Buenos Aires del Pasado: Las mejores fotos de una 9 de Julio que ya no existe

Buenos Aires tiene una rica historia de modificaciones y cambios. Y una de las partes que más ha cambiado en este devenir fue la Avenida 9 de Julio. Para conocer alguna de las vistas del pasado, comparto con ustedes unas fotos del archivo fotográfico de la Ciudad de Buenos Aires.

Av. 9 de Julio de Paraguay hacia Corrientes
Av. 9 de Julio de Paraguay hacia Corrientes
Av. 9 de Julio desde Paraguay. Alumbrado
Av. 9 de Julio desde Paraguay. Alumbrado
Av. 9 de Julio desde Paraguay
Av. 9 de Julio desde Paraguay
Av. 9 de Julio terminada, vista del tramo Bartolomé Mitre a Belgrano, año 1933. Archivo SSPLAN
Av. 9 de Julio terminada, vista del tramo Bartolomé Mitre a Belgrano, año 1933.
Av. 9 de Julio y Av. De Mayo foto para estudio del cruce de las mismas
Av. 9 de Julio y Av. De Mayo foto para estudio del cruce de las mismas
 Av. 9 de Julio. Lugar del Mercado del Plata
Av. 9 de Julio. Lugar del Mercado del Plata
Teatro Colón, obras de demolición para la construcción de la Av. 9 de Julio, año 1950
Teatro Colón, obras de demolición para la construcción de la Av. 9 de Julio, año 1950

Para ver videos de una Argentina que no existe podés entrar acá.

Historia en Mapas: ¿Donde y cuando surgieron los más importantes personajes de Europa?

Esta serie de mapas que invitan a la reflexión sobre el desarrollo cultural y económico desde la edad media hasta la mitad del siglo XX, muestran la aparición de figuras significativas de los campos del arte, literatura, la música y la ciencia en períodos de 200 años.






(Imágenes: Charles Murrayvia) 

Visto en Dark Roasted Blend

Redes Sociales: documentación historica del “hombre” común

Los que en el futuro estudien esta sociedad en la que vivimos encontrarán huellas interesantes dada la sobreabundancia de información producida y publicada. Hoy, como nunca antes, y gracias a las redes sociales, cada minuto la mayor parte de los habitantes del mundo publican abiertamente fotos, comentarios, sensaciones y las relaciones que tienen entre sí.

Piramides

El mundo cambia y el modo en que documentamos nuestro paso por él, también.

A principios del Siglo XX, Bertold Bretch se preguntaba sobre los “olvidados” por la historia en su célebre poema “Poema de un obrero frente a su libro” que reproduzco a continuación.


Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quien la construyó?

En los libros figuran los nombres de los reyes.

¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?

Y Babilonia, destruida tantas veces,

¿Quién la volvió a construir otras tantas?

¿En qué casas de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?

La noche en que fue terminada la muralla China, ¿A dónde fueron los albañiles?

Roma la grande está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?

¿Sobre quienes triunfaron los césares?

Bizancio tan cantada, ¿tenía solo palacios para sus habitantes?

Hasta en la fabulosa Atlántida, la noche en que el mar se la tragaba,

los habitantes clamaban pidiendo ayuda a sus esclavos.

El joven Alejandro conquistó la India. ¿él solo?

Cesar venció a los Galos ¿No llevaba consigo siquiera un cocinero?

Felipe II lloró al hundirse su flota ¿No lloró nadie más?

Felipe II venció la Guerra de los Siete Años. ¿quién la venció además?

Una victoria en cada página. ¿quién cocinaba los banquetes de la victoria?

Un gran hombre cada diez años. ¿quién pagaba sus gastos?.

Una pregunta para cada historia.


Cuando pase el tiempo, un obrero con inquietudes, o un historiador interesado en conocer y estudiar la vida, los pensamientos y las reacciones del “hombre de a pie” frente a los sucesos históricos, puede llegar a encontrar respuestas distintas frente a sus dudas.

Para eso, primero hay que resolver el problema de conservar la información disponible. En tiempos de pirámides, la información se guardaba en el medio más resistente creado por el hombre, el tallado en piedra. En estos días donde cualquier sistema de almacenamiento de la información no dura más de 10 años (Probá tus backups guardados en un disquete de 3,5, y ni hablar de uno de 5,25″) el paso de un sistema a otro, sin dudas hará que se pierda muchísima de la información que cada día se genera). Sin embargo, alguna de esta información se conservará en medios digitales, o en otra antigua tecnología muy resistente al tiempo: el libro.

De estas forma, los que en el futuro estudien esta sociedad en la que vivimos encontrarán huellas interesantes dada la sobreabundancia de información producida y publicada. Hoy, como nunca antes, y gracias a las redes sociales, cada minuto la mayor parte de los habitantes del mundo publican abiertamente fotos, comentarios, sensaciones y las relaciones que tienen entre sí.

La microhistoria, encarnada magistralmente en el “Queso y los Gusanos” una obra de Carlo Guinzburg donde relata la vida de Domenico Scandella, llamado Menocchio, un molinero del Friuli, de cuya vida se tienen noticias gracias a las actas del proceso inquisitorial al que se tuvo que enfrentar, podrá en el futuro encontrar otros caminos hoy aún desconocido.

¿Cuanto de lo que publicamos en Twitter o en Facebook podría tener interés para los futuros historiadores? ¿Cuanto se perderá y cuanto se conservará de nuestras vidas virtuales?

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El agosto del horror

“Un bello arcángel aletea
junto a un gran pájaro de hierro.
Procura que un hombre lo vea
para ahuyentar cien mil destierros.
Pero el arcángel se sofoca
y un ala azul se le lastima
y el ave negra abre la boca
cuando atraviesan Hiroshima”

Así dice la estrofa que Silvio Rodríguez dedicó al hecho que marcó un antes y un después en la carrera armamentista mundial. La bomba atómica lanzada por el gobierno de Estados Unidos en Hiroshima, el 6 de agosto de 1945.

Más de 140.000 civiles perdieron en un chispazo la vida, muchos otros lo harían en los días siguientes, por los efectos de la radiación y el mundo comprendió que las guerras ya no serían como antes.

El siglo XX dio muestras como nunca antes en la historia de la humanidad de lo que el hombre era capaz de hacer. Fue un siglo de inventos acelerados, a principios de siglo, algunos autos, a mediados, llegábamos a la luna. Increíble. Un amigo solía decir que el progreso es bueno, pero debería haber terminado hace años. Y creo que leyendo los diarios de hoy, que conmemoran Hiroshima, lo entiendo. Y cómo dijo el gran Albert:

“Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro.”

Comunidades imaginadas

Artículo de Daniel Link escrito para Soy y publicado en su blog Linkillo.

El comienzo del siglo XX vio florecer en Alemania un conjunto de comunidades utópicas, la mayoría de las cuales fueron aniquiladas por las guerras. Fueron el germen de las defensas de derechos a la disidencia luego retomadas en otros contextos.

El comienzo del siglo XX vio florecer en Alemania un conjunto de comunidades utópicas, la mayoría de las cuales fueron aniquiladas por las guerras. Fueron el germen de las defensas de derechos a la disidencia luego retomadas en otros contextos.

El siglo alemán

La crisis del sujeto que caracteriza al siglo XX no es sólo un asunto de teóricos ni tampoco de artistas (no es, por cierto, un tema sólo surrealista, porque es una crisis generalizada del universalismo, correlativa de la degradación de los estados imperiales a finales del siglo XIX. La consecuencia más o menos lógica (pero en todo caso histórica) fue que las personas se lanzaran a diseñar comunidades que pudieran contener las diversas formas de vida que brotaban precisamente de la crisis de los sujetos universales, el hundimiento de los valores tradicionales (asociados con las familias dinásticas, el conocimiento nacional-comunitario, la pedagogía humanista, los dogmas religiosos) y una radical transformación del paisaje urbano (económico).
Los historiadores suelen hacer coincidir la historia del siglo XX con la historia soviética (porque el siglo estuvo obsesionado por ese extraño imperio comunista y sus potencias, consideradas el mal o el bien, según el punto de vista) o con la historia estadounidense (porque es el intervalo durante el cual Estados Unidos deja de ser un país más del Nuevo Mundo para convertirse en una fuerza planetaria que impone su cultura). Pero hay también otro siglo, que es el siglo alemán, el de los experimentos comunitarios que desembocaron en las peores utopías y en las formas más sanguinarias de represión de lo viviente. ¿Pudo haber sido de otro modo? Deberíamos ser capaces de ensayar una respuesta.

Desfamiliarización

Entre 1896 y 1933, los bosques y los lagos de la Europa septentrional estuvieron literalmente ocupados por grupos que se llamaban Wandervogel (Pájaros Migratorios). Fueron institucionalizados en 1901 por Herman Hoffmann a partir de las enseñanzas del pedagogo Gustav Wyneken, que acuñó el término “Jugendkultur” (cultura juvenil). Habría que agregar: cultura juvenil de varones. En el seno de los Wandervögel se dirime la identidad masculina y se debate la modernidad. A partir de 1933, los Wandervögel (y grupos similares) fueron integrados a las Juventudes Hitlerianas. El nazismo tomará de los Wandervögel dos emblemas tristemente célebres: la denominación de “Führer” y la venia “Heil” con el brazo en alto, que había sido el saludo acostumbrado de los jóvenes desnudos de muslos apretados que se bañaban en los ríos y los lagos entonando sus canciones.

En 1911, Ernst Jünger había pasado ya por varias escuelas cuando tomó la decisión radical de unirse, junto con su hermano Friedrich, a los Wandervögel, donde seguramente adquirió su pasión ininterrumpida por la entomología y comenzó a elaborar su teoría de la emboscadura como disidencia radical en relación con el Estado.

También en 1911, el niño bávaro Bertolt Brecht (13 años) compró una mandolina usada que cambió inmediatamente por una guitarra en la que practicaba todos los días, descuidando sus tareas escolares (para decepción de sus padres). Al año siguiente creó el septeto Amicitia, cuyo repertorio incluía canciones del movimiento Wandervogel y composiciones del propio Bertolt de estilo folk. Brecht registra en 1913 su legendario encuentro con la Juventud Libre Alemana, asociación pacifista que se convertirá en Asociación Juvenil Comunista con el correr de los años y que se oponía abiertamente a la tendencia nacional-patriótica del repertorio oficial de los Wandervögel. El septeto Amicitia terminó disolviéndose.

Había una fuerza de disolución que enfrentaba a los niños y jóvenes con sus familias (con independencia de las ideologías: Jünger y Brecht no fueron precisamente compañeros de ruta) y esa fractura de la familia (índice de un malestar comunitario) llevó a los jóvenes a adoptar estilos de vida radicales.

Naturalmente, los Wandervögel fueron fundamentalmente grupos de varones (el devenir manada o pandilla reconoce un límite de género). Pero hubo también mujeres en el movimiento: Annemarie Schwarzenbach (nacida el 23 de mayo de 1908 en Zurich), últimamente recuperada como la lesbiana andariega que fue, comenzó a escribir a partir de 1923 para la revista de ese movimiento que funcionó como una fuerza de atracción irresistible para los jóvenes germanoparlantes y en cuyo seno se impugnó el rumbo utilitarista de la modernidad (no a la pedagogía, no a la familia, no al comercio; sí a la vida comunitaria, a los espacios abiertos, al vitalismo y al desafuero sexual).

Se trata de una fuerza de la imaginación que arrastra a la época, desde Jünger, Heidegger y Rilke, por ejemplo, hasta el más rubicundo de los Wandervögel, entregado al rechazo radical de la técnica y la mercantilización de la cultura propia del capitalismo. Esas líneas de fuga pronto se encontraron con las líneas del nacionalismo teutónico (de allí al antisemitismo hubo sólo un paso: había que cruzar un abismo, pero era sólo un paso).

En el seno de los grupos Wandervögel, los niños eran entrenados (en campamentos de fines de semana y de vacaciones de verano) en la supervivencia en “estado salvaje”, llevados a redescubrir la naturaleza (los campos, los lagos, la desnudez) como forma de reconectarse con los aspectos esenciales del ser: formas preindustriales de vida y rechazo de la cultura burguesa que el hippismo sólo tuvo que resucitar años más tarde. Un participante recuerda: “Jugábamos con las llamas de un mundo incendiado, y eso calentaba nuestros corazones. Fue entre nosotros que la palabra ‘Führer’ se originó, con su significado de obediencia ciega y devoción… Y nunca voy a olvidarme de aquellos días en que pronunciábamos la palabra Gemeinschaft (comunidad), con la garganta temblorosa de excitación”.

Desnudamiento

El siglo XX comenzó con experimentos variados y mezclados de organización comunitaria. Fue también en Alemania (antes que en ningún otro lado) donde el nudismo fue formalizado como una actividad social colectiva (los jóvenes Wandervögel, queda dicho, lo practicaban). Los alemanes buscaron un remedio contra las “enfermedades del alma” del siglo XIX sacándose la ropa. Los inventores del nudismo: uno es Heinrich Pudor, autor de libros de teoría del arte, arquitectura y de “prácticas conyugales sanas” quien, con seudónimo, publicó Nackende Menschen (1894). Pudor encontraba la constumbre de vestir ropa una “inadmisible” renuncia a la naturaleza. Otro fue Richard Ungewitter, autor de Die Nackheit (1903).

Esos libros populares condujeron a la fundación de la primera colonia nudista del mundo, la “Freilichtpark”, en 1905, donde la influencia de la severa disciplina de Ungewitter instauró un inflexible régimen vegetariano, gimnasia compulsiva y abstinencia de alcohol. La progresión es obvia: muy pronto comenzaron a aparecer campos nudistas llamados “Swastika” y “Valhalla”.

Hitler, que era (además de otras cosas) un psicópata sexual, prohibió por decreto el nudismo entre 1933 y 1935, pero la prohibición se aplico sobre todo a las clases trabajadoras. Siguieron existiendo campos nudistas (depurados de miembros “no arios”), que se integraban en el Kampfring für völkische Freikörperkultur (Movimiento para la Cultura Popular del Cuerpo Libre). Heinrich Himmler se implicó personalmente en las actividades del FKK, uno de cuyos objetivos era hacer de los alemanes un pueblo más fuerte y sano.

Despenalización

Existía en el código penal prusiano un artículo (el Nº 175) que criminalizaba las prácticas homosexuales. El 15 de mayo de 1897, Magnus Hirschfeld fundó en Berlín el Wissenschaftlich-humanitäres Komitee (Comité Científico Humanitario), la primera organización de defensa de los derechos homosexulaes del mundo. En 1903 apareció la segunda organización, la Gemeinschaft der Eigener (Comunidad de los Peculiares), fundada por Adolf Brand, que veía con desagrado la tolerancia del afeminamiento propia de Hirschfeld y sus seguidores. La Gemeinschaft ponía el acento en la masculinidad y el eros pedagógico.

El grupo de Brand editaba una revista, Der Eigene. Ein Blatt für Alle und Keinen (“Un periódico para todos y ninguno”: el drama de la comunidad imposible). A partir del segundo año, la bajada cambia a Ein Blatt für männliche Kultur (“Un periódico de cultura masculina”) y la periodicidad se declara nominalmente mensual, aunque sale irregularmente y con interrupciones (Ilustran esta nota algunas fotografías de esa publicación, cuyo Nº 8 del año XI, 1909 tenía la tapa que se reproduce).

Entre 1907 y 1909 el Comité Científico Humanitario sufrió una crisis a consecuencia del escándalo Eulenburg (que reveló al gran público orgías sodomitas en el seno de las tropas imperiales). Durante el período de entreguerras, Hirschfeld llegó a convencer a los Mann, a Rilke y a Hesse (entre otros) de la justicia de su causa.

Esos jóvenes formados en el espíritu comunitario y antimoderno de los Wandervögel, que despreciaban la política como juego burgués y que miraban con hostilidad a los adultos (padres o pedagogos) como parte de un aparato de domesticación de sus energías vitales, esos disidentes de la heteronormatividad, son los que marcharon con algarabía a la Primera Guerra Mundial, llevando en sus mochilas libros de Hölderlin y Goethe y entonando sus canciones contraculturales. La guerra, podría decirse (entonces como hoy) los estaba llamando para acabar con ellos.