveza ha ido en aumento desde que los precios de la cebada pegaron un salto, algo que algunos en broma dicen que podría conducir a una escalada de disturbios civiles. Pero no es broma: El precio mundial del trigo alcanzó en diciembre su nivel más alto en décadas, debido en parte a la escasez de agua Australia. El impacto más importante de la escasez en Australia será la capacidad para alimentarse a sí misma.
Doscientos kilómetros al norte de Melbourne, en una granja polvorienta de Moulamein, Nueva Gales del Sur, LJ Arthur abre las puertas de su granero y se mete. Unos minutos más tarde, este canoso productor de arroz de 53 años surge empujando un helicóptero apoyado sobre ruedas desmontables, y el rotor de cola apoyado en su hombro. Nos subimos a la de cabina de vuelo.
“Desde el aire, usted obtendrá una mejor idea de lo se ve luego de dos años sin agua”, dice mientras controla los relojes indicadores. Una nube de polvo nos rodea, y el ruido del rotor” aumenta a medida que nos alejamos del suelo.
Ascendemos a 1000 pies, y Arthur grita más el motor, “En un año normal, esto sería una alfombra de todos los matices de verde imaginables, y campos de arroz que se perderían en el horizonte.” El paisaje es muy árido. El suelo es un un mosaico de grises y marrones”En un año normal, tendríamos 1,2 millones de toneladas de arroz en proceso de producción. Este año tenemos 15000″; El arroz es a menudo considerado un mal cultivo para la región, ya que requiere riego de inundación. Pero los productores de la cuenca pueden producir 10 toneladas por hectárea, lo que corresponde a uno de los más altos rendimientos en el mundo. Los animales nativos están aguantando bien por ahora, me dice Arthur, gracias a la ayuda de un estanque de riego que excavó para sus ovejas. Pero el futuro de las personas en este árido lugar de un árido continente es mucho menos seguro.
Por segundo año consecutivo, los agricultores de arroz de la región no han recibido agua del río Murray, un curso de 1,500 que viene de las montañas nevadas y ayuda a hidratar las tierras de cultivo donde se produce el 40 por ciento de los alimentos de Australia. Los niveles en el río Murray el año pasado fueron los más bajos en 116 años, casi la mitad de la anterior baja. Embalses en la cuenca sur sólo ocupan el 20 por ciento de la capacidad, y la reducción de verano no ha comenzado.
Nadie que intente ganarse la vida de esta tierra esta exceptuado. El sector de 400000-millas cuadradas Murray-Darling, el nombre de los dos principales ríos que corren en la zona, sólo recibe un 6 por ciento de las cada vez más escasas lluvias del continente. En algunos lugares, las aguas subterráneas son demasiado saladas para beber. Las ciudades costeras están invirtiendo en plantas de desalinización, pero la tecnología es demasiado cara para el uso en la agricultura. Sin riego desde el río, la agricultura no podría existir aquí. Las grajas desaparecerían.
Aterrizamos cerca del centro de Moulamein, donde una docena de tractores están aparcados en torno a una fosa superficial de arcilla del tamaño de un centro comercial. Desde que no se puede cultivar, el gobierno ha contratado a los productores locales para cavar un agujero gigante como un reservorio de emergencia para la ciudad. Algunos agricultores que se quedaron sin efectivo son ahora miembros del staff de las empresas de construcción de carreteras. La planta de procesamiento de arroz ya ha despedido a 90 trabajadores, y la prensa ha informado sobre la depresión y el suicidio entre los agricultores arruinados. Muchos pequeños pueblos en la cuenca están al borde del colapso económico.
A pocas horas de distancia de la granja de Arthur, los directivos de la Cooperativa de Riego Coleambally han establecido un plan para hacer viable la agricultura australiana. La cooperativa está formada por un grupo de 320 agricultores conectados por una red de canales de riego de 300 millas de extensión. Su sección de la cuenca recibió sólo el 3 por ciento de su asignación de los recursos hídricos en diciembre. Esto significa que tendrán que ser mucho más eficientes. Este es el objetivo de Murray Smith, el CEO de la compañía de riego Coleambally. En Australia, un tercio del agua usada para agricultura, en promedio, se pierde debido a fugas, filtraciones, evaporación, y defectos de medición. Smith cree que el futuro de la agricultura en Australia este tener “más cultivos por goteo”. Con ese fin, su compañía ha invertido 15 millones de dólares en una serie de tecnologías para reducir al mínimo lo que se pierde.
En las oficinas de Coleambally, Smith controla una serie de pantallas de computadoras que muestran en tiempo real las mediciones de caudal, temperatura, salinidad y permiten controlar remotamente el riego en todas las tierras que controlan. Un software ayuda a determinar exactamente donde hay pérdidas de agua que luego se soluciona cerrando o abriendo compuertas. Este tipo de administración centralizada está revolucionando el riego. Es el mismo tipo de red que permite a los ingenieros de Thames Water controlar el abastecimiento de agua de Londres,y que permite a los administradores de Intel optimizar el flujo de millones de galones a través de sus instalaciones.
No todos los agricultores quieren correr el riesgo de ser los primeros en adoptar las nuevas tecnologías. Cuando Smith se hizo cargo de la empresa hace cuatro años, algunos de los nuevos sistemas están teniendo problemas. Las compuertas no funcionaban funcionado, las mediciones eran erroneas, y algunos cultivos se perdieron. Los agricultores estaban enojados. Smith recibió amenazas de muerte. “Estamos hablando de su medio de subsistencia”, dice. Aún así, Smith confía en el sistema. “Nadie nunca ha integrado todas estas tecnologías en un solo distrito de riego. Coleambally va a ser el mejor del mundo”.
Pero ¿qué pasa con la ineludible realidad de la sequía, el cambio climático, la sobreexplotación y escasez? Smith reconoce que el dolor es inevitable, y que prevé una feroz competencia entre los agricultores de la cuenca. Algunos agricultores van a quedar arruinados. Los que sobrevivan serán los que utilicen el agua de manera más eficiente mediante la plantación cultivos que requieran menos agua y la adopción de mejores métodos. “Existen muchos beneficios para los últimos que queden” dice Smith. El flujo de agua a través una región agrícola tan seca es un tema complicado. Analizar la hidrología de todo un continente es un desafío muy grande.
Los procesadores de Intel, cuya fabricación del otro lado del planeta está vaciando el Río Colorado, está siendo aprovechada para resolver la crisis del agua en Australia. Desde hace más de un año, este superordenador ha está sacando calculos con los 40 terabytes de datos. A fines de este año, el análisis arrojará luz sobre la forma en el agua se mueve a través de la región y las consecuencias de la explotación humana. Con suerte se podría encontrar el secreto para sanear la cuenta Murray-Darling.