Dos miradas sobre la derecha macrista y su nuevo exponente: Abel Posse

Los dichos de Abel Posse siguen dando que hablar. En este post, dos artículos que analizan como este antiguo exponente de una derecha argentina que intentaba recrear su imagen pero cuyas caretas están cayendo rápidamente.


Abel Posse


El personaje del año es el enano fascista

Evolucionó. Se merece ser el personaje del año por las alturas que alcanzó siendo enano. Sobre todo porque durante la democracia se reprodujo sin parar aunque de un modo más imperceptible y enánico. El antepasado del enano fascista era frontal, impúdico: se pavoneaba de serlo y de ejercerlo. Tenía tanto orgullo que salía a flor de piel hasta vestido de militar.


En las dictaduras se sentía en plenitud. No necesitaba disfrazarse de demócrata como ahora. Pero en esa evolución hipócrita, y aún sin dejar de ser enano ni fascista, aprendió a reconvertirse a través de actitudes de apariencia y disimulo. La “Inseguridad” es el flamante y fértil territorio donde reaparece con ínfulas. Como no se pueden inventar guerrilleros ni terroristas hay que crear una nueva amenaza a nuestro estilo de vida.


La Inseguridad es ese nuevo señuelo con que la derecha demoniza. Lo que se lee, ve y escucha en los medios acerca de ella, es la nueva consagración del fascismo. Esta vez disfrazado de sujeto pacifista que solo quiere seguridad y orden. Así las víctimas y deudos tocados por el dolor se dejan ocupar por enanos fascistas y salen a refregarlos por micrófonos y cámaras. Cuentan con la alianza voluntaria u obediente de periodistas dispuestos a complacer al público como en el circo romano: allá con leones carniceros, aquí con clamores de castigo indiscriminado y represión preventiva.


Orden o caos grita el enano fascista acusando al voleo a portadores de paco, de tatuajes y pobreza, para sacarse las ganas de venganza. Como una epidemia de enanismo, el fascismo de acabar con la inseguridad recorre toda la sociedad argentina. Tanto desde los líderes de opinión y gobernantes, hasta los ciudadanos anónimos que se sienten acompañados en el miedo.
El enano fascista viene armado y decidido a desplegar sus tareas disciplinarias. De continuar esta reproducción en cadena está en camino de llegar a gigante.


El jueves en la nota publicada por el diario la Nación, con orgullo republicano en la tapa, el intelectual Abel Posse no se reveló un enano fascista. No, porque su tamaño se había superado y en él el enano es un gigante demasiado ostensible.


En el final de su texto Posse se agranda y se expande en si mismo, y dice: “¿Qué hacer ¿ Qué cantidad de poder tendría que tener el futuro gobierno democrático después de la demolición institucional de los K y de la anarquización y desjerarquización e indisciplina que van de la misma familia al colegio, a la universidad y que cubre tantos aspectos de la vida comunitaria?”. Imaginen ustedes qué poder sugiere Posse debería tener ese futuro gobierno disciplinario. Cuánta fuerza para sanear el ecosistema extraviado y desmilitarizado. Subsiste un error de llamar enano fascista al enano fascista: ya que es honrar la insignificancia de su tamaño como si fuera un enano estable. Y sin percatarse de que sigue creciendo.


Detrás de tantos enanitos que crecen en la farándula, en las voces asustadas de vecinos instigados por los medios, en rabinos y moralistas desinfectadores del Mal, en gobernantes arrastrados demagógicamente a la saga de los enanos, el fascismo se agiganta. La Inseguridad es el nuevo mal de la patria que hay que salir a aniquilar. Hace poco en Rusia se produjo el hallazgo de restos del cráneo de Hitler. Para qué irse tan lejos, si por aquí hay esparcidos más restos que en ninguna otra parte. ¿O cómo hay que llamarles a los enanos fascistas y a los fascistas gigantes que claman sedientos de seguridad con una bala en cada palabra? La democracia es paciente.

Carta abierta leída por Orlando Barone el 11 de Diciembre de 2009 en Radio del Plata.


Guerra fría en la ciudad
Por Jorge Sigal

Al cambalache nacional le estaba faltando una contribución de la derecha. Y entonces llegó Abel Posse. Como intelectual, resultó sólo un provocador rencoroso y poco original. La incontinencia verbal no es un mérito, generalmente es un síntoma.

La única ventaja de ser setentista en la Argentina es que el tiempo no pasa. Si no fuera por la imagen –a veces patética– que devuelve el espejo, uno podría imaginar que, como lo anunció el politólogo Francis Fukuyama, la Historia ha finalizado. Nada nuevo alumbra el porvenir.

Detener el paso del tiempo, se sabe, es una obsesión recurrente de la especie. Por eso, los viejos de alma suelen ser conservadores o francamente reaccionarios. Pujan, desesperadamente, por frenar el movimiento, para retornar a un mundo conocido, controlable, a un sitio más previsible. El cambio asusta porque es la constatación palpable de que la vida es un tránsito leve. Y, muchas veces, un inapelable certificado del fracaso.

Para confirmar que todo es eterno le estaba faltando al cambalache nacional una contribución teórica por derecha. Y entonces llegó Abel Posse. Debido al aporte del intelectual, reciclado funcionario por obra y gracia de la posmodernidad gerencial que gobierna la ciudad, se ha logrado que el círculo finalmente cierre. Ahora podremos decir, con comodidad, que la Guerra Fría no ha terminado, que los fantasmas de antes gozan de buena salud.

Ya llegamos al pasado. A partir de este momento, nos dedicaremos al juego que más nos gusta y mejor jugamos: decodificar el lenguaje de nuestra eterna juventud. Con un poco de suerte, a partir de las funciones que tendrá Posse como ministro de Educación porteño, los veteranos de guerra podremos ser convocados para explicarles a las hordas de la “indisciplina juvenil” en qué consiste “la visión trosco-leninista” que demolió las “instituciones militares” durante nuestra apacible adolescencia. Será, sin duda, un recorrido reconfortante para las nuevas generaciones, esas que hoy divagan, sin rumbo, por el alienado mundo de la internet, y que nada saben de patrias, banderas y otras glorias.

Volverán los bellos días de la “sinarquía”, “el trapo rojo” y “el mejor enemigo es el enemigo muerto”. Entonces, también veremos renacer el “cinco por uno, no va a quedar ninguno”, el “paredón, paredón” y otras creativas fórmulas de la vida simple. Un paraíso ordenado, donde los unos y los otros se alinean prolijamente. Como sucedía en los buenos tiempos.

La bravata de Posse ha recogido sólo dos tipos de adhesiones. Por un lado, la utilizada en su alegato final por el condenado Luciano Benjamín Menéndez, sentenciado a perpetuidad por aberrantes crímenes durante la represión ilegal. Por el otro, con pretendida sofisticación, la de aquellos que, esbozando la importante trayectoria intelectual del flamante ministro, lo hicieron en nombre de la “provocación”, supuesta cualidad de los rupturistas e innovadores. La primera fue descalifica por peso propio. La segunda es, como mínimo, una pobre justificación. ¿Qué aporte hizo el inefable Posse al debate de ideas? ¿Rescatar a las instituciones militares? ¿Cuáles? ¿Las del pasado reciente, las de la tercera guerra mundial? ¿Equiparar a la justicia con actos de venganza? ¿Descubrir una supuesta “persistencia gramsciana” del kirchnerismo? ¿Desempolvar la antigua amenaza de la revolución “socialguevarista”?

Posse como intelectual resultó, en esta oportunidad, sólo un provocador. A secas. Un detractor, apenas, rencoroso y poco original. Nada hay en su discurso de ruptura e innovación. La incontinencia verbal no es un mérito, generalmente es un síntoma.

No tenemos demasiados recursos para armar el futuro, sólo la experiencia y la creatividad nos aproximan a lo desconocido. Sin embargo, tanto los que proponen “archivar el pasado” sin más trámites como aquellos que sugieren volver a fórmulas “ya probadas”, ignorando nuevas realidades y viejos fracasos, se complementan en una perversa danza que atrapa y distrae. Son dos caras de una misma moneda. ¿No sería más creativo reconocer que estamos ante conflictos que no admiten soluciones simplistas? ¿Nada más hay para decir, a derecha e izquierda, que las mismas verdades reveladas de siempre? ¿Por qué el pasado es el único bien no renovable en la Argentina?

Tienen suerte los adversarios del macrismo. Si éste es el inicio de la batalla de ideas que desarrollará la derecha de ahora en más, sólo deben limitarse –como lo han hecho hasta el presente muchos de ellos– a desempolvar viejas consignas. Y echarse a dormir. No hay nada nuevo bajo el sol: la historia empieza a repetirse como farsa.

El tío Carlos tenía razón. Mal que le pese a Posse.

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