Ser “facho” es más fácil

Un nuevo artículo de nuestra columnista estrella M.E.T.


Los conceptos teóricos tienen frecuentemente el destino de que en el curso del tiempo son modificados tan considerablemente que su valor científico tiende a ser altamente problemático.
Esto ocurre en gran medida con el concepto de fascismo, que tiende a ser, en su utilización, altamente confuso.

La necesidad de encontrar un concepto los más genérico posible para la designación de todos los movimientos autoritarios de derecha, opuesto al de comunismo, socialismo y sobre todo al de democracia, fracasa casi siempre debido a la complejidad de los fenómenos político-sociales y a su determinación histórica.
Pero como estamos muy lejos de plantear una discusión científica sobre el fascismo y su determinación conceptual y de contenido, hablaremos del “facho” tal y como se nos presenta desde el sentido común y tal como lo sufrimos en la vida cotidiana.
Además muy lejos estamos de llegar a concebir un término tal que pueda abarcar la comprensión de un movimiento social o corriente de pensamiento, ni nuestro más encarecido esfuerzo llegaría a tal propósito.

Bien es sabido que todo concepto, al ser utilizado, necesita de un previo desarrollo teórico a fin de dar cuenta de aquello a lo qué nos referimos cuando usamos dicho término analítico y a cual teoría social adscribimos en su empleo.

Pero, como se expuso anteriormente, carecemos, en este momento, de esa definición específica y, haciendo un uso inflacionario del concepto y forjando una derivación del término fascismo, consideraremos al “facho” como aquel sujeto al que, por su acción y su discurso, podremos caracterizarlo y denominarlo como tal: “facho”.

Quizá teóricamente no tengamos las herramientas ni intelectuales ni metodológicas para definirlo científicamente, pero es más que probable que cada uno de nosotros con solo imaginar alguno de los estereotipos de esta especie que nos ofrece la vida cotidiana daremos con el sujeto en cuestión. En relación a la adscripción teórica (en este contexto mejor sería decir política), será evidente al finalizar este argumento.

Este texto, plagado de sentido común y sin ninguna pretensión teórica seria ni en broma, no nace de la reflexión intelectual ni mucho menos, sino de una pregunta que surge habitualmente en conversaciones poco eruditas pero muy sentidas y apasionadas: por qué la gente es facha. De aquí surgió nuestra hipótesis: “la gente es facha porque ser “facho” es más fácil.

Argumentando esta respuesta creemos que el pensamiento del facho es ligero, banal, carente de análisis y ridículo; es en una palabra fácil, por eso es que prende, se disemina y se repite sin vergüenza. (Convengamos que no estamos hablando de un fascista de la “talla” de Schmit sino de “gente” como Feimman ( el malo), Gózalez Oro, Lita de Lázari, Cecilia Pando y de todos aquellos que reproducen esta perorata inmunda anónimamente).

He aquí nuestro argumento:

Decimos que ser facho es fácil porque esta especie de sujeto no busca respuestas certeras sino que acierta culpables, y no existe nada más cómodo que encontrar a quien o quienes crucificar, a quien cargar con la cruz de nuestros miedos, prejuicios y estupideces.

El pensamiento facho es fácil porque es placentero, porque emula una verdad acabada, cerrada, evidente; es grato porque es cómodo; es tranquilizante porque nos da la certidumbre de nuestra normalidad, nos hace iguales entre nosotros y al mismo tiempo distintos de esos “otros”, desagradables, demoníacos, “desaparecibles”.

La oración del facho es fácil porque es maniquea; es posible porque siempre tiene enemigos; es practicable porque postula la guerra ( y la hace); es verdadera porque representa lo que “la masa piensa” .

La arenga del facho prende porque da respuestas insustanciales a problemas complejos; tranquiliza porque se enfrenta al cambio y lo niega, se disemina porque se nutre de la ignorancia ( real y simulada) y la reproduce; es anestesiante porque aniquila la reflexión.

El pensamiento del facho es fácil porque es necio, es “bueno” porque es nacionalista, es comedido porque es católico, es “correcto” porque es “moral”.

El discurso del facho es fácil porque es práctico, es seguro porque es cobarde, es inquietante porque es alarmista, es potente porque es violento.

La conciencia del facho es tranquila porque se confiesa, no se perturba porque mira para otro lado.

La perorata del facho es fácil porque naturaliza las desigualdades, sacraliza las jerarquías y celebra el orden conservador; su contenido es a histórico, su utopía es el pasado reaccionario al que siempre desea volver, un estado eterno sin cuestionamientos.

La arenga del facho es fácil porque no se produce, se reproduce con fervor animal, no se cuestiona, no se problematiza, se traga y se repite.

El pensamiento del facho es fácil porque no analiza, no comprende, solo juzga y condena.

El discurso del facho es fácil porque lo reproducen Gonzalez Oro, Feimman, Lage, y ¿podrían ellos reproducir un discurso difícil, tener un pensamiento complejo?

Lo difícil en este asunto es que a fin de cuentas el pensamiento del facho es fácil pero también es eficaz,….es eficaz porque es fácil, aunque más allá de esto debamos saber que fácil o no el pensamiento del facho nunca es inocente.

Argentina 2 – México 1

Un rival más duro de lo esperado y el desempeño de nuestros jugadores que decepcionó un poco.
Pero ganamos. Sufriendo.
A mi no me cuesta tanto, soy de Racing. Por lo que el sufrimiento está relacionado estrechamente al futbol. No le tenemos miedo y hasta aprendimos a disfrutar el coraje de remontar lo difícil.
Hay que felicitar a México. Sorprendió con un juego inteligente, de mucha presión y con momentos de buen toque.
Se ganó, dejando dudas y con un gol impresionante.
En las fotos, el Gol de Máximiliano Rodriguez.












Orwelliana

Por Juan Gelman

El aparente suicidio de tres presuntos “enemigos combatientes” prisioneros en la base de Guantánamo ha multiplicado el número de altos funcionarios norteamericanos que repiten a George Orwell.

Como es notorio, el autor británico pintó en su novela 1984 el probable futuro de una Inglaterra dominada por el socialismo real y obligada a hablar un nuevo inglés, el “newspeak”.

Los propósitos de esta lengua peculiar –señalaba el escritor– eran cohibir cualquier pensamiento distinto al del poder, vaciar la materia del lenguaje tornándolo impreciso y, sobre todo, lograr que el discurso humano fuera lo más independiente posible del flujo de la conciencia. Dos destacados ejemplares de EE.UU. acaban de dar muestras excelentes de ese ejercicio.

El vicealmirante Harry B. Harris, comandante de la prisión de Guantánamo donde 460 sospechosos están enjaulados sin proceso ni investigación alguna de sus “acciones terroristas”, muchos desde hace más de cuatro años, tipificó el triple suicidio en estos términos:

“Son sagaces (los prisioneros), son creativos, son decididos. No les importa la vida, ni la nuestra ni la de ellos. Creo que no fue un acto de desesperación, sino un acto de guerra asimétrica contra nosotros” (tompai ne.com, 19/6/06). Eso. Suicidarse después de años de aislamiento, sin familia, sin enjuiciamiento, sin abogados, sin perspectiva alguna de salir en libertad y sometidos a bárbaras torturas –perdón, “apremios ilegales”–, es para el vicealmirante un acto de guerra sin duda “terrorista”.

Nótese la perversidad del elogio del victimario a las víctimas.
Sobre esos prisioneros pesan acusaciones vagas y sin mayor sustento, y documentos confidenciales obtenidos por la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) muestran algo bastante curioso: hasta el FBI ha protestado por los métodos que se aplican en Guantánamo y ha revelado que el Pentágono los conoce y los alienta.

En un memorando interno de fecha 30 de mayo de 2003 se especifica que el general Geoffrey Miller, entonces jefe del grupo conjunto de tareas “Guantánamo”, favorecía interrogatorios que los agentes del FBI consideraban de “cuestionable eficacia” y que podían suscitar fácilmente “información no confiable” (www.aclu.org, 23/2/06). Una preocupación profesional, pues.

El ACLU dio a conocer dos e-mails del FBI en los que se señala que las torturas son “aprobadas al nivel más alto del Departamento de Defensa” y por el subsecretario del Pentágono. Nadie los ha llamado a responder por esas violaciones manifiestas de los Convenios de Ginebra.

Una muy alta funcionaria del State Department encaró los presuntos suicidios desde otro lugar. “Es una buena jugada de relaciones públicas para llamar la atención”, asestó Colleen Graffy, subsecretaria asistente de Estado (ABC, 12/6/06).

Negó que fueran resultado de una desesperación sin límite, más bien se trató de “una táctica para impulsar la causa jihadista”. La señora Graffy es incapaz de pensar que en la situación de extrema indefensión de los prisioneros en Guantánamo, éstos sólo pueden resistir con el cuerpo a la deshumanización sistemática que les infligen y así lo han hecho mediante varias huelgas de hambre que fueron violentamente interrumpidas para alimentarlos a la fuerza.

La paradoja no es pequeña.

El miércoles 14, el jefe del Pentágono Donald Rumsfeld ordenó la expulsión de tres periodistas norteamericanos que se encontraban en Guantánamo por Los Angeles Times, el Miami Herald y el Charlotte Observer. El pretexto: los celos que iba a provocar a la competencia que sólo ellos pudieran informar sobre el supuesto triple suicidio.

“La abrupta expulsión refleja las continuas tensiones entre el personal militar que vigila la base y los periodistas que tratan de reunir información (y) se han quejado porque les prohíben entrevistar a los prisioneros, sus movimientos en la base sonestrechamente vigilados y reciben poca información de la oficina de relaciones públicas” (The New York Times, 19/6/06).

Desde luego: ¿por qué el pueblo norteamericano debería enterarse de las atrocidades que se perpetran en Guantánamo? ¿O acaso no impera en EE.UU. la libertad de prensa?
Y quién sabe si los tres prisioneros se suicidaron o fueron suicidados. Sus cadáveres presentan señales de tortura y les han quitado órganos como el corazón y el cerebro, lo cual impide una autopsia que revele con certeza la causa de los fallecimientos.

En el documento “Estrategia de Seguridad Nacional 2006” se reitera la doctrina de los ataques “preventivos” a otros países y se subraya la importancia de fortalecer lazos con los aliados para combatir al terrorismo (www.whitehou se.gov, marzo del 2006).

Los hechos de Guantánamo irrumpen al mismo tiempo que una encuesta del Centro de Investigaciones Pew muestra que el prestigio de EE.UU. está pendiente abajo incluso en naciones amigas como el Japón, Gran Bretaña, Alemania y Francia (pewglobal.org, 13/6/06).

En la Estrategia se establece asimismo que “el avance de la libertad y la democracia y de la dignidad humana es la solución duradera del terrorismo transnacional de hoy”. W. podría empezar por casa.

Una buena noticia: Confitería "El Molino" Una nueva chance


El edificio de la confitería Del Molino podría ser expropiado y recuperado para transformarlo en un espacio cultural de la democracia si avanza un proyecto presentado hoy en el Congreso por el diputado nacional del kirchnerismo porteño Jorge Coscia.

Si bien nunca pude disfrutar de ese espacio tan tradicional de BS. As. desde pibe que estoy alucinado con su reapertura. La construcción art-noveau fue fundada en 1868 pero desde que se cerró en 1997 quedó a expensas de los estragos del abandono. En 2001 se intentó sacar una ley para expropiar el edificio pero no fue posible por la crisis económica-política que vivió el país.

Esperemos que ahora pueda salir rápido el proyecto.

Mundial de Máxima (Repetición de la historia)

Hoy jugó Argentina.

Y claro, después todos comentabamos eso.
En la calle, con amigos, en el café y en la mesa familiar.

Y mi vieja que me sorprende con un “¿No te parece un poco tonto eso? todos disfrazados, pintados y suspendiendo un país solo por un partido de futbol”.

Traté de explicarle las implicancias de la pasión futbolera en la cultura popular, pero no hubo caso.

“Es lo mismo que cuando eramos unos tontos con las banderitas en la calle mientras en la otra cuadra desaparecían y torturaban gente”. Me decía.

“Vieja, no podés ni comparar… nada que ver…, eso era otra cosa”.

“¿Es otra cosa?” me respondió.

Atribuyendo una clara incomprensión a mi vieja de algo super claro me vine a casa y me puse a pensar y a buscar algunos datos… lo que me llevo a preguntarme.

“¿Es otra cosa?”.

Les paso los datos que leí hace un rato.
Y uds diganme que opinan. ¿Es otra cosa?

  • 1 de cada 5 personas en el mundo viven con menos de 1 dolar por día. (ONE.org)
  • Cada 3 segundos muere un niño por causa de la pobreza y/o el HIV.(ONE.org)
  • Africa es la región en el mundo más afectada por el HIV/SIDA. En el Africa Subsariana más del 70 % de la población es portador del virus. (ONE.org)
  • Más de un billion de personas no tienen acceso al agua potable. (ONE.org)
  • Seis de los ocho países que integran el Grupo de los Ocho (G-8) se encuentran entre los 10 mayores exportadores de armas del mundo, y los ocho exportan grandes cantidades de las principales armas convencionales o armas pequeñas a países en vías de desarrollo. (Amnesty)

  • Al menos 2.148 personas fueron ejecutadas en 2005 y al menos otras 5.186 fueron condenadas a muerte. Estas cifras sólo reflejaban los casos de los que Amnistía Internacional tuvo conocimiento; las verdaderas eran sin duda más elevadas. (Amnesty)

  • En Estados Unidos, donde más de 1.000 personas habían sido ejecutadas desde que se reinstauró la pena de muerte en 1977, la número 1.000 era un caso leve de discapacidad mental. En Irán, al menos ocho personas fueron ejecutadas por delitos cometidos cuanto tenían menos de 18 años y, como mínimo, dos eran menores de 18 años cuando fueron ahorcadas. (Amnesty)

  • En octubre murieron al menos 33 presos durante un incendio registrado en el pabellón 16 de la Unidad Penitenciaria 28, situada en Magdalena, provincia de Buenos Aires. Según informes, los presos se habían manifestado en demanda de mejores condiciones. La mayoría de las víctimas murieron asfixiadas. Los informes indicaban que los guardias de la prisión habían cerrado las puertas al declararse el incendio; los presos de un pabellón vecino consiguieron liberar de las llamas a algunos de los atrapados.(Amnesty)

  • La mayoría de los países donde 1 de cada 5 niños muere antes de cumplir cinco años han sufrido un importante conflicto armado desde 1999 (Unicef)

  • Los niños y niñas que viven en los países más pobres corren mayor riesgo de quedar excluidos de la enseñanza primaria y secundaria (Unicef)

  • Se estima que hoy, 40 millones de personas viven con el VIH/SIDA. De éstas, 37 millones son adultos y 2.5 millones son niños menores de 15 años de edad. (UNAIDS/WHO)

  • e estima que en 2003, 5 millones de personas contrajeron el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) , incluyendo 4.2 millones de adultos y 700 000 niños menores de 15 años de edad. (UNAIDS/WHO)

  • Se estima que durante 2003 , el SIDA causó la muerte de 3 millones de personas, incluyendo 2.5 millones de adultos y 500 000 niños menores de 15 años de edad . (UNAIDS/WHO)

Muchas Risas. La Selección entrena divertida

Me gusta verlos reir.
No sé si ganarán o no.
Pero una selección que disfruta del entrenamiento es algo que me gusta.
Ya estaba podrido de esa postura super sufridora que veniamos teniendo.
Por un rato se olvidaron de las cámaras, de las publicidades, de las maquinitas de afeitar, los yogures, y todos lo millones que valen entre todos.
Y por un rato fue sólo futbol.
Y el fulbo es para pasarla bien.



Free culture and the internet: a new semiotic democracy

Por Elizabeth Stark

An enriching form of individual creativity and technology is inventing a new global space: the digital commons. Elizabeth Stark introduces a debate that explores the possibilities and challenges of a culture without borders – or owners.

Across the globe, from Peru to Croatia to Korea to South Africa, a new cultural space is emerging – the digital commons. In it, users are creating culture and knowledge, be it by blogging, making videos, remixing songs, or writing software. While it may manifest itself in different ways in different places, this movement, much like the nature of the internet itself, has become a truly global one, and has served to transcend barriers across cultures.

Many of these barriers are already breaking down – the lines between “amateur” and “professional,” and “user” and “creator” are becoming increasingly blurred. A little less than a year ago, I posted a mix of Brazilian Baile funk music on my blog.

This style of music, while quite well known in Brazil, had just recently been getting a lot of attention in the US and Europe. As a result, it was picked up by various other blogs, and tens of thousands of downloads later, it had made its way into the best mixes of 2005 in one of the premiere electronic music magazines, The Wire.

In many ways for me, it was a lesson in semiotic democracy and the grassroots, viral nature of the internet. I had merely published something to my blog, and without any further effort on my part, people around the world started listening to my mix. I had become a part of the digital cultural revolution without even realising it.

By posting my mix online and allowing others free access to it, I had entered the “cultural commons”, or a common space of cultural information that is available for the public at large to share, rework, and remix. For example, old books or films (before 1923 in the US) where the copyright has expired and is now in the public domain as well as the massive amount of knowledge contained in Wikipedia, the world’s largest user-created encyclopedia, would be a part of this growing pool of global information. As opposed to opting for traditional copyright, which would lock down a work and prevent such access or reworking, creators may opt for various licenses, including those of Creative Commons, to add to this knowledge space.

Brazil, despite its relatively strong copyright law on the books, has been a hotbed of commons-based activity in practice. The entire genre of Baile funk, which has emerged from Brazil’s ghetto-like favelas and has begun to pervade mainstream culture there, relies almost exclusively on remixing. Go to a Funk Ball, or Baile, in the favela of Rocinha in Rio de Janeiro, and you will likely recognize samples and snippets of a good amount of the music you hear – from Prince to New Order to 50 Cent.

What’s more, the music is created without any regard to copyright, and this is what allows it to flourish. Artists freely borrow and remix from others, and CDs are sold on the streets for little more than the cost of the production of the physical CD.

Artists don’t receive royalties from the CDs, but instead view them as promotion of their work and their performances, and some of the parties that are organised attract tens of thousands of fans. Needless to say, these Bailes can be extremely lucrative for the funk artists.

Brazil has also been extremely progressive in supporting open business models (or those that do not rely on restricting access to content or culture), has been active in patent-busting, and has generally viewed culture as a space to which citizens have a right to access, as opposed to a commodity to which consumers have a right to purchase.

A creative revolution

What the digital commons recognises is that creation is not produced out of a vacuum; we inevitably build upon the works of others, be it consciously or subconsciously. Thanks to advances in digital technology and communications networks, we are entering a new era of creative production. In the mid-to-late 1990s, the internet was viewed as having unlimited, even unrealistic potential as a medium for commerce.

Now, it has increasingly become a platform for cultural communication, with everything from citizen journalism via blogging to tagged photo albums via Flickr to melding together songs or movies via mashups. Yet much like the great failed hopes for e-commerce, some question whether this new digital cultural revolution will actually affect our culture in fundamental ways. While it will clearly morph and evolve in various and perhaps unexpected ways, this cultural revolution is here to stay.

The very heart of this revolution rests on a simple concept: semiotic democracy, or the ability of users to produce and disseminate new creations and to take part in public cultural discourse. You’ve all probably seen a YouTube video where someone is lip synching to a song or heard a mashup of two popular tracks, yet this new form of cultural creation goes far beyond faddish remixes or home videos. Users are by and large developing and posting their own “original” creations as well. (Original may be a misnomer, but let’s suffice it to say that examples such as blog posts, photographs, and songs written by a band are not blatant remixes.)

Anyone can now become a creator, a publisher, an author via this new form of cultural discourse, a platform to publish to the world at large that grants near instant publication and access. While the concept of, say, being able to post or comment on one’s blog may seem mundane at this point, if I had told you fifty years ago that you’d be able to publish something so that almost anyone, anywhere could read it instantly, it would have sounded like something out of a science fiction model.

Individual artists, producers, and musicians need no longer depend on the power of major corporations as producers or distributors. Take MySpace, where many new and up and coming bands have posted their music. Instead of relying on a record label, they can now gain exposure and disseminate their music via the site, where some bands have had sold-out tours or sold countless CDs thanks to their MySpace page.

Despite the increasing ease of doing so, though, we see that many professional creators are still relying on the publisher-centric business models of the 20th century. This will not last. We will see massive disintermediation in the next decade or so. More artists and creators will self-publish, and they will find ways to do so in a sustainable way, perhaps by selling mp3s on their website, opportunities for production work, or touring to a greater number of fans.

That’s not to say that everyone will become a professional, or that there won’t be a space for those who merely wish to create as a hobby. Yet the age of the superstar is set to decline. As more people have more access to culture that interests them, coupled with the proper tools to get them there, it is highly likely that they will not all gravitate toward the same megastars. Throughout the last fifty years, culture in the western world has primarily been filtered by a few major corporate entities, sometimes looking for the next best thing, and increasingly trying just to recreate it. The digital cultural revolution, if it materialises, will enable us to forgo those filters and seek out more of what we like, or perhaps enable us to discover something we love, but would have never known it otherwise.

Threats to progress

Yet as we enter this era of democratic cultural production, the law is increasingly out of touch with reality. There’s a complete lack of congruence between what is on the books and what is actually happening in the real (or digital) world. The vast majority of the remixes out there, believe it or not, are illegal. Ranging from video lip synching to recreating film trailers, they infringe the copyright law that has been harmonized throughout most of the modern world.

In fact, just last week the Recording Industry Association of America (RIAA) announced that it would start tackling the “problem” of users creating videos that infringed on their copyrighted works. (Bands sign away the copyright to their recorded works in virtually all major label contracts, leaving it in control of the labels.) As a result, they have sent “cease and desist” letters to those who have made the videos, and they are working with YouTube to develop technologies to identify their music in such videos so that it can be taken down.

It’s quite interesting, then, that these are the same record companies that spend hundreds of millions of dollars on advertising and marketing, and yet when such users are arguably doing so for free, they immediately seek to put a stop to it under the guise of “intellectual property” violations. Music videos are primarily utilized for the promotion of CD sales to begin with, and it is completely conceivable that such videos would serve as a benefit to the owners of the music as an albeit unintentional yet effective tool of marketing and advertising.

Further, digital rights management (DRM), or technologies that restrict access to a particular digital work, such as not allowing users to print pages of eBooks or make a copy of a digital music file, poses a serious threat to the development of the digital commons.

Laws have traditionally allowed for fair uses of copyrighted works, whereby an author can, for example, take a clip or excerpt of a work for artistic, critical, or educational use, or record a copy of a TV programme for later viewing. Technologies such as DRM stand to prohibit such legally granted rights, and laws that prohibit the circumvention of these access control measures can even stand to criminalise what would otherwise be a completely legal use (for example, getting around the technological access controls in an eBook of a public domain work would be a violation of such laws).

The increasingly burdensome application of copyright law to uses that were previously given a blind eye, such as quick clips of other videos in documentaries or songs with 3-second samples from others, stands to pose serious burdens to creators, while the fear of potentially getting sued has resulted in the stifling of creative work that makes even legal uses of others’ works. So as we have an increasing amount of culture produced that completely disregards copyright, it has been coupled with a backlash from those that view such creation as a threat to their current business models.

The implications of the backlash can be seen in the example of a song called Amen Brother released by a soul band called The Winstons. It contained an irresistible drum riff, one that would later capture the minds and ears of producers and the listening public at large. A multi-second portion of the song, what has become to be known as the Amen Break, was discovered by hip-hop artists in the 1980s and utilised to produce the underlying beat that has been in countless songs since.

In fact, an entire genre of music, known primarily as drum’n’bass, is almost completely reliant on this portion of the song that lasts less than 20 seconds. Luckily for us, this music developed in a culture where sampling was a new art aided by the development of samplers, or machines that allowed the replaying and modifications of portions of audio tracks, and where artists were able to essentially freely sample and borrow from others.

A remixed future?

In the last several years, this golden era of sampling has come to a close, with courts in the US declaring that a mere three-second sample is sufficient to constitute a copyright violation, and that any sample of a digital recording whatsoever, even lasting a millisecond, would be an infringement of copyright. If the laws of today had been exercised twenty-five years ago, hip-hop, among other genres, may very well not exist today as we know it.

While the legal threats to the digital commons are often the expression of business or corporate interest, different concerns arise. Some worry about the dangers of having such an explosion of available culture and knowledge, and these concerns are not without merit. We are increasingly entering an age where we have too much information and too little time, perpetual multitasking with shortened attention spans.

Sifting through the information and the culture, especially when there may be a lot of stuff out there that is just plain bad, is not an easy task. There is thus an ever-increasing role for aggregators, or ways of sifting through and recommending various forms of culture, be it a cool, new band, or an interesting article. Such filtering mechanisms, which could range from a blog that readers trust to provide quality links to articles (i.e. BoingBoing) to a website that users rely on to provide reliable critical music reviews (a la Pitchfork) may serve a critical role as the amount of available content out there increases.

Others stay awake at night fretting about the decline of a “common culture”, a common space, be it one of political events or popular TV shows, that can bind a society together. It is true that the net may enable us to increasingly fragment as, say, territorial border-based societies, yet the need for trusted sources – be it aggregators, recommendations of friends, or major news media outlets – will continue to serve to bind societies together to an extent. Further, the ability for citizens to better specialise in particular areas (say, I’m an electronic music expert, and you are a connoisseur of jazz), may serve to enable greater interaction across societies and cultures.

The movement does not solely touch on a small, tech savvy elite. Instead, such new forms of cultural discourse are reshaping the way that we view our environment, media, and society. It can affect us on a micro-level (even if 20 people read one’s blog, that’s still 20 people more than before), or a macro-level (how many people saw the JibJab or BusUncle videos?), yet it is here to stay. Our culture, be it global or local – or more likely a rich, uncategorisable mixture of both – will never be the same.

Sarajevo, de la guerra a la paz

El escritor argentino, Juan Octavio Prenz, relata un viaje a la capital bosnia y exalta el espíritu de convivencia que la animó hasta 1991. Entrevista al general serbio Jovan Divjak, que defendió Sarajevo durante el sitio y así se convirtió en traidor para los serbios y en héroe para los habitantes de la ciudad.

Hace cuarenta años, en un enero de nieve, con el bagaje de mi incipiente serbo-croata, llegué por primera vez a Sarajevo. Me llevaban hasta allí, en primer lugar, la curiosidad histórica y, en particular -atraído por mis lecturas sobre el rico patrimonio sefardí- el deseo de ver con mis propios ojos algunos textos, en especial el Hagadá, el valioso códex iluminado que los judíos españoles habían traído de España en la segunda mitad del siglo XVI, sin descontar el interés que me habían producido algunos textos de Kalmi Baruh, célebre hispanista bosnio de la primera mitad del siglo pasado.

Sarajevo era entonces, a primera vista y para un argentino, una ciudad pintoresca, en el sentido exacto de este término; me bastó caminar pocos metros para salir de la parte con impronta de los Habsburgo para entrar en la Barcarsija, el viejo y deslumbrante barrio de los musulmanes, centro comercial por excelencia de la vieja Sarajevo, con su miríada de cafés y restoranes y la imponencia de sus mezquitas. Las calles eran un incansable vocerío humano, donde el caminante se cruzaba, aquí y allá, con judíos, musulmanes, serbios, croatas, skipetaris. Recuerdo haber entrado en un pequeño local de la Bascarsija, que tenía fama de servir el mejor café de Sarajevo, a medio andar entre la mezquita y la sinagoga. La frase del mozo me quedó grabada: “Aquí el café no se hierve, se fríe”.

Los tiempos habían cambiado, pero el respeto por la lengua y la cultura de cada comunidad -que venía manteniéndose durante siglos, aun en medio de ásperos conflictos políticos- no había variado.
D
el más conocido de esos conflictos, quedaba entonces, en mi primera visita -como un signo de las contradicciones de la historia-, la horma de los pies de Gavrilo Princip, en el lugar desde el cual había disparado contra el príncipe Francisco Ferdinando. Había allí también un museo dedicado a la Joven Bosnia, la organización independentista bosnia, a la que había pertenecido también Ivo Andrich, más tarde Premio Nobel de Literatura.
En aquellos años y en Belgrado, alguna vez le pregunté a Andrich sobre las circunstancias de su adhesión. Se limitó a decirme que bastaba con situar aquella trágica circunstancia -el atentado contra Ferdinando- en el contexto histórico-político de entonces.

El signo de la convivencia

Sarajevo ha vivido, desde siempre, en un clima multicultural que, no sólo por imperio de las circunstancias de la convivencia, sino por una decidida vocación, se convertía en intercultural. Allí, un término como tolerancia , invocado tantas veces cuando se habla de multiculturalidad y que parece implicar un esfuerzo, cuando no un fastidio, en la comprensión del otro, tiene poco que ver con el desarrollo histórico de Sarajevo, bajo el signo, siempre, de una fuerte cultura de la convivencia. ¿Cómo no recordar que ya en la segunda mitad del siglo XIV, en los tiempos del rey Tvrko, cuando Bosnia se extendía hasta algunas de las islas más importantes del Adriático, se instauraba la idea de superar las divisiones étnicas, mediante el respeto y el reconocimiento mutuos? La multiplicidad cultural era una realidad tangible. Baste recordar que en la Bosnia medieval se utilizaban cuatro alfabetos: el griego, el latino, el glagolítico y el cirílico, sin conflictos relevantes.

Tal vez porque una cultura sólo es tal cuando entra en relación con otra, o porque en una convivencia democrática, contrariamente a cuanto pueda pensarse, los seres humanos no somos todos iguales (sólo bajo las dictaduras lo somos), las distintas comunidades de Sarajevo han convivido en el respeto y en el acercamiento mutuos.
Pocos rastros ha dejado en la historia de esta ciudad algún planteo exasperado del tema de la identidad; la idea de pureza de una cultura o de pureza de la lengua le han sido extrañas.
En el desarrollo histórico de la humanidad, es casi un dato que ningún pueblo habla su propia lengua, porque la lengua, en tiempos verificables o no, le ha sido traída o impuesta, en el p
eor de los casos, por algún invasor.
Semejante pretensión de una pureza cultural o lingüística es un simple prejuicio y poco tiene que ver con las vici
situdes históricas de cada pueblo.

En Sarajevo se encontraba gente de los más diversos grupos étnicos y se confundían, como en una feria permanente, sus lenguas. En tiempos del dominio austrohúngaro, el emperador Francisco José se había jactado de que en su imperio se hablaran una docena de lenguas.
Prácticamente no había analfabetos entre los hebreos. Durante cuatro siglos, los judeos-españoles hablaron su propia lengua, el dzhidzho , que así la denominaban, y escribieron en rashi , con caracteres hebreos.
Documentos comunales, periódicos y obras literarias transcriptos en caracteres rashi , amén de los romances y canciones que se entonaban familiarmente o en las festividades de la comunidad, rindieron testimonio de una vigencia que se enfrentaba con el influjo del serbo-croata hablado en la región y el turco, lengua oficial hasta la ocupación de Bosnia por parte del Imperio Austro-húngaro.
El conocimiento del serbocroata y del tu
rco, que los sefardíes fueron adquiriendo en su contacto con el exterior, estaba determinado por la necesidad de las actividades comerciales o de su presentación ante los organismos del poder turco.
A partir de entonces, aunque
en pronunciada decadencia, el dzhidzho continuó, no obstante, dominando en el ámbito familiar de los sefardíes bosnios hasta la Segunda Guerra Mundial, cuyos acontecimientos precipitaron su derrumbe. La lengua serbo-croata pasó a convertirse definitivamente en el vehículo de comunicación entre los judíos españoles y desplazó al dzhidzho como idioma materno.

En tren de ilustrar la cultura de la convivencia en Sarajevo, ningún ejemplo es más elocuente que las relaciones entre judíos y musulmanes. Se impone decir que tanto Bosnia como Herzegovina no sufrieron una islamización por la fuerza. Ya a comienzos del siglo XVI, el sultán Bayazit ordenó que las puertas de Turquía se abrieran de par en par para los judíos expulsados de España. Expresó entonces que, con semejante política, Fernando e Isabel empobrecían su propio país y enriquecían el Imperio turco. Abundan los ejemplos. En un texto que asume un carácter normativo, el sultán Mehmed II, conquistador de Constantinopla, Serbia y Bosnia, se dirige a los hebreos con estas palabras: “Escuchad, vosotros hebreos, que vivís en mi Estado. Cada uno de vosotros puede venir si lo desea a Constantinopla y puede decir a sus connacionales que aquí tiene asilo”.

Ya desde los primeros tiempos, en decretos sobre la administración de los bienes de la comunidad religiosa, de las escuelas confesionales hebreas y las sinagogas, se hace mención de la autonomía de creencias y se prohíbe expresamente la islamización de los judíos.
Un símbolo de esta apertura fue la sinagoga construida en la segunda mitad del siglo XVI, convertida en cárcel durante la ocupación alemana, restaurada en 1966 y transformada en Museo de los judíos de Bosnia y Herzegovina. Se llegará, a principios del siglo XIX, al reconocimiento de nuevos derechos que colocan a las comunidades no islámicas en igualdad con estas últimas. Esta apertura del poder turco se refleja también en sus relaciones con las otras religiones -la católica y la ortodoxa, en primer lugar- cuyos fieles pudieron continuar con el usufructo de sus bienes y posesiones en sus conventos y monasterios.

En 1962, durante mi primera estadía en Belgrado, Jozè Elea zar, uno de los sobrevivientes del terror ustasha contra los judíos, me recordaba que en 1941, cuando el Estado títere de Croacia, a cuyo mando estaba Ante Pavelich (personaje que en Argentina encontraría la protección de Perón), emitió, a comienzos de la persecución, un edicto que obligaba a los judíos a identificarse con un signo en el pecho, algunos amigos suyos, musulmanes, se colocaron, en señal de solidaridad, la insigna.

Cicatrices de guerra

Desde entonces, he regresado varias veces a Sarajevo,visitas sólo interrumpidas por la guerra, para disfrutar de sus calles y mis amigos, el primero entre los cuales, Izet Sarajlic, fue el poeta bosnio más importante de los últimos cincuenta años. Izet falleció hace pocos años y esta vez estoy aquí para asistir a un encuentro en su homenaje. Heredero de la gran tradición de los poetas rusos, en primer lugar de Esenin, Sarajlic ha escrito una poesía que conjugaba los afectos personales con los ideales de la resistencia yugoslava durante la Segunda Guerra Mundial.
En Sarajevo, su popularidad ha superado los límites de los círculos literarios y es común encontrar escolares y estudia ntes que recuerdan los versos de “Cika Izet” (el tío Izet). Ha sido traducido a numerosas lenguas y su fama internacional sigue creciendo. Durante la guerra su casa fue bombardeada e Izet resultó herido.
Mientras escribo esto, observo una fotografía que me hizo llegar, por correo militar, en tiempos de guerra. Izet, que durante el conflicto soñaba con una tortilla de tres huevos, como lo dejó escrito en un poema, aparece irreconocible, delgado, envejecido. El, que durante la Segunda Guerra Mundial había perdido a un hermano, fusilado por los nazis, me escribía que hasta el verdugo alemán era un ángel comparado con los nuevos invasores. En los viejos tiempos, recordábamos como una sentencia la frase de nuestro común amigo Danilo Kis : “El nacionalismo es una enfermedad mental”.

El círculo de amigos, años y guerra mediantes, se ha ido reduciendo; pero aquellos que cuentan, entre quienes viven, aún siguen como tales. Después de algunos años encuentro al poeta Abdulah Sidran, el célebre guionista de Papá en viaje de negocios y tantos otros filmes de Emir Kusturica. Ya no está Izet; en la acera, frente al museo de la Joven Bosnia, han desaparecido las huellas de Gavrilo Princip, al que los vaivenes de la historia transformaron de héroe en terrorista.
También en el plano personal la guerra produjo laceraciones entre intelec tuales que hasta entonces compartían mesas en los cafés de la ciudad y ha conducido a muchos ajustes de cuentas. Sidran y otros intelectuales no le perdonan a Kusturica -por citar el nombre más conocido- el haber abandonado Sarajevo en momentos dramáticos.

Tal vez, el caso más emblemático de quienes compartían los ideales comunes de la cultura de la convivencia es, por las circunstancias histórico-culturales que lo implican, el del general Jovan Divjak, el hombre más conocido de Sarajevo. El general y su familia son de origen serbio. En vísperas de la guerra, Divjak era uno de los comandantes de la guarnición yugoslava de Sarajevo. Al iniciarse las hostilidades, Divjak, a pesar de su ascendencia serbia, no vaciló; defendió lo que siempre había defendido: la convivencia entre los pueblos de Bosnia, el respeto por todas las religiones y todas las culturas. Y optó por organizar la defensa de Sarajevo. Desde ese momento, se convirtió en traidor para los nacionalistas serbios y en héroe (palabra que lo incomoda) para la gente de Sarajevo.

El general ha luchado contra la separación étnica. Frente a las exasperaciones nacionalistas, Divjak escogió el ideal de la convivencia, menos proclive a las exaltaciones fáciles y más arduo en el camino de la construcción histórica. Durante la guerra, denunció no sólo los crímenes de los nacionalistas serbios, sino también los de los musulmanes, en particular, los cometidos por la tristemente célebre banda de Musan Topalovic, apodado Caco.
Al terminar la contienda, con los acuerdos de Dayton, que dividen a Bosnia y legitiman así la separación étnica -hecho que, sin duda, pesará sobre la conciencia histórica de Occidente-, Divjak se convirtió, seguramente, en un personaje incómodo y fue pasado a retiro en 1996, resolución de la cual se enteró a través de la televisión. Dos años más tarde, en carta al presidente Izetbegovic, denunció la promoción de oficiales que él consideraba inhábiles desde el punto de vista profesional y ético y renunció a su grado de general.

En busca de Jovan Divjak

Fijar una cita con Divjak puede resultar un trámite difícil, sobre todo cuando, como sucedió ese sábado, la línea telefónica se corta una y otra vez. El general tenía su despacho en una asociación que se ocupa de los huérfanos de guerra, creada por él mismo y de la cual es director ejecutivo. A la tercera caída de la línea, busqué la complicidad de los poetas Mateja Matevski y Tone Pavcek (macedonio el primero, esloveno el segundo) para que sin más trámites me acompañaran a la asociación. Al oír “Dobojska 4”, el taxista, sin que le preguntáramos nada, nos informó que Divjak estaba en su despacho; lo sabía porque ya había traído a otros pasajeros.

El general nos recibe de inmediato en un despacho austero. “Jovan Divjak, jubilado”, se presenta. Sobre una mesa o colgadas de la pared, a merced de cualquier cleptómano de turno, están sus numerosas condecoraciones. “Sucede -nos dice, cuando aludo a las distinciones-, son los chicos los que quieren que estén allí; la Legión de Honor me da una alegría particular; la he recibido de manos del mismo Chirac”.

Afuera, en el jardín, hay un bullicio de chicos y jóvenes; es día de arreglar los canteros. Le explico que vinimos para saludarlo y, de paso, pedirle que nos indique el nombre de algún guía para recorrer los lugares más significativos de la guerra. Sonríe y comprendo que la estratagema ha funcionado; Divjak nos dice que él mismo nos acompañará. Mientras tanto, nos invita con un café y se despacha como un experto sobre la literatura latinoamericana. Nos confiesa que sigue de cerca todo lo que se traduce y no esconde su admiración por García Márquez. Cuando le cuento que todas las personas que he encontrado en Sarajevo lo consideran un héroe protesta casi tímidamente. “Soy un hombre normal, defiendo principios de toda mi vida”.

Es difícil refutarlo. Los héroes, antiguos y modernos, son grandilocuentes, de exasperados entusiasmos, al borde del delirio. Es difícil que un héroe se bata por valores a primera vista escasamente atractivos o espectaculares, como la convivencia entre pueblos y grupos étnicos diferentes.
A medida que el general habla, tenemos la impresión de estar frente a una categoría que se creía perdida: la del hombre común, cotidiano, alejado de las estridencias populistas y ramplonas. Le digo que he oído a mucha gente lamentarse de que él no se ocupe de política. “Están equivocados y mucho -asegura-, mi política está en mi trabajo con los huérfanos y los desamparados”. Habla como entre amigos : “Tengo un departamento de 64 metros cuadrados; con mi jubilación y el trabajo de mi mujer redondeamos unos quinientos euros mensuales, suficientes para vivir austeramente y poder ir al cine o al teatro, asistir a conciertos, comprarme libros. Al exterior viajo cuando me invitan”.

Las vicisitudes militares, que Divjak nos explica con detalles durante nuestro recorrido, están continuamente mechadas de reflexiones sobre el destino del hombre y las grandezas y miserias humanas (cita con comodidad filósofos y escritores), y siempre hay espacio para algunas historias individuales que el general se complace en recordar.

Hacemos un alto en un paraje del monte Grdonj. A nuestros pies se extiende la ciudad. Podría tratarse de un alto apropiado para disfrutar del panorama, si no fuera que la vista queda atrapada por esos espacios blancos, aquí y allá, los improvisados cementerios que albergan a las víctimas de la guerra, sepultadas en su mayoría durante la noche, para evitar los disparos de los francotiradores apostados en las colinas circundantes. Ni siquiera durante aquellos trágicos días, nos recuerda Divjak, dejaron de celebrarse matrimonios mixtos, entre personas pertenecientes a diferentes creencias y etnias. “Esto es Sarajevo”, afirma.

Nuestro viaje se extiende por horas y concluye con una visita al famoso túnel cavado por debajo de la pista del aeropuerto, para unir el territorio libre, en manos de la resistencia, con la ciudad, urgida de energía y alimentos. El aeropuerto, controlado entonces por la ONU, estaba a merced de los francotiradores del general Mladic y del psicoanalista Radovan Karadzic, personajes ambos requeridos por el tribunal de La Haya. Del último de los nombrados, pude escuchar en tiempos normales y ya lejanos, en un encuentro de poetas, algunos versos no tan malos que, releídos posteriormente, me pareció que prefiguraban ya al personaje actual.

Al bajar a la ciudad, el general Divjak nos pregunta por nuestro hotel. “Está pasando la Bascarsija”, le respondo. Le pedimos que nos deje en el típico barrio turco. “Está bien -nos dice-, aprovecho para comprar algunas cosas para la cena; mi mujer y yo nos repartimos esta tarea”. Al llegar a la Bascarsija, nos despedimos, decenas de manos se acercan para saludarlo y, así, este personaje singular de nuestro tiempo se va de compras, como tú, como yo, sin custodia.

La noche está ya encima, Sarajevo es un enjambre de voces diferentes. Antes de volver al hotel, nos sentamos a tomar el café en la terraza de un bar donde, en una atmósfera simplemente feliz, se confunden acentos y lenguas, como en los viejos tiempos. Es entonces cuando, como escribió Ivo Andrich, “El rostro de Sarajevo, con la última luz del crepúsculo, parece remotamente sabio”.