Los errores estratégicos de Israel

por Claudio Fantini, Politólogo, autor de “La sombra del fanatismo”.

Mala imagen mediática, deficiencias del Mossad, lentitud para tomar decisiones, falta de mística. Las razones que, pese al poderío militar, le impiden lograr sus objetivos.

Desde la colina frente al campo de batalla, el catalejo de Napoleón veía un puñado de héroes avanzando con inusual coraje sobre la artillería rusa que defendía Sbodonovo.

En La “Sombra del Aguila”, novela de Arturo Pérez Reverte, el flanco derecho del ejército francés había sido diezmado y sin cobertura alguna, los soldados españoles del Batallón 326 de Infantería avanzaban, bayonetas erguidas y a paso redoblado.

En realidad, el plan era acercarse lo más posible a las líneas enemigas y luego sacar bandera blanca para desertar en masa. Pero Napoleón se emocionaba convencido de que los ibéricos estaban dando una lección de valentía, entonces envió un escuadrón de caballería a apoyarlos, por lo que el plan de deserción naufragó y los soldados del Batallón 326 de Línea terminaron condecorados con la Legión de Honor.

La dimensión mediática de las guerras actuales es como el catalejo de Napoleón en la batalla de Sbodonovo. Poco importa lo que en realidad ocurre; lo importante es lo que ve (o cree ver) el ojo de la opinión pública mundial. En esa dimensión donde predominan las sensaciones pero se dirimen victorias y derrotas, Israel fue doblegada. Ocurre que Hizbollah tenía plan y estrategia para esa batalla mediática a la que el Estado judío ni siquiera tuvo en cuenta. Por eso Hassan Nasrallah se fortaleció políticamente, a pesar del fuerte golpe que recibió su estructura militar.

No es que la mirada internacional distorsione la realidad. En rigor, el ojo del mundo ve el grueso de lo que ocurre. La cuestión está en cómo interpreta lo que ve. Al Napoleón de la novela, su catalejo le mostraba la realidad y era su interpretación la que la distorsionaba; aunque lo que contaba era su interpretación y no la realidad misma.

En el caso del último conflicto en Oriente Medio, el fundamentalismo chiíta consiguió, merced a sus alianzas políticas regionales e internacionales, que en la retina del mundo quedara la imagen que más lo favoreció.

Y como Israel no tuvo ni plan ni estrategia para batallar en esa dimensión, muchos aspectos de la realidad de esta guerra no tuvieron impacto alguno en la sensación dominante.

Por ejemplo, en términos generales, los bombardeos sobre Beirut lograron precisión quirúrgica, sin embargo la impresión generalizada fue de devastación total.

En la realidad, las bombas cayeron, en el barrio chiíta Jarat-Jaraik, sobre el cuartel general del Hizbollah y sobre el reducto de la Mujabarat (espionaje sirio); en Dajia, el enclave donde habita la dirigencia chiíta, los misiles impactaron residencias de los popes del partido de Dios; en el centro un proyectil demolió el edificio de nueve pisos totalmente ocupado por oficinas de la nomenklatura que rodea a Nasrallah.

El resto de las bombas cayeron sobre el depósito sirio de armamentos que está en el puerto de la ciudad y en las dos radios del ejército libanés que sus encargados chiítas habían puesto al servicio de la milicia. Por cierto, todos los puntos atacados están en un radio urbano de gran densidad poblacional y los daños a personas y residencias civiles fueron muchos, lo que no quita la alta precisión lograda, aunque de poco y nada sirvió para evitar que la sensación dominante sea la de bombardeos indiscriminados y arrasadores que redujeron Beirut a escombros.

Además de la pérdida casi total de sus estructuras edilicias, Hizbollah sufrió graves daños en sus cuarteles y bases misilísticas instaladas en el valle de la Bekaa y en la región de Balbek; de todos modos, en la opinión pública internacional quedó la sensación de que la milicia salió prácticamente intacta debido al entusiasmo israelí por ensañarse con la destrucción exclusivamente civil.

La percepción internacional tampoco deparó en la estrategia de victimización del propio pueblo que puso en práctica Nasrallah, ni en la indignación provocada en buena parte de los libaneses, que se sintió arrastrada a una guerra por una organización étnico-religiosa que coordina sus acciones con Damasco y con Teherán, en lugar de hacerlo con los otros partidos y organizaciones del Líbano, incluido el propio gobierno.

El significativo logro de Hizbollah en la opinión pública mundial se debió, por un lado, al eterno y bíblico error de buscar en todos los conflictos de Oriente Medio un David y un Goliat; y por otro lado a la novedosa y paradójica alianza que en los últimos años establecieron a ciertas izquierdas de furioso antinorteamericanismo con gobiernos y grupos de religiosidad oscurantista. Por caso, en Latinoamérica, el chavismo fue una usina de fuerte influencia en la visión de la prensa sobre este conflicto.

Obviamente, la superficialidad periodística y la obsesión por el rating aportaron lo suyo. Por caso, en la Argentina, la televisión se abocó irresponsablemente a realizar debates enfrentando a miembros de las comunidades locales árabe y judía, lo que además de resultar infructífero para el análisis y la comprensión, equivale a importar odios viscerales que hasta el momento no habían desembarcado en la diáspora.

El error de Israel no estuvo sólo en la dimensión mediática de la guerra. El conflicto demostró que el Mossad ya no es ese servicio de inteligencia de precisión milimétrica a la hora de captar planes y estructuras enemigas; mientras que el general Dan Halutz dedicó las tres primeras semanas a bombardear la franja de cinco kilómetros de profundidad a partir de su frontera y los puntos clave de Beirut, mientras que el grueso de la artillería, los bunkers y los cuarteles milicianos estaban en la franja que va desde los diez kilómetros hasta el río Litani.

El posicionamiento de Hisbollah imponía una ofensiva por tierra en gran escala pero, cuando el mando israelí se decidió a lanzarla, ya era demasiado tarde debido a que el clima internacional dominante imponía un cese de las acciones militares. En síntesis, Israel dilapidó tiempo y por eso no pudo alcanzar los objetivos que se había planteado: aplastar totalmente a la milicia chiíta.

Lo que vino a renglón seguido también estuvo a la vista del mundo y, sin embargo, no fue claramente percibido: mientras la prensa israelí criticaba abiertamente al primer ministro Ehud Olmert, al ministro de Defensa Emir Peretz y al general Halutz, soldados y efectivos de la reserva deliberaban en asambleas y denunciaban sueltamente ante las cámaras de televisión las fallas tácticas y estratégicas del Tzahal (fuerza de defensa), pidiendo la renuncia del generalato en pleno.

En Oriente Medio, donde los ciudadanos nunca cuestionan en público a los gobernantes, resultaría insólito ver soldados y reclutas denunciando errores y criticando a generales y líderes. Es más, tal imagen es poco común incluso en buena parte de Occidente. Sin embargo, la prensa internacional no subrayó esta significativa particularidad.

Ahora bien, el debate en el que se sumergieron los israelíes debiera ir más allá de los errores estratégicos. En la última década y media, el país judío dio un sorprendente salto a la opulencia. Los rascacielos y las autopistas le dieron a Tel Aviv el perfil de una urbe del mundo desarrollado. Junto con la opulencia económica, creció el poderío militar. Sin embargo, esta Israel tan poderosa no puede alcanzar los objetivos que se plantea en un conflicto de escala limitada.
El debate debiera poner a Israel de cara a sí misma.

La Israel recién nacida de los kibutz y de los inmigrantes, ganaba guerras contra varios ejércitos que la atacaban simultáneamente; sus espías realizaban con éxito las acciones más osadas y complejas; sus soldados eran feroces y virtuosos combatientes, mientras que sus generales eran brillantes estrategas al servicio de lúcidos y austeros gobernantes.

Aquella era una Israel gobernada por una izquierda democrática, que no tenía corrupción política y ostentaba niveles de igualdad tan llamativos como sus logros científicos y el esfuerzo pionero que transformó la geografía.

En cambio en esta Israel opulenta, la desigualdad se instaló en la sociedad y la corrupción se abre paso en el poder. Posiblemente, la relajación y la pérdida de mística que trae la opulencia explique también lo remotamente lejos que parecen haber quedado los gobernantes lúcidos y austeros como Ben Gurión y Golda Meir, y los geniales estrategas como Yitzhak Rabin y Moshé Dayán, ahora que a Ehud Olmert le investigan una ostentosa mansión en Jerusalén y generales como Halutz hacen la guerra desde el aire, procurando sin éxito lo que logró el general Wesley Clark en la guerra de Kosovo: ganar con cero baja en las filas propias.

A tales profundidades debiera llegar el debate de los israelíes en el intento de explicar por qué hoy, con tanta riqueza y poderío militar, no se alcanzan los objetivos que la Israel de las primeras décadas alcanzaba con mucho menos poder y mucho más idealismo.

A renglón seguido, deberá también analizar la dimensión mediática de los conflictos; ese espacio donde la realidad real no siempre se condice con la realidad percibida. Como el catalejo de Napoleón, que en la batalla de Sbodonovo veía una ofensiva heroica en lo que, en realidad, era un intento de deserción en masa.

Una muy buena noticia: Otro nieto que recupera su identidad

Abuelas encontró al nieto 84

El joven, de 28 años, es hijo de una pareja desaparecida en la última dictadura militar; para ubicarlo utilizaron métodos alternativos a la extracción de sangre; su apropiador está detenido

Una nueva familia recuperó por estos días la sonrisa con la confirmación que los datos genéticos de un joven correspondían efectivamente a su nieto tan buscado.

Después de 28 años de búsqueda, las Abuelas de Plaza de Mayo dieron con el nieto número 84 que la organización ya encontró, que es hijo de Liliana Clelia Fontana y Pedro Fabián Sandoval, secuestrados y desaparecidos por la última dictadura militar.

El joven, de nombre Alejandro –tal como le pusieron sus apropiadores-, fue hallado gracias a un nuevo método de reconocimiento del ADN que evita la extracción de sangre en los casos en los que los involucrados se niegan a hacerlo.

Esta no es la primera vez que se identifica a un nieto con este método. Abuelas encontró también a una joven mediante la utilización de cabellos, cepillos de dientes, o ropa.

Este joven hallado, anunciado hoy mediante un comunicado por la organización que preside Estela de Carlotto, fue apropiado en enero de 1978 luego de que su madre diera a luz en el campo clandestino de detención conocido como “Club Atlético”.

Según confiaron desde la entidad a LANACION.com, el apropiador de Alejandro pertenecía a la Gendarmería y actualmente está detenido.

“Liliana y Pedro fueron secuestrados por las fuerzas conjuntas el 1º de julio de 1977 mientras compartían una cena familiar en su casa de Caseros, en la provincia de Buenos Aires. Según cuentan los familiares, se escucharon fuertes golpes en la puerta de acceso a la vivienda y en cuestión de segundos cuatro individuos de civil con armas cortas y largas se llevaron a Pedro y Liliana”, relataron las Abuelas en el comunicado.

En ese momento, Liliana estaba embarazada de dos meses y medio. Según el relato de algunos sobrevivientes, ambos estuvieron en El Atlético desde donde la mujer fue trasladada para dar a luz. Nunca más volvieron a verla.

Negativa. Como Alejandro se negaba a hacerse la extracción de sangre para posibilitar el examen de ADN, la Justicia autorizó a recoger objetos personales de su domicilio para extraer muestras y poder constatarlas con la información genéticas de los familiares.

A pesar de que tuvo que mediar la Justicia, el joven aceptó a su nueva familia y quiso conocerla. “Pensamos que así como fue resistente a sacarse sangre se iba resistir a la relación familiar, pero inmediatamente quiso conocer a su familia biológica. Fue con su esposa y su hijito recién nacido para conocer a sus abuelos maternos, a sus tíos y a sus primos”, dijo Carlotto a la agencia DyN.

“Fue rápido en tomar a su familia como propia, incluso su correo electrónico lo cambió por su nombre verdadero. Hubo una aceptación total y desde un primer momento programó salidas y encuentros”, agregó.

Según informó Abuelas, el 14 de julio de 2006 – luego de recibir el informe de Banco Nacional de Datos Genéticos- la jueza federal María Romilda Servini de Cubría informó a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad que estaban los resultados. El 7 de agosto, integrantes de la Conadi y del juzgado se reunieron con el joven para darle la noticia: su sangre era en un 99,99 por ciento igual a la de Liliana y Pedro.

Para los familiares, a partir de ahora Alejandro será Pedro, como quisieron llamarlo sus padres biológicos.

"Los hombres son más inteligentes que las mujeres"


No es mi opinión. Esto es ciencia Pura. Y ya saben que nuestro mundo se rige por la ciencia asi que…

Los datos los saqué de una nota que hace referencia a una investigación muy controvertida perpretada por un profesor de psicología de la Universidad de Ontario.

¿Uds que opinan? ¿Somos más inteligentes que las mujeres?

Aquí les transcribo la nota completa:

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Men Smarter than Women, Scientist Claims

Men are smarter than women, according to a controversial new study that adds another cinder to the fiery debate over whether gender impacts general intelligence.

“For 100 years there’s been a consensus among psychologists that there is no sex difference in intelligence,” said J. Philippe Rushton, a psychologist at the University of Western Ontario, Canada.

Recent studies, however, have raised questions about the validity of this claim, he said. One such study showed that men have larger brains than women, a 100 gram difference after correcting for body size. Rushton found similar results in a study of gender and brain size.

To determine if there was a link between gender and intelligence, and perhaps between brain size and intelligence, Rushton and a colleague analyzed the Scholastic Aptitude Test (SAT) scores from 100,000 17- and 18-year-olds.

G-factor

When Rushton and colleagues weighted each SAT question by an established general intelligence factor called the g-factor, they discovered that males surpassed females by an average of 3.6 IQ points.

The g-factor works like this. “If I tell you the last four digits of my telephone number and ask you to repeat them back to me, that’s a low g-loaded memory test,” Rushton explained. “But if I then ask you to repeat them back to me in the reverse order, that suddenly requires a tremendous amount more cognitive processing. It is a very high loaded g-item.”

So the g-factor “is really the active ingredient of the test,” Rushton said. “It’s the single best, most predictive part of the test.”

Rushton suspects that the results are due to males having more brain tissue than females on average. “It’s a very reasonable hypothesis that you just need more brain tissue dedicated to processing high ‘g’ information,” Rushton said.

The study, which Rushton co-wrote with Douglas Jackson, also of the University of Western Ontario, is detailed in the current issue of the journal Intelligence.

Flawed conclusion

Bruce Bracken, a psychologist at the College of William and Mary in Williamsburg, Virginia, who was not involved in the new study, said he thinks Rushton and Jackson make a convincing argument for the sample they used.

“The difference appears to be real,” Bracken said.

But he questions the team’s conclusions. “I believe that the differences probably lie in the variables they hadn’t considered,” Bracken said.

One plausible explanation is that more females than males decide to go to college and thus take the SAT test. The study did in fact include about 10,000 more females than males.

“This suggests that more males are deciding to do something else,” Bracken said. “It may be that the males who would not have scored as high on the SAT chose not to take it, and they chose another route.”

A more reliable study, he said, would be to match each male with a very similar female and then compare the results.

The debate goes on

The findings add fuel to a still smoldering debate ignited by former Harvard President Lawrence Summers, who stated early last year that males have a higher intrinsic aptitude in science and engineering.

In a letter from Summers days after his controversial statements, he wrote: “Despite reports to the contrary, I did not say, and I do not believe, that girls are intellectually less able than boys, or that women lack the ability to succeed at the highest levels of science. As the careers of a great many distinguished women scientists make plain, the human potential to excel in science is not somehow the province of one gender or another.”

While Rushton called his results significant, he doesn’t think they are a basis for uprooting the field of education.

“I don’t think it has any real implications for education policy or schoolwork,” he said. “In fact, females actually get better grades than males.”

Plus, he doesn’t think the IQ difference would show up in everyday activities. “For the vast majority of people in the vast majority of jobs, it really doesn’t translate into very much,” he said.

But when it comes to Nobel Prize winners, he said that men could outnumber women 10-to-1. “Where it will really show up is at the very high end of the distribution,” Rushton said.

Rushton has left the door open for opposing views and findings that might contradict his new study.

“I wouldn’t say it’s the last word. We really do need more research on it before we can be absolutely certain,” Rushton said.

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“San Telmo Club de Comedia” – El Mejor Stand Up de Buenos Aires


Mi gran amigo, Gaby Grosvald me acaba de avisar que este viernes comenzará un nuevo ciclo de shows de Stand Up.

Según me cuenta, “San Telmo Club de Comedia” es el primer show de stand up con comediantes rotativos que se llevará a cabo todos los viernes a las 22hs. en Bolivar 592 (esquina México).

Los que les gusta el género no pueden perderselo. Se van a cagar de risa. Los que no, vayan igual. La cara de Gabo amerita una buena carcajada.

Este viernes además de mi gran amigo se presentan este viernes: Dalia Gutmann, Ezequiel Campa, Natalia Carulias y el ex actor porno y estrella de Café Fashion: El Sr. “Tuqui”.

Si van de parte mía, no digan nada. O les cobrarán el doble.

COLOMBIA: SEGUNDO PERIODISTA ASESINADO EN UN MES

Atilano Segundo Pérez Barrios, un comentarista de Radio Vigía de Todelar Cartagena, fue baleado y muerto en su apartamento el 22 de agosto de 2006, con lo que se convirtió en el segundo periodista asesinado en el país el mes pasado, informaron el Committee to Protect Journalists (Comité por la Protección de los Periodistas, CPJ), el Instituto Prensa y Sociedad (Instituto Prensa y Sociedad, IPYS), la Federación Internacional de Periodistas (FIP) y Reporteros sin Fronteras (Reporteros sin Fronteras, RSF).

Pérez presentaba un programa dominical matutino llamado “El Diario de Marialabaja” en Radio Vigía de Todelar, que se enfocaba en noticias acerca de Marialabaja, la ciudad natal de Pérez. Pérez con frecuencia denunciaba la corrupción gubernamental local y la constante influencia de grupos paramilitares en la región. En su último programa el 20 de agosto, afirmó que los grupos paramilitares derechistas estaban financiando las campañas para la alcaldía de cinco candidatos en Marialabaja. Había recibido amenazas de muerte recientemente, según un pariente. Pérez había sido concejal de Marialabaja y diputado en la asamblea provincial de Bolívar.

Su asesinato ocurrió en medio de ataques cada vez mayores contra periodistas colombianos y la prensa en los últimos meses, dice la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP). El 9 de agosto, el presentador de radio Milton Fabián Sánchez fue asesinado en la ciudad de Yumbo, en el sureste del país. El 20 de marzo, Gustavo Rojas Gabalo murió de lesiones que sufrió en un tiroteo en febrero en la ciudad de Montería.

Desde enero, al menos seis periodistas han sido obligados a huir de sus casas debido a amenazas de violencia, según el RSF. Varias organizaciones de la sociedad civil, entre ellas la FLIP y Medios Para la Paz, también han recibido amenazas. La FLIP registró 42 violaciones contra la prensa de enero a marzo, caso el doble que la cifra registrada en el mismo periodo de 2005.

Las amenazas han causado un aumento de la autocensura entre periodistas en diversas áreas del país, especialmente las zonas rurales, donde los guerrilleros, los paramilitares y las fuerzas de seguridad participan en el conflicto armado. Se considera a Colombia uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas. Según la FIP, casi 140 han sido muertos en los últimos 15 años.

Visite estos vínculos:

– CPJ: http://www.cpj.org/news/2006/americas/colombia28augr06na_sp.html
– IPYS: http://www.ipys.org/alertas/atentado.php?id=851
– FLIP: http://www.flip.org.co/
– FIP: http://www.ceso-fip.com/noticiaAmpliar.php?noticia=251
– RSF: http://www.rsf.org/article.php3?id_article=18677
Prensa colombiana silenciada por la autocensura:
Diario de un periodista colombiano en el exilio:

Web 2.0

La revista Wired hizo una encuesta entre sus usuarios donde les pedían que voten las mejores aplicaciones referidas a Internet 2.0.
Aquí el ranking de los más votados (Y esto no es FM Hit):

Champs

Stinkers

¿Guerra justa? Difícilmente — Por Noam Chomsky

Autor: Noam Chomsky

Alentado por estos tiempos de invasiones y evasiones, el debate de la “guerra justa” ha resurgido entre los expertos e incluso entre los que se ocupan de crear políticas.

Pero, discusiones aparte, los hechos en el mundo real con demasiada frecuencia refuerzan la máxima de Thucydides de que “El poderoso hace lo que puede, mientras que el débil sufre lo que debe” – lo cual, además de ser indiscutiblemente injusto, constituye, en la actual fase de la civilización de la humanidad, una amenaza literal para la supervivencia de la especie.

En sus celebradas reflexiones sobre la guerra justa Michael Walzer describe la invasión de Afganistán como “un triunfo de la teoría de la guerra justa”, colocándola en el mismo plano que la “guerra justa” de Kosovo. Por desgracia, en ambos casos, como en muchos otros, sus argumentos se basan principalmente en premisas tales como “parece plenamente justificado…”, “creo que…”, o “seguramente”.

Los hechos, incluso los más obvios, se ignoran. Veamos Afganistán. En el momento en el que comenzaron los bombardeos en octubre de 2001, el Presidente Bush advertía a los afganos de que los ataques no cesarían mientras no entregaran a las personas a las que los Estados Unidos consideraba sospechosas de terrorismo.

El término “sospechosas” es importante. Ocho meses después de lo que a buen seguro debió de ser una de las cruzadas más intensas de la historia, el máximo responsable del FBI Robert S. Mueller III declaraba ante los redactores de The Washington Post: “Creemos que los cerebros de los ataques (del 11 de septiembre), la cúpula de Al-Qaeda, estuvieron en Afganistán. Los instigadores – los actores principales, llegaron juntos a Alemania y cabe que también a otros lugares”.

Lo que aún seguía siendo incierto en junio de 2002 difícilmente pudo haberse sabido con certeza en octubre del año anterior, por pocos que fueran los que cuestionaran su veracidad en el momento. Yo tampoco dudé en un principio; pero la presunción y la prueba son dos cosas bien distintas. Y, al menos, podemos asegurar que las circunstancias han puesto en entredicho que el bombardeo contra los afganos fuera un claro ejemplo de “guerra justa”.

Los argumentos de Walzer van dirigidos a grupos indeterminados – como por ejemplo, a colectivos universitarios “pacifistas”. Para ‘el, su “pacifismo” es un “pésimo argumento”, dado que, a su juicio, la violencia es legítima en algunas ocasiones. Cabe que estemos perfectamente de acuerdo (yo lo estoy) en que hay ocasiones en las que la violencia es legítima, si bien, su “creo que…” es un argumento de escasa solidez en lo que a estos dos casos concretos del mundo real se refiere. Mediante la lógica de la “guerra justa”, del contraterrorismo y demás tipos de razonamiento, Estados Unidos se exime del cumplimiento de los principios fundamentales del orden mundial en cuya formulación e implantación ha jugado el papel estelar.

Tras la II Guerra Mundial se instituyó un nuevo orden legal internacional cuyas disposiciones referentes al procedimiento en tiempos de guerra están plasmadas en la Carta de las Naciones Unidas, en la Convención de Ginebra y en los principios de Nuremberg, adoptados por la Asamblea General de la ONU. La Carta proscribe la amenaza o el uso de la fuerza, salvo que la autorice el Consejo de Seguridad, o que, en conformidad con el Artículo 51, se utilice en defensa propia ante un ataque armado, hasta que actúe el Consejo de Seguridad.

En 2004, un grupo de alto nivel de la ONU, en el que, entre otros, se hallaba el antiguo Consejero de Seguridad Nacional (estadounidense), Brent Scowcroft, concluía que “no era preciso ampliar ni restringir la ampliamente concebida cobertura del Articulo 51… En un mundo plagado de supuestas amenazas potenciales, el riesgo para el orden global y para el principio de no-intervención en el que se basa dicho orden es sencillamente excesivo, como para legalizar un principio de acción preventiva unilateral distinto del principio de acción colectiva consensuada. Permitir ese tipo de procedimiento a uno sería equivalente a permitírselo a todos”.

La Estrategia de Seguridad Nacional (estadounidense) de septiembre de 2002, ratificada en marzo en su mayoría, otorgó a los Estados Unidos el derecho de librar lo que denomina “guerra preventiva”, lo cual no significa disuadir el animo agresor del adversario, sino “tomar la delantera” para ser el primero en atacar. Esto es, simple y llanamente, el derecho de agresión.

Según la tipificación del Tribunal de Nuremberg, la guerra de agresión es “el máximo crimen internacional, y tan sólo difiere de cualquier otro crimen de guerra en que constituye en sí mismo un compendio del mal en su conjunto” — por ejemplo, todo el mal que la invasión que el binomio Estados Unidos-Reino Unido ha implantado en la torturada tierra iraquí.

El concepto de agresión lo definía claramente el juez del Tribunal Supremo de los EE.UU., Robert Jackson, quien actuara de fiscal jefe en el Tribunal de Nuremberg en representación de su país. Su definición quedaba formalmente recogida en una resolución firme de la Asamblea General: Un “agresor”, proponía Jackson al tribunal, es cualquier estado que emprenda acciones tales como “la invasión armada del territorio de otro estado, con o sin una declaración de guerra”.

Tal es el caso de la invasión de Irak. Igual de relevantes resultan las elocuentes palabras del Juez Jackson en Nuremberg: “Si la contravención de tratados es constitutiva de delito, resulta irrelevante quién la cometa, sean los Estados Unidos o Alemania, y no estamos dispuestos a crear una legislación penal que juzgue conductas delictivas para el prójimo que no estemos dispuestos a aplicarnos y acatar nosotros mismos”. En otra parte de su ponencia dice: “Jamás debemos olvidar que los principios legales sobre los cuales hoy juzgamos a los acusados serán los mismos a los que mañana recurra la historia para juzgarnos a nosotros. Ofrecer un cáliz envenenado a estos acusados equivaldría a ponerlo en nuestros propios labios”.

Para la dirigencia política el riesgo implícito en la adherencia a estos principios —y al imperio de la ley en general — es verdaderamente serio. O, lo sería, “si es que alguien se atreviera a plantar cara a un “superpoder despótico sin parangón para el que no existe la ley, y el cual pretende modelar el mundo conforme a su visión militarista del universo”, como lo expresara Reuven Pedatzur en Haaretz el pasado mayo.

Permítanme exponer dos verdades elementales. La primera es que los actos se miden sobre la base del alcance de sus posibles consecuencias; la segunda es el principio de universalidad, es decir, que hemos de aplicarnos las mismas reglas que imponemos a los demás, cuando no de forma más estricta, si cabe.

Además de ser éstas dos máximas esenciales, estos principios conforman los cimientos sobre los que se asienta la teoría de la guerra justa, o, al menos, de cualquier versión de la misma digna de ser tomada en serio.