La plaza de las Trillizas

Una Interesante nota de opinión de Sandra Russo.


Hace rato que el campo seduce a la ciudad, tanto como la ciudad seduce al campo. “Yo estoy con el campo”, se leía ayer en las pancartas cuadraditas que exhibían jóvenes de look Cardon, una marca que, dicho sea de paso, tiene en Palermo su “torre rural”. Parece una bizarrada argentina, y acaso lo sea, pero en el sitio web de la marca que impuso la ropa de estancia entre jóvenes y adultos que de estancieros tienen poco, se indica que sus emprendimientos inmobiliarios se originaron en el deseo de que la gente del campo “se sienta en la ciudad como en su casa”.

Algunos barrios de esta ciudad, anoche, estuvieron con el campo, aunque no se sepa muy bien cuál es el lazo que se estrecha, más allá del espanto que los une, y que es el gobierno kirchnerista. Iba a pasar tarde o temprano, pero seguro iba a pasar ante alguna señal concreta de que había llegado la hora de redistribuir un poco, un poquito, algo de lo que tienen y nunca en la historia han cedido de buena fe o buena gana.

Las Trillizas de Oro lo supieron antes que muchos, y por eso hicieron buenos matrimonios: acabado hace rato su cuarto de hora, las chicas fueron noticia solamente porque las tres eligieron casarse con polistas. Hay un glamour polista que recoge cierta muchachada bilingüe, un toque de distinción en alpargatas, un manierismo de mate con la peonada, un aire de familia numerosa y divina que aunque argentina, es rubia y fina.

La base social y cultural del nicho citadino que no tiene empacho en arrebatarles a los piqueteros sus piquetes y que desembarcó en las calles con entusiasmo de debutante, encanto del polista.

A propósito, el lunes 24 me equivoqué de marcha, y en lugar de ir a la de los organismos de derechos humanos aterricé en la de las agrupaciones de izquierda. Quien se atuviera a lo que allí se megafoneaba, jamás hubiese comprendido este país, que un día después, un solo día, ofreció en el mismo escenario el espectáculo del sector agropecuario forzando rebelión en la granja.

A pesar del arrebato con el que estas líneas están siendo escritas, hay al menos un par de cosas claras. Quien votó a Cristina Kirchner se presume que votó algo parecido a lo que pasa. Medidas que redistribuyan riqueza. ¿Por qué hasta ahora no se tomaron medidas como éstas? Porque medidas como éstas no son gratis.

Porque la riqueza no se suelta. Porque no hay lógica ni ideología capaces de arrancarle a un sector privilegiado algo de lo que tiene. Porque a la redistribución de la riqueza hay que acompañarla y sostenerla y defenderla de la reacción que provoca.

Porque para acompañar un proceso de redistribución de recursos y de asignación de torta hay que hablar claro, tener coraje y poner el cuerpo y la cabeza a favor de ese cambio.

Porque es más fácil, desde un progresismo previsible, rancio y fofo, seguir boludeando con el bótox o las carteras de la Presidenta.

Hoy hay miles de personas en las calles con pancartitas que dicen “Yo estoy con el campo”, sin que eso signifique otra cosa que estar en contra de este gobierno y de las medidas que pueden rozarles las ganancias.

Así ha sido siempre. Siempre han estado a favor de quien les done favores y en contra de quien se los recorte. No los mueve nada más que el bolsillo. No hay otra ideología que el bolsillo, aunque usen alpargatas y salgan de padrinos del hijo de un peón.

El Paro del Campo

Si bien, partimos de un conflicto que se ha radicalizado, donde ambas partes están intransigentes en cuanto a sus posiciones, y donde falta solo una chispa para iniciar un incendio mayor, no hay una mejor salida posible que la negociación. Las partes deben juntarse y ponerse de acuerdo.

Para clarificar un poco la situación y aportar un granito de arena a la discusión les dejo dos notas interesantes sobre el tema de las retenciones al campo.

La primera nota fue realizada por el equipo redactor de “Marcha” (Club de Cultura Socialista de Neuquén) en base a un trabajo de Alberto J. Lapolla (publicado el 15-3-08 en www.desruralypoliticas.com.ar) y de la información periodística existente.

EL CONFLICTO DEL AGRO POR LAS RETENCIONES

1 ¿Qué son las retenciones, tema que ha generado el conflicto del campo?

Es el porcentaje que el gobierno retiene del precio de la exportación. Por ejemplo, de una exportación de u$s 100 con una retención del 30% significa que el exportador percibe u$s 70.

2- El porqué de las retenciones

Las materias primas que exporta la Argentina actualmente gozan de grandes aumentos en los precios internacionales motivados principalmente por la incorporación en China e India de importantes sectores populares a un consumo creciente. Si analizamos el índice del valor promedio de los precios de las materias primas exportadas en dólares (precios de 1996 = 100), que incluye soja, trigo, carne, maíz y algunos minerales pero no petróleo, gas ni derivados, en diciembre del 2001 era de 66 y en diciembre de 2007 alcanzaba los 180 (¡casi se triplicó en seis años!).

Si comparamos los precios de octubre de 2006 con octubre de 2007 nos encontramos que, en dólares, el trigo aumentó un 53%, la soja un 60% y el maíz un 20% (datos de “Mundo Cooperativo”, diciembre 2007).

Si no hubiera retenciones, los efectos principales serían

a) Un aumento de los precios internos de entre casi el 40% y el 50%, fundamentalmente en los productos de primera necesidad, que afectaría en particular a los sectores más pobres (eliminar una retención del 30% implicaría un aumento del precio interno de ese producto en un 43%).

b) Un aumento descomunal en la renta de la tierra. Implicaría un traspaso de riqueza del resto de la sociedad a favor de los propietarios de la tierra.

A estos dos argumentos que muestran la profunda equidad social de las retenciones cabe agregar otra: la rentabilidad actual del campo tiene mucho que ver con la política cambiaria: por ejemplo, en la Argentina la rentabilidad de la explotación de la soja es aproximadamente un 8% superior
a la del Brasil ¿Por qué razón esa ganancia, que procede de una política económica que afecta a todos los argentinos, debería beneficiar sólo a los dueños de la tierra?

3- ¿Cuales son las retenciones que generaron el actual conflicto del campo?

El gobierno anunció retenciones móviles (aumentan si aumenta el precio internacional, bajan en el caso contrario), lo que parece muy justo, y fijó las nuevas retenciones para 2008 según las cotizaciones actuales:

Poroto de soja pasó del 27,5% al 35%

Aceite y harina de soja 24% al 32%

Trigo 20% al 28%

Maíz 20% al 25%

Semilla de girasol 23,5% al 32%

Aceite y harina de girasol 20% al 30%

4- Las retenciones ¿Tiene otros objetivos de política económica?

Sí. Por una lado de equidad distributiva. El dinero de las retenciones que recibe la Nación se redistribuye mediante obras públicas, jubilaciones y pensiones, subsidios, etc. No hay que olvidarse que la industrialización argentina a partir de 1946 fue financiada por la renta agraria, merced a la nacionalización del comercio exterior resuelta por el gobierno de Perón (los precios de nuestras exportaciones después de la segunda guerra fueron record, algo similar a la situación actual).

Pero además es un importante instrumento para la planificación indicativa de la economía. Hay que tener en cuenta que el cultivo de la soja en grandes extensiones crea un puesto de trabajo cada 500 a 600 hectáreas mientras que las explotaciones agrícolas familiares generan 35 puestos cada 100 hectáreas. La “sojización” del agro no es beneficiosa para el país. Por otro lado, hay que procurar que la producción de granos se industrialice en el país, se convierta en alimentos de mayor valor agregado y se exporte como tal, dando trabajo y dejando valor acá (es el ejemplo que puso por TV el ministro Martín Lousteau: no es lo mismo exportar $100 en porotos de soja que convertirlos en alimentos de pollo y exportar milanesas acondicionadas para su consumo).

5- ¿Y la pobreza del campo, que los lleva a tomar medidas de fuerza?

El rendimiento de los campos es óptimo. Eso se refleja en los precios de los mismos: un campo maicero (Pergamino, Rojas) se vendía en el año 2003 a 2.500 dls la hectárea y a mediados del 2007 a 9.500 dólares; en el mismo lapso, un campo triguero (Tres Arroyos) pasó de 1000 dólares a 4.000. Y siguió aumentando: un hectárea en la zona sojizada de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe o Entre Ríos se vende entre 15.000 y 20.000 u$s y se arrienda, para hacer soja, a razón de 20 quintales la hectárea. Para dar un ejemplo, un propietario, sólo por arrendar 300 has recibe (sin invertir ni arriesgar un peso) recibe unos 570.000 pesos por ciclo sojero (Clarín Rural 15-3-08).

Estos precios muestran la elevadísima rentabilidad del campo.

Es cierto que hay sectores marginales (pequeños productores, arrendatarios, explotaciones en regiones menos favorecidas) que a veces no superan el nivel de subsistencia. Estos sectores, los del mítico “Grito de Alcorta” y de la en una época combativa FAA (Federación Agraria Argentina), a los que apoya el gobernador Binner, se han sumado a la Sociedad Rural y a los grandes capitales extranjeros en una lucha que -si tuviera éxito- va a beneficiar a estos, sus tradicionales rivales, y va a perjudicar a todo el pueblo argentino. La FAA parece haber olvidado sus dignos planteos de reclamo de tierras, de límites a la extensión de los latifundios, de cese y recuperación de las enormes cantidades de tierra extranjerizadas y de cambio general de la política agropecuaria.

La oligarquía terrateniente existe (aunque la señora Carrió y algunos medios interesados lo nieguen); los intereses de clase se pueden apreciar en “La Nación” y en los otros órganos de la “prensa seria”: cuando pobres o desocupados cortan las rutas claman por el derecho de la gente al libre tránsito. Hoy, ante piquetes similares, aplauden.

Actualmente 6.900 propietarios son dueños del 49,7% de la superficie cultivable y productiva del país; según el censo agropecuario del 2002, 936 terratenientes poseen 35.515.000 hectáreas (promedio de 38.000 cada uno) mientras que 137.021 agricultores poseen sólo 2.288.000 hectáreas (promedio de 16.7 has cada uno). El proceso de concentración y extranjerización de la tierra es preocupante: en 1966 habían 600.000 productores y hoy sólo restan 330.000.

Finalmente, hay que tener en claro que el ingreso nacional (el neto producido durante un año) se distribuye en: salarios, ganancias, intereses y renta. La renta corresponde al propietario de la tierra, generalmente ausente, por factores ajenos a su esfuerzo (no implica capital, trabajo ni riesgo alguno). Esa renta pertenece a todo el pueblo que con su trabajo la hace posible y no sólo a los propietarios de la tierra. Por eso los socialistas reclamamos la reforma agraria y la nacionalización del comercio exterior. Las retenciones no bastan, pero es algo. Reducirlas sería
reaccionario.

Como dijo el maestro Hernández Arregui, para la Sociedad Rural, “esa clase estéril e infecunda, siempre que el pueblo comió vio demagogia”.

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La verdad del campo.
Por Roberto Navarro
El esquema de retenciones móviles a la exportación de granos provocó el levantamiento de productores agropecuarios por el renglón dedicado a la soja. No sólo por el nivel de la retención (casi 44 por ciento), sino también porque prácticamente la mitad de la siembra del país se concentra en ese grano. Sin embargo, en un informe reservado preparado por técnicos de Economía, al que tuvo acceso Página/12, a pesar del aumento de las retenciones en los últimos cinco meses –desde fines de octubre hasta el último día hábil de esta semana– los productores de soja aumentaron su rentabilidad en un 29 por ciento, incremento de las utilidades difícil de encontrar en otro sector de la actividad económica.
En el caso del girasol, la mejora de la renta en el mismo período, luego de aplicada la nueva retención del 40,1 por ciento, alcanza el 17 por ciento. Para el maíz, que es impulsado por el Gobierno para que gane terreno dentro del mix de siembra, el incremento de rentabilidad fue espectacular: con un arancel a la exportación del 24,4 por ciento, los productores ganaban un 77 por ciento más que en octubre. Los datos corresponden al miércoles pasado, último día hábil de la semana. Aunque en las últimas dos jornadas retrocedieron los precios internacionales de los granos, las retenciones móviles les aseguraron a los productores mantener una rentabilidad siempre superior a la de octubre último.
¿Por qué reaccionan en forma tan virulenta los productores si ganan más que antes?
Porque luego de la última suba de retenciones, aplicada el 6 de noviembre de 2007, llegaron a ganar cifras exorbitantes, mucho más altas aún que las que reciben hoy. Por eso, aunque sean el único sector que aumentó su rentabilidad promedio cerca de un 40 por ciento en los últimos cinco meses, al ganar menos que en enero y febrero, afirman que fueron despojados de lo que les pertenece.
Esto no hubiese ocurrido si el Gobierno hubiese implementado el sistema de retenciones móviles en noviembre, ya que los productores jamás hubiesen disfrutado de precios tan altos, que generaron una fuerte suba de los alimentos.
Según datos de la Secretaría de Agricultura, en octubre, con un nivel de retenciones del 27,5 por ciento, una hectárea de soja en la provincia de Buenos Aires dejaba una utilidad promedio de 1404 pesos. En febrero, ya con un arancel del 35 por ciento, los productores bonaerenses llegaron a ganar 2240 pesos. Con las nuevas retenciones móviles, que el miércoles se situaban en un 43,38 por ciento, ganaron 1826 pesos, 29 por ciento más que hace cinco meses. Pero los productores insisten en ver el vaso medio vacío y afirman que ganan 400 pesos menos que en febrero.
En el discurso de parte de la dirigencia gremial agropecuaria existe una falacia que fue creída por muchos de los productores que están cortando las rutas. Ellos dicen que las retenciones móviles les ponen un precio fijo a los granos. Sin embargo, en un solo día, con el repunte del precio internacional de la soja, pasaron de percibir 1756 pesos a 1826 pesos.
También en el caso del girasol los productores salieron ganando pese al aumento de los derechos de exportación. En octubre último, cuando las retenciones a este grano eran del 23,5 por ciento, la rentabilidad promedio por hectárea en la provincia de Buenos Aires era de 1927 pesos. El miércoles, con una retención del 40,16 por ciento, conseguían una utilidad de 2242 pesos por hectárea, un 17 por ciento más. Pero los productores se quejan porque en febrero, cuando el derecho de exportación era del 32 por ciento, llegaron a ganar 2395 pesos.
Con la cosecha de trigo los productores también se vieron fuertemente beneficiados con las nuevas medidas implementadas por el Ministerio de Economía. En octubre último, una hectárea sembrada con este cereal arrojaba una ganancia de 1084 pesos. En ese momento pagaban una retención del 20 por ciento. En febrero, con ese tributo en 28 por ciento, una hectárea de trigo les dejaba 1192 pesos. Con el nuevo sistema de retenciones móviles, la alícuota se situó en el 27,1 por ciento. Así llegan a ganar 1210 pesos, un 12 por ciento más que en octubre y un 1,5 por ciento más que en febrero.
El ministro de Economía, Martín Lousteau, ha declarado que su intención con este tipo de medidas es alentar a los productores a que siembren menos soja y más del resto de los granos, por ejemplo trigo. Por el momento está cerrado el registro de exportación de este cereal porque la escasa cosecha hacía subir los precios del trigo y sus derivados en el mercado interno.
En el caso del maíz es aún más evidente que la decisión del Ejecutivo fue estimular su producción, en detrimento de la soja. Con la nueva retención, las utilidades son un 77 por ciento superiores a octubre de 2007. En ese mes, con un nivel de retenciones del 20 por ciento, un campo bonaerense de maíz arrojaba una ganancia de 1042 pesos por hectárea. Ahora deja una utilidad de 1906 pesos por hectárea, un 77 por ciento superior a la de hace cinco meses. En este caso también es mayor que la renta de febrero, que era de 1779 pesos.
Para el año en curso se estima un área total sembrada de granos de 30,2 millones de hectáreas. El 56 por ciento estará destinada a la soja: 16,6 millones. El 95 por ciento será exportado. Muy lejos de esa gran estrella del campo estará el trigo, cuya área sembrada sólo alcanzará las 5,6 millones de hectáreas, le sigue el maíz, con 4 millones, y el girasol, con 2,6 millones. Un grano tan importante como el arroz sólo se quedó con 185 mil hectáreas.
De las 94,4 millones de toneladas de granos que se esperan cosechar en 2008, 47,5 millones serán de soja. Varios especialistas están advirtiendo hace algunos años que la concentración en un grano pone en peligro al campo y a la economía en general. Si por alguna circunstancia la soja perdiera cotización en el mercado internacional, el campo quedaría durante un año en una situación de altísimo riesgo y, como en otras oportunidades, terminaría pidiendo auxilio a la banca oficial. Además, es sabido que la tierra necesita la rotación de cultivos para mantener su fertilidad.
El incremento de los commodities en los últimos cuatro meses –de octubre a febrero– fue impresionante: la soja registró un incremento de casi el 70 por ciento; el girasol, 75 por ciento, y el maíz, 78 por ciento. Por esa razón la rentabilidad en febrero se había ido a las nubes. Y las presiones inflacionarias habían crecido en bienes sensibles de la canasta de alimentos de la población.

Quejarse de llenos
(Rentabilidad en pesos por hectárea, luego de retenciones)


Soja
Girasol
Maíz
Trigo
Octubre 2007
1404
1927
1042
1084
Febrero 2008
2240
2395
1779
1192
Ultima cotización
1826
2242
1906
1210
Fuente: Secretaría de Agricultura.

Otros blogs que hablan del tema:

Yo, Dulzurita: Extrañamente utiliza a un comunista acérrimo como Bertolt Bretch para defender a los sectores propietarios del la renta agrícola.

Fabio: Hace un resumen del Cacerolazo

Desde el Aula: Reclamando una reforma agraria urgente.

Vivir Solo cuesta vida: Muestra las consecuencias del paro en fotos

Notasd: Pobreza y Confusión

El Abuelo Económico: Cacerolas

Bloc de Periodista: Paisanos High Tech

M-Gov: El Gobierno argentino comienza a explorar el Mobile MKT


Si bien el gobierno argentino no es un adelantado en lo que se refiere a políticas digitales, en las últimas semanas ha avanzado en el desarrollo de políticas públicas de Mobile Government.

El sábado pasado recibí en mi celular un mensaje de Personal que decía “Si te vas en Semana Santa, Volvé. Maneja tu vida. Respetá las normas de tránsito. Visitá Nuestra web: http://www.personal.com.ar/concienciacelular

Buscando un poco de información sobre el tema, me enteré que ese mensaje era parte de una campaña que el gobierno acordó con las telefónicas para enviar 40 millones de SMS como forma de concientizar a los automovilistas. Recordemos que en la Semana Santa del año pasado murieron 172 personas en accidentes de tránsito.

El ministerio del Interior, el ministro Florencio Randazzo aclaró que “los mensajes enviados” a través de las empresas Movistar, Personal y CTI “no implicarán ningún costo para el Estado y tampoco para los clientes que los reciban”.

Además de esta campaña nacional, hay otra en marcha ideada por la Agencia de Recaudación de Buenos Aires. En este caso el gobierno bonaerense planea aprovechar las ventajas del Mobile Marketing, para una de las cosas que más les interesa: recaudar impuestos.

Leyendo el interesante blog de Damian Voltes, me enteré que se enviarán SMS a unos 500 mil deudores impositivos de la provincia de Buenos aires, para informarles la deuda que mantienen con el Fisco provincial, informó la Agencia de Recaudación de Buenos Aires (ARBA).

Santiago Montoya, el recaudador por excelencia, ha demostrado no solo ser creativo, sino innovador, al implementar esta estrategia. Veremos como le funciona a este emprendedor oficial.

Sergio Federovisky también le responde a Clarín.

Parece que no soy el único enojado con la postura de Clarín en cuanto a los vecinos de Gualeguaychú. Hace un par de días, yo respondí a Ricardo Roa desde mi post “Estados Paralelos”

Sergio Federovisky, desde su newsletter “Ambiente y Medio”

Papeleras: se horrorizan por la “novedad” del peaje

Difícil será saber si se trató de una operación en contra de los asambleístas o de la habitual decisión de Clarín de hacer como que algo se descubre sólo cuando se publica en la tapa de ese diario. No obstante, sorprendió que el gran matutino argentino resolviera informar desde su portada, en condición de noticia exclusiva, que los asambleístas que mantienen cortada la ruta que una a Gualeguaychú con el puente que cruza a Fray Bentos desde hace catorce meses otorgan una suerte de pasaporte para que quienes precisan atravesar el paso por cuestiones laborales, principalmente, no tengan que explicarlo cada vez que enfrentan a los ambientalistas.

¿Qué suponía Clarín, que nadie jamás había necesitado sortear el corte? ¿Qué cuando esto ocurría los asambleístas prestos se disponían a escuchar una y otra vez la explicación de quien precisaba atravesar el corte?

Lo notable es que el gran diario argentino se horroriza con la “ilegalidad” que supone que los vecinos de Gualeguaychú que mantienen cortado el paso al Uruguay desde hace más de un año entreguen una especie de credencial que habilita el paso a quienes lo han justificado suficientemente. Más curioso es que el propio Clarín considere que “apenas” es ilegal ese pasaporte y no el hecho mismo del corte, que es el elemento que le da cabida a esa otra –y posterior- ilegalidad.

En realidad, miente aquel medio o aquel periodista que estuvo cubriendo el conflicto de los últimos tres años y no sabía que los asambleístas resolvían discrecionalmente quién atravesaba el corte y quién no (y en definitiva, de eso se trata ese “pasaporte”: de la decisión unilateral de hacer ciertas excepciones a la medida destinada a boicotear al Uruguay). El propio jefe de gabinete, Alberto Fernández, en una exposición complicada pues admitía una gruesa ilegalidad de origen, reconoció que “el asunto no es nuevo”, lo que no obstante, no explica por qué el gobierno no actuó antes.

Incluso Romina Picolotti, desde el exterior, señaló que “el reclamo es legítimo” y que los asambleístas “protestan a su modo”, configurando una nueva justificación oficial a una ilegalidad. Lo que no parece entenderse demasiado es por qué esos mismos funcionarios no razonan de la misma manera cuando la gente de Gualeguaychú pretende bloquear la salida de Buquebús: siempre las fuerzas de seguridad impidieron esa forma de lucha, y ningún representante del gobierno –ni siquiera Picolotti- salió a respaldarlo sosteniendo que “protestan a su modo”.

En todo caso, habrá que concluir una vez más que el encapsulamiento de la protesta frente a Fray Bentos, con la modalidad que se adopte, será tolerada por un gobierno que evaluó que sería mayor el costo de impedirlo que el que se paga por permitir el eterno corte sobre la ruta. En cambio, una protesta del mismo tenor de un corte de ruta en plena ciudad de Buenos Aires, destinada a impedir que la clase media porteña se desplace cómodamente hacia Punta del Este no es sopesada de la misma manera por el gobierno.

La novedad, si es que puede calificársela de tal, es el mensaje que la gente de Gualeguaychú le trasmitirá a la presidenta Cristina cuando finalmente se vean las caras esta semana. Demás está decir que los asambleístas no confían demasiado en la palabra de la presidenta y por eso viajan a Buenos Aires dispuestos a anticiparle que no acatarán el fallo de la Corte de La Haya en caso de que sea desfavorable para la Argentina (como todo parece indicar) y avale la permanencia de Botnia del otro lado del río Uruguay.

¿Seguirá Cristina diciendo que “todo se resume en La Haya” y que nada se podrá hacer si no se demuestra que Botnia contamina?

Junto con su desmesurado elogio a la metodología de lucha elegida por la gente de Gualeguaychú, Picolotti informó de la existencia de un monitoreo llamado “plan de vigilancia ambiental” que es de una “seriedad y aptitud inéditas”.

Sin embargo, no indicó si esa evaluación está indicando una alteración del ambiente por parte de Botnia desde su puesta en marcha, y puede inferirse que no, puesto que de lo contrario Picolotti hubiera sido la primera en afirmar que la pastera está vulnerando los estándares permitidos para los distintos contaminantes estudiados.

Estados Paralelos

Clarín continúa su cruzada anti asamblea de Gualeguaychú con toda la fuerza dedicandole la tapa de su edición de hoy.

Si bien, al comienzo de los reclamos, este periódico estaba muy cercano a los asambleistas luego cambió su postura cuando Ricardo Roa, editor general adjunto de Clarín los definió como “piqueteros ambientalistas”.

El mismo Roa, en su editorial de hoy, titulada “Pasaportes Truchos a Uruguay” ataca a los vecinos por su decisión de brindar “pases” especiales para aquellos que necesitan cruzar a Uruguay, como modo de ablandar sus reclamos.

Según este periodista, “La asamblea de Gualeguaychú se ha constituido en policía fronteriza de facto y se maneja con sus propias reglas, que incluyen emitir pasaportes. Algo que ocurre sólo en países donde el Estado claramente falla.”

Si bien puede estarse en desacuerdo, con alguna de las decisiones de los vecinos, lo que me parece que aterra a estos muchachos de Clarín, es la voluntad de los pueblos de determinar sus condiciones de vida. En Gualeguaychú, cientos de pobladores han decidido no aceptar el vivir en un ambiente contaminado y de exponer sus vidas y las de sus hijos, a contaminación directa que en unos años afectará a su salud, tal como pasó con los habitantes cercanos a plantas papeleras que estas mismas empresas tienen en Europa.

Estoy de acuerdo con Roa, en que lo que pasa en Gualeguaychú se debe a la falla del Estado. Pero que se culpe a las víctimas de las fallas de dos estados que no defienden y protegen a sus ciudadanos, en lugar de a quienes conducen los destinos de estas naciones, y a las empresas causantes del daño, no lo entiendo sino como una operación clara para desviar la atención de los problemas reales.

Si Roa quiere atacar a las fallas del Estado, le tiro algunas ideas de temas que puede tocar donde el Estado Argentino está en deuda con los ciudadanos.

  • La situación de las Papeleras en Argentina.
  • La situación de la Minería.
  • La Regulación de los Medios de Prensa (que siguen con una Ley de la Dictadura emparchada por Menem)
  • La desigualdad social, la pobreza y la marginación.
  • La corrupción. (Saludos a Julito D.)
  • La Salud Pública.
  • La educación Pública.

Creo que con este listado Roa podría entretenerse un rato haciendo editoriales mostrando las deficiencias de un Estado que no cumple con su función.

Por el momento, Ricardo, prefiere embatir contra un grupo de vecinos, que hubieran preferido nunca tener que salir en su medio, y que nunca hubieran visto la luz pública de no ser por esta empresa finlandesa que decidió instalarse frente a sus casas.

"La guerra por las agendas" por Nicolás Casullo

Eugenia me pasó una nota de opinión de Nicolás Casullo. Es interesante para reflexionar como el matrimonio Kirchner viene resistiendo a una tendencia con larga data en la política argentina: dejarse llevar por la agenda impuesta por las grandes corporaciones mediáticas.

Además resalta la reinvención de la política por el “Movimiento Kirchnerista” (Que no lo lea Perón porque me mata)

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En los escasos días que lleva el nuevo gobierno aparece con claridad el eje que organiza la escena política: la disputa entre el Ejecutivo y los grandes medios por imponer, desde perspectivas diferentes, la agenda de “continuidad” o “cambio” que definirá el rumbo nacional.

Por Nicolás Casullo
Opinion

Posiblemente contestarse qué es hacer política desde una perspectiva popular en los actuales marcos de la democracia sea el debate de estos próximos cuatro años en la Argentina y en Latinoamérica. La pregunta no es retórica, ni postergable en nuestro caso, en la era de un proceso que hoy preside Cristina Fernández. La pregunta no ceja de estar a la orden del día todos los días. Y envuelta en esa pregunta madre, se elucidará “la redistribución de la riqueza”, la “política sobre los recursos energéticos”, las ampliaciones democráticas. No desde la abstracción o muletillas.

¿Hasta dónde alcanza una mecánica normativista republicana que canalice acertadamente el imprevisto, la dificultad, la terca historia, todo lo que resta? ¿Hasta dónde, en cambio, pesa la decisión política de gestar política siempre, sin otro reaseguro que las palancas ejecutivas de poder? Hasta dónde ese difícil arte de construir el conflicto, de hacerlo lo más inteligible que permitan las circunstancias, dentro de una normalidad despolitizadora que supura la sociedad de mercado desde sus mitologías, que van desde “gerenciar el mundo sin ideologías” hasta los más ínfimos detalles para la construcción de nuevas subjetividades de época.

En el juego de nuestra democracia vernácula, básicamente mediática, los únicos interlocutores válidos -gestores de relatos “reales”- parecen ser, hoy por hoy, un gobierno actuante y un haz de medios de masas: para un diagrama cotidiano, entre ellos, de una guerra por imponer agendas-relatos.

Las jornadas políticas que se viven son esas dos voces: lo son desde un poder de gobernar el país que se arroga, puede y se permite un itinerario de opciones. Y desde el calendario que produce periodísticamente cierta prensa gráfica matutina, que luego usufructúa y repite gran parte de una radio sin mayores “producciones” propias, y que corona entre crónica roja, melodrama social y movileros a la intemperie los noticieros nocturnos en pantalla.

Es lo que hay, diría un escéptico, refiriéndose al pasaje desde el tiempo de las
masas siglo XX al tiempo de los públicos del XXI. Pero lo cierto es que no se
puede hacer politicología hoy sin esta escena completa -neocultural- de las
narratividades actuantes, que supera en mucho la propia especificidad teórica de “la política” con sus actores y espacios clásicos.

La Presidenta no se equivoca cuando apunta que se trata de una disputa por los relatos. Ella lo dice con cierto eco del campo de los estudios político-culturales, en el intento de darle mayores fronteras comprensivas, de abarcar un fenómeno social amplio y complejo (que fuga de las lecturas inmediatistas y abruma a la propia política). Hace referencia a una narratología que articulan las grandes corporaciones dominantes y sus voceros, en su tarea de tipologizar gentes, relaciones, negocios, rumbos, recetas y vaticinios, tarea que intenta hacerse dueña del día, de la semana, de la encrucijada. Patrimonializar la realidad es situar un relato como centro radiante. En todo caso el kirchnerismo, a los biandazos y sopapos, fue la política que trató de diversas formas de no domesticarse a esa “Constitución Argentina” sin preámbulo ni artículos editados.

Si tomamos las últimas secuencias del acontecer nacional volvemos a encontrarnos con esa escena de los relatos. El gobierno de Cristina Fernández “estaba obligado a cambiar muchos ministros y secretarios cuestionados”. A la vez por “tales y cuales lógicas y señales a la vista” no tenía más remedio que aceitar aceleradamente las relaciones con USA. La deuda con el Club de París “obligaba a una rápida respuesta” a como diese lugar. La relación con el presidente Hugo Chávez comenzaría un gradual enfriamiento. La política del nuevo ministro de Economía reconocería los errores del último tiempo de Kirchner. El modelo de las relaciones con el sindicalista Hugo Moyano llegaba a su abrupto fin, habría notables cambios de perspectivas en el Ministerio de Defensa, el presidente saliente se distanciaría hasta geográficamente de su esposa para simular y aparentar su condición de “ex”, la relación de Cristina con los medios sin duda iba a dejar atrás la disputa política sobre los medios que caracterizó la conciencia de los habitantes de la Casa Rosada.

He aquí una agenda en oferta. No sólo un derrotero a cumplir, sino una instalación de la Argentina “conveniente”, un estado de los valores, una
bucólica y “neutra” estampa informativa, una fabricación del país verdadero, un puro presente sin pasado histórico, la imposición de un léxico, una
neutralización de los nudos que hacen a la política, la instauración de una
mirada analítica conservadora, un curso de tesis políticas sobre la comprensión del mundo. Podría decirse que en la gestación de un relato, este, lo menos importante es la superficie escrita, el copete, la frase del tecnócrata autorizado, si no ese inestimable mundo de sentidos callados que la narración derrama por debajo de sí misma como el efectivo estado de las cosas. El relato es la disputa por la historia nacional.

El otro relato

La renovada discusión sobre la índole de la política en la Argentina -para una
democracia ceñida por una alta injusticia social y en un capitalismo
globalizado- es un campo de actuación y debate reabierto por el kirchnerismo de manera contradictoria, limitada pero a la vez lo suficientemente despejada. Un claro en el bosque para repensar las cosas, diría un discutido filósofo alemán.

Los últimos cuatro años fueron un desaliñado cortar maleza, lazos, lianas y
follajes carcelarios de por lo menos medio siglo de un paquete o país
político-económico-social. Selva de símbolos aprisionantes que la dictadura del ’76 radicalizó hasta convertir en el paisaje hegemónico de una vasta sociedad media nativa. Sobre todo capitalina. Sociedad que de diversas formas se hace representativa “de todos los que somos de por aquí”. Y que la crisis del 2001 soliviantó y desperdigó en muchas direcciones, pero que no cambió lo sustancial de sus valorizaciones, atavismos y autodefensas.

Por el contrario, la carga antipolítica en las calles del finales del 2001 no
fue sólo un gesto de ruptura que libera y desfonda un modelo. Sino también, y en gran medida, un retorno eclosionante de lo siniestro, de la idea de caos y miedo a la pérdida de un mundo nacional “que siempre se pierde” y precisa un orden (desde el origen histórico de la barbarie en Sarmiento, o desde los exilios de inmigrantes con sus historias desaparecidas atrás).

La temeraria apuesta kirchnerista desde su 22 por ciento de votos fue una
reapertura, desde la política, en discusión crítica contra todo aquello que
aparecía como supuesta presencia dominante “desde la no política”, y desde la antipolítica. ¿Quiénes? Los poderes institucionalizados en sectores, espacios, corporaciones, intereses, medios, autoridades y universos simbólicos con la enorme capacidad de reiterar una y otra vez lo dado. Y también contra una desagregada sociedad silvestre en descampado ideológico por la frustración democrática y por el denostado imperio de los partidos políticos. Un mundo histórico liberal-conservador no nuevo, pero ahora extremado, que desde 1955 fue siempre pura “restauración de una antigua historia” (diría Metternich en la Viena del siglo XIX). Restauración antipolítica. Y donde lo político popular de 1973-75 resultó solo fracaso, muerte y fin de un determinado peronismo que no hizo mella en aquella constante.

Solo desde esta perspectiva mayor de narraciones, de memoria, debe también contabilizarse el corto tiempo de la presidencia de Cristina Fernández que repone de inmediato el sello kirchnerista: el poder de la política para fijar un relato de litigio contra la imposición de agendas desde aquellos bastiones tradicionales nunca votados en comicios. La propia puesta en escena de ella, en su discurso de asunción, remite al eje del drama: fue sobre todo un relato, alguien que cuenta. Y así fue tomado en su meditada improvisación. La pieza de la presidenta fue el relato, en su significado más prístino. La evidencia de ese día fue esa dimensión literaria, ese fondo ético-estético con que la política finalmente quiere dirimir un curso comunitario, o abdica frente al mismo.

Y a partir de ese día la escena argentina del presente retomó eso que se decía al principio: la disputa, clave, por la articulación entre voluntad política y
fundamentación argumentativa. Articulación entre decisión de poder y
construcción republicana. Entre la real gobernanza política de las cosas y la
edificación de lo institucional ciudadano bajo una impronta popular. En
definitiva: entre política, verdad y proceso histórico en democracia. Es decir,
la cuestión central a encarar en términos de construcción política diaria, y de
construcción de nuevas identidades políticas semiextraviadas.

Frente a la citada más arriba imposición de aquella agenda “caída del cielo”
desde el sistema de poderes históricos, el nuevo gobierno de Cristina buscó otra vez exponer su mando político del país: “continuidad” ministerial, embestida contra Estados Unidos, postergación de negociaciones con Club de París, ratificación de sus estrechas relaciones con Chávez, confirmación de los lineamientos económicos, ratificación de la relación con la actual CGT, la misma línea de acción para recrear la biografía de las fuerzas armadas, no esconder la figura de Kirchner, y reponer la idea (ya no como producto de encontronazos sino como lectura de un presente) del papel “curiosamente coincidente”, dice ella, entre medios de comunicación y oposición a los gobiernos capitalistas democráticos populares en América latina.

Los nuevos escenarios

Se puede afirmar que la política es esa capacidad decisoria que confronta
democráticamente con lo adversario, ni antes ni después de su justo momento. Que para hacerlo en todo caso no puede perder -aquí, en Washington o París- lo que hoy es tildado de rasgo “populista”, píldora sin embargo que la vitaliza cuandohace falta en término de respuesta, contenido, práctica de una soberanía, simbolización del conflicto, marcado de cancha, visualización de aliados y contrincantes. Esto es, de la invención imprescindible de la política como poder, ya no solo como tesis, hipótesis o bibliografías amedrentadas.

Pero a su vez el combate de los relatos contrapuestos que signan la actualidad argentina exige bastante más que esta voluntad política de acción inmediata, coyuntural. Lo que no logra institucionalizarse, organizar universos delegativos, desplegarse ciudadanamente de manera visible y audible, crear fundamentación, texturas y estructuras políticas para un ordenamiento democratizante, intervenir en un campo político, cultural e intelectual argumentativo para la batalla de las ideas por una nueva república, el relato que no avanza estas piezas en el tablero debilita esa propia política que hace las veces de corazón alerta del cazador solitario, ese arte siempre en tensión de ataque frente a los infortunios diarios del mundo.

El gobierno de Cristina Fernández confirmó este litigio de relatos a partir de
una nueva escena inaugurada en realidad en el 2003. Escena donde la política de la política no resigna atributos decisivos, y donde a la vez el espacio que hace inteligible lo político remite y revela una ecuación mayor de crisis y metamorfosis nacionales profundas: de corte histórico-cultural, biográfico-social, mediático-productivas.

Se habita políticamente una ecuación de globalización y “re” nacionalización de imaginarios, que obliga a una nueva combinación y a otro tratamiento distinto del tema de la república, la democracia y la calidad institucional que directa o disfrazadamente impuso el neoliberalismo de época como único molde. Se vive en una neoescena donde decisión política y el armado de un sistema democrático se lastiman todavía mutuamente en esta edad capitalista de tránsito y mutaciones, como cuestión que no solamente aflige a la Argentina. Se hace política a veces temeraria creando ciudadanía para otra democracia modificadora de lo que impera. O se cuida la democracia pero como hueco y vaciado retórico y se renuncia a lo más genuino de lo político. ¿Cómo superar los límites de ambos relatos latinoamericanos?

Sociedad, políticas y representación

Si nos retrotraemos al principio del gobierno Kirchner, ya se percibe ese choque de relatos. Uno, aquel famoso decálogo del diario La Nación para ser cumplido por el nuevo mandatario: límpida pieza, perla sintetizadora de la dominación histórica de la Argentina siglo XX. Dos, el despliegue desde presidencia de una batería política reformuladora, que más que representar “bases” buscó producir nueva ciudadanía y nueva inteligibilidad de los conflictos. La baja de veintitantos altos mandos de las fuerzas armadas, la profunda reformulación de la Corte, la política no represiva contra permanentes protestas en las calles y piquetes, el respaldo al temible e “inflacionario” poder sindical, Fidel Castro hablando a los estudiantes argentinos en las explanadas de Derecho, el fuerte rechazo al ALCA, el alto quite de la deuda, el fin de los disciplinamientos al FMI, un inédito Mercosur de centroizquierda, la tenaz solicitud del Ejecutivo de juicios al terror militar del ’76, ¿fue un pedido de las mayorías sociales? ¿Fue un desemboque de conciencia sufragista colectiva?

Me temo que no. El triunfo electoral de Menem ese año, y la anecdótica
diferencia entre Kirchner y López Murphy no indican ese derrotero de “las
mayorías”. Pero a la vez señalan, para el período 2003-07, el encuentro de un proyecto capitalista de reforma y desarrollo productivo socialmente inclusor, con un teorema peronista distinto de la relación entre política y sociedad. Con la construcción de un relato de hechos, enunciaciones y memorias que inauguró otros horizontes sociales. Que habilitó otros cursos representativos, y donde una ciudadanía potencial es llevada hacia un “sí misma” distinto a aquel donde supuestamente la historia coyunturalmente la retenía.

En las antípodas ideológicas de esta experiencia del kirchnerismo (que
interpreta en el 2003 una potencialidad social democratizante sin correlato
político todavía que la represente ni que vote tal cosa, potencialidad a
resituar en otro espacio), hace unos días la revista Pensamiento de los Confines publicó una larga y puntillosa entrevista hecha en 1980 por la revista Redacción al almirante Emilio Massera. Diálogo bastante previo a la debacle de las Malvinas, donde el militar en pleno apogeo de la dictadura se propone como candidato a la presidencia para una nueva etapa, y busca leer a la sociedad que él mismo gobierna: “Creo que los argentinos aún sienten miedo de vivir en democracia. Es un modo de explicar la recurrente crisis institucional en la que estamos envueltos desde hace medio siglo. El miedo a la democracia se traduce en lo que sienten distintos sectores de nuestra sociedad unos hacia otros”, miedo a la anterior inseguridad, a “la política”, él quiere representar ese miedo, inmovilizarlo, plantear la política como despolitización, como armado policial. Que todos permanezcan en sus lugares.

La política es una pragmática que abre cursos históricos, de ser ejercida
realmente. Tiene esencialmente contenidos, exigidos de formas democráticas a respetar. Proyectos sociales necesitados de la república ordenadora. Lecturas resolutivas que precisan organizaciones nucleadoras. Pero sobre todo relatos magnos que proponen qué historia emprender, por qué y hacia dónde. Ahí no hay equivalencias ni administraciones compartidas. En esta dimensión hay derechas e izquierdas, proyectos populares y antipopulares. Política o simulacro.

El lavado de cerebros en libertad es más eficaz que en las dictaduras

Una entrevista del Le Monde al lingüista norteamericano Noam Chomsky.

DM: Empecemos por el asunto de los medios de comunicación. En Francia, en mayo del 2005, con ocasión del referéndum sobre el tratado de la Constitución Europea, la mayor parte de órganos de prensa eran partidarios del “sí”, y sin embargo 55% de los franceses votaron por el “no”. Luego, la potencia de manipulación de los medios no parece absoluta. ¿Ese voto de los ciudadanos representaría también un “no” a los medios?

NC: El trabajo sobre la manipulación mediática o la manufactura del consentimiento hecho por Edgard Herman y yo no aborda la cuestión de los efectos de los medios en el público[1]. Es un asunto complicado, pero las pocas investigaciones que profundizan en el tema sugieren que, en realidad, la influencia de los medios es más importante en la fracción de la población más educada. La masa de la opinión pública parece menos tributaria del discurso de los medios.

Tomemos, por ejemplo, la eventualidad de una guerra contra Irán: 75% de los norteamericanos estiman que Estados Unidos debería poner fin a sus amenazas militares y privilegiar la búsqueda de un acuerdo por vías diplomáticas. Encuestas llevadas a cabo por institutos occidentales sugieren que la opinión pública iraní y la de Estados Unidos convergen también en algunos aspectos de la cuestión nuclear: la aplastante mayoría de la población de los dos países estima que la zona que se extiende de Israel a Irán debería estar completamente despejada de artefactos de guerra nuclear, comprendidos los que poseen las tropas norteamericanas de la región. Ahora bien, para encontrar este tipo de información en los medios, es necesario buscar mucho tiempo.

En cuanto a los principales partidos políticos de los dos países, ninguno defiende este punto de vista. Si Irán y Estados Unidos fueran auténticas democracias en cuyo interior la mayoría determinara realmente las políticas públicas, el diferendo actual sobre lo nuclear ya estaría sin duda resuelto. Hay otros casos así.

En lo que se refiere, por ejemplo, al presupuesto federal de Estados Unidos, la mayoría de norteamericanos desean una reducción de los gastos militares y un aumento, por el contrario, en los gastos sociales, créditos otorgados a las Naciones Unidas, ayuda económica y humanitaria internacional, y por último, la anulación de las bajas de impuestos decididas por el presidente George W. Bush a favor de los contribuyentes más ricos.

En todos estos asuntos la política de la Casa Blanca es totalmente contraria a los reclamos de la opinión pública. Pero las encuestas que revelan esta oposición pública persistente raramente son publicadas en los medios. Es decir, a los ciudadanos se les tiene no solamente apartados de los centros de decisión política, sino también se les mantiene en la ignorancia del estado real de esta misma opinión pública.

Existe una inquietud internacional relativa al abismal “doble déficit” de Estados Unidos: el déficit comercial y el déficit presupuestal. Ahora bien, estos solo existen en estrecha relación con un tercer déficit: el déficit democrático, que no deja de ahondarse, no solamente en Estados Unidos, sino de modo más general en el conjunto del mundo occidental.

Cada vez que se le pregunta a un periodista estrella o a un presentador de un gran noticiero televisivo si sufre de presiones, si le ha pasado que lo censuren, él contesta que es completamente libre, que expresa sus propias convicciones. ¿Cómo funciona el control del pensamiento en una sociedad democrática? En lo que respecta a las dictaduras lo sabemos.

Cuando se les pregunta a los periodistas, responden inmediatamente: “Nadie me ha presionado, yo escribo lo que quiero.” Es cierto. Solamente, que si tomaran posiciones contrarias a la norma dominante, ya no escribirían sus editoriales. La regla no es absoluta, desde luego; a mí mismo me sucede que me publiquen en la prensa norteamericana, Estados Unidos no es un país totalitario tampoco. Pero cualquiera que no satisfaga ciertas exigencias mínimas no tiene oportunidad alguna de alcanzar el nivel de comentador con casa propia.

Es por otra parte una de las grandes diferencias entre el sistema de propaganda de un Estado totalitario y la manera de proceder en las sociedades democráticas. Exagerando un poco, en los países totalitarios, el Estado decide la línea que se debe seguir y luego todos deben ajustarse a esta. Las sociedades democráticas operan de otro modo. La “línea” jamás es enunciada como tal, se sobreentiende. Se procede, de alguna manera, al “lavado de cerebros en libertad”. E incluso los debates “apasionados” en los grandes medios se sitúan en el marco de los parámetros implícitos consentidos, los cuales tienen en sus márgenes numerosos puntos de vista contrarios.

El sistema de control de las sociedades democráticas es muy eficaz; instila la línea directriz como el aire que respira. Uno ni se percata, y se imagina a veces estar frente a un debate particularmente vigoroso. En el fondo, es mucho más rendidor que los sistemas totalitarios.

Tomemos por ejemplo el caso de Alemania a comienzos de los años 30. Tenemos tendencia a olvidarlo, pero era entonces el país más avanzado de Europa, estaba a la cabeza en materia de arte, de ciencias, de técnicas, de literatura, de filosofía. Después, en muy poco tiempo hubo un retroceso completo, y Alemania se volvió el Estado más mortífero, el más bárbaro de la historia humana.

Todo aquello se realizó destilando temor: de los bolcheviques, de los judíos, de los norteamericanos, de los gitanos, en síntesis, de todos aquellos que, según los nazis, amenazaban el corazón de la civilización europea, es decir los “herederos directos de la civilización griega”. En todo caso era lo que escribía el filósofo Martin Heidegger en 1935. Ahora bien, la mayoría de medios de comunicación alemanes que bombardearon a la población con mensajes de este género usaron las técnicas de marketing puestas a punto… por los publicistas norteamericanos.

No olvidemos cómo se impone siempre una ideología. Para dominar, la violencia no basta, se necesita una justificación de otra naturaleza. Así, cuando una persona ejerce su poder sobre otra -trátese de un dictador, un colono, un burócrata, un marido o un patrón-, requiere de una ideología que la justifique, siempre la misma: esta dominación se hace “por el bien” del dominado. En otras palabras, el poder se presenta siempre como altruista, desinteresado, generoso.

Cuando la violencia de Estado no basta

En los años 30, las reglas de la propaganda nazi consistían, por ejemplo, en escoger palabras simples, repetirlas sin descanso, y asociarlas a emociones, sentimientos, temores. Cuando Hitler invadió los Sudetes (en 1938), fue invocando los objetivos más nobles y caritativos, la necesidad de una “intervención humanitaria” para impedir la “limpieza étnica” sufrida por los germanófonos y para permitir que todos pudieran vivir bajo el “ala protectora” de Alemania, con el apoyo de la potencia de más avanzada del mundo en el campo de las artes y de la cultura.

En materia de propaganda, si de cierta manera nada ha cambiado desde Atenas, ha habido por lo menos cantidad de perfeccionamientos. Los instrumentos se han afinado mucho, en particular y paradojalmente en los países más libres del mundo: el Reino Unido y Estados Unidos. Es allí, y no en otro lado, donde la industria moderna de relaciones públicas, es decir la fábrica de la opinión, o la propaganda, nació en los años 1920.

Efectivamente, esos dos países habían progresado en materia de derechos democráticos (voto de las mujeres, libertad de expresión, etcétera) a tal punto que la aspiración a la libertad ya no podía ser contenida solo por la violencia del Estado. Viraron, pues, hacia las tecnologías de la “manufactura del consentimiento”. La industria de las relaciones públicas produce, en sentido literal, consentimiento, aceptación, sumisión. Controla las ideas, los pensamientos, los espíritus. En relación al totalitarismo es un gran progreso: es mucho más agradable sufrir una publicidad que encontrarse en un cuarto de torturas.

En Estados Unidos la libertad de expresión está protegida hasta un grado que me parece desconocido en cualquier país del mundo. Es muy reciente. En los años 1960 la Corte Suprema alzó la barra muy alto en materia de respeto de la libertad de palabra, lo que expresaba, según mi opinión, un principio fundamental establecido desde el siglo XVIII por los valores de la Ilustración. La posición de la Corte fue que la palabra era libre, teniendo por única limitación la participación en un acto criminal. Si, por ejemplo, cuando entro a una tienda para desvalijarla, uno de mis cómplices tiene un arma y yo le digo “¡Dispara!”, ese fin no está protegido por la Constitución. Por lo demás, el motivo debe ser particularmente grave para que se cuestione la libertad de expresión. La Corte Suprema reafirmó este principio a favor del Ku Klux Klan.

En Francia, en el Reino Unido y me parece que en el resto de Europa, la libertad de expresión es definida de manera más restrictiva. Para mí, la cuestión esencial es: ¿el Estado tiene el derecho de determinar lo que es la verdad histórica y el de penar a quien se aparta de ella? Pensar en ello termina ajustándose a una práctica propiamente estalinista.

A los intelectuales franceses les cuesta admitir que esa es su inclinación. Sin embargo, en el rechazo de una aproximación así no deben haber excepciones. El Estado no debería tener medio alguno de castigar a cualquiera que pretendiese que el sol gira alrededor de la Tierra. El principio de la libertad de expresión tiene algo muy elemental: o se le defiende en el caso de opiniones que se detesta, o no se le defiende para nada. Incluso Hitler y Stalin admitían la libertad de expresión de los que compartían su punto de vista…

Yo agrego que hay algo preocupante e incluso escandaloso en discutir estos temas dos siglos después de Voltaire, quien, como se sabe, declaraba: “Yo defendería mis opiniones hasta la muerte, pero daría mi vida para que ustedes pudieran defender las suyas.” Adoptar una de las doctrinas fundamentales de sus verdugos, es hacerle un triste favor a la memoria de las víctimas del holocausto.

En uno de sus libros, usted comentaba la frase de Milton Friedman: “Producir ganancias es la esencia misma de la democracia”…

A decir verdad, las dos cosas son de tal modo contrarias que ni siquiera hay comentario posible… La finalidad de la democracia es que la gente pueda decidir su propia vida y hacer las elecciones políticas que le atañen. La realización de ganancias es una patología de nuestras sociedades, adosada a estructuras particulares. En una sociedad decente, ética, esta preocupación por la ganancia sería marginal. Tomemos mi departamento universitario (en el Instituto Técnico de Massachussets MIT): algunos científicos trabajan duro para ganar mucho dinero, pero se les considera un poco como marginales, gente perturbada, casi casos patológicos. El espíritu que anima a la comunidad académica es más bien el de tratar de hacer descubrimientos por interés intelectual pero también para el bienestar de todos.

En la obra que se le dedica en las Éditions de L’Herne, Jean Ziegler escribe: “Ha habido tres totalitarismos: el totalitarismo estaliniano, nazi y ahora es Tina (iniciales de There is no alternative, no hay alternativa), propuesto por Margaret Thatcher planteando el carácter ineluctable del capitalismo neoliberal, que no es otra cosa que un posible forma de globalización). ¿Compararía usted esos tres totalitarismos?

Yo no los pondría en el mismo plano. Enfrentarse contra “Tina” es afrontar una empresa intelectual que no se puede asimilar a los campos de concentración ni al gulag. Y, de hecho, la política de Estados Unidos suscita una oposición masiva a escala planetaria. Argentina y Venezuela han expulsado al Fondo Monetario Internacional (FMI). Estados Unidos debió renunciar a lo que era la norma todavía hace veinte o treinta años: el golpe militar en América Latina. El programa económico neoliberal que se ha impuesto a la fuerza a toda América Latina en los años 1980 y 1990, hoy día es rechazado en el conjunto del continente. Se encuentra esta misma oposición contra la globalización económica a escala mundial.

El movimiento por la justicia, que está bajo los fuegos de los proyectores mediáticos durante cada Forum Social Mundial, trabaja en realidad todo el año. Es un fenómeno muy nuevo en la historia, que marca quizás el comienzo de una verdadera Internacional. Su principal caballo de batalla está en la existencia de una solución alternativa. Por otro lado, ¿qué mejor ejemplo de globalización diferente que el Forum Social Mundial? Los medios hostiles llaman a los que se oponen a la globalización neoliberal los “antimundialistas”, cuando en realidad ellos combaten por otra globalización, la globalización de los pueblos.

Se puede observar el contraste entre unos y otros porque en el mismo momento, tiene lugar en Davos, el Forum Económico Mundial, que trabaja para la integración económica planetaria, pero en el único interés de los financistas, de los bancos y de los fondos de pensión. Potencias que controlan también los medios de comunicación. Es su concepción de la integración global, pero al servicio de los inversores. Los medios dominantes consideran que esta integración es la única que merece, de algún modo, la denominación oficial de globalización.

He aquí un buen ejemplo del funcionamiento de la propaganda ideológica en las sociedades democráticas. Es eficaz hasta tal punto que incluso los participantes en el Forum Social Mundial aceptan a veces el calificativo malintencionado de “antimundialistas” (o “antiglobalistas”). En Porto Alegre, intervine en el marco del Forum, y participé en la Conferencia Mundial de los Campesinos. Ellos solos representan la mayoría de la población del planeta…

A usted se le ubica en la categoría de los anarquistas o de los socialistas libertarios. En la democracia tal como usted la concibe, ¿cuál sería el lugar del Estado?

Vivimos en este mundo, no en un universo imaginario. En este mundo existen instituciones tiránicas, esas son las grandes empresas. Es lo que hay más cercano a las instituciones totalitarias. Estas no tienen, por decirlo así que rendirle cuentas al público, a la sociedad; actúan a la manera de depredadoras cuyas presas serían otras empresas. Para defenderse de ellas, las poblaciones sólo tienen un instrumento: el Estado. Ahora bien, este no es un escudo muy eficaz, pues, en general, está estrechamente ligado a los depredadores. Con una diferencia no desdeñable: mientras que, por ejemplo, General Electric no tiene que rendir cuentas, el Estado debe a veces explicarse ante la población.

Cuando la democracia se haya ensanchado al punto que los ciudadanos controlen los medios de producción y de intercambio, participen en el funcionamiento y en la dirección del marco general en el cual viven, entonces el Estado podría desaparecer poco a poco. Será reemplazado por asociaciones voluntarias situadas en los lugares de trabajo y donde vive la gente.

¿Los soviets?

Eran los soviets. Pero la primera cosa que Lenin y Trotski destruyeron inmediatamente después de la revolución de Octubre, fueron los soviets, los consejos obreros y todas las instituciones democráticas. Lenin y Trotski a este respecto fueron los peores enemigos del socialismo en el siglo XX. En tanto que marxistas ortodoxos, estimaron que una sociedad retardataria como la Rusia de su época no podía pasar directamente al socialismo antes de ser precipitada a la fuerza en la industrialización.

En 1989, al momento del hundimiento del sistema comunista, yo pensé que este hundimiento, paradójicamente, representaba una victoria par el socialismo. Pues el socialismo tal como yo lo concibo, o por lo menos lo respeto, implica el control democrático de la producción, de los intercambios y de las otras dimensiones de la existencia humana.

De todas maneras, los dos principales sistemas de propaganda se han puesto de acuerdo para decir que el sistema tiránico instituido por Lenin y Trotski, después transformado en monstruosidad política por Stalin, era el “socialismo”. Los dirigentes occidentales no podían sino estar encantados por este uso absurdo y escandaloso del término que les ha permitido durante décadas difamar el socialismo auténtico.

Con idéntico entusiasmo, pero de sentido contrario, el sistema de propaganda soviético ha intentado explotar en su provecho la simpatía y el compromiso que suscitaban para muchos trabajadores los ideales socialistas auténticos.

¿No es cierto que todas las formas de autoorganización según los principios anarquistas han terminado hundiéndose?

No hay “principios anarquistas” fijos, una suerte de catecismo libertario al se le debería prestar fidelidad. El anarquismo, por lo menos como yo lo entiendo, es un movimiento del pensamiento y de la acción humanas que busca identificar las estructuras de autoridad y de dominación, pedirles que se justifiquen y, dado que son incapaces, lo que sucede con frecuencia, intentar superarlas.

Lejos de haberse “hundido” el anarquismo, el pensamiento libertario, está floreciendo. Está en la fuente de numerosos progresos reales. Formas de opresión y de injusticia que casi no se reconocían, y menos aun combatían, ya no se admiten. Es un logro, un avance para el conjunto del género humano, no un fracaso.