“San Telmo Club de Comedia” – El Mejor Stand Up de Buenos Aires


Mi gran amigo, Gaby Grosvald me acaba de avisar que este viernes comenzará un nuevo ciclo de shows de Stand Up.

Según me cuenta, “San Telmo Club de Comedia” es el primer show de stand up con comediantes rotativos que se llevará a cabo todos los viernes a las 22hs. en Bolivar 592 (esquina México).

Los que les gusta el género no pueden perderselo. Se van a cagar de risa. Los que no, vayan igual. La cara de Gabo amerita una buena carcajada.

Este viernes además de mi gran amigo se presentan este viernes: Dalia Gutmann, Ezequiel Campa, Natalia Carulias y el ex actor porno y estrella de Café Fashion: El Sr. “Tuqui”.

Si van de parte mía, no digan nada. O les cobrarán el doble.

COLOMBIA: SEGUNDO PERIODISTA ASESINADO EN UN MES

Atilano Segundo Pérez Barrios, un comentarista de Radio Vigía de Todelar Cartagena, fue baleado y muerto en su apartamento el 22 de agosto de 2006, con lo que se convirtió en el segundo periodista asesinado en el país el mes pasado, informaron el Committee to Protect Journalists (Comité por la Protección de los Periodistas, CPJ), el Instituto Prensa y Sociedad (Instituto Prensa y Sociedad, IPYS), la Federación Internacional de Periodistas (FIP) y Reporteros sin Fronteras (Reporteros sin Fronteras, RSF).

Pérez presentaba un programa dominical matutino llamado “El Diario de Marialabaja” en Radio Vigía de Todelar, que se enfocaba en noticias acerca de Marialabaja, la ciudad natal de Pérez. Pérez con frecuencia denunciaba la corrupción gubernamental local y la constante influencia de grupos paramilitares en la región. En su último programa el 20 de agosto, afirmó que los grupos paramilitares derechistas estaban financiando las campañas para la alcaldía de cinco candidatos en Marialabaja. Había recibido amenazas de muerte recientemente, según un pariente. Pérez había sido concejal de Marialabaja y diputado en la asamblea provincial de Bolívar.

Su asesinato ocurrió en medio de ataques cada vez mayores contra periodistas colombianos y la prensa en los últimos meses, dice la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP). El 9 de agosto, el presentador de radio Milton Fabián Sánchez fue asesinado en la ciudad de Yumbo, en el sureste del país. El 20 de marzo, Gustavo Rojas Gabalo murió de lesiones que sufrió en un tiroteo en febrero en la ciudad de Montería.

Desde enero, al menos seis periodistas han sido obligados a huir de sus casas debido a amenazas de violencia, según el RSF. Varias organizaciones de la sociedad civil, entre ellas la FLIP y Medios Para la Paz, también han recibido amenazas. La FLIP registró 42 violaciones contra la prensa de enero a marzo, caso el doble que la cifra registrada en el mismo periodo de 2005.

Las amenazas han causado un aumento de la autocensura entre periodistas en diversas áreas del país, especialmente las zonas rurales, donde los guerrilleros, los paramilitares y las fuerzas de seguridad participan en el conflicto armado. Se considera a Colombia uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas. Según la FIP, casi 140 han sido muertos en los últimos 15 años.

Visite estos vínculos:

– CPJ: http://www.cpj.org/news/2006/americas/colombia28augr06na_sp.html
– IPYS: http://www.ipys.org/alertas/atentado.php?id=851
– FLIP: http://www.flip.org.co/
– FIP: http://www.ceso-fip.com/noticiaAmpliar.php?noticia=251
– RSF: http://www.rsf.org/article.php3?id_article=18677
Prensa colombiana silenciada por la autocensura:
Diario de un periodista colombiano en el exilio:

Web 2.0

La revista Wired hizo una encuesta entre sus usuarios donde les pedían que voten las mejores aplicaciones referidas a Internet 2.0.
Aquí el ranking de los más votados (Y esto no es FM Hit):

Champs

Stinkers

¿Guerra justa? Difícilmente — Por Noam Chomsky

Autor: Noam Chomsky

Alentado por estos tiempos de invasiones y evasiones, el debate de la “guerra justa” ha resurgido entre los expertos e incluso entre los que se ocupan de crear políticas.

Pero, discusiones aparte, los hechos en el mundo real con demasiada frecuencia refuerzan la máxima de Thucydides de que “El poderoso hace lo que puede, mientras que el débil sufre lo que debe” – lo cual, además de ser indiscutiblemente injusto, constituye, en la actual fase de la civilización de la humanidad, una amenaza literal para la supervivencia de la especie.

En sus celebradas reflexiones sobre la guerra justa Michael Walzer describe la invasión de Afganistán como “un triunfo de la teoría de la guerra justa”, colocándola en el mismo plano que la “guerra justa” de Kosovo. Por desgracia, en ambos casos, como en muchos otros, sus argumentos se basan principalmente en premisas tales como “parece plenamente justificado…”, “creo que…”, o “seguramente”.

Los hechos, incluso los más obvios, se ignoran. Veamos Afganistán. En el momento en el que comenzaron los bombardeos en octubre de 2001, el Presidente Bush advertía a los afganos de que los ataques no cesarían mientras no entregaran a las personas a las que los Estados Unidos consideraba sospechosas de terrorismo.

El término “sospechosas” es importante. Ocho meses después de lo que a buen seguro debió de ser una de las cruzadas más intensas de la historia, el máximo responsable del FBI Robert S. Mueller III declaraba ante los redactores de The Washington Post: “Creemos que los cerebros de los ataques (del 11 de septiembre), la cúpula de Al-Qaeda, estuvieron en Afganistán. Los instigadores – los actores principales, llegaron juntos a Alemania y cabe que también a otros lugares”.

Lo que aún seguía siendo incierto en junio de 2002 difícilmente pudo haberse sabido con certeza en octubre del año anterior, por pocos que fueran los que cuestionaran su veracidad en el momento. Yo tampoco dudé en un principio; pero la presunción y la prueba son dos cosas bien distintas. Y, al menos, podemos asegurar que las circunstancias han puesto en entredicho que el bombardeo contra los afganos fuera un claro ejemplo de “guerra justa”.

Los argumentos de Walzer van dirigidos a grupos indeterminados – como por ejemplo, a colectivos universitarios “pacifistas”. Para ‘el, su “pacifismo” es un “pésimo argumento”, dado que, a su juicio, la violencia es legítima en algunas ocasiones. Cabe que estemos perfectamente de acuerdo (yo lo estoy) en que hay ocasiones en las que la violencia es legítima, si bien, su “creo que…” es un argumento de escasa solidez en lo que a estos dos casos concretos del mundo real se refiere. Mediante la lógica de la “guerra justa”, del contraterrorismo y demás tipos de razonamiento, Estados Unidos se exime del cumplimiento de los principios fundamentales del orden mundial en cuya formulación e implantación ha jugado el papel estelar.

Tras la II Guerra Mundial se instituyó un nuevo orden legal internacional cuyas disposiciones referentes al procedimiento en tiempos de guerra están plasmadas en la Carta de las Naciones Unidas, en la Convención de Ginebra y en los principios de Nuremberg, adoptados por la Asamblea General de la ONU. La Carta proscribe la amenaza o el uso de la fuerza, salvo que la autorice el Consejo de Seguridad, o que, en conformidad con el Artículo 51, se utilice en defensa propia ante un ataque armado, hasta que actúe el Consejo de Seguridad.

En 2004, un grupo de alto nivel de la ONU, en el que, entre otros, se hallaba el antiguo Consejero de Seguridad Nacional (estadounidense), Brent Scowcroft, concluía que “no era preciso ampliar ni restringir la ampliamente concebida cobertura del Articulo 51… En un mundo plagado de supuestas amenazas potenciales, el riesgo para el orden global y para el principio de no-intervención en el que se basa dicho orden es sencillamente excesivo, como para legalizar un principio de acción preventiva unilateral distinto del principio de acción colectiva consensuada. Permitir ese tipo de procedimiento a uno sería equivalente a permitírselo a todos”.

La Estrategia de Seguridad Nacional (estadounidense) de septiembre de 2002, ratificada en marzo en su mayoría, otorgó a los Estados Unidos el derecho de librar lo que denomina “guerra preventiva”, lo cual no significa disuadir el animo agresor del adversario, sino “tomar la delantera” para ser el primero en atacar. Esto es, simple y llanamente, el derecho de agresión.

Según la tipificación del Tribunal de Nuremberg, la guerra de agresión es “el máximo crimen internacional, y tan sólo difiere de cualquier otro crimen de guerra en que constituye en sí mismo un compendio del mal en su conjunto” — por ejemplo, todo el mal que la invasión que el binomio Estados Unidos-Reino Unido ha implantado en la torturada tierra iraquí.

El concepto de agresión lo definía claramente el juez del Tribunal Supremo de los EE.UU., Robert Jackson, quien actuara de fiscal jefe en el Tribunal de Nuremberg en representación de su país. Su definición quedaba formalmente recogida en una resolución firme de la Asamblea General: Un “agresor”, proponía Jackson al tribunal, es cualquier estado que emprenda acciones tales como “la invasión armada del territorio de otro estado, con o sin una declaración de guerra”.

Tal es el caso de la invasión de Irak. Igual de relevantes resultan las elocuentes palabras del Juez Jackson en Nuremberg: “Si la contravención de tratados es constitutiva de delito, resulta irrelevante quién la cometa, sean los Estados Unidos o Alemania, y no estamos dispuestos a crear una legislación penal que juzgue conductas delictivas para el prójimo que no estemos dispuestos a aplicarnos y acatar nosotros mismos”. En otra parte de su ponencia dice: “Jamás debemos olvidar que los principios legales sobre los cuales hoy juzgamos a los acusados serán los mismos a los que mañana recurra la historia para juzgarnos a nosotros. Ofrecer un cáliz envenenado a estos acusados equivaldría a ponerlo en nuestros propios labios”.

Para la dirigencia política el riesgo implícito en la adherencia a estos principios —y al imperio de la ley en general — es verdaderamente serio. O, lo sería, “si es que alguien se atreviera a plantar cara a un “superpoder despótico sin parangón para el que no existe la ley, y el cual pretende modelar el mundo conforme a su visión militarista del universo”, como lo expresara Reuven Pedatzur en Haaretz el pasado mayo.

Permítanme exponer dos verdades elementales. La primera es que los actos se miden sobre la base del alcance de sus posibles consecuencias; la segunda es el principio de universalidad, es decir, que hemos de aplicarnos las mismas reglas que imponemos a los demás, cuando no de forma más estricta, si cabe.

Además de ser éstas dos máximas esenciales, estos principios conforman los cimientos sobre los que se asienta la teoría de la guerra justa, o, al menos, de cualquier versión de la misma digna de ser tomada en serio.

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Nazis – de Página 12

“Goering y Hitler están en un barco, hay una tempestad y el barco zozobra. ¿Quién se salva primero? Respuesta: Alemania.”

Los nazis también hablaban del renacimiento del hombre ario que sería “delgado como Goering, rubio como Hitler y grande como Goebbels”, todo lo contrario a la realidad.

Estos chistes son algunos de los que hacían los alemanes durante el nazismo y fueron recolectados en el libro “Heil Hitler, el cerdo ha muerto”, del realizador cinematográfico Rudolph Herzog, hijo del también cineasta Werner Herzog.

Y llovía de nuevo.

No hay caso. Cada vez que llueve, ella se pone triste.

Enfocada en la lluvia lo recuerda. Y a esas tardes en el Renault 12 gris, ese que se le caía la manijita de la puerta y al que no se le podía bajar la ventanilla. Cuando juntos escuchaban la radio y tomaban mate en la vera del Río, que antes parecía tan mágico y ahora tan oscuro y sombrío.

Ahora sentada en la cama de otro, sabe que afuera llueve. Sabe que nunca será lo mismo. Que ya no volverá. Que no hay conciencias ni voluntades que puedan volver el tiempo. Que los recuerdos son mejores cuando no se intenta revivirlos y permanecen para siempre en la memoria.

Sentada en la cama, mira por la ventana y llora.

Disfrutando de sus lágrimas siente que nadie la comprende y eso la hace única. Empañando vidrios sabe no será fácil continuar confundiendo almas.
Pero a ella le encantan los desafíos.