"Cómo Cambiar el Mundo"


Cómo muchos de los buenos libros que he leído en mi vida, este cayó de casualidad en mis manos.

Este libro está basado en un estudio sobre los emprendedores sociales y su tarea en pos de la mejora de las áreas en las que trabajan, tomando como parámetro inicial el trabajo de la organización Ashoka, la cual se enfoca en financiar emprendedores sociales alrededor del mundo.

Bornstein no sólo muestra el perfil de los emprendedores sociales, sino que señala sus características comunes. El emprendimiento social se basa en el pensamiento creativo y la perseverancia. La marca de los emprendedores sociales es su habilidad para sortear obstáculos. Son incansables abogados de sus causas y constantemente educan a quienes les rodean. Deben creer en sus propias habilidades pero estar siempre dispuestos a colaborar y pedir ayuda. En resumen, deben cultivar los rasgos que son comunes a quienes trabajan por los derechos de los discapacitados.

Gente que pone toda su experiencia al servicio de proyectos que pueden cambiar radicalmente la comunidad en la que viven y todo esto, sin ánimo de lucro.

Algunos de los ejemplos que pueden encontrarse en este libro:

  • En Estados Unidos, J. B. Schramm ha ayudado a miles de jóvenes de bajos ingresos a acceder a la universidad.
  • En Sudáfrica, Verónica Cosa, desarrolló un modelo de ayuda domiciliaria a pacientes de SIDA que ha cambiado la política sanitaria del gobierno.
  • En Brasil, Fabio Rsa ha ayudado a llevar la electricidad a cientos de miles de residentes en áreas rurales.

Un libro interesantísimo y que genera muchas ideas para quienes se interesan en buscar inspiración para su trabajo cotidiano, tal como lo recomienda Nelson Mandela en el prólogo: “Un libro maravillosamente esperanzador e iluminador… Las historias de estos emprendedores sociales inspirarán y animarán a mucha gente a construir un mundo mejor.”

Beatriz Sarlo escribe sobre Borges


Sabemos que Borges no buscó ser el Escritor Nacional. Borges no quiso ser canonizado, ni quiso ser santo.

En realidad, Borges fue Borges porque trabajó contra todas las formas mayores de la literatura. Ya en la década del veinte, cuando él, como el siglo, tenía poco más de veinte años, conocía los riesgos que acechan a una literatura nacional en un país periférico: el regionalismo pintoresco, el entusiasmo retórico para afirmar una voz propia que todavía no se tiene, el folclorismo nostálgico o la literatura de tesis que explique al mundo nuestra peculiaridad. En una palabra, Borges conocía los riesgos del modernismo, que todavía no había pasado del todo, y del latinoamericanismo, que entonces se respiraba en el aire de los tiempos.

Contra todo esto escribió Borges. Lo que hizo fue una operación irónica: ya que los argentinos somos una versión menor de las naciones mayores, ya que hablamos una forma &quotmenor” del español, ya que hemos llegado con algunos siglos de retraso a las bibliotecas de Occidente, transformemos estos rasgos obligados en una elección. Quiero decir: dupliquemos la apuesta, convirtamos a la marginalidad de origen en una marginalidad que se elige.

Para Borges, la pretensión más ampulosa (y, en consecuencia, más ridícula) de un escritor argentino consistía precisamente en errar este reconocimiento. Como una compadrada, Borges elige aquello que no puede rechazar. O, si se quiere más trágicamente, acepta su destino. Eso le permite, en los años cuarenta, escribir dos o tres libros de relatos que son el momento clásico de su obra y la justicia poética los coloca entre los grandes textos de este siglo. Puede escribir El Aleph y Ficciones porque, antes, había triunfado en la escritura marginal.

Borges fue Borges porque se propuso escribir sobre un poeta menor, Evaristo Carriego, porque publicó en Crítica (un diario popular, sensacionalista y chantajista) los textos &quotmenores” de Historia universal de la infamia. Borges fue Borges porque se negó a las grandes poéticas de fin de siglo y de las vanguardias (se negó al modernismo, al simbolismo, al surrealismo) y buscó una voz en las líneas menores y en la literatura gauchesca. Sin duda, leyó todo. Pero un escritor no es todo lo que lee. Un gran escritor es, más bien, todo lo que rechaza de lo que lee. Todo lo que se niega.

Por eso, el tono de Borges es atenuado. Esas dobles y triples negaciones que se leen en sus textos son formas de la atenuación, de la afirmación indirecta, de lo que los ingleses llaman el understatement, una palabra que caracteriza más que ninguna otra a Borges: decir menos de lo que se quiere decir, contar menos de lo que cualquier otro hubiera contado. Cuando Borges recuerda, admirado, el pudor de unos versos de Enrique Banchs, podemos creerle porque el pudor, la negativa a mostrar del todo, es una marca original de su propia literatura.

Borges eligió lo &quotmenor” dentro de las tradiciones mayores: el policial, la reseña de libros, las versiones de otros textos, la traducción. Se hizo experto en disfraces (una estrategia que los menores usan para superar a los mayores) y por eso escribió ensayos que son en realidad cuentos, y relatos que tienen la forma del ensayo. Por eso también, Borges tuvo la astucia de las citas. Nadie más astuto, nadie más engañador en el uso de la cita: nunca pueden creerse del todo, nunca están en el lugar completamente adecuado y, muchas veces, parecen arbitrarias, puestas como para mostrar otra cosa. Las citas no son un aparato de pruebas, no son una red de seguridad en los textos de Borges. Las citas son, por el contrario, el lugar donde un escrito se fractura y corre peligro. Solo la prosa académica piensa que es fácil seguir adelante después de una cita.

Borges citaba para no escribir y escribía para citar. Ese gesto es humilde solo en apariencia. El elogio de la lectura, que hizo muchas veces, es el elogio de la cita. El uso de la cita fue un programa de relación con la literatura mundial de la que la Argentina era una zona mínima. Quizás esto Borges lo supo antes que ningún otro.

Navegaciones

Navegaciones

El barco partió.

Otra vez el tiempo muerto los unía en la desolación del mar. Tanta mansa espera para conseguir su objetivo. Los peces tratando de huir de la red. Y ellos, del mundo. Ninguno escapará. Pero al menos los peces acabarán rápido con su sufrimiento. Sólo un rato de agonía. Ellos, en cambio, se entretendrán con algún truco o alguna generala.

Más veces será el truco. Hay días en los cuales jugar a los dados en el barco es casi imposible. Hay días en que vivir en el barco cuesta. Pero se vive. De vez en cuando, incluso puede verse una sonrisa entre las arrugas de esas caras curtidas por la sal y el sol. Y aunque nada escasea más, un “vale cuatro” ganado puede generar el milagro de explicitar una latente sonrisa. Estando a bordo, a veces, se vence lo imposible.

Hay días en que se gana. Y en esos mismos días, se pierde. Como todo en el mundo, por todo ganador otro lamenta su pérdida. El famoso equilibrio taoísta. Pero sin saber nada de filosofía oriental, en el barco nadie duda de esta balanza invisible.

Uno se acuerda de su mujer, otro de su madre, y los que quedan ya no recuerdan nada. Consideran la resignación el mejor remedio. No se puede ser nostálgico ni melancólico. Es peligroso.

Después de algunos días en el mar, muchos vuelven a esas creencias que, a medida que se acercan al puerto, se desvanecen. La fe en el barco es directamente proporcional a la distancia a tierra. Algunos dicen que hay un culto especial en el barco aunque nadie se atreve a revelarlo. Otros dicen que son sólo rastros de culturas primitivas.

Lo cierto es que es un culto al mar, con temor y a la vez con esperanza en él. Aun en tiempos modernos, todavía algunos buscan una sirena en el horizonte. Hombres rudos que sienten miedo frente a las historias de monstruos marinos. Leyendas, mitologías y brujerías que viven, y se reproducen en voz baja, en frías noches de alcohol y quietud inquebrantable.

Hombres que miran el cielo buscando la señal que podría quitarles la vida. Pero aunque sientan que la vida a bordo no es fácil, cuando están en tierra por un tiempo, se dan cuenta, que nunca podrán ser felices, si es que alguna vez lo son, si no están con su amor: el mar.

— FIN —

Si querés leer algunos de mis otros textos:

Lo leí y me hizo acordar a mi

Me mandan este texto de Fernando Savater porque dicen que les recuerda a mi. Lo leo y es cierto. A mí también.

Más alla de los problemas que acarrea, sigo pensando en esa locura con orgullo.

Les dejo el texto para que disfruten y quizás, se acuerden de mi

😉


“Elogio a la embriaguez”
Fernando Savater

Suelo ser excesivo. Confieso que he nacido para lo demasiado.

No en todo, claro está, sólo en ciertos vicios y para ciertas aficiones.

De las virtudes no hablaré, pero en alguna también me paso un poco,aunque Aristóteles me regañaría por creer que, si me paso, puedo seguir llamándola “virtud”.

Leo demasiado, escribo demasiado, viajo demasiado, me encolerizo demasiado, quiero hacer el amor con demasiadas personas y cosas, me enamoro demasiado de quien no me quiere, hablo demasiado, tengo demasiadas opiniones y no me las callo, gesticulo demasiado, grito demasiado, pretendo saber de demasiadas cosas, me río demasiado, lloro demasiado, cultivo y provoco demasiadas adversiones.

Me deprimo más de lo debido y me divierto como un niño bobo, sin medida.
Como es lógico, siento simpatía por la mayoría de los disparates y sobre todo por los extremos.
En cuanto algo se estima tanto que comienza a delirar -una manía, una opinión, un defecto, una afición, un tic-, me resulta morbosamente interesante.

Padezco vergonzante complicidad con los poseídos y los fanáticos, con los arrebatados y los convulsionarios.
Cuanto más exagerado es alguien, más irrefutableme parece. No me enorgullezco de esta debilidad -en sí misma excesiva también- pero tampoco quisiera curarme del todo de ella.

Ya que no podemos ser infinitos, al menos seamos extremistas, que es como la versión “pueril” del infinito. Me dicen que todo está bien, pero con mesura.

Yo sospecho íntimamente que todo está mal, salvo cuando es desmesurado.

Nada resulta a la larga tan triste como la verosimilitud.
Lean a cualquier filósofo anglosajón y comprenderán lo que quiero decir. ¡Menos mal que Swift y Poe, Melville y Aleister Crowley fueron también anglosajones!

El oráculo recomendaba: “De nada demasiado”. Es evidente que de todo no puede tenerse demasiado, pues en tal caso seríamos dioses. Pero busquemos al menos lo demasiado en algo. Porque el consejo del oráculo también puede leerse de otro modo: tenemos, queramos o no, demasiada nada por delante.

“Nada grande se ha hecho sin pasión”.


Embriagadado disfrute del gasto improductivo junto al doble oficial de Sandro.

Malajusted noche (Autora: Daria)

Malajusted noche.

El aire está inflamado.

Tu mente se inquieta e interroga con descaro mi silencio.

Al ritmo de un what?

Malajusted noche, he dicho!

Mi ego anda en un dodge 1500 y el tuyo no.

Mi mundo se está doblado sobre sí mismo.

Y vos…

No haces otra cosa que dar cuerda a tu modo de ser en stereosílabo.

Te volves tosco con cada palabra dicha.

Y yo…

Me vuelvo limitada.

Decís que compro realidad sin distorsión.

¿Acaso existe?

Si estamos distorsionados.

Lo necesitamos como clave para el escape.

Wild side, nene!

Es todo lo que quiero.

Wild side en maladjusted noche!

Es todo lo que quiero.

Tu boca se contrae en risas…

Das fe tu wild side.

Tu fin de semana fue violento

Estas purgando tus entrañas pero la cura se hace lenta

Tontamente sugiero… podríamos llevarnos bien

Casi como si fuese una necesidad

Tu cuerpo esta dando señales

bye bye en malajusted noche.

 

Gracias Daria por el aporte.

 

Un fiestero de ley….

Y hablando de Norita me de un señor fiestero: el amigo Charles Bukowski

Y acá les dejo uno de los poemas que más me
gustan de este autor.


Girl In A Miniskirt Reading The Bible Outside My Window

Sunday, I am eating a
grapefruit, church is over at the Russian
Orthadox to the
west.

she is dark
of Eastern descent,
large brown eyes look up from the Bible
then down. a small red and black
Bible, and as she reads
her legs keep moving, moving,
she is doing a slow rythmic dance
reading the Bible. . .

long gold earrings;
2 gold bracelets on each arm,
and it’s a mini-suit, I suppose,
the cloth hugs her body,
the lightest of tans is that cloth,
she twists this way and that,
long yellow legs warm in the sun. . .

there is no escaping her being
there is no desire to. . .

my radio is playing symphonic music
that she cannot hear
but her movements coincide exactly
to the rythms of the
symphony. . .

she is dark, she is dark
she is reading about God.
I am God.


Fragmento de "Sexus" de Henry Miller


“… Lo que pasa es que en la actualidad el arte es un lujo. Yo podría salir adelante sin leer nunca un libro ni mirar un cuadro.
Tenemos muchas otras cosas: no necesitamos libros y cuadros. La música, sí… la música siempre la necesitaremos. No necesariamente buena música…, pero música. En cualquier caso, ya nadie escribe buena música… Tal como yo lo veo, el mundo se está echando a perder.
No se necesita demasiada inteligencia para salir adelante, tal como están las cosas.

De hecho, cuanto menos inteligente eres, mejor posición tienes. Todo está organizado de tal modo, que te sirven las cosas en bandeja. Lo único que necesitas es saber hacer una sola cosita medianamente bien; te afilias a un sindicato, haces el menor trabajo posible, y, cuando te jubilas, te pasan una pensión.

Si tuvieras alguna inclinación estética, no podrías pasar por la estúpida rutina año tras año. El arte te vuelve inquieto, insatisfecho. Nuestro sistema industrial no puede permitir que eso ocurra: así, que te ofrecen pequeños sucedáneos tranquilizantes para hacerte olvidar que eres un ser humano. Pronto no habrá arte en absoluto, te lo aseguro. Habrá que pagar a la gente para que vaya a un museo o para que escuche un concierto.

No digo que vaya a seguir así para siempre. No, justo cuando lo tengan todo afianzado, cuando todo vaya como la seda, cuando ya nadie proteste, cuando nadie esté inquieto ni insatisfecho, se vendrá abajo. El hombre no está destinado a ser una máquina.

Lo curioso de todos esos sistemas utópicos de gobierno es que siempre están prometiendo liberar al hombre…, pero primero le hacen funcionar como un reloj con cuerda para ocho días. Piden al indivíduo que se convierta en un esclavo para establecer la libertad para la humanidad. Es una lógica extraña. No digo que el sistema actual sea mejor.

En realidad, sería difícil imaginar algo peor que lo que tenemos ahora. Pero sé que no va a mejorarse abandonando los pocos derechos que ahora tenemos. No creo que necesitemos más derechos: lo que creo que necesitamos es ideas más amplias. Joder, cuando veo lo que los abogados y los jueces intentan preservar, me dan ganas de vomitar.

La ley no tiene la menor relación con las necesidades humanas; es una estafa perpetrada por un sindicato de parásitos. Coge simplemente un libro de derecho y lee un pasaje cualquiera en voz alta. Si estás en tu sano juicio, parece demencial. Y es demencial, por Dios, ¡si lo sabré yo! Pero, joder, si empiezo a impugnar la ley, tengo que impugnar también otras cosas. Me volvería chiflado, si mirara las cosas con ojos lúcidos.

No puedes hacerlo… si no quieres perder el paso. Tienes que mirar de reojo, mientras avanzas; tienes que fingir que tiene sentido; tienes que hacer suponer a la gente que sabes lo que estás haciendo. Pero ¡nadie sabe lo que está haciendo! No nos levantamos por la mañana y pensamos lo que nos traemos entre manos. ¡No, padre! Nos levantamos en medio de una niebla y nos movemos torpemente por un túnel oscuro y con resaca. Aceptamos el juego. Sabemos que es un fraude asqueroso y repugnante, pero no podemos evitarlo: no hay alternativa.

Nacemos en una organización determinada, estamos condicionados por ella: podemos hacer algunas chapuzas por aquí y por allá, como en un barco que hace agua, pero no hay forma de rehacerla, no hay tiempo, tienes que llegar a puerto, o te imaginas que tienes que llegar. Naturalmente, nunca llegaremos. El barco se hundirá antes, créeme…”


Pendeja de mierda


Arriba no estaba.

Esa pendeja de mierda otra vez cuestionándolo.

Desafiando su autoridad. ¿Quién mierda pensaba que era? Ya no lo soportaría más. Encima que la mantenía. Con lo vaga que es. Siempre con esos parásitos.

Él, que nunca había roto una promesa, ni quebrantado la ley de SU palabra.

Sin embargo, esta vez desoiría su propia voz, y la llevaría con su tía. Dos años antes había prometido a María que cuidaría de su hija, pero luego de su muerte todo fue muy difícil. Sentir el desprecio de esa pequeña asquerosa. Pero todo tenía un límite.

Y la noche anterior, cuando llegó borracha y con el sucio que la acompañaba y que la desnudaba sobre el sillón del comedor fue el fin de su paciencia.

Los dos sopapos al negro ese volvieron las cosas al orden, cuando vio salirlo casi como arrastrándose y en silencio. Y ella llorando encerrada en su cuarto, sin hablarle, ni mirarlo.

Ya casi dos días.

Pero cuando apareciera, tendría que preparar todo para irse. En su casa, él es quien manda.

Che-Tos

Martín ya no hacia el cortito, pero todavía se lo pedían. Su incontinencia de golpes lo llevaba a desparramar amor a trompadas. Y los pibes se lo agradecían con aplausos y gritos, pidiéndole su famoso golpe, o abucheando a sus rivales.

Martín ya no hacia el cortito, pero todavía se lo pedían. Su incontinencia de golpes lo llevaba a desparramar amor a trompadas. Y los pibes se lo agradecían con aplausos y gritos, pidiéndole su famoso golpe, o abucheando a sus rivales.

William Bu todavía es puteado por las calles. Mantiene su barriga y su corte de pelo que tantas veces fue imitado por los rugbiers de la high, como símbolo de su decadente distinción aristocrática.

El 60 se llena de cachorros de burgueses. Salen del cine.

– ¿Viste que buena estaba la rubia de la cuarta fila? El colectivo se llena más en la siguiente parada.

Toman gaseosa en latita y comen golosinas del País del Norte. Un hombre deja su bolso gastado en el piso. Se duerme parado. Tomado del pasamanos. Es increíble lo que un día de trabajo en la construcción podía lograr. Tenía poco tiempo para descansar y cada momento libre era bueno. Un ciclista se cruzó. EL colectivero, también habituado a la ciudad y sus constantes regularidades de irregulares situaciones, alcanzó a frenar.

El ciclista no escuchó las puteadas del chofer. Sus únicas preocupaciones eran que Boca perdía de nuevo y que El Diego no podía jugar.

El colectivo frenó. Todos escucharon la bocina, las puteadas y la frenada y trataron de aliviar el golpe. Pero el hombre y su bolso no. Estaban durmiendo. Cayeron sobre los cachorros burgueses.

Negros de mierda. Siempre lo mismo. Salen del laburo y se chupan. No ves que son cabezas? Bah…. anda a saber si laburan estos villeros, que lo parió, encima me manchó todo… repetía y repetía la puteada una y otra vez mirándose el pecho, puteando al negro que le había arruinado su nueva remera del Che Guevara

Che-Tos
Che-Tos