Beatriz Sarlo Escuela

La máquina cultural. Maestras, traductores y vanguardistas es un ensayo de Beatriz Sarlo (Buenos Aires, 1942) de 1998. A pesar del género del libro, la escritora porteña «relata», de manera casi novelística, tres historias diferentes que hablan de la relación con la «máquina cultural» en la Argentina del siglo XX.

Que se refieran a ella como «La Sarlo», es emblemático del respeto que sienten los ambientes intelectuales argentinos por esta intelectual. La ensayista de Buenos Aires ha sido catedrática de Literatura Argentina, ha dictado cursos en muchas universidades de Estados Unidos y dirige, desde 1978, «Punto de vista», una revista cultural de tendencia socialista que comenzó siendo un órgano casi clandestino y que hoy ocupa un lugar reconocido en la vida cultural de la Argentina. Sarlo ha trabajado sobre literatura popular sentimental, historia del periodismo y de los medios de comunicación, cine y cultura de masas en relación con las producciones artísticas y el papel de los intelectuales. Y la cultura, o mejor las relaciones de diferentes personajes con la producción cultural de su país, es el enfoque de este ensayo.

El libro está dividido en tres partes y en cada una se relata una historia de difusión de cultura: la de una maestra de escuela en los años veinte, la de la traductora y animadora cultural Victoria Ocampo en el mismo período y la de un grupo de cineastas vanguardistas en los años setenta.

Rosa del Río es una joven maestra nacionalista y su relación con la «máquina cultural» es de imposición y consolidación. Enseña en las escuelitas de los barrios pobres de Buenos Aires, poblados, al comienzo del siglo XX, por muchos inmigrantes en busca de una nacionalidad que la maestra les inculca, inclusive con la violencia, como si fuese legítimo imponer el derecho a la nacionalidad. Rosa piensa utilizar métodos personales en la enseñanza, pero en realidad es completamente conforme a las disposiciones del Estado. Sarlo relata la historia en primera persona, intentando entender y explicar las motivaciones de la maestra, e inserta muchas citas extraídas de los libros de lectura de la época, en las que se nota el «afán» en busca de una nacionalidad.

La segunda parte está dedicada a la traductora, viajera e intérprete de culturas extranjeras Victoria Ocampo. Esta joven rica y cultivada pertenecía a la elite porteña y creó la revista «Sur», que difundió la cultura europea en Argentina. La relación de Ocampo con la «máquina cultural» es diferente de la de Rosa del Río. Sarlo la explica de esta forma: «La máquina cultural es allí una máquina de traducir lenguas y libros, de interpretar, de imitar, de trasladar objetos, de moverse en el espacio. Victoria Ocampo vivió bajo el signo de la traducción, que no es un signo pacífico» (p. 280). Sarlo nos cuenta el conflicto lingüístico de esta mujer, que escribe en una lengua materna que no es la suya (el francés frente al español). Ocampo cree que la relación entre la cultura argentina y la europea es posible y es de integración y de síntesis. En realidad, como se nota a través de los malentendidos que se crean con algunos de sus amigos intelectuales, la relación es conflictiva por el carácter secundario y periférico de la cultura argentina.

En la tercera parte los protagonistas son unos cineastas vanguardistas de los años setenta, un período clave en la historia contemporánea de la Argentina. Estos chicos grabaron en una noche media docena de cortometrajes para proyectarlos en un acto político. Sarlo relata de manera nítida cada film que fue grabado, casi como los observase a través del objetivo de una cámara. Se trata de films que hablan de la censura pero lo importante no es el sujeto de las películas sino de qué manera fueron acogidas por los vanguardistas políticos. Sarlo subraya la fractura entre la vanguardia estética, representada por los cineastas, que piensan que sus trabajos son políticos más por su forma que por su mensaje (que es, a veces, desacralizador), y la vanguardia política y revolucionaria.

La característica del ensayo es que debe de tener algo de ciencia y algo de literatura, o sea tendría que tener una exposición clara y sistemática y ser estéticamente bello. Esto no se verifica para todos los ensayistas, porque a veces son simplemente «técnicos» de un determinado tema. Beatriz Sarlo responde perfectamente a las demandas del género: su obra es una obra de crítica pura pero puede ser leída con placer estético, tiene la capacidad de combinar el rigor crítico con la elegancia de su estilo. Al leer este ensayo se nota que la estructura argumentativa en la que se basan los temas es impecable, el enfoque es nuevo y original: Sarlo, como en todas sus obras, analiza la realidad y la historia a partir de premisas nuevas y se plantea problemas culturales que nadie, antes de ella, se había puesto.

En este ensayo más que en otros la autora se ha fijado en la estructura narrativa; la novedad de La máquina cultural es precisamente la escritura, que a veces parece casi novelística, pero sin perder el rigor crítico que la caracteriza: en este libro la ensayista porteña utiliza la primera persona para relatar la historia de la maestra, como si se tratara de una ficción, para luego volver a la tercera persona con la que reconstruye la historia de Ocampo y de los vanguardistas.

Beatriz Sarlo

Una interesante nota de opinión publicada hoy en Clarin.com por Beatriz Sarlo, donde reflexiona sobre el conflicto y el debate, para todos mis amigos blogueros que discuten muchas veces sobre el sentido y la importancia sobre los comentarios en los posts.

Sin la espada, con la pluma y la palabra

E s frecuente que lectores manden mensajes indignados o extraordinariamente críticos,
en discusión con que han leído en esta columna. No puede sorprender que muchas cosas de las que aquí se publican a alguien le resulten irritantes, mientras que otros piensan que se trata sólo de banalidades. Si no existiera esa diferencia, sería grave porque indicaría una unanimidad de la que habría que sospechar.

Como a muchos, el conflicto de ideas me parece una de las cosas más interesantes que pueden suceder tanto en la universidad como en el periodismo o la política. La Argentina atravesó crisis tan graves y enconadas que muchas veces aparece, como compensación, un discurso blando sobre las bondades atribuidas al acuerdo. Creo lo opuesto: el conflicto es la forma en que posiciones diferentes se enfrentan, miden sus argumentos, se intersectan o, incluso, se influyen. El conflicto de ideas las mejora en lugar de empeorarlas. Cuando muchos ciudadanos expresan el deseo de que todos los políticos se unan, pasan por alto la necesidad de que haya partidos, es decir partes con perspectivas diferentes. Sobre algunas cuestiones no hay unión posible. Voy a poner un ejemplo del pasado: la Ley de Educación conocida como 1.420, que fundó las mejores décadas de la escuela argentina, fue producto de que, como resultado de un conflicto de ideas entre liberales y católicos, los primeros se impusieron sobre los segundos. No salió de una transacción, ni mucho menos de una transa, sino de una batalla parlamentaria y de una votación donde unos ganaron y otros perdieron.

Del mismo modo, hay cuestiones de orden ideológico o moral, como la despenalización del aborto, donde las ideas son irreductibles. En todos los países de Occidente se impuso una u otra posición, a través de leyes o de un plebiscito, y los que perdieron debieron aceptarlo, aunque tienen derecho a seguir reclamando cambios que avalen sus posiciones. Si estoy a favor de la despenalización, es muy difícil que obtenga un acuerdo con quienes la consideran un acto que legitima un crimen. O sea que, pese a acuerdos en otras áreas, nuestra vida está regida por algunas grandes diferencias que no deberíamos temer excepto que aparezca nuevamente en la Argentina la posibilidad de una resolución represiva o violenta.

Como pienso esto para la vida política, sostengo lo mismo respecto de las disidencias que, en una escala de importancia menor, puedan suscitar estas columnas o cualquier otra opinión. En realidad debería confesar que el conflicto de ideas me pone de buen humor, en una especie de tensión productiva. Y escribo la palabra “conflicto” a propósito, para no usar alguna más simpática como “disidencia” que podría indicar que posiciones opuestas pueden siempre, invariablemente, sintetizarse. A veces es posible, otras veces no lo es y por eso existe el voto. Si fuera posible siempre llegar a un acuerdo que sintetizara posiciones, cualquier votación perdería su sentido. Llegamos a votar porque hay diferencias

Editorial de "La Nación": Bosques, una ley impostergable

La distracción preelectoral que parecería paralizar las agendas de todos los políticos, sean éstos legisladores en funciones o miembros del Poder Ejecutivo de nuestro país, parece hacerles perder de vista ciertas cuestiones que son impostergables, como el tratamiento del proyecto de ley de bosques nativos. El sábado próximo será celebrado el Día Nacional de la Conciencia Ambiental, destinado a mantener vivo el recuerdo de las siete víctimas mortales de un escape de gas tóxico, hecho ocurrido hace catorce años en Avellaneda, y esa fecha, propicia para exaltar nuestra relación con el medio ambiente, también será útil para promover la defensa de esos bosques, hoy en día amenazados por la tala indiscriminada.

Aquella norma, todavía con apenas media sanción, fue aprobada por la Cámara de Diputados por abrumadora mayoría, aunque con algunos pocos votos en contra de diputados de Salta, la provincia donde ocurren los peores desmontes. Ahora, 1.200.000 argentinos suscribieron un petitorio para presionar a los senadores para que le den su aprobación definitiva a ese proyecto, indispensable para preservar la integridad de nuestros bosques nativos. “En los 80 minutos que dura un partido de los Pumas -revelan los ecologistas-, 40 hectáreas del hábitat donde viven los verdaderos pumas desaparecen bajo las topadoras.” Auténtica muestra de la insensatez de la cual hacen gala quienes toman en exclusiva cuenta las finalidades lucrativas y no se dan por enterados de que están destruyendo elementos vitales para la continuidad de la vida sobre nuestro planeta.

Peor que eso, cuando el bosque desaparece, muchas familias de argentinos son desalojadas, indemnizadas miserablemente y relocalizadas en cinturones urbanos de pobreza. Se los condena, o poco menos, a engrosar las filas del piqueterismo reclutado a fuerza de la dádiva de los planes sociales y del clientelismo político que se mofa de la dignidad del ser humano.

Con el millón largo de firmas ingresado en un disco de computadora, tres dirigentes de las principales organizaciones ambientalistas de la Argentina ingresaron durante la semana última en el despacho donde se suponía que el presidente del Senado y vicepresidente de la Nación, Daniel Scioli, debía recibirlos. Se encontraron, en su reemplazo, con una asesora de su campaña por la gobernación de Buenos Aires, a quien le entregaron las firmas y un pedido concreto: que el gobierno nacional se comprometa públicamente a dar tratamiento en el Senado a esta ley apenas finalizadas las elecciones, en la primera semana del mes próximo.

El presidente del Senado tiene hoy, pues, la oportunidad de impulsar la sanción de esta norma imprescindible, que prevé congelar mediante una “moratoria forestal” el arrasamiento de los bosques hasta que cada provincia elabore sus planes de ordenamiento territorial y, por ende, pueda ser establecido dónde y cuándo la agricultura podría darse el lujo de avanzar sobre los bosques nativos, acerca de los cuales debemos recordar que la Argentina sólo mantiene en pie un tercio de su superficie original.

No todo es gris en el verde. Actitudes como las de Alto Paraná SA deben ser reconocidas. La compañía forestal de capitales chilenos, que posee en la provincia de Misiones 220.000 hectáreas (la mitad de ellas forestadas artificialmente y el resto de bosque nativo del tipo selva paranaense), decidió, en 2001, que no desmontará ni siquiera una hectárea más. Aplicó su propia “ley de bosques”, demostrando que se puede producir y, al mismo tiempo, preservar el medio ambiente, lo cual pone aún más en relieve el altísimo costo de la demora provocada por la desidia de nuestros senadores nacionales.

Latinoamérica tiene las peores condiciones para ejercer el periodismo

Con riesgo de vida

Según un reciente informe, en la mayoría de los países latinoamericanos las leyes aseguran la libertad de prensa pero los periodistas sufren un inmediato riesgo físico al ejercer su profesión. Si bien en Argentina hay legislación menos restrictiva para el ejercicio, existe un gran desarrollo de prácticas mordaza.

(INFOCIVICA, 6 de febrero de 2007).- En la mayoría de los países latinoamericanos, las leyes aseguran la libertad de prensa, pero en algunas naciones el Estado no protege su libre ejercicio, hasta el punto que los periodistas sufren un inmediato riesgo físico. Esta es una de las conclusiones que desprende del informe “Indicadores de Periodismo y Democracia a Nivel Local en América Latina” realizado por el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).

El informe advierte que el país más riesgoso para la vida de los periodistas es México donde el Estado está bloqueado para resguardar sus derechos; mientras tanto, Argentina posiblemente tenga la legislación menos restrictiva para el ejercicio del periodismo en América Latina, pero tiene un gran desarrollo de prácticas mordaza.

El informe, titulado “El periodismo frente a la coalición criminal”, revela cuáles fueron las peores zonas para ejercer el periodismo durante el segundo semestre de 2006, al tiempo que hace un análisis exhaustivo de las denuncias por avasallamiento de las libertades fundamentales y las maneras en que los gobiernos imponen presiones a los medios de comunicación.

El análisis distingue en el mapa regional tres tipos de áreas: las “zonas negras” son aquellas donde la ley prohíbe el ejercicio de la libertad de prensa, y la ley se cumple. En este lugar el trabajo ubica a Cuba y afirma que “el gobierno cubano acentuó la represión y el bloqueo informativo para proteger su proceso sucesorio”.

Las “zonas rojas” son aquellas donde la ley protege el ejercicio de la libertad de prensa, pero el Estado no la protege hasta el punto que los periodistas o los medios están en riesgo de muerte, como ocurre en algunos distritos de México y Ecuador, y República Dominicana, Guyana y Haití.

Y finalmente las “zonas marrones” son aquellas donde la ley protege el ejercicio de la libertad de prensa, pero existe un acoso que conmociona al periodismo, aunque no están en inmediato riesgo físico quienes ejercen el periodismo. “Este es el caso de Venezuela, donde tras la reelección, el presidente Hugo Chávez ha comenzado a avanzar sobre los medios privados que se le han opuesto en forma más notoria, expresado en la no renovación de licencias de radiodifusión o la sanción de una ley que regula la actividad de los medios gráficos”.

Los países que muestran una tradición de respeto al periodismo siguen siendo Chile y Uruguay, pero mantienen vigente algunas de las leyes consideradas mordaza, como el delito de desacato en Uruguay o la pena de cárcel por delitos contra el honor en Chile.

El trabajo de investigación y recopilación de datos estuvo a cargo del periodista Fernando Ruiz quien señaló que “el informe revela las situaciones de mayor gravedad en varias zonas de América Latina. Lo llamativo es que resulta muy probable que en las zonas donde hay mucha violencia, haya más violencia de la que parece, porque crece la autocensura para denunciar las amenazas o agresiones“.

La coalición criminal

El documento dedica un capítulo especial a los grupos criminales que se han convertido en la principal amenaza externa al ejercicio del periodismo en varios países de América Latina.

“Esto no implica el fin del acoso de las autoridades públicas, dado que estas suelen estar incorporados en forma abundante a esas coaliciones criminales. Estos grupos no están políticamente motivados, pero sus acciones sí tienen claros efectos políticos. Esta sociedad aprovecha para desarrollarse de las mayores garantías y libertades que ofrecen los procesos democráticos. Esto produce una degradación de la cultura de la legalidad y difunde socialmente el mecanismo de la violencia como forma de resolución de conflictos”.

“Además va corroyendo en la conciencia ciudadana la legitimidad de la democracia como régimen político. La participación de autoridades políticas, judiciales y de fuerzas de seguridad y militares en estas estructuras criminales tiene como principal efecto el bloqueo de la capacidad estatal de sostener el estado de derecho. Asegurar el orden público -para que los ciudadanos (y los periodistas) puedan ejercer sus derechos y garantías- se convierte en una especie de guerra civil intraestatal, donde, por ejemplo, hay policías que tiran para un lado y policías que tiran hacia el otro” señala con dureza el informe.

“También la prensa a veces se integra a la coalición criminal. La línea de la legalidad no solo está difusa en las fuerzas políticas, judiciales y de seguridad, sino también en el periodismo. El informe del CPJ (Committee to Protect Journalists) sobre la frontera norte mexicana señala: “la corrupción en Nuevo Laredo es galopante y las redacciones no son la excepción. Algunos periódicos informaron que les habían ofrecido dinero para trabajar para los carteles de la droga o para comprar su silencio. En algunos casos, dicen los periodistas, son colegas quienes realizan las ofertas de dinero“.

De esta manera “los grupos criminales obligan a una redefinición de las prácticas periodísticas en varios países de la región, como México, Colombia y Brasil, entre otros. Al punto de que el periodismo de Estados Unidos pareciera no querer profundizar la cobertura del narcotráfico en el interior de su país”.

En este informe se analizan los hechos ocurridos del 1 de julio al 31 de diciembre del 2006. Para ver los informes anteriores o éste en su integridad consultar www.cadal.org

El Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina es una ONG apartidaria que sostiene los valores liberal democráticos y cuyo objetivo es promover en los países de la región el fortalecimiento de la democracia, el estado de derecho y las políticas públicas que favorecen al progreso económico e institucional. Para tal fin, CADAL realiza actividades de análisis, investigación, difusión, asesoramiento y capacitación.

Para mayor información comunicarse el autor del documento, Fernando Ruiz al (0381) 154732765.

"Habrá más penas y olvidos" por Jorge Lanata

El gran Cali Villalonga me recomendó leer esta interesante nota de Jorge Lanata sobre el caso Gerez. Le hice caso y no puedo dejar de compartirla.

Si bien, las condiciones de este caso dieron que sospechar desde el primer momento a todos, Lanata aporta datos que nos hacen pensar en que en este país, hasta los complots estan atados con alambre.

Lo peor es que entramos como caballos en cada uno de ellos.

El Artículo que transcribo fue publicado el domingo en el Diario Perfil. En la investigación participó el director del Diario de Morón y amigo personal Javier Romero.

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La historia del “aparecido” Luis Gerez forma parte de una larga cadena de hechos falsos, testigos mentirosos, internas políticas y espectaculares operaciones de prensa. Aunque típicamente argentina, es también una especie de versión remixada del cuento del pastorcito y el lobo pero, en este caso, el lobo había nacido en Santa Cruz. Mientras el Gobierno tironea de la causa para pasarla al fuero federal, los resultados obtenidos por la fiscalía local profundizan la pista política.

Esta semana, la investigación hará foco en el entorno político de Gerez, y su posible vinculación con delincuentes comunes de la zona de Escobar. Por otro lado, una investigación llevada a cabo por este equipo de PERFIL nos permite concluir, sin duda alguna, que Gerez apareció varias horas antes del discurso presidencial, el Gobierno lo sabía y lo que se vio por la pantalla fue simplemente un ejercicio de manipulación del público.

EL LOBO, EL LOBO

Si pensáramos antes de hablar, o antes de repetir palabras y razonamientos ajenos, podríamos advertir con claridad la cantidad de juicios sin fundamentos que hacemos a diario.

El “caso Gerez” está repleto de esas medio verdades que se completan en la opinión pública a fuerza de reiteración. El periodismo, al tratar de transformar problemas complejos en ideas simples de comunicar, ayuda a completar la confusión.

Repetimos, por ejemplo, que el testimonio de Gerez fue “clave” en la destitución de Patti. El 20 de abril de 2006 a las 11.25 de la mañana, Gerez declaró ante la Comisión de Peticiones, Poderes y Reglamentos que estuvo “detenido en la Comisaría de Escobar, pero no por un hecho político, en el año 1972. Hubo un crimen en mi barrio: mataron y violaron a un chico que era conocido mío. Entonces, fui detenido por dos o tres días (…). Recibimos amenazas de algunos policías de esa dependencia”.

—¿Puede recordar quiénes lo amenazaron? –le preguntó Vargas Aignasse, presidente de la Comisión, a Gerez.
—Eran dos o tres personas –dijo– y recuerdo a uno de ellos perfectamente: estaba Luis Abelardo Patti. Querían que dijéramos cosas que no sabíamos, que desconocíamos totalmente. Y esa noche alguien me retiró del lugar con una bufanda vendándome los ojos, y me llevaron a un cuarto donde por lo menos había tres personas. Yo escuchaba risas, decían: “Bueno, ahora vas a saber”, y creo que había un técnico que decía: “Metelo a la parrilla”, y empezaron a torturarme con picana.
—¿Usted pudo reconocer a alguien en ese momento?
—No. Yo no vi nada, pero pude reconocer voces. Una de ellas fue la del que me hacía más preguntas; a lo mejor no era el que ponía la corriente, pero sí uno de los que dirigía y decía: “Ponele detrás de la oreja que éste se caga”. Una de esas voces la tengo reconocida como la del comisario Patti.
—En ese momento, ¿usted tenía los ojos vendados?
—Sí, por eso hablo de voces, nada más. Otra voz que escuché fue la del policía Santos; todos eran muy conocidos porque era un pueblo chico, de veinte o treinta mil habitantes.

—¿Que edad tenía usted en ese momento?
—No tenía 17 años.

Así termina el “testimonio clave”. Si Patti es culpable de torturar, como consideramos que lo es, no puede serlo por un testimonio tan endeble. Pero el trabajo de la Comisión fue político y no jurídico, y Patti –como tantos otros– no debería haber llegado a la instancia electoral, pero es parte de otra discusión.
Cuando todo sucede bajo la órbita judicial, el hecho cambia: en la causa en la que Patti está acusado del asesinato de Ramón Goncalves, Gerez declaró el 8 de septiembre de 2005, y el 24 de octubre de ese año, el juez Villafuerte Russo dijo que no llegaba a “conmover los supuestos exigidos por el artículo 294 del Código Penal para pedir la indagatoria a Patti”.

Lo importante es que el país repitió durante semanas lo de “testimonio clave” y repetimos también, sin pensarla, otra presunción extraña: “Fue secuestrado por grupos que intentan intimidar a los futuros testigos en los juicios por derechos humanos”. Este segundo punto es importante porque puede presentárselo como una de las principales hipótesis de seguridad del Estado y no existe aún una sola prueba que lo sustente.

En off the record, son varios los funcionarios nacionales y provinciales que manifiestan su esperanza de encontrar a Julio López con vida y aún hoy no se animan a describirlo como un desaparecido. Si existe o no un grupo de tareas del túnel del tiempo, nadie mejor que el propio Gobierno para averiguarlo: nunca purgó la Secretaría de Inteligencia del Estado, mantiene los organismos ad hoc en las Fuerzas Armadas y la Policía, y la mejor imagen para investigar ese caso sería la de un perro mordiéndose la cola. Mientras el fantasma tan temido se mantiene en el terreno retórico, otros fantasmas nacen al calor de estos casos inciertos: la utilización política de situaciones que parecen, pero no son.

ABUELITA, QUE DIENTES TAN GRANDES TIENES…


Gerez desapareció a las ocho y media de la noche de un día miércoles, cuando salió de la casa de su amigo Jorge Altamirano, en Los Claveles 2685, en busca de carne para hacer un asado. En un barrio de casas bajas, un día feriado de verano, donde habitualmente los vecinos salen a matar el tiempo en la vereda, no pudo encontrarse hasta ahora ningún testigo del hecho. Ya fueron tomados 45 testimonios: ningún vecino ni transeúnte lo vio, nadie escuchó un grito, ni se encontraron huellas de alguna frenada. Una mujer cuadripléjica que sale a la puerta todos los días entre las seis y las diez de la noche estaba en diagonal a la esquina donde se habría producido el secuestro, y no vio nada ni recuerda nada especial sobre aquel día.

La agencia oficial Télam fue el único medio que pudo acceder a la declaración judicial de Gerez, algo que le está vedado incluso a su propio abogado. Según Télam, Gerez declaró que “fue ingresado a un vehículo, cuya marca ni color puede establecer y el recuerdo inmediato que tiene es el momento en que lo dejan en su lugar de cautiverio”.

Lo curioso frente al hecho es que, como en los típicos casos de infidelidad, la esposa de Gerez fue la última en enterarse: los compañeros de militancia de Gerez montan una “mesa de crisis” en casa de Altamirano y se ponen a investigar la desa-parición antes de las 10 de la noche de ese día, pero Mirta Praino recién se entera del secuestro de su esposo a las 5 de la mañana del día siguiente. Ninguno de sus amigos la llama para avisarle del hecho. Mirta es, de todos modos, una persona ejecutiva: según registró el disco rígido de su computadora a las 7.40 de ese día, apenas enterada de la desaparición de su esposo, concluye que el secuestro es político y le escribe una carta al presidente Kirchner dándole cuenta del hecho en esos términos. Luego se cambia, imprime la carta y viaja a Buenos Aires para encontrarse con Alicia, la hermana presidencial.

La hipótesis de la “zona liberada”, impulsada por varios medios, está desacreditada en la investigación: el móvil policial de la zona no tenía ABL (no confundir con Alumbrado, Barrido y Limpieza, así se denomina una especie de GPS que permite localizarlos según la cuadrícula en la que prestan servicios) desde 2004, por lo que es imposible determinar técnicamente dónde estaba. Pudo, por otro lado, probarse que no hubo comunicación por handy para liberar la zona, ya que el resto de los patrulleros la hubieran escuchado, y tampoco hubo comunicaciones vía Nextel. El policía de identidad reservada que declaró sobre la existencia de una zona liberada fue trasladado a Narcotráfico y posteriormente ascendido.

Otra hipótesis impulsada desde Página/12 planteó dudas sobre la filiación política de los fiscales y su pertenencia a la interna política local: Facundo Flores es de Bariloche, y ocupa su cargo hace 6 meses; Inés Molinari va por su noveno año de fiscal y viene de la Justicia nacional, como Paula Gaggiotti, quien estuvo antes en la Defensoría y en Instrucción; y Andrea Palacios fue nombrada fiscal hace seis meses.

Poco tiempo para tener una relación tan sólida con Patti, a menos que hayan pasado por una larga etapa epistolar, o de chat. La reacción de los cuatro al ver a un periodista es similar: entran en un cono de silencio. Temen que cualquier palabra salida de contexto resulte en un desvío de la causa al fuero federal. El último viernes recibieron una amable visita provincial advirtiéndoles que en boca cerrada no entran recusaciones.

Los que hablan encantados y con todo el mundo son los superespías de la SIDE K, que forma parte de una mesa de crisis en la fiscalía descentralizada, y juegan al buraco con los megaespías de la Federal. Cada vez que los fiscales citan a un testigo de identidad reservada, ellos aparecen silbando bajito alrededor, al punto que se presentó una queja pidiendo que se trasladaran a La Plata o Vicente López, pero todo quedó en la nada después de un llamado de Aníbal F.

La actividad de los espías no debe compararse a la de Kiefer Sutherland en un capítulo de 24: ellos sólo les cuentan a sus jefes lo que está pasando y acercan papelitos con nombres de miembros del PAUFE para pincharles los teléfonos. Todos menos uno: al día siguiente de la desaparición de Gerez, mientras los investigadores se encontraban en casa de Altamirano, un ignoto señor entró al domicilio de la esposa de Gerez en San Fernando: Mirta Praino trató de averiguar quién lo había enviado; los investigadores dijeron que ellos no, y la SIDE dijo que ellos tampoco. Cuando Prai-no volvió al living, el tipo había escapado con tanta astucia que olvidó su agenda, y alguien pudo anotar la chapa de su automóvil. Durante el fin de semana los peritos trabajaron en su agenda, y según pudo saberse a última hora del viernes, el auto pertenece a la Presidencia de la Nación.

¿PUEDEN VENIR A JUGAR MIS AMIGUITOS?

Las escuchas en el caso Gerez no representan un caso de hostigamiento al entorno de la víctima, son parte de los pasos automáticos que se realizan ante un secuestro: se intervienen los teléfonos a la espera de un pedido de rescate. Claro, los familiares y amigos desconocían este punto. La mayor parte del entorno del albañil se encuentra hoy investigada por “falso testimonio”. La pregunta es lógica: si mintieron en algo menor, ¿por qué no van a hacerlo en algo mayor? ¿Cuál es la utilidad o qué se oculta detrás de mentiras evidentes?

Estos son los actores de reparto:


Jorge de San Antonio Altamirano: amigo y compañero de militancia de Gerez, dueño de la casa donde iba a comerse el asado.


Mirta Praino: esposa de Gerez.

Orlando Ubiedo: titular de UATRE, gremio de los trabajadores rurales, y además, avicultor. Fue otro de los testigos contra Patti en el Congreso. Ex integrante de Montoneros y miembro de la JTP (Juventud Trabajadora Peronista). Tuvo trascendencia pública en los noventa, al denunciar el uso del pesticida Paration en los campos de floristas de la zona, causa que se tramitó en el juzgado de Roberto Marquevich y culminó con la detención de los quinteros. Años después, Ubiedo amenazó a otro grupo con una denuncia similar ofreciendo silencio a cambio de una coima, pero fue grabado y estaban marcados los billetes del “retorno”. Estuvo, por este hecho, preso cinco años en Olmos.
Fue precisamente Ubiedo quien, el año pasado, se acercó a la fiscalía para denunciar diversas amenazas contra su amigo Gerez: armas que le apuntaban, autos que se le cruzaban en plena calle. En su declaración, Ubiedo denunció a Patti vinculándolo con los hechos. La fiscal Molinari recibió la denuncia, instruyó a la DDI local para que investigara y citó a Gerez, quien no ratificó ninguno de los hechos denunciados por Ubiedo. La causa fue archivada.

Emilio Pérsico: su abuelo y su padre crearon los helados Pérsico y sus tíos inventaron la marca Freddo.

Comenzó a militar en Montoneros a los 14 años. El mismo se presenta como uno de los fundadores de Quebracho, aunque sus miembros lo repudian y aseguran que tuvo un “fugaz paso” entre 1996 y 1998, y es actualmente vicejefe de Gabinete de Felipe Solá, cargo al que llegó de la mano de Aníbal F. y sus aspiraciones a gobernador a.S. (antes de Scioli). Fuentes de la Provincia aseguraron a PERFIL que Pérsico fue, hace años, socio del propio Gerez en un taller mecánico en Don Torcuato.

Desde el sector de Patti denuncian que Pérsico, curiosamente, estuvo en Escobar un día antes y un día después del secuestro. Quien en efecto se trasladó hasta allí y lo hizo públicamente como muestra de preocupación del Gobierno fue el ministro del Interior, Aníbal F.

Alberto Fernández de Rosa, actor, protagonista entre otros filmes de Los bañeros más locos del mundo y de Chiquititas, miembro del PJ de Escobar y virtual vocero de Gerez durante todo el conflicto. “Les pido que no le pregunten por lo que le hace mal”, solicitó a cada periodista que se acercó a Gerez.

ABUELITA, QUE VOZ TAN GRAVE TIENES…
Estas fueron algunas de las frases dichas por teléfono en el entorno de Gerez:
“Buscá en los galpones con la SIDE, que eso nos pone bien con Kirchner” (de Pérsico a Gerez).

“Hay que atajar el gol, nos están por hacer el gol. No declares. No vayas” (Gerez).

“Hay que llenarle el casete a la fiscal general” (de Pérsico, cuando se enteraron de la existencia de las escuchas telefónicas).

Se le preguntó a Altamirano si entre los días 27 y 28 de diciembre abandonó Escobar, a lo que respondió que no. También dijo que sus teléfonos son de uso privado y nunca los presta a nadie. Investigaciones posteriores permitieron descubrir que Altamirano a la 0.23 del día 28 estaba en la localidad de Matheu, y en Garín –donde apareció Gerez– a las 3.10 del mismo día.
Testigo Domingo Rivainera: ¿Sabés qué? Recién me volvió a llamar la fiscalía. No sabés qué hinchapelotas…

Altamirano: Y… ya sabés lo que te van a preguntar, ¿no? A quién le avisaste primero, si me dijiste a mí que Luis había aparecido. Bueno, deciles que sí porque yo ya les dije que fuiste vos el que me avisó.

Rivaneira: Sí, sí… y yo te avisé por teléfono o ¿cómo?

Altamirano: Sí, vos me avisaste por teléfono.

“Che, hoy tenés una citación en la fiscalía, hoy a la 1. El tipo tiene orden de esperarte acá, así que no aparezcas hasta las cinco de la tarde” (De Gerez a su esposa, Mirta Praino).

Gerez: Che, ¿cómo sería el tema para poder evitar ir a declarar?

Dr. Capandegui: No, eso no se hace con el abogado, podemos pedir algún certificado médico, siempre es bueno tener algún médico conocido que nos pueda hacer un certificado, que la persona no puede declarar porque tiene presión alta, estrés, lo que sea. (Capandegui es abogado de la secretaria de Derechos Humanos de la Provincia.)

Y un último aporte de la SIDE, que pierde el pelo pero no las mañas: intentó acercar a la investigación a un testigo “fundamental”, ex agente de tránsito que estaba tomando mate en la calle, vio pasar un auto con vidrios polarizados a 90 kilómetros por hora, y a través del espejo creyó reconocer la nuca del chofer de Patti: la versión masculina de María Nicolasa Romero, la enfermera policial de la causa AMIA, única testigo que vio la Trafic.

Y COMIERON PERDICES


—Está todo bien. Está todo muy bien –el ministro Arslanian es optimista por naturaleza y obligación del cargo, pero en este caso el “todo bien” parecía tener un peso particular. Eran las 6 de la tarde del viernes y, de pronto, había decidido suspender sus vacaciones y volver al despacho.

—Esta tarde dijo que era optimista sobre lo de Gerez, queríamos saber si había alguna pista nueva –le preguntó un miembro de este equipo a una fuente de la Gobernación bonaerense.

Al rato, la misma fuente contestó: “Dice que está todo bien”.
Dos horas después, las cámaras de Canal 7 transmitían el discurso del Presidente: habló sobre la impunidad y pidió que el albañil apareciera. Dijo que no se iba a dejar extorsionar. Y Gerez apareció a la media hora. Un emotivo ejemplo del poder de la palabra.

INVESTIGACION: J L / ROMINA MANGUEL / JAVIER “DJ” ROMERO

Informe de LE MONDE Diplomatique.

Ruptura de relaciones entre Ruanda y Francia

SOSPECHOSAS ACUSACIONES CONTRA EL RÉGIMEN DE KIGALI

Los pedidos de captura lanzados por un juez francés contra personalidades ligadas al poder ruandés -acusados de haber desencadenado el genocidio de 1994- provocaron la ruptura de relaciones entre París y Kigali. Ruanda se escuda en una historia oficial y Francia busca hacer olvidar sus lazos con el régimen racista del ex presidente Juvénal Habyarimana

Por Colette Braeckman
Periodista, Le Soir (Bruselas).

Kigali se atrevió. Después de doce años de moderación, durante los que disimulaba mal la desconfianza, si no el aborrecimiento, a mediados de noviembre de 2006 el gobierno ruandés rompió relaciones diplomáticas con París.

Fueron retirados los embajadores, el centro cultural francés quedó clausurado y la escuela francesa cerró. La prensa local tradujo los sentimientos oficiales, en los cuales el rencor rivaliza con la indignación. El motivo de la ruptura es la orden del juez antiterrorista Jean-Louis Bruguière, transmitida al ministerio público de París el 17 de noviembre, donde le pide emitir nueve órdenes de captura internacional contra miembros del entorno del presidente ruandés Paul Kagame.

Hasta el momento, París se ha contentado con notificarse de la ruptura, recordando el principio de separación entre el poder político y el poder judicial. Sin embargo, en este caso, tanto en Ruanda como en Francia, cabe dudar de la realidad de esa separación.

Entre las personalidades a las que apunta el juez Bruguière se encuentra el general James Kabarebe, jefe de estado mayor del ejército, Faustin Nyamwasa Kayumba, embajador de Ruanda en India, Charles Kayonga, jefe de estado mayor del ejército de tierra y varios militares y altos funcionarios. Aunque las autoridades judiciales no han discutido la decisión del juez, se han negado a emprender acciones contra el propio jefe de Estado ruandés. A los “inculpados” se les impondrán restricciones para su desplazamiento al extranjero y particularmente a los países europeos.

Desde 1998, a pedido de las familias de los tres miembros de la tripulación francesa, el juez antiterrorista está a cargo de una instrucción sobre el atentado contra el avión del presidente ruandés Juvénal Habyarimana, derribado el 6 de abril de 1994, a las 20 horas treinta minutos, cuando a su retorno de Dar es Salaam (Tanzania), estaba en la fase de aproximación al aeropuerto de Kanombe (Kigali). En las semanas siguientes, fueron masacrados un millón de tutsis y de hutus moderados que se oponían al genocidio.

En ocho años el juez procedió a cincuenta audiencias cuya síntesis entrega en una resolución de 64 páginas, donde se concluye en la posible complicidad de Paul Kagame. A la cabeza del Frente Patriótico Ruandés (FPR), en esa época Kagame dirigía la oposición armada al régimen de Habyarimana. Yendo más allá del simple enunciado de los hechos, el juez emite una consideración muy política: estima que el general Kagame, al elegir la opción del atentado, “optó deliberadamente por un modus operandi que, en el contexto particularmente tenso de Ruanda, no podía sino acarrear, como reacción, represalias sangrientas”.

En otras palabras, el razonamiento del magistrado francés, ya desarrollado en ocasión de “filtraciones” con las que se había beneficiado el periodista Stephen Smith (en marzo de 2004) y el escritor Pierre Péan (en 2005) (1) se sostiene en tres puntos: 1) a la cabeza del FPR, compuesto de exilados tutsis que operaban desde Uganda, el general Kagame dio la orden de derribar el avión de su enemigo; 2) este atentado fue la señal para el inicio del genocidio; 3) su intención era tomar el poder a cualquier precio, aun cuando sabía que los tutsis que vivían en el interior de Ruanda corrían el riesgo de ser víctimas de matanzas.

En definitiva, y como conclusión, Kagame y los suyos son los verdaderos responsables del genocidio de los tutsis. Lo que había que demostrar.

No es de extrañar que este silogismo haya provocado la indignación de Kigali. Si se aceptara la tesis del juez Bruguière, podría alimentar el resentimiento de los supervivientes, ya que daría a entender que los tutsis que vivían en Ruanda antes de la toma del poder por el FPR habrían sido sacrificados deliberadamente.

Esta tesis atenta también contra los propios fundamentos del régimen: recordando sistemáticamente su rechazo a la intervención de la “comunidad internacional” en 1994, el FPR invoca haber puesto fin al genocidio y haber derrotado militarmente a las fuerzas que lo habían desatado.

También reivindica haber eliminado de la nueva Constitución ruandesa las referencias étnicas, calificadas como “divisionistas”.

Además, la voluntad de garantizar a cualquier precio la seguridad de los ciudadanos ruandeses y de impedir cualquier retorno ofensivo de las “fuerzas genocidas” es lo que incitó al ejército ruandés a llevar la guerra a la República Democrática de Congo (RDC), un país vecino, y a ocupar durante varios años amplias porciones de su territorio.

Estimando que los tribunales militares nacionales, que ya sancionaron crímenes cometidos por soldados y oficiales del FPR, representan una instancia suficiente, y negándose a poner en un mismo plano los actos de genocidio y de guerra, Kigali rechazó siempre que el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) instalado en Arusha (Tanzania) se hiciera cargo de las exacciones y matanzas cometidas por las tropas del FPR en 1994 o durante la guerra en la RDC, y nunca dudó en ejercer presiones sobre la justicia internacional, reteniendo, por ejemplo, a testigos llamados a Arusha.

Kigali se niega a considerar la acción del juez Bruguière como una iniciativa judicial aislada. A pesar de los esfuerzos de acercamiento desplegados por el último embajador de Francia en Kigali, Dominique Decherf, en acuerdo con el ministro francés de Relaciones Exteriores, Ruanda piensa que desde hace doce años Francia no sólo mantiene su cooperación en un nivel mínimo (2 millones de euros) sino que trata de sabotear al nuevo régimen denigrándolo, entre otras cosas, ante las instituciones financieras internacionales y rechazando numerosas ofertas africanas de mediación.

Desde el punto de vista francés, es evidente que Ruanda sigue siendo un desafío arduo. La polémica en torno al atentado contra el avión presidencial, que tuvo repercusiones extravagantes, como el descubrimiento (luego desmentido) de la caja negra del avión en un placard del edificio de Naciones Unidas en Nueva York, tiende a veces a ocultar una cuestión mucho más fundamental: el apoyo del ejército francés a las fuerzas que cometieron el genocidio.

Según Gabriel Périès y Davis Servenay (2), este apoyo se intensificó después de que se desencadenara la guerra de 1990, pero estuvo precedido por una preparación ideológica durante la cual quienes llevaron a cabo el genocidio, como el coronel Théoneste Bagasora, habían estudiado en París los mecanismos de la lucha antisubversiva.

Parece que durante la guerra (1990-1994) llevada a cabo por el FPR contra el régimen de Hagyarimana, militares franceses armaron y entrenaron a las fuerzas gubernamentales y que, a pesar de los acuerdos de Arusha, de agosto de 1993, “cooperantes militares franceses” se quedaron en el país. En 1998, una misión de Información Parlamentaria dirigida por Paul Quilès liberó ampliamente a París de las acusaciones de apoyo a las fuerzas genocidas, sin que por eso se extinguiera la polémica.

Existe el riesgo de que la polémica sea reactivada por nuevas revelaciones de testigos ruandeses ante la Comisión de Investigación Nacional encargada, según el título oficial (y sin equívoco sobre las intenciones de los investigadores) “de determinar el involucramiento de Francia en el genocidio”.

Durante las sesiones públicas que se desarrollaron en Kigali en diciembre 2006, ex miembros de las fuerzas gubernamentales y milicianos que participaron en el genocidio, declararon que “instructores franceses” los habían formado en el manejo de armas tales como morteros, y también en el combate cuerpo a cuerpo o con armas blancas. Aseguraron, apoyándose en ejemplos, que las entregas de material militar traído de Francia continuaron durante el genocidio, a través de la ciudad congoleña de Goma, y explicaron largamente las ambigüedades de la Operación Turquesa (3), durante la cual prosiguieron las matanzas en varios lugares, como, por ejemplo, en la colina de Bisesero.

Una sóla hipótesis

Varios libros y documentales, entre ellos Tuez les tous (4) (Mátenlos a todos), realizado en 2005, así como una Comisión de investigación de ciudadanos, mencionaron esta participación francesa, suscitando en Francia la indignación de miles de militares y del sistema de informaciones. La decisión del juez Bruguière representa entonces el punto culminante de una dolorosa polémica, y plantea varias preguntas.

La primera se refiere, evidentemente, a la eventual parcialidad de la instrucción del magistrado francés.

De las cinco hipótesis que se le ofrecían, él sólo eligió una: demostrar la responsabilidad del FPR en el atentado. Para lo cual, desde su oficina parisina, el juez privilegió a los testigos que corroboraban su tesis: 1) oficiales del ex ejército ruandés que en esos días comparecían ante el TPIR, donde eran acusados de genocidio; 2) el capitán Paul Barril, ex dirigente del Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional (GIGN) que en mayo de 1994 estuvo destacado en misión en Ruanda por cuenta de la viuda de Habyarimana; pero que, según sus propios dichos, habría estado también en Kigali en abril, en el momento del genocidio; y 3) tránsfugas del Frente Patriótico Ruandés refugiados en Europa y Estados Unidos.

Considerado por el juez como testigo principal, el más locuaz de esos tránsfugas es el mayor Abdul Ruzibiza, al que ya habíamos encontrado en Kampala (Uganda) en junio de 2003. Presentado a la Dirección General del Servicio Exterior (DGSE, servicio de información francés) por los servicios de seguridad de Uganda, fue llevado a París, dio su testimonio al juez Bruguière y luego recibió asilo político en Noruega, donde sigue residiendo.

Sus superiores jerárquicos en el ejército ruandés, entre quienes se cuenta el general James Kabarebe, aseguran que Ruzibiza, un auxiliar de enfermería formado en el puesto de trabajo, se encontraba en abril de 1994 en Byumba, en el norte del país, y que dado su rango jerárquico, queda excluida la posibilidad de que haya participado jamás en una reunión del Estado Mayor del FPR.
Pero sobre todo, Ruzibiza no teme contradecirse: aun cuando había asegurado inicialmente haber formado parte del “network commando”, autor del atentado, hoy afirma que no era más que un técnico infiltrado, encargado de efectuar patrullajes de reconocimiento en la colina de Masaka, desde donde se efectuó el disparo contra el avión (5).

Reconoce no haber estado más de una hora con el juez de instrucción francés. Otro testigo, Emmanuel Ruzigana, se excusó. Después de la publicación de la decisión judicial, le escribió al magistrado para precisar: “Usted me atribuye falsamente la pertenencia a ese network commando, un grupo cuya existencia yo había negado”.

Sin embargo, las exposiciones de estos dos testigos clave fueron las que le permitieron al magistrado concluir que un comando del FPR, entre los cuales había dos tiradores, abandonó la sede del Parlamento ruandés donde estaba acantonado un destacamiento de 600 hombres del FPR, y tomó posición en la colina de Masaka para vigilar la llegada del avión presidencial y luego, una vez terminado el operativo, volvió a su base en taxi. No sin haber dejado en el lugar del crimen dos lanzadores que luego permitieron identificar los misiles utilizados, dos Sam-16 de origen ruso, que habrían sido puestos a disposición del FPR por su aliado ugandés.

Si el juez francés se hubiera desplazado en comisión rogatoria al terreno de los hechos, habría descubierto que la colina de Masaka se encuentra en una prolongación de la pista del aeropuerto y del campo militar de Kanombe, y que en esa época era un feudo de la guardia presidencial de Habyarimana, compuesta por los más duros del régimen. Hubiera encontrado en el lugar testigos que le hubieran señalado que en el momento de los hechos, en los pocos kilómetros que separan el Parlamento del lugar desde donde presuntamente partió el disparo, se habían erigido no menos de siete barreras, en las cuales esta guardia presidencial, en alerta máxima, controlaba severamente las identidades de las personas que transitaban y el paso de vehículos.

¿Cómo los tutsis, físicamente muy reconocibles, habrían podido abandonar primero sin dificultades el recinto del Parlamento ruandés, custodiado por los Cascos Azules de la Misión de Naciones Unidas para la Asistencia a Ruanda (Minuar), y luego franquear todos los puestos de control custodiados por sus peores enemigos?

Suponiendo que hubieran llegado vivos a Masaka, habrían tenido que disimularse entre el orfanato Sainte Agathe -que alojaba a los protegidos de la esposa del presidente y era defendido por la Guardia Presidencial- y el lugar denominado “la Ferme” (la chacra), un dominio que también pertenecía al jefe de Estado y al cual sólo tenían acceso la guardia presidencial y los militares franceses. Las dos vías de acceso a Masaka (la ruta Kigali-Kibungo y un camino adyacente), erizados de retenes de control, se extienden a lo largo de dos pantanos imposibles de atravesar en automóvil.

El origen presunto de los misiles es otro tema polémico. El juez, que viajó en comisión rogatoria a Moscú, asegura haber podido identificar un lote de 40 misiles fabricados en la ex-URSS y entregados a Uganda. El presidente ugandés Yoweri Museveni los habría cedido enseguida al FPR.

El informe de identificación y las fotos de esos lanzamisiles están tomados de documentos elaborados por la Misión de Información del Parlamento francés. La dificultad consiste en que después de haber hecho pericias de esas fotos y constatado que los misiles se encontraban todavía en los lanzadores y, por lo tanto, no habían sido disparados, la Misión concluyó que hubo una probable manipulación.

Además, estas conclusiones no tienen en cuenta informaciones que fueron comunicadas al tribunal de Arusha durante el proceso del coronel Théneste Bagosora, considerado como el “cerebro del genocidio”.

Documentos producidos en esa ocasión demuestran que desde 1992, el ejército gubernamental ruandés, temiendo un ataque aéreo proveniente de Uganda, trataba desesperadamente de adquirir misiles tierra-aire y había contactado a varios proveedores.

Una oferta detallada, producida en Arusha y que provenía del Ministerio de Defensa de Egipto, ofrecía un lote de 100 misiles y de 20 lanzadores, provenientes de la ex-URSS y de Bulgaria. Aunque siempre se dijo que las fuerzas gubernamentales no poseían misiles y no habían aprendido a usarlos, desde entonces quedó establecido que trataron por todos los medios de procurárselos.

Por otra parte, en una conferencia de prensa celebrada el 31 de noviembre de 2006, el portavoz del TPIR, Everard O’Donnell, parece asestar una áspera desmentida a la decisión del juez Bruguière. Recordando todos los juicios ya realizados por el TPIR, señala que en cada oportunidad los jueces concluyeron en la realidad de “una conspiración planificada y sistemáticamente organizada con el propósito de cometer un genocidio”. Los asesinatos y luego las matanzas, que en algunos lugares habían comenzado antes del 6 de abril, no pueden ser considerados como “una reacción espontánea” por la muerte del presidente Habyarimana.

El portavoz del TPIR recuerda también que la colina de Masaka y el lugar del derribamiento del avión estaban en ese momento controlados por la guardia presidencial, y que ésta le impidió a todo el mundo, incluyendo a los Cascos Azules belgas, acceder a los restos del avión. El portavoz señala también que una vez hallados los lanzadores de misiles, fueron confiados al Ministerio de Defensa del gobierno interino, bajo la autoridad del coronel Bagosora, que los envió a Gisenyi, en la frontera congolesa.

De estos diversos testimonios puede concluirse que si el FPR podía efectivamente haber tenido misiles en su poder, las fuerzas gubernamentales también podrían haberlos adquirido. Y que, aunque se había establecido que no disponían de tiradores de elite en sus filas, habrían podido recibir la ayuda técnica de expertos extranjeros. Este es, precisamente, el testimonio que, desde hace doce años, repite el belga Paul Henrion.

Ex militar, reciclado en realizador de obras públicas, este hombre que vivió más de treinta años en Ruanda, mantuvo su entrada al ámbito presidencial y recuerda que pasando por Masaka, el 6 de abril por la mañana, notó que había militares que habían tomado posiciones, dotados de un cañón anti carros de asalto.

Al volver a pasar por el lugar a la tarde, observó que esos hombres seguían allí, observando el cielo. Notó entonces un detalle que ya lo había sorprendido a la mañana: esos hombres, con uniforme de la guardia presidencial, llevaban sin embargo su gorra de una manera no habitual, inclinada hacia la derecha, como suelen hacerlo las fuerzas francesas, mientras los belgas y los ruandeses la inclinan hacia la izquierda. Desde ese momento, se plantea la pregunta de si algunos extranjeros se habrían disimulado entre las filas de la guardia presidencial (6).

Al leer la decisión del juez Bruguière, también impacta constatar que este texto, fruto de ocho años de trabajo, tiene numerosos errores, menores tal vez, pero que indican una cierta ligereza en su elaboración: la sigla de la Radio Televisión de las Mil Colinas, que alentaba a matar, no está escrita correctamente; y los milicianos hutus interahamwe se convierten en “interahawe”, mientras que la mayoría de los acusados, altos dignatarios del régimen ruandés, son presentados como de “nacionalidad desconocida”.

¿Por qué el juez Bruguière eligió publicar en noviembre de 2006 una investigación cerrada desde hacía dos años, ya ampliamente mediatizada, violando el secreto de la instrucción, y no la modificó teniendo en cuenta las nuevas informaciones provenientes de Arusha? ¿Por qué el magistrado, que se prepara para dejar la carrera judicial, y que está considerando presentarse en las próximas elecciones legislativas francesas del 10 y 17 de junio de 2007 en las listas de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), habría decidido cerrar todas sus actuaciones, entre las cuales está la investigación ruandesa?

Denuncias admisibles

Es forzoso constatar que esa piedra en el agua, cuyas consecuencias parecen haber consternado al Quai d’Orsay, fue saludada con entusiasmo en los medios militares franceses.

En efecto, están en curso varios procesos engorrosos. Desde hace dos años, están radicadas en el Tribunal Militar denuncias presentadas por seis víctimas del genocidio, en contra de militares franceses que participaron en la Operación Turquesa. Cuatro de esas denuncias fueron juzgadas admisibles.

Uno de los denunciantes, el ex seminarista Bernard Kayumwa, que estuvo refugiado en la colina de Bisesero, le reprocha a los franceses haber descubierto, el 27 de junio de 1994, a su grupo de tutsis sobreviviente y prometido enviar ayuda. En realidad, “después de su partida, la población convergió hacia nosotros con machetes, y los gritos y las explosiones debían oírse hasta Kibuye. Muy debilitados, perdimos más gente todavía . Cuando los franceses volvieron el 30 de junio, nos quitaron nuestras armas tradicionales y nos llevaron hacia Kibuye. Pero a los Interahamwe los dejaron dirigirse hacia el bosque con sus armas.”.

Aun cuando París recuerda que lo judicial y lo político están separados, eso no impide que, en dos oportunidades, el Magisterio Público se haya opuesto a que el Tribunal Militar llevara la investigación sobre el terreno.

El efecto colateral de la ruptura de las relaciones diplomáticas, consecutivo a la ordenanza del juez Bruguière, es que ahora cualquier investigación será imposible en Ruanda.

El segundo procedimiento que puede inquietar a Francia se desarrolla en Ruanda, y la crisis actual sólo puede estimular el celo de la Comisión de Investigación Nacional, que obtuvo el acceso a los archivos de los ministerios ruandeses de Relaciones Exteriores y de Defensa, y que recibe declaraciones de numerosos testigos.

La síntesis de los trabajos de la comisión ruandesa debería apoyar las acusaciones ya realizadas en Kigali y esto representará un nuevo episodio de la guerra de palabras a que se han entregado en este momento Francia y Ruanda.
Más allá de las acusaciones cruzadas, el problema entre ambos países es también de orden psicológico, ya que el ejército francés no soportaría haber fracasado ante el FPR, que en julio de 1994 se apoderó del poder en Kigali sin haber consentido negociar con los aliados de París.

Y desde el punto de vista ruandés, no sólo se le reprocha a Francia el apoyo que le diera a las fuerzas genocidas en un pasado no tan lejano, sino también el hecho de que las autoridades francesas, a diferencia del primer ministro belga Guy Verhofstadt, del presidente estadounidense William Clinton, y del secretario general de la ONU Kofi Annan, no hayan hecho nunca un acto de contrición. Esto es percibido como una perseverancia en el error.

Notas:

1 Le Monde, París, 28-3-04; Pierre Péan, Noires Fureurs Blanc Menteurs, L’Esprit Frappeur, París, noviembre de 2005.

2 Gabriel Périès y David Servenay, Une guerre noire. Enquète sur les origines du genocide rwandais (1959-1994), La Decouverte, a publicarse el 25-1-07.

3 Oficialmente la Operación Turquesa decidida con el aval de la ONU en julio de 1994 tenía un objetivo humanitario. Sin embargo, la acción del ejército francés siempre fue cuestionada: en realidad habría demorado la marcha del FPR que ponía fin militarmente a las matanzas, y permitido la evacuación de los criminales.

4 Raphaël Glucksmann, David Hazan y Pierre Mezerette, Tuez les tous, Dum Dum Films y La Classe Americaine, 2004.

5 Libération, París, 28-11-06.

6 El supuesto móvil de los franceses es el siguiente: el presidente Habyarimana, bajo la presión internacional, había terminado por aceptar que se constituyera un gobierno de transición. Lo compondrían ministros surgidos del FPR. Pero este acuerdo sobre todo hubiera abierto el camino a la reforma del ejército, el 40% de cuyos efectivos, soldados pero sobre todo oficiales, provendrían del FRP. Más jóvenes, mejor formados, más combativos, rápidamente podrían suplantar a oficiales como Bagosora y otros y sobre todo su presencia habría impedido algunos tráficos realizados por el clan presidencial y sellado la partida definitiva de los colaboradores militares franceses, que habían terminado por abrazar la causa ruandesa. En Kigali, en vísperas del 6 de abril, muchos observadores presentían la “rendición” de Habyarimana y temían que sus días estuvieran contados. Es lo que explica que la responsabilidad del atentado haya sido atribuida a los extremistas Hutus, que liquidaron rápidamente a todos los Hutus moderados que hubieran podido aplicar los acuerdos.

C.B.

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