Maradona internado y la representación de un país sin rumbo

El Gordo no pudo con su instinto. Se escapó de la clínica. Hizo lo que se cantó el tuje y se piró a pesar de los consejos médicos.

Con el ímpetu que lo caracteriza trató de demostrarle al mundo que él estaba bien. Que solo había sido un susto, pero que su condición suprahumana (que le hicieron creer quienes viven de su condición humana y no puede considerarse como tales) le permitiría salir indemne frente a los desarreglos que su vida agitada le costó a su cuerpo.

El Gordo es humano. Mal que le pese a él, a su “entorno”, a su familia, a los millones de fans en todo el mundo y a quienes solo lo buscan para sacarle su migaja de fama o dinero.

Lo acusamos de hacer lo que quiere, que no se cuida, que se caga en su vida y su salud.

¿Y?

El Gordo es un hombre. Tiene derecho a hacer lo que quiera, y a matarse del modo que elija, pero dejemos claro que su adicción por las drogas no es una elección sino una enfermedad con la que carga hace tiempo.

El Gordo se va a morir. Tarde o temprano. Y será olvidado, tarde o temprano. ¿Por qué no dejarlo vivir tranquilo? ¿Para que seguirlo y hacerle una campaña de prensa cada vez que se tira un pedo frente a cámara? ¿Hacía falta que saciaran nuestro morbo impune haciéndole una nota chupamediastica para verlo decir incoherencias en TV?

Dejen que el Gordo viva y muera como se le cante.

“Say no more”

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